miércoles, abril 30, 2008

Recomendados: Mesa de lectura

Si querés escuchar leer a la gran narradora Hebe Uhart*, podés llegarte hasta la Casa del Escritor, Lavalleja 924, tel. 5197-5084, este viernes 2 de mayo, a las 19.

* Hebe Uhart nació en Moreno, provincia de Buenos Aires. Es autora de los libros de cuentos Dios, San Pedro y las almas, El budín esponjoso, La luz de un nuevo día, Guando la hiedra y Del cielo a casa, entre otros. Publicó también las novelas Camilo asciende y Señorita. Recibió el Premio Konex Diploma al Mérito en el 2004.

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martes, abril 29, 2008

Concurso Nacional de Cuentos "Ciudad de El Colorado"

La Municipalidad de EL Colorado, provincia de Formosa, convoca a todos los escritores argentinos nativos o con cinco años de residencia en el país a participar del Primer Concurso Nacional de Cuentos “Ciudad de El Colorado”.
El tema es libre y los interesados deberán enviar tres copias impresas o mecanografiadas a doble espacio de un libro de su autoría. El conjunto de cuentos deberá tener un mínimo de ochenta y un máximo de ciento veinte páginas tamaño A 4. Cada ejemplar del libro enviado deberá estar firmado con seudónimo y en un sobre aparte se incluirán los datos del autor: nombre y apellido, teléfono y domicilio.
El premio consistirá en la publicación del mejor libro de cuentos. El jurado, integrado por prestigiosas figuras de la literatura nacional, podrá otorgar además menciones honoríficas.
Se ha fijado como plazo para enviar las obras el 15 de agosto de 2008. En 2009, en el marco de los festejos del 73 Aniversario de El Colorado se hará entrega del premio al escritor distinguido y se lo declarará huésped de honor.
Los trabajos deberán enviarse a Concurso Nacional de Cuentos “Ciudad de El Colorado”, Municipalidad de El Colorado, Código Postal 3603, El Colorado, Provincia de Formosa.

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viernes, abril 25, 2008

Sharon Olds*: Dos poemas

Agradecemos nuevamente a Natalia Limas,
profesora especializada en Lingüística literaria en inglés,
el haber traducido este poema de la poeta norteamericana
Sharon Olds, especialmente para este blog del amasijo.

Casa de campo americana japonesa

Todo aquello que alguien pensó que valía la pena
llevar fue llevado. Las escaleras están torcidas,
con hojas de sicomoro desparramadas retorcidas
como amonitas en rocas tierra adentro.
Se ve la madera detrás de la pintura del marco
y la puerta está abierta --un cuarto vacío,
rayos de sol en el piso. Todo lo que queda
en el porche es el cilindro hueco
de una caja de cartón de avena Albert’s Quick
y una máquina de coser. Su cabeza
extraterrestre está inclinada, su cuello arrugado
brilla. Yo nací, ese día, cerca de allí,
en tiempos de guerra, de gente ignorante.

Adolescencia

Cuando pienso en mi adolescencia, pienso
en el baño de ese hotel sórdido
en San Francisco, a donde mi novio solía llevarme.
Nunca había visto un baño así--
sin cortinas, sin toallas, sin espejo, sólo
un lavabo verde de mugre y un inodoro
amarillo y color óxido --como algo en un experimento de ciencia,
criando la plaga en cuencos.
El sexo era todavía un crimen, entonces,
solía salir del dormi de la universidad
hacia un destino falso, firmar en
el albergue con un nombre falso,
bajar por el hall hasta el único baño
y encerrarme allí. Y no podía aprender a meter ese
diafragma adentro, lo decoraba
como una torta, con espermicida brillante,
y me inclinaba, y saltaba de mis dedos
y navegaba hasta un rincón, para aterrizar
en una depresión cóncava como un nido de rata,
me agachaba y lo sacaba y lo lavaba
y lo lavaba hasta que caía en esa cúpula frágil,
lo glaseaba de nuevo hasta que estaba reluciente
y lo doblaba en su pequeño arco y solía
volar por el aire, zumbando por los bordes
como el anillo de Saturno, me inclinaba y arrastraba para recuperarlo.
Cuando pienso en mis dieciocho
eso es lo que veo, ese disco alado
flotando en el aire y descendiendo, y me veo
arrodillada, tratando de alcanzar mi vida.


* Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco, Estados Unidos.

jueves, abril 24, 2008

Premio Bienal Federal Novela Corta 2008

El Consejo Federal de Inversiones convoca al Premio de Novela Corta 2008.
Los participantes deben ser: argentinos, con residencia en cualquier provincia de la Argentina,
y mayores de 18 años.

-Se estipula un mínimo de 60 páginas y un máximo de 90 páginas.
-Se presentarán 5 copias, grapadas, anilladas o encarpetadas.
-Se firmará con seudónimo, y en sobre cerrado se incluirán los datos.
-Enviarán una copia de la obra en CD juntamente con las copias en papel.
-El plazo de entrega cierra el 27 de junio de 2008.

Premios
-El 1º, 2º y 3º premio serán editados con una tirada de 1.000 ejemplares,
400 serán para el autor. Los otros se entregarán a medios periodísticos,
escritores, revistas, etcétera.

Para más información llamar al CFI de su provincia o escribir a:
http://www.cfired.org.ar/
(011)4-313-4702

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Actividades

. Música en El Conventillo Verde
Viernes 25 de Abril, 21.30. Magallanes 890 y la vía,
Barrio de La Boca (a metros de Proa y Caminito)
tel. 4301-0666.
Gastón Pose y Fidel Flores presentan temas de los discos:
"Misa de los desesperados" y "Vida y obra de la chitrula"
http://www.myspace.com/gastonpose

. Inauguración de la muestra "Mutaciones"
Dibujos y objetos instalados del artista plástico Maximiliano Maignien.
Viernes 25 de Abril a las 20:30, en las salas del MAC
(Museo de Arte Contemporáneo, Secretaría de Cultura Universidad
Nacional del Litoral: Bv. Gálvez 1578, Santa Fe.Tel: (0342) 4575103.
. Presentación de las revistas Plátano Verde y 2021
Sábado 26 de abril, a las 18.
Malabia 1311, Capital: en EL DIENTE DE ORO
Invitan: platano verde negro nouveau atypica
. Lectura de Poemas
Casa del Escritor, Lavalleja 924, tel. 5197-5084
Martes 29 de abril, a las 19.30.
Participan los poetas eslovenos:
Mitja Cander, Ales Car, Mate Dolenc, Alojz Ihan,
Dusan Jovanovic, Mojca Kumerdej y Ales Steger
(con traductor).
. Primera edición del año de los "Gallery Nights"
Viernes 25 de abril entre las 19 y las 22.
Este evento, en que se da cita lo mejor del arte, se ha convertido
en un clásico de la ciudad de Buenos Aires reuniendo las más
importantes galerías y espacios artísticos.
Para mayor información: http://www.autoriabsas.com.ar/

. Presentación del libro Cantata, del poeta Martín Araujo.
Sábado 10 de mayo a las 10.30: en la UGC 2, de Haedo,
(Avda. Rivadavia y Estrada), Provincia de Buenos Aires.

miércoles, abril 23, 2008

Fabián Lonardi*

3
ves
lo que aún no ha sucedido:
sistemas de reflejo y energía
a modo de alterar percepciones

sobre estantes objetos numerados
un boleto de viaje pequeñas exageraciones

la ropa en el piso

lápices por todas partes, hasta en el aire

*Fabián Lonardi, poeta y pintor argentino. Nació en Larroque, provincia de Entre Ríos en 1962, vive en Buenos Aires. Este poema pertenece a una serie en progreso titulada Habitaciones.

martes, abril 22, 2008

La UBA piensa al país

El jueves 24 de abril a las 19, en el Patio Uriburu de la Facultad de Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires, se realizará una mesa de debate sobre el tema El mercado de trabajo postdevaluación.
Participarán: Alberto Barbeito (economista del CIEPP), Hector Palomino(director de Estudios de Relaciones de Trabajo), Claudio Lozano(CTA), Daniel Kostzer(prof. Est. Social Arg. FCE)
Para mayor información, consultar en: www.elgermen.com.ar

CeDINci

El CeDInCI, Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina, tiene ya su BOLETÍN ELECTRÓNICO nº 1/08, de abril de 2008.
Para quienes le interese, pueden dirigirse personalmente a Fray Luis Beltrán 125 (1406), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o comunicarse con el tel: (011) 4631-8893, y, también, visitar estos sitios: informes@cedinci.org, www.cedinci.org

jueves, abril 17, 2008

Dolores Etchecopar*

La mañana
esa mañana qué es una mañana
por qué hubo una mañana dónde
hubo una mañana
nunca nadie pudo decir
qué había que hacer con una mañana
y se olvidaron y corrieron a través de los ruidos
hasta desaparecer
yo quería que me hablaran
porque lo único que había era una mañana

*Nació en Buenos Aires. Poeta y pintora. Publicó cinco libros de poesía (Su voz en la mía, La tañedora, El atavío, Notas salvajes y Canción del precipicio). Participó en la dirección de un grupo de acción poética llamado "El pez que habla". Actualmente comparte con la poeta María Mascheroni un espacio de investigación de la voz y la palabra poética llamado "Santo Cielo".

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Bruno Schulz*


LOS PÁJAROS
El invierno había llegado, con sus días aburridos y amarillos. Una delgada alfombra de nieve, gastada y llena de agujeros, recubría la tierra, que ahora era rojiza. No había bastante nieve para cubrir toda la extensión de las techumbres, que aparecían negras y mohosas. Techos de madera y arcadas que ocultaban los ámbitos obscurecidos de los graneros, catedrales carbonizadas de flancos erizados de cabriadas, carriolas y riostras, sombríos pulmones de las borrascas in­vernales.
Cada nueva aurora develaba nuevas chimeneas cre­cidas durante la noche e hinchadas por los vientos nocturnos, tuberías de órganos infernales. Los desho­llinadores no podían quitarse de encima a las cornejas que, como vivientes hojas negras, se instalaban en las ramas de los árboles vecinos a la iglesia y volvían a salir un instante después batiendo sus alas para luego posarse definitivamente, cada una en su lugar habitual; y por la mañana huían en bandadas, como torbellinos de humo obscuro o copos de hollín ondulantes y fan­tásticos que salpicaban con sus graznidos desiguales los rayos amarillentos del alba. Los días se habían entumecido de frío y de aburrimiento, como panes del año pasado, a los que se cortaba con malos cu­chillos, sin apetito, en una perezosa somnolencia.
Mi padre no salía de casa. Cuidaba las estufas, estu­diaba la naturaleza eternamente insondable del fuego, degustaba el sabor metálico y salado, el olor seco de las llamas invernales, la fría caricia de las salamandras que lamían el hollín brillante en la garganta de la chimenea. Gozosamente emprendía todas las repara­ciones necesarias en la parte superior de la pieza. A cualquier hora podía vérsele encaramado en el extremo de una escalera arreglando alguna cosa en el techo, en las cornisas de las altas ventanas, en los colgantes y cadenas de las lámparas suspendidas. A la manera de los pintores se servía de su escalera como de enor­mes zancos. Se sentía bien en ese ámbito aéreo, en la proximidad de ese cielo pintado, ese techo decorado con pájaros y arabescos.
Se apartaba cada vez más de la vida práctica. Cuando mi madre, inquieta y entristecida por su estado, se esforzaba por arrastrarlo a una conversación seria sobre nuestros negocios, sobre el pago del próximo venci­miento, él escuchaba distraído, confuso, el rostro cris­pado y ausente. Podía ocurrir que la interrumpiera de pronto, con un gesto perentorio, para correr a un rin­cón de la pieza, pegar la oreja a una grieta del piso y quedarse escuchando, mientras levantaba sus índices para hacernos comprender la importancia capital del asunto. En esa época aún no comprendíamos el triste trasfondo de esas extravagancias, el deplorable com­plejo que maduraba en las profundidades.
Mi madre no tenía ninguna influencia sobre él; en cambio Adela merecía todas sus atenciones y respe­tos. La limpieza de la habitación era para él una impor­tante ceremonia que no podía dejar de presenciar, siguiendo todas las operaciones de la joven con una mezcla de temor y de estremecimientos voluptuosos. Atribuía a cada uno de sus movimientos una significa­ción profunda, simbólica. Cuando Adela se entregaba, con movimientos juveniles e insolentes, a pasar el esco­billón por el piso, ya no podía soportarlo: las lágrimas le acudían a los ojos, una risa silenciosa arrugaba su rostro, y su cuerpo se sacudía en un espasmo voluptuoso. Era cosquilloso hasta la locura: bastaba que Adela lo amenazara con el dedo fingiendo una cosquilla para que escapara presa de un terror pánico, yendo de pieza en pieza y golpeando las puertas a su paso. Llega­do a la última habitación se arrojaba boca abajo sobre la cama y se retorcía en una risa convulsiva provocada por un imagen interior que no podía, dominar. La muchacha tenía sobre él una autoridad casi sin límites. Fue entonces cuando observamos en él, por primera vez, un apasionado interés por los animales. Al prin­cipio era tanto una pasión de artista como de cazador, aunque también, quizás, más profunda y biológicamen­te, existía en él la simpatía de una criatura humana por formas de vida diferentes, una especie de experimentación sobre registros inexplorados de la vida. Pero luego el asunto tomó otro cariz, extraño, compli­cado, esencialmente malsano y contrario a la naturaleza; un aspecto que, en verdad, más valdría no exponer en público.
Todo empezó cuando puso a empollar huevos de pájaros. Con muchos desvelos y no menos gastos hizo traer de Hamburgo, de Holanda, de ciertas estaciones zoológicas africanas, huevos que dio a empollar a enor­mes gallinas belgas. También para mí era apasionante ver nacer a esos pajarillos de formas y colores fantás­ticos. En esos monstruitos cuyos picos enormes, inve­rosímiles, se abrían desmesuradamente, con silbidos de glotonería que brotaban desde el fondo de las gargan­tas, en esas especies de reptiles de cuerpo giboso, débi­les y descarnados, era imposible prever futuros pavos reales, faisanes, cóndores o simples gallos silvestres. Esta vida en germen estaba depositada en nidos de algodón, en paneras; los animalitos alargaban sus del­gados cogotes, con esas cabezas de ojos ciegos, vela­dos de blanco, y contraían sus gargantas en un mudo piar.
Mi padre se paseaba por el criadero, vestido con un guardapolvo verde, tal como lo haría un jardinero por un invernadero de cactus, y extraía del vacío esas veji­gas cerradas en las que palpitaba la vida, esos vientres impotentes que solo percibían el mundo exterior bajo forma de alimento, esas proliferaciones que iban a tientas hacia la luz. Unas semanas más tarde, cuando esos embriones ciegos estallaban a la luz del día, los nuevos habitantes llenaban las habitaciones con plu­mas cosquilleantes y gorjeos inacabables. Ocupaban las varillas de las cortinas, los rebordes de los armarios, anidaban en los arabescos abigarrados y en el ramaje de estaño de las grandes arañas.
Cuando mi padre estudiaba en los gruesos manuales de ornitología y hojeaba sus láminas coloreadas, esos fantasmas parecían escapar de las páginas para animar la pieza con aleteos pintarrajeados, jirones de púrpura, fragmentos de zafiro, de plata y de cobre envejecido. Para recibir la comida formaban en el piso una plata banda ondulante y coloreada, un viviente tapiz que, si alguien entraba sin tomar precauciones, se dislocaba, se dispersaba en flores volantes y finalmente se depo­sitaba a una altura respetable.
Me ha quedado notablemente grabado en la memo­ria cierto cóndor, enorme ave de cuello desplumado y cara arrugada cubierta de excrecencias. Era como un asceta delgado, un lama budista que conservaba en su comportamiento una dignidad imperturbable y obser­vaba el rígido protocolo de su noble raza. Frente a mi padre, petrificado en la actitud escultural de una divi­nidad egipcia, con su ojo alterado por una catarata blancuzca que desplazaba para cubrir su pupila y ence­rrarse en la contemplación de su augusta soledad, me parecía, con su perfil pétreo, el hermano mayor de mi padre: cuerpo, tendones, piel dura y arrugada, eran el mismo rostro huesudo y reseco, las mismas órbitas profundas, de gruesa córnea. Hasta las manos de mi padre, largas, delgadas, nudosas, de uñas muy curva­das, se parecían un poco a las garras del cóndor. Me daba la impresión, al mirar al ave adormecida, de ha­llarme ante la momia de mi padre, reducida por la desecación. Creo que esta extraordinaria semejanza no había escapado tampoco a la observación de mi madre, aunque nunca hablamos de ello. Es notable, además, que el cóndor y mi padre utilizaban la misma taza de noche.
En tanto ponía a empollar nuevos especímenes, mi padre organizaba en el granero bodas de pájaros; traía pretendientes, colocaba en los rincones y en las grietas novias amables y languidecientes; finalmente, el techo de la casa, un vasto techo a dos aguas, se convirtió en un verdadero albergue de volátiles, un arca de Noé que reunía toda clase de pájaros de países lejanos. Aún mucho después de la liquidación de este criadero, per­maneció entre las aves migratorias, grullas, pavos reales, pelícanos, la tradición de posarse sobre esa techumbre.
Después de un deslumbrante pero corto período, esta hermosa empresa tomó un giro enfadoso. Fue necesario transferir a mi padre dos mansardas que servían de desvanes. Desde el amanecer se escuchaban allí los chillidos conjugados de los pájaros. Como cajas de resonancia amplificadas por la vasta extensión de los aleros, esas piezas estaban colmadas de aleteos, llama­dos amorosos y gorjeos.
Durante varias semanas mi padre permaneció casi invisible. De vez en vez bajaba a nuestras habitacio­nes y entonces comprobábamos que estaba más del­gado y como empequeñecido. Perdía el control de sí mismo y se ponía de pie súbitamente, agitando los bra­zos como si fueran alas y emitía un canto prolongado, con los ojos ausentes; luego, confundido, reía con noso­tros tratando de hacer pasar la cosa como una broma.
Un día, durante una época de limpieza general, Adela apareció inopinadamente en su imperio alado. Plantada en el umbral, se retorcía las manos horrorizada por la fetidez de los montones de excrementos que cubrían el piso, las mesas y todos los muebles. Sin vacilar, abrió la ventana y, con ayuda de un escobillón, se puso a espantar a los volátiles. Un terrible torbellino de plu­mas y alas se elevó en medio de una tempestad de chillidos. Como una ménade furiosa, detrás de los molinetes de su tirso, Adela bailaba la danza de la destrucción. Tan espantado como los pájaros, mi padre, agitando los brazos, trataba de volar también él. El torbellino alado se despejó poco a poco y sobre el campo de batalla solo quedaron Adela, jadeante y ago­tada, y mi padre, afligido y avergonzado, pronto a todas las capitulaciones.
Un instante después, mi padre bajaba de sus domi­nios, destrozado como un rey en el exilio que ha perdido su trono y su reino ...
*Bruno Schulz (Drohobych, Ucrania, 1892-1939). Novelista y pintor, reconocido como uno de los mayores estilistas de la prosa polaca del siglo XX. .

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Presentación

Ediciones Cortina de Humo invita a la presentación del libro
El gran capitán – Crónica de un viaje al Litoral, de la poeta
Valeria Zurano.
Lunes 28 de abril, a las 19, en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro
Cultural de la Cooperación, Avda. Corrientes 1543, Buenos Aires.
Entrada Gratuita
http://buscandoeltiempoperdido.blogspot.com

miércoles, abril 16, 2008

Casa del Escritor

El viernes 18 de abril a las 19.30, en la Casa del Escritor, Lavalleja 924, se realizará una charala con los narradores Daniel Guebel y Liliana Guaragno. También se leerán fragmentos de sus obras.

Leonardo Flores*

Todo se levanta y se crea.
Nace y despierta.
La ciudad abre sus ojos y nos bautiza, nos arrebata.
Un nuevo día nos pretende y el sol brilla inquieto como el mejor testigo
de la fiesta.
Debemos estar preparados, entramos sin quererlo en el circo de la vida.
Abran los brazos y reciban a la maldita ciudad.

*Nació en Buenos Aires en 1977. El poema que se transcribe pertenece a su libro
Criaturas de la noche.

Miguel Ángel Lens*

Pequeño Hechicero

pantaloncito rojo
fogueando las curvas

y un gramo de frula
platinando el bolsillo

el pañuelo al cuello
para excitar al viento

y la noche que avanza
como un remolino
*Poeta argentino. Tiene varios libros publicados. Recibió el Premio Nezo 1996 por el espectáculo
off teatral: Poemas de un Sur. El poema que se transcribe está incluido en su libro Quince breves
poemas de seda y de verano.

Ciclo de Lecturas de Poesía: La Manzana en el Gusano

VIERNES 18 DE ABRIL
a las 20: 30, en Centro Cultural Patio Arrabalero : Paraguay 5150

Leerán: Teresa Arijón • Paula Jiménez • Joaquín Oreña
http://www.lamanzanaenelgusano.blogspot.com/

Organizan Lisa Cargnelutti, Nurit Kasztelan, Heber Ortíz, Germán Rosati.

martes, abril 15, 2008

Si querés, podés entrar a estos sitios:

sábado, abril 12, 2008

Veinte años de Poesía Argentina: Revista Poesía Buenos Aires (Tercera Parte): Perspectivas

Por Francisco Urondo
Coincidiendo con la iniciación del proceso político y social que desencadena el peronismo -también en el año 45 como ya señalé-, comienzan a actuar los movimientos renovadores en el terreno literario que, al parecer habían cesado en el año 1927 cuando desaparece la revista Martín Fierro. Lo más importante que se produce en los años posteriores a esta desaparición, es decir en los tiempos de la "década infame", es la revista Sur y la generación del 40 que, como también ya señalara en la primera parte de estos apuntes, no logran producir renovaciones de interés; es más, la rebeldía es fagocitada por el oficialismo.
A partir de 1945 -el año del primer "17 de octubre"-, se rompe el statu quo, con el grupo de pintores y poetas que agrupa primero la revista Arturo, luego la "Asociación de Arte Concreto Invención"; más tarde serán los grupos de poetas "invencionistas" y "surrealistas". Los hombres que integran estos grupos y operan en estas modificaciones, que significaron no sólo un afán de renovación sino un larval enfrentamiento con el oficialismo, con todo lo que esto implica, pertenecen en su mayoría a la clase media; son de una generación posterior a la elite que controla la universidad y la literatura oficial y se diferencia de ellos por su oscura, poco consciente tal vez, resistencia a representar el pensamiento liberal; más bien tratan, un poco irracionalmente, de transgredirlo. Es que no sólo entraba en quiebra esta ideología o, mejor dicho, se convertía en algo netamente reaccionario, sino que una mentalidad reformista, en el fondo complaciente, veía con alarma que entraba en los últimos tramos -tramos aún no agotados, tramos que aún incluso pueden demandar años-. También el populismo y con él, el tango cerrando un ciclo, pero con todos los honores, con toda la dignidad y el interés que pueden suscitar los poemas de Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, entre otros.
Así implícita e insensiblemente, los intelectuales van reaccionando contra su propia clase y contra su ideología y decadencia: la cosa empezó con un enfrentamiento con el oficialismo, suscitado a su vez, en una necesidad de expresión, casi se diría, de aire para respirar. Pero a pesar de este progresivo proceso, a menudo estos poetas tampoco pueden desembarazarse de sus limitaciones de clase. Así aparecen contradicciones, idealizaciones frente a algunos cambios como la "Revolución Libertadora", o el frondizismo, a menudo la prescindencia política, el miedo. Es que el pasaje de una ideología a otra, de una clase a otra, de una actitud política a otra, los irá colocando frente a la dicotomía reformismo o revolución, que para el caso también podrá ser enunciada como frustración e injusticia -con su consecuente mala conciencia-, o revolución.
Los cambios y los riesgos, incluso personales, que esto supone, demoran el pasaje, incluso la toma de conciencia -aún inconclusa- que es penosa y lenta. Es indudable que la falta de madurez política y social de estos jóvenes no ha facilitado las cosas, pero cabría preguntarse quiénes eran los poseedores de esa madurez. Los partidos tradicionales de izquierda, seguramente no, tampoco sus huestes populistas.Ni los estudiantes deslumbrados junto con aquellos partidos por figuras como las de Braden, por más aliado de los rusos y enemigo de los nazis que haya sido él y su país en aquellos años en que terminaba la Segunda Guerra Mundial. Tampoco hubo claridad después en los grupos de izquierda segregados u opuestos a esos partidos tradicionales, ni en los más recientes que hasta ahora sólo han ocasionado frustraciones y desastres. Todavía no hay acuerdos en el pensamiento de izquierda que no atina a encontrar los caminos de la liberación. Mal existiría esa claridad entonces. Ni siquiera cuando el peronismo haya cumplido prácticamente su ciclo, aparecerá con los grupos más lúcidos, como aquel que dio forma a la revista Contorno.
Es que la lucidez en estas épocas oscurantistas que viven nuestros países latinoamericanos, no es una prenda de fácil obtención Se va logrando de a poco, costosamente a veces, con precios muy altos, vidas incluso; cuesta mucho colocarla en un punto que suponga un cambio de la realidad. Aceptando esto, son previsibles las ingenuidades en las que incurrían los "surrealistas" hace cerca de veinte años; las contradicciones de los "invencionistas". En sus publicaciones se ven así convivir afirmaciones ciertamente contradictoras: "Queremos la humanidad a la altura de la poesía" (9). "El juicio final será ante la poesía" (10), "la poesía hacia la humanidad que la iguale" (11) o, por el contrario, "la poesía ya no es una actividad aparte, para que ella tenga sentido, para que cumpla una función cultural, debe estar inscripta en el metabolismo de una humanidad que busca un desarrollo en formas superiores de convivencia" (12). Es decir, por un lado debe integrarse en un proceso humano que busca formas superiores de convivencia y, por otro, esa misma humanidad debería igualarla, pese a que humanidad y poesía parecían estar empeñadas en una misma tarea; además a la poesía se le atribuye una categoría superior, ya que ante ella deberemos rendir cuentas en el último juicio; también debemos aspirar a obtener su nivel, su estatura así es frecuente la idealización del poeta: "Que el poeta debe establecer su curva y atravesar el tiempo plasmando su transcurso; que el poeta es una especie de ejemplar rescatado del caos y del mito para comprender el universo en sus propias condiciones".
Todo esto tiene cierto tufillo, cierta ampulosa petulancia, típica del rastacuerismo que ejerce nuestra clase alta y que fascina a nuestra emulante clase media. Los surrealistas también impregnan sus ropajes con este tufillo, huelen tan mal como sus entonces adversarios. Además incurren en ingenuidades también propias de su clase; como pauta de esto puede tomarse el odio que le tienen-le tenían a las antologías, cosa que en sí, me parece saludable, dado el uso y el destino que ellas tuvieron-tienen en nuestro país, meras armas en la mayoría de los casos del oficialismo. Pero el frenesí que depositan en este odio hace pensar que intentan concentrar allí otros odios; o que al concentrarlos, hacen perder amplitud y profundidad a esa capacidad de odiar; la reducen y amenazan en convertirla en trivial; la poesía burguesa suele ser nefasta en la medida en que esta clase puede serlo; sus antologías no son otra cosa que la manifestación parcial de su politiquería y de sus artimañas en el terrero de la difusión cultural, que consecuentemente responden, son secuelas de toda una política más general, de todo un modo de vida, una concepción. Tanto “intervencionistas", como "surrealistas", tienden a resistirse a tomar posiciones públicas por los años de reemplazo -1955- de un gobierno por otro. Estos poetas, pese a sus improntus —el episodio Guatemala ya citado, por ejemplo—, no se han librado de la sujeción a su clase, que nunca se cansa de llenarse la boca, de espetar, que puede prescindir, que recomienda "no meterse", entre otras cosas y sobre todo, en política; viven estas contradicciones, estos tirones entre los signos de una clase que lo paraliza y una lucidez paulatina que los espolea, sin todavía producir una síntesis, sin encontrar un resultado que les ayude a trascender las zonas de tinieblas. Así lo que dicen suele no ser demasiado homogéneo con lo que escriben, y esto con lo que proclaman.
Estas contradicciones, este movimiento oscilatorio entre el desarrollo de una conciencia y el atavismo, ocasiona que los "surrealistas" adopten una casi total prescindencia política; los "invencionistas", que actuaron políticamente en el 45 hasta ser desplazados del oficialismo de izquierda, se han alejado de toda actividad; los que no actuaron evitan hacerlo. No obstante no hay un decrecimiento de la preocupación política en ellos, ya que en 1954 publican el ya citado y socorrido cuaderno de poemas que titularon Guatemala y al que tanto recurro porque publicar eso, en ese momento y a pesar del apoyo diplomático que brindó México y nuestro país al gobierno de Arbens, era fijar una posición; porque en esos años había una política para la Cancillería y otra para el Ministerio del Interior que, aunque mantuvieran una coherencia de fondo, una comunidad de objetivos que no es el caso analizar aquí, parecían actuar independientemente.
Una vez caído el peronismo, con el triunfo de la "Revolución Libertadora", el grupo "Poesía Buenos Aires" -en alguna medida el órgano de expresión del "invencionismo" y de sus evoluciones- vuelve a tomar posición a través de dos artículos: "Poetas de subsuelo", de Raúl Gustavo Aguirre, y "Para una libertad en vigencia", de Edgar Bayley (13). En ellos se atacan algunos - los más evidentes- elementos negativos del peronismo, pero no se tiene demasiada claridad -insisto aquí, esta falta de claridad sobre ese asunto era bastante común entonces de lo que el peronismo significó, recién hoy comienza a verificarse la verdadera amplitud, los límites reales del movimiento-. También hoy pueden reconocerse la precariedad de estas tomas de posición de nuestros poetas.
En 1957, los intelectuales y artistas de casi todos los sectores -salvo los reaccionarios que siempre los hubo y en abundancia-, como consecuencia de esa latente y creciente politización, apoyan la candidatura de Arturo Frondizi; lo hacen de diversas maneras y muchos ejercen una verdadera militancia. Era difícil que no comenzara a abrirse una coincidencia política ante las rotundas experiencias que, en este terreno son vividas a partir de la caída de Perón y la sucedánea aunque rudimentaria observación de los hechos anteriores a esta caída que fueron vividos bajo los signos de la obnubilación. En efecto, caído el peronismo, cada integrante de la clase media -los poetas sociales no escapan a este origen en su gran mayoría- empezó a hacerse cargo de lo blando, o evasivo, o esquemático, o desaprensivo que fue durante más de diez años. Había que ganar tiempo, había que actuar y Frondizi era la gran oportunidad -la gran fantasía- que el destino brindaba para redimirse.
Cuando Frondizi echa por tierra las esperanzas -peregrinas por cierto- de desarrollar un gobierno nacional y popular, con un programa de izquierda, los poetas e intelectuales se repliegan o tratan de conservar pequeñas posiciones en el gobierno, o caen en una especie de justificada desesperación; la clase media, una vez más, no sabe qué le conviene hacer. Pero esta vez el peligro parece ser detectado antes por los intelectuales y artistas: se habría producido un progreso. La producción poética se enriquece en tanto al incorporar esas experiencias -ilusiones y fracasos- que ayudan a la embrionaria y paulatina claridad que va despuntando en sus autores sin que por esto decline la jerarquía que sin duda había alcanzado en esos años a través de un severo uso del oficio. El rigor crítico y la vigilancia formal en este campo específico serían de este modo fortalecidos por la experiencia vivida con inseguridad e insatisfacción durante esos años. Consecuencia de esta incorporación es la característica más abierta, menos forzada, de la producción poética posterior a esas crisis políticas.
Esa poesía posterior al frondizismo es a lo mejor menos pretenciosa pero más tangible, más concreta, más convincente, no en el sentido de seducción sino de conexión; en la medida en que se renueve con mayor seguridad, con mejor solvencia. Pareciera que tiende a alcanzar un equilibrio, una integración entre posiciones estéticas e ideológicas; se advierte que ambas no eran, no tenían por qué serlo, no suponían, posiciones excluyentes; tampoco castraban la libertad creadora. El poema "Después de mucho", de Edgar Bayley, escrito hace ya alrededor de veinte años, puede ser un antecedente, un precursor de esta etapa del proceso poético argentino; etapa que podía ser llamada de síntesis, de confluencia de experiencias estéticas y existenciales. En ella se procura la consolidación de rasgos poéticos que se perfilaban como propios del proceso cultural argentino; una intención de nombrar sería, como ya dije, la pauta, lo que pondría en evidencia los rasgos sustantivos que parecen corresponder a nuestra poesía (14). La austeridad, la prescindencia de convocaciones o enunciaciones, van eliminando la posibilidad de convertir un poema en una plegaria, con todo lo pasivo que esto puede llegar a suponer. Como toda poesía escrita y signada por Apollinaire, es afirmativa, una forma de ver la vida sin resignaciones, sin culpa o autocompasión. Es orgánica en la medida en que la libertad expresiva no desplaza la existencialidad que la sustenta, en el orden personal y colectivo. Así en el terreno artístico, el énfasis no se coloca en la belleza, sino en la experiencia creadora, como en el terreno de la conducta, de la voluntad o elección de vida, más que regir la felicidad, gravita ahora una necesidad existencial de expresión y comunicación. Son estos al parecer los caminos de la libertad o al menos de un concepto de vida y de poesía vertebrados dentro de un orden más amplio que responde a la concepción que rechaza como lo señala la interpretación del mundo y procura su modificación; que cada vez tolera menos el compadecimiento a distancia y se inclina por la participación en las desgracias de este mundo que vivimos; no con intenciones expiatorias sino con el propósito de hacerse cargo, de solucionar esas desgracias; empezar a "correr la suerte del agredido".
Todo esto que entonces era larval incitación, comienza a conformar nuestra poesía y de allí que parezca más consistente, más orgánica, menos declamatoria; alejada del populismo, es una poesía que, más que idealizar, tiene mucho que ver. Y mira de una manera especial. Quiere ver y señalar, que es una manera de procurar una conciencia, de aspirar a un cambio: "En esa habitación /en los altos con los postigos cerrados permanentemente /ella se prolonga en sus ojos y manos/ tendidos hacia trenes que pasan muy cerca /en el silencio batido incesante por un sueño frío/ por una fría locura sin amparo" (15). Se desdeña aquí toda ornamentación; casi no se adjetiva, y cuando esto ocurre -"Por un sueño frío / por una fría locura..."- el adjetivo instaura más que una cualidad, un objeto, una presencia. Se nombra sin comentarios, pero haciéndose cargo de cada nombre. Pienso que aquí se advierte esta intención de designar, sin pudores, o sin desdén, los elementos que constituyen la realidad tangible que un poeta, después de todo, también comparte y modifica. Designar así, es también buscar claridad, conciencia. "La poesía es una actividad real -ha dicho Bayley-, que opera en la realidad, entre otras fuerzas igualmente reales. La poesía, entonces, está y trabaja en el mundo y se transforma junto con el mundo. No existe por el mundo (no es su reflejo, su consecuencia, o su comentario); no existe sin el mundo (al margen, en otro reino); existe con el mundo en relación con él, en una interacción creadora. El poeta debe saber que, si por una parte su misión es trascender la experiencia, avanzar sobre ella, por la otra, él está allí para conocerla, para penetrar la realidad. No se le pide que nos dé su última queja, sino que nos transmita su dominio, un conocimiento (un conocimiento creador de sentido, de significado, no un conocimiento reflejo). Y para llegar a un conocimiento es preciso admitir previamente que la realidad existe, que las cosas, que los hombres existen y que proyectan sobre nosotros la sombra de su diferencia, de su condición ajena u hostil a la nuestra. Tiene que estar, entonces, en el poema esa parte de la realidad que no es el poeta, y tiene que estar también esa parte de la realidad que es justamente el poeta" (16).
La nueva poesía que crece entre nosotros, dentro de un proceso más general de conformación de una conciencia transformadora, tiende a procurar un lenguaje propio que nace justamente de un ejercicio compartido de la realidad, y tal vez de una necesidad de objetivarla -darle una forma- designándola, incorporándola al poema y, por tanto, signando nuestra cultura. No excluyo la posibilidad de que una falta de perspectiva me impida ver demasiado claro. Sin embargo parece configurarse una poesía que, aunque marcada por los movimientos europeos, no está sometida por ellos, aunque siempre, con mayor o menor intensidad, subsistió entre nosotros, hasta nuevo aviso, un condicionamiento de esta índole. Claro que una cosa es sentirse complacido con la situación y otra muy distinta, no aceptarla. En una palabra, esta poesía elige no ser epígona, reniega de una de las tácitas premisas oficialistas. No por eso se propone enajenarse de su contexto, sino que se preocupa por expresar aquello que nos concierne; por obtener una forma propia de expresión, social y artísticamente legitima, Se abastece en un espíritu de liberación que excede los contenidos estrictamente poéticos.
Notas
(9)- "Noción de poesía", Nicolás Espiro, Poesía Buenos Aires Nº 5, primavera 1951.
(10)- Nicolás Espiro, ídem anterior.
(11)- Raúl Gustavo Aguirre, "Poesía para respirar", Poesía Buenos Aires, Nº 3, otoño 1951.
(12)- Raúl Gustavo Aguirre, ídem anterior.
(13)- Revista Poesía Buenos Aires, Nº 21, verano 1956.
(14)- Esto no pretende ser un hallazgo crítico, ya que hasta Eduardo González Lanuza ha hablado de la sustantividad de la poesía argentina. Lo que interesa es la concreción lúcida de todo esto.
(15)- Edgar Bayley, "En esa habitación", fragmento. Primera Reunión de Arte Contemporáneo. Universidad Nacional del Litoral Santa Fe, 1957.
(16)- Edgard Bayley, “En torno a la poesía contemporánea: la poesía como realidad y comunicación", ídem anterior.
*Fragmento extractado del libro de Paco Urondo: Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna. En él el autor analiza el ciclo de nuestra poesía comprendido entre 1940 y 1960. Una antología final ejemplifica el temario: la generación del `40, la revista Arturo, las primeras manifestaciones surrealistas, las otras revistas: Poesía Buenos Aires, A partir de cero, etcétera.
**Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. Poeta, periodista, académico y militante político. Murió asesinado por la dictadura en junio de 1976.

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Veinte años de Poesía Argentina: Revista Poesía Buenos Aires (Segunda Parte): Perspectivas

Por Francisco Urondo
Nuestra clase media, a partir de 1945, va aceptando con resignación paulatina y generalmente por miedo o por indiferencia, el fenómeno político que se presenta ante sus ojos. Es una espectadora que ve diluir pasivamente la eficacia de los partidos políticos tradicionales, a los que, por otra parte, no se atreve a apoyar con su voto, aunque en alguna medida pudieran representarla. Presencia, consecuentemente, el desgaste de los dirigentes liberales a los cuales más o menos respetaba; de todas formas no se atreve tampoco a reconocer esta decadencia, esta caducidad de sus ídolos y tiende a reprimir tanto certidumbres como evidencias. Tiene miedo y vergüenza; se siente culpable, y este sentimiento, en alguna medida, se apoya en sus titubeos e indefiniciones; no darse por enterado es la fantasía; ir tirando y aprovechar las "boladas" que se vayan presentando y que obligan a vivir con desdén el aumento del sueldo, la caja de previsión social, (7) el privilegiado bono para adquirir el automóvil.
Caído el peronismo la clase media abomina rápidamente de él; lo comienza a llamar "dictadura", surgen los seudos héroes protagonistas de historias-posturas épicas, como descolgar un retrato, o voltear el busto que presidió la oficina durante casi una década -de lo que por un tiempo se llamó pomposamente "la resistencia"-; también hubo víctimas ciertas, como en todos los regímenes argentinos sin excepción Las actitudes pretenciosas, claramente "medio pelo", se difunden en la clase y la consecuencia más evidente es el desprecio a la "chusma" que apoyó a Perón; esa misma "chusma" -es bueno recordarlo-, se había resentido también en virtud del desprecio, cuando en los albores del peronismo la oscura "chusma" rural, los "cabecitas negras", los "veinte y veinte" llegaron de "tierra adentro" tentados por la ciudad y sus mejores condiciones de trabajo, entonces fueron tratados altaneramente, incluso por sus hermanos de clase, los integrantes de la "chusma" urbana porteña.
Caído Perón, el resentimiento impide comprender al peronismo, aceptar lo que se había ignorado, reprimido durante tanto tiempo: era una mancha negra y repugnante; una debilidad, un estigma que sería necesario olvidar, o ir derivando a través de los inevitables chivos emisarios. El peronismo era el "Mal" y la revolución "libertadora" era el "Bien", al decir de Jorge Luis Borges que de esta manera tan poco rigurosa dio su versión -por cierto generalizada, latente- del asunto. Y recién un año después -fines del 56, principios del 57-, los sectores más inquietos de la clase media comienzan a replantear el problema (8) y siguen a Frondizi en su propósito -propósito aparente, según luego pudo verse- de no prescindir de la clase obrera en la vida política nacional. De todas formas esta clase seguirá marginada con Frondizi y sus eventuales sucesores; la clase media, pese a sus euforias y entusiasmo ocasionales, reiniciará una vez más su camino de decepción y sus sectores más inquietos elaborarán penosamente su frustración izquierdizante, la última carta ya jugada - de una alternativa reformista--. Pero ni Frondizi, ni sus antecesores o sucesores despiertan el miedo de lo que se llamó el "terror peronista" -es bueno recordar que en cuanto a represión, la máquina policial se ha ido perfeccionando progresivamente-; tampoco es necesario aguantar las impertinencias de los obreros envalentonados, los peligros de un desplazamiento de clases, o de una fusión. Con Frondizi en el poder, la elite de intelectuales de extracción liberal se ha silenciado. Es actora además del proceso, primero de cristalización y luego involutivo que vive la universidad argentina; son los protagonistas de la Reforma del 18, por la que tanto se había bregado durante "la dictadura". Irán cayendo con la caducidad de sus postulaciones sin saber muy bien qué pasa, qué les está ocurriendo. Los grupos que pertenecen al partido oficialista, la UCRI, justifican el viraje de sus ideologías, que empezaron en una suerte de marxismo teórico y terminaron en cualquier cosa, en lo que llamaron una visión "realista" de la situación; de esta manera pasan, por ejemplo, a defender muy sueltos de cuerpo, la libre empresa en reemplazo de sus afirmaciones preelectorales en pos de un estado fuerte, regulador del monopolismo; también la justa redistribución de riquezas, el antiimperialismo quedan prácticamente en la nada. La política bizantina -y estéril- de Frondizi, que tantos conversos ideológicos suscitó, fracasa estrepitosamente, y también las tortuosas interpretaciones que tratan de defenderla e incluso reimplantarla después, gobiernos posteriores.
La clase media en descenso seguirá en tanto empobreciéndose sin destino y sin muchas esperanzas; la burguesía tradicional, nuestra oligarquía criolla, competirá, cada vez con menos suerte, en los salones internacionales: han pasado los viejos y buenos tiempos que acompañaron a nuestros "apellidos" durante y después de la guerra del 14, cuando las carnes argentinas eran codiciadas, bien pagadas, sus dueños adulados, hasta el punto de que debieron sentirse más de una vez definitivamente instalados en la aristocracia europea; llegar a suponer que su sangre se había teñido ya de un reconfortante color azul.
A su vez, la nueva burguesía en ascenso, la industrial, con la caída de Frondizi sufrirá los porrazos de una política colonialista e inventará para defender sus intereses lo que ya había Frondizi designado como "desarrollo económico" y, frase que todos los sucesores de este mandatario pronunciarán, sin que atinen a poner en movimiento los "milagros" que esas dos palabras debieron entrañar.
La clase obrera seguirá marginada, a menudo traicionada, no sólo por sus enemigos naturales, sino también por sus propios dirigentes. En suma, la Argentina no ha abandonado su condición de país dependiente y es, a pesar de sus pretensiones, también Latinoamérica. No había razones, por otra parte, para que ocurriera lo contrario.
Notas
(7)- Estas medidas la harán sentir menesterosa obrera.
(8)- Mucho después comienzan a preguntarse por qué Perón no hizo, frente, por qué no llevó su revolución adelante; porque no pudo, o no quiso.
*Fragmento extractado del libro de Paco Urondo: Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna. En él el autor analiza el ciclo de nuestra poesía comprendido entre 1940 y 1960. Una antología final ejemplifica el temario: la generación del `40, la revista Arturo, las primeras manifestaciones surrealistas, las otras revistas: Poesía Buenos Aires, A partir de cero, etcétera.
**Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. Poeta, periodista, académico y militante político. Murió asesinado por la dictadura en junio de 1976.

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Veinte años de Poesía Argentina: Revista Poesía Buenos Aires (Primera Parte)*

Por Francisco Urondo*

Raúl Gustavo Aguirre y Jorge Enrique Mobili, inician en 1950 la publicación Poesía Buenos Aires que sería la revista argentina dedicada exclusivamente a este género, de mayor permanencia: doce años; tendrá también otros méritos.
En su artículo-manifiesto "El Poeta" ya Raúl Gustavo Aguirre muestra su preocupación por la actividad creadora. En ese mismo número inaugural Mobili afirma: "ya no describiremos la visión en su cocina ni en su trastienda secular de vigilia o de impotencia, ya no pintamos la anécdota, la fraguamos; le inventamos privilegios a la acción humana recapacitando los vínculos frente a la angustia sideral; el hombre vive asociado y no pierde su universo, ni la salud de su voluntad de siempre"(1). Estas ampulosas notas dan testimonio de una preocupación, pero también recuerdan que aquellos poetas eran muy jóvenes entonces y que sus reflexiones adolecen de una inevitable inmadurez, y de cierta tendencia a idealizar la actividad poética y a su protagonista.
Los trabajos de Bayley no acusan esas debilidades que las composiciones de Aguirre irían soslayando. Los poemas de Mario Trejo también se sitúan, ya en esa etapa inicial, en un ángulo más consistente: "ahora bien, junto a mí se enciende la comodidad de tus hombros y relucen los rieles oscuros de los besos y el frío te enaltece y el calor te convida" (2). A partir del numero 3, el nombre de Jorge Enrique Mobili desaparece de la dirección de la revista. En los números 4, 5, 6
-1951, 1952- Aguirre comparte la dirección con Wolf Roitman; a partir del número 7 está a su exclusivo cargo aunque vuelve a compartirla con Nicolás Espiro desde el número 11-12 (3). En el número 16-17 desaparece a su vez el nombre de Espiro y comienzan a colaborar Rodolfo Alonso y Ramiro de Casasbellas. Los números 21-22-23 son codirigidos por Edgar Bayley (quien, desde un primer momento va dejando los rastros de su presencia en esta revista. Es fundamental reconocer en Aguirre que su voluntad y su amor por este oficio, le han permitido afrontar ese silencioso y poco gratificante trabajo que es mantener una revista con las características de Poesía Buenos Aires, en especial en aquellos años que corrían, impropicios para estas empresas. En el número 6 la revista pierde esa suerte de "eruptiva" vanguardista que la aquejaba y va adquiriendo otra consistencia: "El arte es nacional por añadidura, porque lo es en tanto auténtico, salido de una situación vivida en determinado lugar del tiempo y del espacio cuyo sentido se ha sabido penetrar. Sea el creador fiel a las sugestiones de su mundo, intente, oiga el mensaje de los vientos, cualquiera sea su procedencia. Todo lo que ocurre en una ciudad pertenece a esa ciudad. Quien sepa también hacer suya esa pertenencia, darle un sentido, un orden, transformarla en una nueva verdad, habrá logrado trascender asimilándola a una situación que es a la vez limitada e infinita"(4).
La revista publica poemas de Paul Eluard, Tristan Tzara, Dylan Thomas. Vicente Huidobro, Pablo Neruda, César Vallejo. También, y en números posteriores a Hans Arp, Laurie Lee, E. E. Cummings, Erancis Ponge, Murilo Méndez, Pierre Reverdy, Hart Crane, Carlos Drumond de Andrade, René Menard, Cesare Pavese, Fernando de Pessoa, Antonin Artaud, André Bretón, Arthur Rimbaud, Herber Read, Wilhem Worringer, James Joyce, Henri Michaux, Giuseppe Ungaretti, Walace Stevens, Boris Pasternak, Sidney Keyes, Emily Dickinson, Egito Gonçalvez, Pierre Jean Jouve, Milton da Lima Sousa, entre otros. Además los poetas argentinos de las últimas promociones, y sus en alguna medida, predecesores: Macedonio Fernández, Ricardo Guiraldes, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Juan L Ortiz. Además se producen algunas omisiones: Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari. En 1952, Poesía Buenos Aires, publica; su "Antología de una poesía nueva", la casi totalidad de los poetas incluidos son una suerte de "pilotos de prueba" del invencionismo: Juan Carlos Aráoz de Lamadrid -luego Juan Carlos Lamadrid, también Simón Contreras -, Edgar Bayley, Mario Trejo, Omar Rubén Aracama, Raúl Gustavo Aguirre, Jorge Enrique Mobili, Nicolás Espiro, Walf Roitman; el libro tiene una nota final donde se anuncia una nueva edición de esta antología -que nunca llegaría a aparecer- en la que serían incluidos Carmelo Arden Quin, Juan Jacobo Bajarlía, Aldo Pellegrini y Natalio Hocsman. En los números 13-14 de la revista-primavera 1953, verano 1954 , se publica una selección de la nueva promoción poética argentina; en ella figuran poetas "del espíritu nuevo", "madi" y "surrealistas". Aclara Aguirre en este número que "sin duda esta muestra no es definitiva y ha de exigir una reconsideración; no obstante creemos que ella es suficiente para demostrar la existencia de un fenómeno de transición cultural del que son testimonio estos poetas". La antología suscita reacciones violentas, especialmente en los surrealistas. Aldo Pellegrini acusa a Aguirre de adoptar "una posición puramente literaria y antivital", duda -y con razón- de que haya realmente tantos poetas -50- como reúne la selección de este número; admite sólo la presencia de Madariaga y Alonso; descubre influencias de Eluard y Char en casi todos (5). Poesía Buenos Aires en su número 15, a su vez publica un suelto en el que acusa irónicamente a Pellegrini de adoptar actitudes profesorales, actitud impropia en un surrealista como él.
En 1953 Poesía Buenos Aires lanza una serie de ediciones. En la colección "Poetas del siglo XX", publicará poemas de Paul Eluard, también de Guillaume Apollinaire, de Carlos Drumond de Andrade y Max Jacob. En "Poetas argentinos contemporáneos", poemas de Edgar Bayley y en el mismo año en que aparece esta colección, 1954, con el libro El doble fondo de Ramiro de Casabellas iniciará la colección "Sentimiento del mundo" que publicará alrededor de 20 títulos de los poetas argentinos más jóvenes, con una excepción, el cuaderno número 3, La mariposa y la viga de Baldomero Fernández Moreno. Fuera de colección se habían editado en 1951 dos libros de poemas Cuerpo del horizonte de Raúl Gustavo Aguirre y Convocaciones de Jorge Enrique Mobili; y en 1952 un libro de ensayos de Edgar Bayley: Realidad interna y función de la poesía. La invasión de Castillos Armas en 1954 suscita -entre otras cosas más patéticas- el cuaderno Guatemala que reúne poemas de Aguirre, Bayley, Brascó, Trejo, Casasbellas, entre otros. Si bien en el orden formal y específicamente poético, la benedictina labor cumplida por revistas como Poesía Buenos Aires queda como un hito muy positivo, nunca como en estos años los poetas estuvieron tan lejos del público, de un público que significaba algo en el conjunto social. Nunca tan solos y aislados, pero también nunca fueron tan conscientes como entonces de que esa soledad debía ser asumida o interiorizada y punto de partida de una poética integral. No creo que nadie se haya sentido víctima a causa de su oficio, como pudieron sentirse en similares, pero a la vez no esclarecidas condiciones, poetas de grupos anteriores. El hecho es que esa experiencia no fue un episodio más de la poesía oficial en su voluntad de actualizarse, sino un serio intento de conformación de toda poesía nacional al cabo del cual todos los residuos útiles y las formas valederas no recogidas se sintetizaron en una expresión que, más que unívoca, debía tener un sólido sentido, una razón de ser. Se me ocurre que el vanguardismo alentó una secreta esperanza aun en medio de las más abstrusas y específicas especulaciones sobre el oficio: recuperar el don comunicativo, la función de la poesía, religar al público con los poetas, hallar las claves esenciales de una poesía que siendo profundamente nacional fuera también un vehículo para la perplejidad cotidiana, humana y social de los argentinos. En suma, "una poesía universal"(6)
Notas
(1)- Jorge Enrique Mobili, "Nos proponemos dar a la poesía", revista Poesía Buenos Aires, Nº1, primavera 1950.
(2)- Mario Trejo, ídem anterior.
(3)- Este número estuvo dedicado íntegramente a René Chair.
(4)- "Apuntes para una situación de Poesía Buenos Aires", Poesía Buenos Aires, Nº 6, verano 1952.
(5)- "El hábito no hace al monje o cuando la poesía cambia de traje pero no de paño", revista Letra y Línea, diciembre 1953.
(6)- "Poesía argentina entre dos radicalismos", Noe Jitrik. revista Zona de la Poesía Americana Nº 3, mayo 1964.
*Fragmento extractado del libro de Paco Urondo: Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna. En él el autor analiza el ciclo de nuestra poesía comprendido entre 1940 y 1960. Una antología final ejemplifica el temario: la generación del `40, la revista "Arturo", las primeras manifestaciones surrealistas, las otras revistas: "Poesía Buenos Aires", "A partir de cero", etcétera.
**Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. Poeta, periodista, académico y militante político. Murió asesinado por la dictadura en junio de 19

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jueves, abril 10, 2008

Osvaldo Lamborghini: El niño proletario

Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria.
Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario. El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.
En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario.
Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande. Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al nino proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror.
Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa.
¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo. La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre. Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror o por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.
A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión.
No desfallecer, Gustavo, no desfallecer.
Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación.
Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación. Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los ojos y en los órganos del goce.
Porque el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo gris, mugriento y desflecado.
Esteban se lo arrancó y quedaron al aire las nalgas sin calzoncillos, amargamente desnutridas del niño proletario. El goce estaba ahí, ya decretado, y Esteban, Esteban de un solo manotazo, arrancó el sucio tirador. Pero fue Gustavo quien se le echó encima primero, el primero que arremetió contra el cuerpito de ¡Estropeado!, Gustavo, quien nos lideraría luego en la edad madura, todos estos años de fracasada, estropeada pasión: él primero, clavó primero el vidrio triangular donde empezaba la raya del trasero de ¡Estropeado! y prolongó el tajo natural. Salió la sangre esparcida hacia arriba y hacia abajo, iluminada por el sol, y el agujero del ano quedó húmedo sin esfuerzo como para facilitar el acto que preparábamos. Y fue Gustavo, Gustavo el que lo traspasó primero con su falo, enorme para su edad, demasiado filoso para el amor. Esteban y yo nos conteníamos ásperamente, con las gargantas bloqueadas por un silencio de ansiedad, desesperación. Esteban y yo. Con los falos enardecidos en las manos esperábamos y esperábamos, mientras Gustavo daba brincos que taladraban a ¡Estropeado!, y ¡Estropeado! no podía gritar, ni siquiera gritar, porque su boca era firmemente hundida en el barro por la mano fuerte militari de Gustavo.
A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes, ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo incorporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano desocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol. Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé.
Mientras tanto ¡Estropeado! se ahogaba en el barro, con su ano opaco rasgado por el falo de Gustavo, quien por fin tuvo su goce con un alarido. La inocencia del justiciero placer.
Esteban y yo nos precipitamos sobre el inmundo cuerpo abandonado. Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de nada irían a servirle. Nunca más correteos, correteos y saltos de tranvía en tranvía, tranvías amarillos.
Promediaba mi turno pero yo no quería penetrarlo por el ano.
—Yo quiero succión —crují.
Esteban se afanaba en los últimos jadeos. Yo esperaba que Esteban terminara, que la cara de ¡Estropeado! se desuniera del barro para que ¡Estropeado! me lamiera el falo, pero debía entretener la espera, armarme en la tardanza.
Entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante, azul, con el punzón. Le abrí un canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro hueso, crispados los nódulos falanges aferrados, clavados en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de gozar. Con mi corbata roja hice un ensayo en el cuello del niño proletario. Cuatro tirones rápidos, dolorosos, sin todavía el prístino argénteo fin de muerte. Todavía escabullirse literalmente en la tardanza.
Gustavo pedía a gritos por su parte un fino pañuelo de batista. Quería limpiarse la arremolinada materia fecal conque ¡Estropeado! le ensuciara la punta rósea hiriente de su falo. Parece que ¡Estropeado! se cagó. Era enorme y agresivo entre paréntesis el falo de Gustavo. Con entera independencia y solo se movía, así, y así, cabezadas y embestidas. Tensaba para colmo los labios delgados de su boca como si ya mismo y sin tardanza fuera a aullar. Y el sol se ponía, el sol que se ponía, ponía. Nos iluminaban los últimos rayos en la rompiente tarde azul. Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe, lívido Gustavo miraba el sol que se moría y reclamaba aquel pañuelo de batista, bordado y maternal. Yo le di para calmarlo mi pañuelo de batista donde el rostro de mi madre augusta estaba bordado, rodeado por una esplendente aureola como de fingidos rayos, en tanto que tantas veces sequé mis lágrimas en ese mismo pañuelo, y sobre él volqué, años después, mi primera y trémula eyaculación.
Porque la venganza llama al goce y el goce a la venganza pero no en cualquier vagina y es preferible que en ninguna. Con mi pañuelo de batista en la mano Gustavo se limpió su punta agresiva y así me lo devolvió rojo sangre y marrón. Mi lengua lo limpió en un segundo, hasta devolverle al paño la cara augusta, el retrato con un collar de perlas en el cuello, eh. Con un collar en el cuello. Justo ahí.
Descansaba Esteban mirando el aire después de gozar y era mi turno. Yo me acerqué a la forma de ¡Estropeado! medio sepultada en el barro y la di vuelta con el pie. En la cara brillaba el tajo obra del vidrio triangular. El ombligo de raquítico lucía lívido azulado. Tenía los brazos y las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase. Con el punzón le alargué el ombligo de otro tajo. Manó la sangre entre los dedos de sus manos. En el estilo más feroz el punzón le vació los ojos con dos y sólo dos golpes exactos. Me felicitó Gustavo y Esteban abandonó el gesto de contemplar el vidrio esférico del sol para felicitar. Me agaché. Conecté el falo a la boca respirante de ¡Estropeado! Con los cinco dedos de la mano imité la forma de la fusta. A fustazos le arranqué tiras de la piel de la cara a ¡Estropeado! y le impartí la parca orden:
—Habrás de lamerlo. Succión—
¡Estropeado! se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño, aumentándome el placer.
A otra cosa. La verdad nunca una muerte logró afectarme. Los que dije querer y que murieron, y si es que alguna vez lo dije, incluso camaradas, al irse me regalaron un claro sentimiento de liberación. Era un espacio en blanco aquel que se extendía para mi crujir.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Pero también vendrá por mí. Mi muerte será otro parto solitario del que ni sé siquiera si conservo memoria.
Desde la torre fría y de vidrio . Desde donde he contemplado después el trabajo de los jornaleros tendiendo las vías del nuevo ferrocarril. Desde la torre erigida como si yo alguna vez pudiera estar erecto. Los cuerpos se aplanaban con paciencia sobre las labores de encargo. La muerte plana, aplanada, que me dejaba vacío y crispado. Yo soy aquel que ayer nomás decía y eso es lo que digo. La exasperación no me abandonó nunca y mi estilo lo confirma letra por letra.
Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto.
Los despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más. Mi mano los palpaba mientras él me lamía el falo. Con los ojos entrecerrados y a punto de gozar yo comprobaba, con una sola recorrida de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. Se ocultaba el sol, le negaba sus rayos a todo un hemisferio y la tarde moría. Descargué mi puño martillo sobre la cabeza achatada de animal de ¡Estropeado!: él me lamía el falo. Impacientes Gustavo y Esteban querían que aquello culminara para de una buena vez por todas: Ejecutar el acto. Empuñé mechones del pelo de ¡Estropeado! y le sacudí la cabeza para acelerar el goce. No podía salir de ahí para entrar al otro acto. Le metí en la boca el punzón para sentir el frío del metal junto a la punta del falo. Hasta que de puro estremecimiento pude gozar. Entonces dejé que se posara sobre el barro la cabeza achatada de animal.
—Ahora hay que ahorcarlo rápido —dijo Gustavo.
—Con un alambre —dijo Esteban en la calle de tierra donde empieza el barrio precario de los desocupados.
—Y adiós Stroppani ¡vamos! —dije yo.
Remontamos el cuerpo flojo del niño proletario hasta el lugar indicado. Nos proveímos de un alambre. Gustavo lo ahorcó bajo la luna, joyesca, tirando de los extremos del alambre. La lengua quedó colgante de la boca como en todo caso de estrangulación.
*Del libro Sebregondi retrocede, publicado en 1973.

Anton Chejov

"(…) Mi padre tenía gallinas de las razas más variadas y extraordinarias y de una constitución tan delicada, que no podían soportar los fríos invernales y causaban al criador muchas preocupaciones e inquietudes. Sus relaciones con las gallinas eran tan complejas e íntimas que era difícil descifrarlas. Cuando el gallo no cortejaba a la gallina que mi padre había designado para tal objeto, en el corral se oían gritos e insultos y el gallo huía de mi padre, clamando por socorro; todo el gallinero se alborotaba, y mi padre, enfurecido, se alejaba a su gabinete. Pero cuando llegaba el momento de “cargar la incubadora” (los huevos se empollaban, naturalmente, en forma artificial), se ponía en movimiento toda la casa. La sirvienta calentaba el agua, mi hermano llevaba esa agua al cuarto con la incubadora, yo cuidaba del termómetro y la lámpara, mientras que mi padre disponía sobre la red de la incubadora los huevos, marcando en ellos las fechas, las razas, etc. Y cuando, al cabo de tres semanas, salían de los huevos los pollitos, mi madre y yo debíamos representar a la gallina clueca, pronunciando tiú-tiú-tiú y golpeando con un dedo contra la mesa ante el pico mismo de cada pollito, al paso que mi padre inventaba en ese tiempo toda clase de dispositivos, los cuales, bajando de arriba sobre las diminutas espaldas de toda la gran familia de pollitos recién nacidos, debían crear para éstos la ilusión de la pancita vellosa de la gallina."*

*Texto extraído del libro Autobiografía (Ediciones Índice, Buenos Aires, 1960).

Entrevista* a Osvaldo Lamborghini**

P: ¿La parodia es un homenaje o una violencia?
Osvaldo Lamborghini: En la parodia siempre entran el odio y el amor. El odio al semejante implica también amor. La parodia sería como un amor fracasado, si no fuera abyecto decir que el amor fracasa. Es un oxímoron decir “amor fracasado”, porque si hay amor, ¿cómo puede haber fracaso? No se puede mimar un objeto sin amarlo.

P: ¿Pero también se lo pervierte, se lo degrada?
O. L.: Se lo degrada, pero es una creación imaginaria, nadie degrada a nadie; es la creencia del sujeto en que está degradando algo…, no degrada nada, ni siquiera logra degradarse él mismo.

P: ¿Qué te proponías con El niño proletario?
O:L.: Yo me proponía cosas tales como: ¿por qué salir como un estúpido a decir que estoy en contra de la burguesía? ¿Por qué no llevar a los límites y volver manifiesto lo que sería el discurso de la burguesía? ¿Qué va a quedar comprometido? Planteado en términos gramaticales: un pronombre: yo. ¿Qué quiere decir yo? En esa época yo no tenía nada que ver con Freud, no había una idea de la cosa de elidir el sujeto, cambiarlo de posición en el discurso.

P: ¿Ese trabajo es previo a tus estudios de Psicoanálisis y de Lacan?
O.L.: Totalmente previo.

P: Ahí aparece un niño con un falo, ¿no?
O.L.: El “falo” era una cosa de hinchazón española. Habría que tomar el registro del texto, es un texto donde a veces se dice “pija”, pero hay momentos en que no. Hay que decir “falo”; funcionan una prohibiciones en el momento de escribir bastante extrañas, ¿no?

P: ¿Tenías esbozada alguna teoría de la parodia en ese momento?
O.L.: En un libro de mi hermano (se refiere a Leónidas Lambaorghini) está dicho con todas las letras: “Parodia,/ genio de nuestra raza”. Ahí hay una payada entre el Sabio Negro y el Sabio Blanco; es la payada del Moreno con Martín Fierro. ¿Por qué no ver toda la literatura desde El Fausto de Estanislao del Campo?: Entonces todo entra a cambiar de una manera alucinante, todo. En esos términos, no es lo mismo ver a Rimbaud desde la cultura francesa. Entre la Comuna de París que es absolutamente determinante en lo que hace Rimbaud, y bueno... Es lo que sucede con el frigorífico Lisandro de la Torre. Rimbaud es un tipo como nosotros; ellos la hacen de una manera y nosotros de otra. Cuando Rimbaud dice “me voy”, hay que entender que se viene para acá; lo que pasa es que con el afrancesamiento uno lee que Rimbaud se va y por identificación uno se está yendo con él: no, vos no te vas con él, estás acá esperándolo. Se va quiere decir que se viene para acá; África, las pampas argentinas era todo igual para Rimbaud.

P: Para 1970-1973 vos estabas en la revista Literal; en aquel momento parecía que la revista tenía un enemigo...
O.L.: Sí, el populismo. Eva Perón es popular, los chicos de clase media de Filosofía y Letras son populistas. La estética del populismo es la melancolía. Y no era que yo estaba en Literal: yo hacía junto con Germán García, Literal.

P: ¿El niño proletario es un mito populista?
O.L.: No, ¿por qué un mito?

P: Digo…, el mito constituido por la propia literatura de Boedo. Me refiero a Larvas (libro de E. Castelnuovo), por ejemplo.
O.L.: ¿Querés que te diga la verdad, cuál es el gran enemigo? Es González Tuñón: los albañiles que se caen de los andamios, toda esa sanata, la cosa llorona, bolche, quejosa, de lamentarse. Una ideología siempre te propicia para pelotudeces, pero también para mitos heroicos. Cuando te criás dentro de mitos heroicos me parece abyecto quejarse. Esto es poesía quejosa, hacer esta especie de orgullo de padre proletario, que se levantaba a las cinco de la mañana con sus manos callosas; que traía pan crocante a la mesa. Es hacer descansar una cultura en este pobre tipo que vino de Italia a laburar acá. Es una cosa no contra Castelnuovo, no importa lo que él piense como subjetividad. En los textos la ideología actúa, la ideología sube al escenario y representa su papel. Al nivel del cuento que aparece en Vidas proletarias de Castelnuovo, donde al tipo, al anarquista lo persigue un oficial de investigaciones y él llega a su casa y pide a la madre que lo proteja. Entonces la madre lo protege. Es un policía dedicado a torturar a este anarquista. Esto es lo que yo le copio en El niño proletario: los tres burgueses ven pasar al niño proletario y se vuelven locos y lo quieren matar, están dedicados a él. Entonces lo agarra y viene el oficial Gómez, que es el que siempre lo tortura, entonces el tipo le dice a la madre que apague las luces, entra el policía, se arma un buen ruido, se prenden las luces, y está la madre muerta, desangrándose en el suelo y el policía que se ríe y dice: quiso matarme a mí y mató a su madre. No hay, te digo, una cosa personal con Castelnuovo, más bien con la ideología liberal de izquierda, esa cosa llorosa. Es decir, que los escritos tienen que valer por el sufrimiento que venden y por las causas nobles de ese sufrimiento.

P.: ¿El texto El niño proletario es una inversión de esa actitud?
O.L.: Totalmente. Ahí hay una frase suprimida: “yo pienso que…”. A ese texto con esa frase lo destruyo, lo convierto en una porquería. "Yo pienso que" habría que terminar con esa literatura liberal de izquierda. Entonces tiramos la bola a ver qué dicen, qué van a entender; no te olvides que es texto es de 1969, o sea hace once años, era mucho más difícil. Y bueno, había que explicar que uno no era un monstruo.

P.: Es un texto provocativo, escandaloso, totalmente perverso, ¿no?
O.L.: No, no es perverso, es sexual.

P.: Pero esas cosas que intercambian, uno caga, el otro come…
O.L.: Esos son los juegos que hacen los chicos, son “perversos polimorfos”. Hay todo un goce en tanto se juega a la muerte de un niño; la cultura occidental consiste en matar un niño, todos pensando todo el tiempo cómo matar al niño.

P.: ¿El niño proletario es la única parodia que vos escribiste?
O.L.: Todo es parodia, el último poema de mi último libro se llama "Die Verneinung", obviamente yo no sé alemán; es el título de un artículo de Freíd, por eso las comillas. En el texto mismo la parodia es un mundo. La madre Hogarth se refiere al pintor, digamos que son cuadros muy terribles. Hay partes enteras del poema que son descripciones del cuadro, los ahorcados en un panel derruido, está la cosa de Rimbaud, ¿no?

P: Y “Neibis”, ¿es un chiste?
O.L.: “Neibis” es "Si bien" al revés. Lo pongo al revés para no cantar la bola de entrada.

P.: Si en aquel momento renegabas de los liberales de izquierda --por ejemplo, la manera de González Tuñón-- y de los populistas que se vuelven peronistas, ¿vos desde qué lugar lo hacías?
O.L.: Si hay lugar no hay poesía: desde ningún lugar. Toda la relación con la poesía es desde ningún lugar.

P.: ¿En aquel momento vos te podías calificar de vanguardia?
O.L.: Y, si querés, digamos que sí.

P.: ¿A quiénes leías entonces?
O.L.: Mis epifanías fueron entonces Hegel, ese tipo de cosas… Después no me puedo hacer el populista, el obrero. Dentro de la literatura todo, bah, todo... La vida dedicada a eso. Me acuerdo de Croce; los textos críticos a los que teníamos acceso en esa época. No estaban Barthes, Todorov, nada.

P.: ¿Pero en el 69 no lo conocías a Massota?
O.L.: No, a Massota lo conozco después de El fiord. Al Fiord se lo lee a Massota el primer grupo lacaniano de Buenos Aires.

P.: ¿Vos conocías a los de la revista Contorno?
O.L.: ¡Qué los voy a conocer en esa época! Los diez años que me lleva Massota; somos del mismo barrio, yo era un chico, para mí Massota era un dios.

P.: ¿Es irreverente la parodia?
O.L.: Habría que ver a quién se le hace una parodia. En cierto sentido toda la literatura podría ser calificada de irreverente. Un escritor nunca habla de pavadas. Una de las tareas difíciles de llevarla a cabo es sacar al artista del lugar de boludo en que se lo ha colocado.
Uno escribe en función de los textos que ha leído. Lo que uno ha leído actúa como sobredeterminación. La vida es un texto, que es una sobredeterminación mayor.
Por ejemplo, Bataille explica cómo las fotos viejas llegan a tener un efecto paródico y gracioso, sin haber sido ésa su primera intención. Una cosa que me fascinaba mucho en esto de la parodia es que la prenda nacional, la bombacha, es una partida que Ascasubi, como ministro de Guerra, compra a los turcos cuando pierden la guerra de Crimea; de ahí viene la bombacha. La prenda nacional es eso. Ya está puesto el significante, ya está.
La parodia tiene que ver con los niveles de identificación agresiva. Parodia vendría a ser lo que Hegel llama “pasaje de la tragedia a la comedia burguesa”, es decir, de Edipo Rey al vodeville.

*(Referencia: Lecturas críticas: revista de investigación y teorías literarias, Buenos Aires, Año I, Nº 1, 1980, pp. 48-51]. Fuente: http://www.golosinacanibal.blogspot.com).

**Osvaldo Lamborghini nació en Buenos Aires en 1940. Formó parte de la revista Literal. Publicó, entre otros los siguientes libros: El fiord, Sebregondi retrocede (1973), Los tadeys, “Die Verneinung”, Poemas (1980), Las hijas de Hegel (1982). Escribió, además Tadeys (tres novelas) y el Teatro proletario de cámara. Murió en 1985.

¿El maltrato animal es arte?

El periódico Vuelta en U tiene en su página web una encuesta sobre si el maltrato animal puede ser considerado arte o no. La idea es que muchos participemos negando que sea arte lo que hizo Habacuc*. Para participar, http://www.vueltaenu.co.cr/. Los resultados serán publicados el lunes junto a un amplio reportaje del caso. De paso, les doy un link donde pueden leer un artículo de opinión sobre Habacuc: http://www.vueltaenu.co.cr/index.php?op

*Guillermo Vargas Habacuc es un costarricense que dice ser artista. En agosto hizo una exposición en una galería de Managua y, tras atar a un perro a una pared, lo dejó morir de hambre. Según él, eso es una manifestación artística. En Internet pueden verse fotos estremecedoras del pobre animal.

Universidad de Murcia: IX Premio de Pintura

Extracto de las bases

Participantes: Podrá participar cualquier persona.
Requisitos de los trabajos: No se admitirá más de una obra del mismo autor ni aquella que hubiera obtenido galardón en otro certamen o concurso. El tema y técnica serán libres, y no podrán exceder de 200 cm por cualquiera de sus lados mayores ni ser menor de 70 cm por cualquiera de sus lados menores. No se admitirán obras protegidas con cristal. Se presentarán convenientemente enmarcadas con un listón de madera cuya anchura no supere los 3 cm. Si alguna obra se compusiera de partes diferentes (dípticos, trípticos, etc.) se computarán a afectos de dimensiones máximas el conjunto de todas ellas.
Inscripción y documentos: La obra se entregará debidamente etiquetada por su reverso, haciendo constar en dicha etiqueta exclusivamente el título de la misma y el lema "IX PREMIO DE PINTURA ÁREA DE ARTES PLÁSTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE MURCIA". Separadamente, se adjuntará un sobre cerrado en cuyo interior figurará el boletín de inscripción, una fotocopia del D.N.I., además de una fotografía en color de la obra presentada a concurso, en cuyo reverso ha de figurar el título de la obra y el lema citado anteriormente.
La oficina receptora podrá rechazar cualquier obra que no se ajuste estrictamente a lo establecido en las bases, y expedirá los correspondientes justificantes de participación a los aceptados a concurso, que servirán posteriormente para retirar las obras en caso de no ser ganadores. Cualquier gasto que ocasione el envío o retirada de las obras presentadas correrá por cuenta del autor. Las obras se presentarán personalmente o se enviarán a la siguiente dirección:
Área de Artes Plásticas. Servicio de Actividades CulturalesColegio Mayor Azarbe. C/ Rambla, 14, 30001 MURCIA. Más información: Tlfs: 968 398212 / 13 y 14. E-mail: scultura@um.eswww.um.es
Plazo: El plazo para presentar las obras será desde el 29 de mayo hasta las 14 del día 13 de junio de 2008.
Jurado: El jurado estará compuesto por profesionales de reconocido prestigio cuyo nombre será publicado previamente a la celebración del fallo.
Premios: Se establece un primer premio dotado con 8.000 euros (OCHO MIL) y diploma para la obra que así lo merezca a juicio del jurado calificador, y dos accésits dotados con 2.000 euros cada uno. El premio podrá ser declarado desierto, y estará sujeto a las retenciones fiscales y disposiciones vigentes que deban aplicarse.
Selección de obras: El propio jurado llevará a cabo la selección de aquella obra que por su calidad se considere merecedora de figurar en la Exposición del IX Premio de Pintura del Área de Artes Plásticas de la Universidad de Murcia, que se realizará en el mes de octubre de 2008 en la Sala de Exposiciones habilitada para tal efecto.
Fallo: El fallo del jurado será inapelable y se aceptará como mínimo por mayoría simple. La entrega de los premios se realizará en la inauguración de la exposición de las obras premiadas y seleccionadas. La obra ganadora quedará en propiedad de la Universidad de Murcia para ser incorporada al fondo de arte de esta entidad, y las dos obras merecedoras de accésit pasarán a formar parte del Museo-Palacio del Valle.

Recorrida Homenaje

Nos informa la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de los barrios Mataderos y Villa Luro, que el 12 de abril a las 9 visitarán las casas donde vivieron, trabajaron, militaron o desaparecieron compañeros detenidos-desaparecidos. Los lugares que se recorrerán serán los siguientes:
Plaza Martín de Irigoyen. Larrazábal al 300 esq. Caaguazú.
09.30 hs.: Gustavo Leguizamón: Murguiondo 658.
10.15 hs.: Marcelo Castello: Lisandro de la Torre 336.
12.00 hs.: Elena Ungar: Guardia Nacional 1270.
13.30 hs.: J. Cubas y M. Cubas de Pérez: Directorio 4099, m 31

Centro de Gestión y Participación Comunal 09, Timoteo Gordillo 2212, Buenos Aires. Tel.: 4687-6251/ 4686-2115 Director General: Sr. Néstor Dinatale. Dirección Desarrollo Sociocultural: Lic. Teresita Mariaca - Área de Prensa: redacción, diseño y difusión: Isabel Julvez . Contacto: culturacgp9@buenosaires.gov.ar Te. 4687-6251 internos 113 / 109 / 209.

miércoles, abril 09, 2008

Patricia Da Luz*: Relatos del Límite**

Lejanía
El recuerdo de mi pueblo languidece como este atardecer sin tu cercanía (acelerándome el aliento y estremeciéndome el cuerpo).
Mi pueblo disperso en la calle larga, dos colinas y un portal donde la luna baja su manto de prontas despedidas.
Trece casas, antiguas como su esplendor y maleficio. Trece agonías que enjugan sus fantasmas en el puente viejo, donde un arrullo de agua fresca orada el barranco y riega viejas soledades.
Mi pueblo lejos, con sus atardeceres de malva y romero perdiéndose hasta el azul de los cerros, entibiándose con su melodía de Misiones al borde. Olor a monte. Rumor de resignadas esperanzas. La noche viene anunciándose con las mismas distancias, lacerándome la piel y estrujándome el alma vulnerable de nostalgias. Te llevo en el cuerpo como el recuerdo de mi pueblo lejos, allí donde la luna se desparrama lánguida y clara como un beso.
*Nació en 1969, en Concepción de la Sierra, Provincia de Misiones, Argentina. Escritora y periodista. Publicó: Desesperanzada utopía (Arte Compartido Ediciones, 2005) y Relatos del límite (Arte Compartido Ediciones, 2007). Tiene inéditos: Reincidencias (poemas), De todas las muertes y una sola vida (cuentos), Mescolanza y Magdalena Miranda, fuego en las venas.
**Puede leerse la nota de opinión sobre Relatos del límite escrita por el escritor y periodista Ricardo Sarmiento en el sitio http://www.mercosurnoticias.com/ .