sábado, abril 28, 2012

Ana Marchesano, Mudanzas...

Hoy, sábado 28 de abril, a las 19, nos juntamos en Quintino Bocayuva 548, para celebrar la salida del libro Mudanzas, de la poeta Ana Marchesano 

viernes, abril 27, 2012

Ciclo de Lectura Poética Pretexto, en Villa Mercedes San Luis

Ciclo de lectura poética PRETEXTO

Este SABADO, a las 20, se reinicia, por tercer año consecutivo, el Ciclo PRETEXTO, que da lugar a la participación de  distintas voces de la poesía nacional, junto a los zonales y locales, y que es un espacio 
 creado por el Taller Literario de la FICES. 
Leen en este encuentro Miguel GAYA y Lucio MADARIAGA de la ciudad de Buenos Aires, y Nancy TOSELLI del Taller Literario. Los esperamos a todos

martes, abril 24, 2012

Lengua florida, antiguo poema sefardì...

A ti lengua santa,
a ti te adoro,
mas que toda plata,
mas que todo oro.
Tu sos la mas linda
de todo lenguaje,
a ti dan las ciencias
 todo el avantage.
Con ti nos rogamos
al Dio de la altura,
Padron del universo
y de la natura.
Si mi pueblo santo
el fue captivado
con ti mi querida
el fue consolado

lunes, abril 16, 2012

Hilos Editora: presentaciòn suspendida...

Informamos por este medio que la presentaciòn del libro La familia china, de Marìa del Carmen Colombo, programada para este mièrcoles 18, se ha suspendido debido a un problema de salud de la autora.

lunes, abril 09, 2012

sábado, abril 07, 2012

Anton Chéjov: El proceso del juego y sus resultados...


"(...) Cualquiera que fuese la cosa que yo deseara en mi infancia, a cualquier juego que me entregara, me importaba más que todo, el resultado, me importaba el fin, me importaba un remate de efecto. Yo lo hacía todo precipitadamente, de prisa, avanzando con emoción hacia el resultado prefijado. Casi no experimentaba placer en el proceso del juego, apresurándome a rematarlo. (…) Ahora, en cambio, al ejecutar algún trabajo, casi siempre llego a un estado de ánimo inverso. Todo mi interés se dirige hacia el proceso del trabajo mismo, mientras que susresultados constituyen para mí una sorpresa, y yo los dejo existir objetivamente, por así decir, separados de mí, no considerándolos mi propiedad y sin encariñarme con ellos tanto (…). Y gracias a este nuevo modo de tratar a los resultados de mi actividad , eché de ver dos nuevos momentos en mi vida. Reparé en que los resultadosde los más diversos hechos míos se combinan, diría, automáticamente en un cuadro armónico, en un armónico mosaico, donde cada piedrecita, en consonancia con otras, da una imagen íntegra y razonada de un enorme cuadro. Y reparé también en una cosa más: de la esfera de mi vida desapareció el fastidio abrumador y la vaciedad que me tocaba experimentar antes, en lo instantes en que los resultados estaban alcanzados y yo, que los había anhelado tanto, los recibía en propiedad y no sabía qué hacer con ellos. Me eran innecesarios y me torturaban, devastándome el alma y originando aburrimiento, nostalgia y apatía."

*Dramaturgo y autor de relatos ruso (1860-1904).
**Fragmento extractado de Autobiografía, Ediciones Índice, Buenos Aires, 1959.

Adrienne Rich: Tiempo nortamericano...



I
Cuando mis tiempos dieron signos
de volverse
políticamente correctos
no imágenes indómitas
que escapan de los límites
cuando al caminar por la calle vi
que se elegían temas por mí
supe de qué cosas no hablaría
por miedo del uso que les dieran los enemigos
entonces empecé a hacerme preguntas

II
Todo lo que escribamos
será usado contra nosotros
o contra quienes amamos.
Estas son las condiciones,
las tomas o las dejas.
La poesía nunca tuvo ocasión
de estar lejos de la historia.
Un verso mecanografiado hace veinte años
puede ser una pintada que brilla en una pared
para exaltar el arte distanciado
o tortura de quienes
no amábamos pero tampoco
queríamos matar.
Cambiamos pero nuestras palabras permanecen
se hacen responsables
de más de lo que pretendíamos
y esto es privilegio verbal.

III
Intentar sentarse a la máquina de escribir
una cálida tarde de verano
en una mesa junto a una ventana
en el campo, intentar fingir
que tu tiempo no existe
que tú eres simplemente tú
que la imaginación se extravía simplemente
como una gran polilla, sin intención
intentar decirte a ti misma
que no tienes compromiso
con la vida de tu tribu
el aliento de tu planeta.

IV
No importa lo que piensas.
Las palabras serán consideradas responsables
cuanto puedes hacer es elegirlas
o elegir
seguir en silencio. O nunca tuviste elección,
que es por lo que las palabras que perduran
son responsables
y esto es privilegio verbal.

V
Imagina que quieres escribir
sobre una mujer que entreteje
el pelo de otra mujer-
dejando que cuelgue, o con cuentas y conchas
en trenzas de tres cabos o como filas de granos-
mejor sería que supieras el grosor
la largura el modelo
por qué decide trenzarse el pelo
cómo se lo hacen
en qué país sucede
qué más sucede en ese país
Tienes que saber estas cosas

VI
Poeta: hermana: palabras-
nos guste o no-
perduran en un tiempo propio.
No sirve lamentarse Lo escribí
antes de que Kollontai fuese exiliada
Rosa Luxemburg, Malcolm,
Anna Mae Aquash, asesinados,
antes de Treblinka, Birkenau,
Hiroshima, antes de Sharpeville,
Biafra, Bangladesh, Boston,
Atlanta, Soweto, Beirut, Assam

-esos rostros, nombres de lugares
cercenados del calendario
del tiempo norteamericano

VII
Pienso esto en un país
donde las palabras se quitan de las bocas
como el pan se quita de las bocas
donde los poetas no van a la cárcel
por ser poetas, sino por ser
de piel oscura, mujeres, pobres.
Escribo esto en un tiempo
en el cual lo que escribimos
puede usarse contra quienes amamos
en el que no se da nunca el contexto
aunque intentemos explicarlo, una y otra vez.
Por el bien de la poesía al menos
tengo que saber estas cosas.

VIII
A veces, planeando de noche
en un avión sobre la ciudad de Nueva York
me he sentido como una mensajera
llamada a entrar, destinada a unirse
a este campo de luz y oscuridad.
Una ambiciosa idea, surgida de volar.
Pero bajo esta ambiciosa idea
se halla la reflexión de que a lo que debo unirme
después de que el avión haya rugido en la pista
después de subir mis viejas escaleras, sentarme
ante mi vieja ventana
va a romperme el corazón y reducirme al silencio.

IX
En Norteamérica el tiempo tropieza
sin avanzar, liberando sólo
un cierto dolor norteamericano.
Julia de Burgos escribió:
Que mi padre fuera esclavo
es mi dolor; que hubiera sido amo
habría sido mi vergüenza.
Palabras de una poeta, colgadas de una puerta
en Norteamérica, en el año
mil novecientos ochenta y tres.
La luna casi llena se levanta
hablando eternamente de cambio
por encima del Bronx, el río Harlem
las ciudades sumergidas de Quabbin
los túmulos funerarios saqueados
las ciénagas tóxicas, los campos de pruebas
y empiezo a hablar otra vez.






*ADRIENNE RICH (1929- 2012, Baltimore).

jueves, abril 05, 2012

Juan Manuel Inchauspe: Trabajo nocturno...

Temprano
esta mañana
encontré en el patio de casa
el cuerpo de una enorme rata
inmóvil.
Moscas de alas tornasoladas
zumbaban alrededor del cadáver
y se apretaban en los orificios de unas heridas
que habían sido sin duda mortales.
Con bastante asco
la alcé con la pala y la enterré
en un rincón alejado
del jardín.

Al volverme
desde el matorral de hortensias florecidas
emergió mi gata dócil
desperezándose.
Su brillante pelaje estaba todavía
erizado por la electricidad de la noche.
Me miró
y después comenzó a seguirme
maullando suavemente
pidiéndome –como todas las mañanas–
su tazón de leche fresca
y pura.

* Juan Manuel Inchauspe (Santa Fe, 1940-1991). Véase Otro río que pasa. Un siglo de poesía argentina contemporánea,  Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010.

miércoles, abril 04, 2012

C. G. Jung: James Joyce, la tenia...


(…) El libro (se refiere al Ulises)  puede leerse desde el final, puesto que no existe ni antes ni después, ni arriba ni abajo. Todo había sido antes así, o bien habría de serlo en el futuro. Con igual placer puede leerse una conversación desde el final, pues no destroza ninguna agudeza. Como conjunto, carece de ellas, pero cada frase es una agudeza. Puede también dejarse de leer en medio de una frase —la parte anterior de esa frase tiene todavía bastante raison d’étre para estar viva o parecerlo. El carácter vermiforme que crea una cola para la cortada extremidad de la cabeza, y una cabeza para la cola, impregna todo el libro.
Esta cualidad inaudita y torcida del espíritu de Joyce muestra que su obra pertenece a la clase de los animales de sangre fría, y en especial, a la de los gusanos, los cuales, si fuesen capaces de hacer literatura, utilizarían para escribir, a falta de cerebro, el gran simpático .
Sospecho que algo semejante se da en Joyce, es decir, pensamientos y sentimientos viscerales a consecuencia de una intensa opresión de la actividad cerebral, que, en su caso, se encuentra reducida esencialmente a la percepción.
Es preciso admirar en Joyce sin reserva la actividad de los sentidos: lo que se ve y cómo lo ve, lo que escucha, huele y palpa es sobremanera sorprendente, tanto interior como exteriormente.
El mortal corriente limítase, por lo común, si es especialista en la percepción, en la esfera de los sentidos, o a lo exterior, o a lo interior. Joyce conoce lo uno y lo otro. Las guirnaldas de series de asociaciones subjetivas se enlazan y mezclan a las figuras objetivas de una calle de Dublín. Lo objetivo y lo subjetivo, lo externo y lo interno, se infiltran recíproca y constantemente; tanto, que a pesar de toda la claridad de la imagen aislada, persiste en último término la duda de si se trata de una tenia física o trascendental.
La tenia es en sí todo un cosmos vital, y posee una fecundidad fabulosa; imagen que me parece horrenda, y sin embargo no del todo inadecuada para los capítulos de Joyce.
En efecto, la tenia no puede producir otra cosa que una nueva tenia, pero esta facultad la posee en abundancia inagotable. El libro de Joyce podría contener lo mismo 1.470 páginas que un múltiplo de esta cifra; sin embargo, su inmensidad no quedaría disminuida en una sola gota, ni tampoco sería dicho lo esencial. Mas ¿quiere Joyce decir algo esencial? ¿Tiene todavía ese prejuicio demodé una justificación de existencia? Oscar Wilde considera la obra de arte como algo completamente inútil. En nuestra época, ni el filisteo objetaría nada en contra de esta tesis; pero su corazón espera, no obstante, algo «esencial» de la obra de arte. ¿Dónde se esconde esto en Joyce? ¿Por qué no lo dice? ¿Por qué no lo muestra al lector, insinuándolo con gestos expresivos —una semita sancta ubi stulti non errent? (…)
De este pétreo inframundo álzase la visión de la tenia, de movimientos peristálticos y ondulaciones serpentinas, que produce un efecto monótono a causa de su eterna reproducción proglotídea. Cierto que ningún proglótido es enteramente igual a los otros, aun cuando son parecidos hasta confundirse. En cada una de las partes, por pequeña que sea, del libro, el propio Joyce es, a la vez, él mismo y el contenido exclusivo del trozo. Todo es nuevo y todo ha existido siempre desde el principio. ¡Suma subordinación a la naturaleza! ¡Qué opulencia y qué... tedio! Joyce me aburre hasta arrancarme lágrimas, pero es un fastidio irritante, peligroso, como no podría producirlo ni aun la trivialidad más enojosa. Es el tedio de la naturaleza, el monótono silbido del viento en los acantilados de las Hébridas, la salida y la puesta del sol en el Sahara, el bramido del mar (…)

*Véase Quién es Ulises, Santiago Rueda Editor.

Carl Gustav Jung* : Sobre el Ulises de Joyce, fragmento**



Para vivir y soportar la expresión de la destrucción de la personalidad en su creación artística, el artista moderno encuentra justamente en lo destructivo la unidad de su persona artística...
El "Ulises" de Joyce es, en rigurosa oposición con su antiguo homónimo, una conciencia inactiva, meramente perceptiva, o más bien un simple ojo, una oreja, una nariz, una boca, un nervio táctil, expuesto sin freno ni selección a la catarata turbulenta, caótica, disparatada, de los hechos físicos y psíquicos que registra casi fotográficamente...
Es cubista en el sentido más profundo, en cuanto que disuelve la imagen de la realidad en un cuadro complejo, indefinido, cuya nota tónica es la melancolía de la objetividad abstracta...
Mas el efecto perturbador del "Ulises" reside en que tras miles y miles de envolturas nada se esconde, en que no se dirige ni al espíritu ni al mundo, y que frío como la luna, deja rodar, contemplándola desde una cósmica lejanía, la comedia del devenir, del ser y del pasar. Confío seriamente en que el "Ulises" no sea simbólico, pues, de lo contrario, habría fallado su propósito...
El propósito que tras la muralla de nubes se trasluce es el desprendimiento o separación de la conciencia...
¿Podría esta liberación de la conciencia, esta despersonalización de la personalidad ser la Itaca de Joyce? Podría creerse que en el mundo de meras nadas sólo queda el yo, James Joyce. Pero, ¿se ha observado acaso, que debajo de todos esos siniestros yo-sombra se presente un único yo real? Cierto, cada figura del "Ulises" es de una insuperable realidad. Todas ellas no podrían ser de otro modo...
Sin embargo, carecen del yo, no tienen centro alguno -tan humano- de aguda conciencia, ni poseen ese islote del yo de cálida sangre cardíaca que -ay!- es tan pequeño y, no obstante tan vital...
El desprendimiento de la humana conciencia y su acercamiento a la conciencia divina degenera en contorsión diabólica en el ebrio infierno de locos del burdel, cuando su pensamiento penetra las envolturas de las formas léxicas tradicionales...
Ulises, el paciente y a menudo descarriado Ulises, ansía alcanzar su patria, se repliega en sí mismo, al luchar por salir del embrollo de 18 capítulos y se libera del mundo lunático de las ilusiones, contemplando de lejos y sin participar en él. Logra así, precisamente, aquello que un Jesús o un Buda han consumado, a saber, vencer, superar al mundo insano y liberarse de las contradicciones, que fue también la aspiración del Fausto (y así como Faustose resuelve en lo supremo femenino, también la señora Bloom -con razón calificada por Stuard Gilbert como tierra verdeante- tiene en el "Ulises" la última palabra y a ella corresponde la gracia de hacer resonar el armonioso acorde final, tras las estridentes y endiabladas disonancias anteriores...
Ulises es en Joyce el Dios creador, un verdadero demiurgo, que ha conseguido librarse de la implicación en su mundo, tanto espiritual como físico, y contemplarlo con una conciencia desprendida. Con el hombre Joyce, Ulises se comporta como Fausto con Goethe, o Zarathustra con Nietzsche. Ulises es el más elevado yo que, del ciego barullo universal, retorna al lar divino. Ulises no aparece en todo el libro, el propio libro es Ulises, un microcosmos en Joyce, el mundo del yo y el yo de un mundo hechos uno solo. Ulises sólo puede retornar cuando ha vuelto las espaldas al universo. Aquí reside el fundamento más profundo que hace al espíritu y al mundo, imagen universal del "Ulises". Poco material sentimental se encuentra en el "Ulises"; cosa que sin duda, agradará a todo esteta...
Bajo el cinismo del "Ulises" se oculta la gran compasión, el gran sufrimiento por un mundo que no es bueno ni hermoso, que, peor aun, carece de esperanza, porque va rodando por una cotidiana vulgaridad eternamente repetida que arrastra consigo a la humana conciencia a través de las horas, los meses, los años...
Es más que una manifestación subjetiva, personal; pues el genio creador nunca es Uno, sino Muchos, y por tal causa, habla en la quietud de las almas a los muchos cuyo sentido y destino es tanto como el del artista individual...”

¿Quién es Ulises, fragmento.

*Carl Gustav Jung (1875-1961), psiquiatra y psicólogo suizo, fundó la escuela de Psicología Analítica.
**Tomado del blog La Biblioteca de Marcelo Leites (http://ustedleepoesia2.blogspot.com.ar/).

lunes, abril 02, 2012

Kurt Vonnegut: Seguirás siendo llorada vieja muerte...





Todo esto sucedió, más o menos. De todas formas, los partes de guerra son bastante
más fieles a la realidad. Es cierto que un individuo al que conocí fue fusilado, en
Dresde, por haber cogido una tetera que no era suya. Igualmente cierto es que otro
individuo, al que también conocí, había amenazado a sus enemigos personales con
matarlos por medio de pistoleros alquilados. Y así sucesivamente. He cambiado los
nombres de los personajes. Es cierto que volví a Dresde, con dinero de
Guggenheim (Dios le bendiga), en 1967. La ciudad se parecía un poco a Dayton, Ohio,
Kurt Vonnegut Matadero 5 aunque con muchos más espacios libres. Su
suelo debía de contener toneladas de harina de huesos humanos.
Volví allí con un viejo camarada de la guerra, Bernard V. O'Hare, y nos hicimos
amigos del taxista que nos llevó hasta el matadero donde nos habían encerrado una
noche como prisioneros de guerra. Su nombre era Gerhard Müller y nos dijo que
había sido prisionero de los americanos durante algún tiempo. Le preguntamos qué
tal se vivía bajo el comunismo, y él respondió que al principio era terrible
−pues todo el mundo tenía que trabajar muchísimo, aparte de que no había ni
cobijo ni alimentos ni ropas adecuadas−, pero que ahora las cosas estaban mucho
mejor. Tenía un apartamento, pequeño aunque muy agradable, y su hija recibía
una educación excelente. La madre quedó calcinada en el bombardeo de Dresde.
Como suena.
En Navidades envió una postal a O'Hare cuyo texto decía:
«Deseo que usted y su familia, así como su amigo, pasen unas felices Navidades y un
próspero Año Nuevo, y espero que nos encontraremos nuevamente, si la casualidad
lo permite, dentro de un taxi, en un mundo de paz y libertad.»


Me gustó mucho eso de «si la casualidad lo permite».
Me disgustaría decir lo que este asqueroso librito me ha costado en dinero, malos ratos
y tiempo. Cuando volví a casa después de la Segunda Guerra Mundial, hace veintitrés
años, pensé que me sería fácil escribir un libro sobre la destrucción de Dresde, ya que
todo lo que debía hacer era contar lo que había visto. También estaba seguro de que
sería una obra maestra o de que, por lo menos, me proporcionaría mucho dinero,
por tratarse de un tema de tal envergadura.
Pero cuando me puse a pensar en Dresde las palabras no acudían a mi mente, al
menos no en número suficiente para escribir un libro. Y tampoco ahora, que me he
convertido en un viejo fatuo con sus recuerdos, sus manías y sus hijos ya
crecidos, tengo palabras para hacerlo.
Pienso en lo inútil que me ha resultado el recuerdo de Dresde, en lo tentador que ha
sido el tema para muchos escritores, y me acuerdo del famoso estribillo:


Había en Estambul un joven
Que así interpelaba a su herramienta:
«Me quitaste la salud
Y mi hacienda arruinaste,
Y ahora todo es poco para ti,
¡Vieja loca!»
Y también me acuerdo de la canción que sigue:
Mi nombre es Yon Yonson.
Trabajo en Wisconsin,
En una serrería
Y cuando voy por la calle,
La gente me pregunta:
«¿Cómo te llamas?»
Y yo contesto:
«Mi nombre es Yon Yonson,
Trabajo en Wisconsin...»


Y así hasta el infinito.
Al paso de los años, la gente que he conocido me ha preguntado muchas veces
en qué trabajo, y por lo general yo he contestado que la obra más importante que
tengo entre manos es un libro sobre Dresde.
Una vez le dije eso a Harrison Starr, el productor de cine, y él levantó las cejas
inquiriendo:
−¿Es un libro anti-guerra?
−Sí −contesté−. Me parece que sí.
−¿Sabes lo que les digo a las personas que están escribiendo libros anti-guerra?
−No. ¿Qué les dices, Harrison Starr?
−Les digo, ¿por qué no escriben ustedes un libro anti-glaciar en lugar de eso?
Lo que quería decir es que siempre habría guerras y que serían tan difíciles de eliminar
como lo son los glaciares. Desde luego, también yo lo creo.
Además, aunque las guerras no siguieran siendo como los glaciares, seguirás siendo
llorada, vieja muerte. (...)

* Fragmento de Matadero Cinco. Ed. Anagrama.