lunes, julio 30, 2007

Fuegos de Edipo, de Walter Lezcano

Igual que el ojo ciego de una cámara, la mirada de Walter Lezcano se proyecta sobre ciertos temas y motivos, lugares "comunes" en el imaginario construido por una literatura, sobre todo la popular, que ha hecho de la ciudad su paisaje habitual. Los poemas incluidos en Fuegos de Edipo evocan la escena del hombre que está solo y espera, hombre demorado, como un personaje de Roberto Artl, en un bar, en una pieza de hotel. Sobre esta escenografía familiar va desplegándose algo así como un telón de niebla, memoria/ insomne/de un sonámbulo que/ en vigilia calla, tejida con la sutil materia de las cavilaciones, sueños y deseos de un yo que hace sombras en la pared, que en sus propios pensamientos se extravía. Fumar, calentar té, pensar (te pienso/ y el resultado es esta luz) son algunos de los rituales que alcanzan a iluminar con sus pequeños fuegos las sucesivas vueltas de un yo que --dice-- siempre retorna. Este continuo y a veces exasperado perderse/ para encontrarse, irse/ para volver, cuyos giros y saltos, cambios de punto de vista, parecen responder al vertiginoso movimiento de un zapping, reproducen fielmente el afiebrado orbitar de la mirada del autor, la misma que nos conduce por esta desasosegante travesía.

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