viernes, julio 31, 2009

Carlos Alonso: El ganado y lo perdido

"Para Carlos Alonso, el arte se transformó en el lugar en el que se fijan las heridas que deja la realidad sobre el mundo.
El 26 de abril de 1976, un mes después del golpe militar, Alonso inauguró la muestra “El ganado y lo perdido” (Art Gallery, en Florida al 600), en la que reunía cuarenta y cinco trabajos realizados entre el 72 y el 76. Allí aparece anunciado el infierno que se venía: se ve en esas obras la relación de causalidad entre la violencia del mercado y la muerte; la figuración espectral de los ejecutores y administradores del nuevo contrato social argentino –el que impuso los disciplinamientos de un mercado salvaje hoy triunfante a través del ejercicio salvaje del poder–: matones, milicos, matarifes, hombres de negocios, carniceros, enfermeros, camilleros… Un conjunto de personajes metafóricos que, de manera simbólica evocarían a quienes hicieron que la Argentina se desplomara sobre su población. Pero además de los victimarios, también aparece nítidamente anticipada la cuestión de los desaparecidos, las víctimas: los ojos vendados, la figura borrada, las fotos de un familiar ausente, la violencia sobre los cuerpos y sobre la carne.
El ganado y lo perdido”, título que parece ser la inversión en prosa de los versos de Yupanqui (“Las penas son de nosotros,/ las vaquitas son ajenas”) fue una exposición en la que podía verse casi todo el repertorio de violencias argentinas. (...)"

Vacas tristes entre la duda y la verdad*

Por María del Carmen Colombo

"Entrar a la gran literatura, como Anastasio el Pollo al teatro Colón."
L. L.

Este es el sueño que soñé despierta, el invento que en realidad me apareció releyendo los escritos de un sabio guitarrero que afirmaba --que afirma--, llamarse Juan, Juan Gelman (1).
Iba yo como voy, boleada casi siempre, por la pampa de papel, cuando de pronto encontré una leyenda que me llegó, digamos, que me rayó, como si en realidad la uña del mencionado rasgador de cuerdas me hiciera sonar el corazón. Cuando quise acordarme me di cuenta: versos eran y parte de una dedicación casi rimada, hechos a una difunta, reina mentada, musa inspiradora ELLA, Alejandra (2). Ave cantora, después supe, que como un pajarito había volado, huido a los misterios del desierto. Si el mareo me deja, quisiera recordar esas estrofas, decían más o menos así:

Oh eternidades débiles perdidas para siempre
y vacas tristes entre la duda y la verdad
y sedas y delicias de la sombra
mejor hagamos un mundo para que alejandra se quede...(3)

Abatatada por el sonido de las cuerdas de lana del pampero, fijé mi atenta distracción en esos animales que Juan el guitarrero así nombraba: “vacas tristes entre la duda y la verdad”. Como reconocer, reconocía haber visto muchas pero muchas vacas…, pero de éstas ninguna, claro… (era mala consejera la ignorancia mía, el corazón rasgado ya me lo decía).
Entonces decidí preguntarle a un tal Don Federico, alias el matadiós, porque había matado a su tatita, según se decía, con el filo de su afilosofado facón, él mesmo. Y buscando lo encontré en un rincón de su almacén de brebajes antiguos. Yo le mostré la letra y él me dijo: “ha dado usted con el hombre indicado” y, como un adivino encantado por los versos, agregó: “yo veo una mujer en esa vaca, porque recuerde –prosiguió-- que como yo mismo he dicho hace un montón ‘la mujer sigue siendo gato o pájaro o, en el mejor caso, vaca’ (4). No se lo tome a mal --se disculpó el viejo Federico-- pero este pensamiento mama del manantial que mi cuchillo hizo brotar en otras épocas. Saque --me dijo-- su pata de la letra y vuelque en su imaginación otra ginebra”.
Yo ya me desbordaba y empecé casi a delirar, seguí escuchando: “... esas vacas que pastan en la pampa de papel son las Consoladoras de la Soledad y viven tristes porque siempre una pérdida las pone así. De tal forma que penan infinitamente: aléjese son vacas perdedoras. Por eso están tumbadas, depremidas, tiradas en la seda del pasto, y quien se atreva a ordeñarlas no beberá la caña o la ginebra con que los varones como yo acostumbran a enyenarse el garguero, sino la dulce leche femenina de sus ubres”. Y después como si esto fuera poco me espetó con desprecio: “es el lenguaje de la falta fatal, de la falla, mi'hijita, que cava y cava hasta vaciarlo todo”. Y después de lo dicho el viejo Federico se esfumó, como un fantasma.
O fui yo que me rajé del almacén del matadiós, más rayada que nunca. Una tormenta que me atormentaba llovía adentro de mi mente: como una catarata de recuerdos lo que había olvidado retornaba: eran definiciones de la infancia, las leídas en un viejo diccionario pampeano: vaca, hembra del toro; y vacante, vacío; y bacante con la b de labios suavizados: prienda movida por la pasión o la mamúa de transportes desordenados; vacante: abandonado, hueco, vacío.
Un sudor femenino empapaba mi cuerpo: era de furia, de furor ancestral, acaso el que me recordaba a mí misma, vagando por los laberintos del rancho de la mente, rumiando, masticando como vaca y, por qué no decirlo, llorando mi aflicción.
Para calmarme, como se calma una, me tumbé como buena vacuna en la delicia de la sombra que un árbol me daba. Un vacío me vaciaba el alma, un vacío vacuno que yo había mamado, me di cuenta, en las ubres de la madre mía.
Las palabras de Juan el guitarrero me tocaban como tocan, como señalan los punteros con su dedo largo, largo de padre occidental, un error, una falta, un no tener, y obligan a vivir, entonces, en la culpa de lo que no se tiene. No era nada inocente el sabio verseador cuando, sin darse cuenta, tildó de femenino a ese pensamiento.
Ya totalmente enloquecida, y entrampada en las garras de esta ficción, yo me golpeaba el pecho repitiendo: yo la vaca, yo la vaca, como un signo yovaca de identidad. Y de tanto repetir, una jerga rabiosa me babeaba la boca, una jerga al revés. Era la jeringonza de los desesperados que, perdidos en su infinita pena de perder, dan vuelta las palabras, prendidos a la alelada jerga del lunfardo.
Pero por fin desperté: una entripada realidad carnicera cortaba en picadillo la mañana, y en el rancho de al lado alguien cantaba unos versos vacunos que anoté y que decían:

“Mi patria es este revés
porque me siento fallada
destino de condenada
tratar siempre de zurcir
falla detrás de otra falla.

Yo me trato de cubrir
rebozo de mis palabras
tapando lo que me falta
lo que falta me hace a mí.

No sea que al descubierto
quede tanta imperfección
y venga con su ficción
algún varón de la patria
a rasgarme el corazón
como cuerda de guitarra

y me haga sonar… "

Y no hay vuelta que darle, ni despierta se sale fácil de esta ficción. Y sobre todo si “Oh eternidades, débiles, vacunas y vacías…, yo las amo” (5).

Notas:
* Esta nota fue publicada en la Revista Feminaria, del mes de agosto de 1991, pp. 7 y 8.
(1) Gelman Juan, poeta argentino (Buenos Aires, 1930). Reside actualmente en México.
(2) Pizarnik, Alejandra, poeta argentina (Buenos Aires, 1936-1972).
(3) Fragmento del poema "Proposiciones" de Juan Gelman, incluido en su libro Relaciones (1973).
(4) F. Nietzche: Así hablaba Zaratustra.
(5) F. Nietzche: Así hablaba Zaratustra.

jueves, julio 30, 2009

Paul Klee: Miradas


"(...) Déjenme emplear un símil, el símil del árbol. El artista ha penetrado en este nuestro mundo multiforme y --vamos a suponerlo así-- se ha orientado en él más o menos... calladamente... La orientación en las cosas de la naturaleza y de la vida, ese orden ramificado, de muchas ramas, lo quisiera comparar con las raíces del árbol.
De allí le afluyen al artista las savias que pasan a través de él y de sus ojos.
Él está, pues, donde está el tronco. Asediado y conmovido por el poder de ese fluir, transmite en la obra lo que ha visto.
Como en la copa del árbol, que en el tiempo y en el espacio se despliega visiblemente hacia todos los lados, se despliega también la obra.
A nadie se le ocurriría pedirle al árbol que forme la copa exactamente como la ráíz. Todos comprenderán que entre abajo y arriba no puede haber una relación de espejo y objeto reflejado. Es natural que las distintas funciones de distintos ámbitos elementales den lugar a grandes diferencias.
Pero precisamente al artista en muchos casos se le quiere prohibir esas diferencias con respecto a los modelos naturales, necesarias, si no por otras razones por las exigencias de la creación plástica. Hasta se ha ido tan lejos como para reprocharle impotencia e imputarle un falseamiento intencional.
Pero él, en el lugar del tronco, lugar que le está asignado, no hace más que recoger lo que brota de las profundidades y transmitirlo. Lo que hace no es servir ni dominar; es simplemente transmitir.
Ocupa, pues, una posición auténticamente humilde. Y la belleza de la copa no es suya, sólo ha pasado a través de él."
*Fragmento de la conferencia de Klee Sobre el arte moderno, extractado del libro Mundo y vida de grandes artistas (III), Westheim Paul. Fondo de Cultura Económica, 1984

Saint-John Perse*: Para celebrar una infancia, segunda parte

Y las sirvientas de mi madre, altas mozas lucientes… Y nuestros fabulosos párpados…
¡Oh
claridades, oh favores!
Nombrando cada cosa, yo recitaba que era grande, nombrando cada bestia, que era bella y buena.
¡Oh mis mayores
flores voraces, entre la roja hoja devorando mis más bellos insectos verdes! Los ramos en el jardín olían a cementerio de familia. Y una muy pequeña hermana habíua muerto: yo había tenido su ataúd de caoba, que olía bien, entre los espejos de tres estancias. Y no se debía matar un pájaro mosca de una pedrada… Pero la tierra se curvaba en nuestros juegos como hace la sirvienta, aquella que tiene derecho a una silla si nos quedamos en casa.


… Vegetales fervores, ¡oh claridades, ¡oh favores…!
¡Y luego esas moscas, esa especie de moscas, hacia el último cuadro del jardín, que era como si la luz cantase!


Me acuerdo de la sal, me acuerdo de la sal que la nodriza amarilla hubo de limpiar en el ángulo de mis ojos.
El hechicero negro sentenciaba en la despensa: “El mundo es como una piragua que, volteando y volteando, no sabe ya si el viento quiere reír o llorar…”
Y enseguida mis ojos trataban de pintar
un mundo balanceado entre brillantes aguas, y reconocían el mástil liso de los troncos,
la gavia bajo las hojas, y los botalones y las vergas, los obenques de liana,
en donde, demasiado largas, las flores
remataban en gritos de papagayos.

*Saint-John Perse, fue el seudónimo de Alexis Saint-Léger Léger (1887-1975), poeta y diplomático, obtuvo en 1960 el Premio Nóbel de Literatura.

miércoles, julio 29, 2009

Victoria Schcolnik: El refugio*


si pudiera darle a las palabras la forma
de las curvas en las hojas

tal vez dejaría de sentir el tirón
de lo que es arrancado antes de caer

es tarde
y los niños corren por el campo
buscando el secreto
que escribo y escribo
sin encontrar


muchas veces tuve que asir con la fuerza de mi cuerpo
esa palabra que me permitía huir del silencio en el que
me depositaron cuando eran niña y todavía no había
aprendido a hablar


ciertos jeroglíficos
sólo pueden comprenderse
con la tristeza del que acepta
que hay cosas imposibles


de nuevo pienso
la intimidad no existe

algo propio, cuando sale

duele como si una madre resistiera
contra la fuerza del hijo que nace,
contra su sangre, su útero

* Victoria Schcolnik (Buenos Aires, 1984). Los poemas que se transcriben forman parte de su libro El refugio, publicado por la Editorial Abeja Reina, en 2008.

poesía: agenda mes de agosto

En Casa de la Lectura, Lavalleja 924, el viernes 7 de agosto, a las 19.30, se presentará el nuevo libro del poeta Miguel Gaya, Lo efímero y otros poemas inestables.
Presentación a cargo de los poetas: Irene Gruss y Javier Cófreces.

Para celebrar una infancia: Saint-John Perse (Primera parte)

I
¡Palmeras...!
Entonces te bañaban en el agua-de-hojas-verdes; y era
también el agua verde sol, y las sirvientas de tu madre,
altas mozas lucientes, meneaban sus cálidas piernas cerca de tu temblor...
(Hablo de una alta condición, antaño, entre los trajes, en el reino de girantes claridades.)

¡Palmeras...! ¡y la dulzura
de una vejez de las raíces...! la tierra
entonces deseó ser más sorda, y el cielo más
profundo en donde los árboles demasiado grandes,
fatigados de un oscuro designio, anidaban un pacto
inextricable...
(He tenido este sueño, en la estimación: una segura
permanencia entre las telas entusiastas.)

Y las altas
raíces curvadas celebraban
la partida de los prodigiosos caminos, la invención de
las bóvedas y las naves.
Y la luz entonces, en más puros hechos fecunda,
inauguraba el blanco reino al que llevé tal vez un cuerpo
sin sombra...
(Hablo de una alta condición, antaño, entre hombres
y sus hijas, que masticaban cierta hoja.)

Entonces, los hombres tenían
una boca más grave, las mujeres tenían brazos más
lentos;
entonces, de nutrirse como nosotros de raíces, grandes
bestias taciturnas se ennoblecían;
y más largos sobre más sombra se levantaban los
párpados...
(Tuve ese sueño, nos ha consumido sin reliquias.)

*Saint-John Perse, fue el seudónimo de Alexis Saint-Léger Léger (1887-1975), poeta y diplomático, obtuvo en 1960 el Premio Nóbel de Literatura. Entre sus obras, pueden mencionarse: Anábasis (1924), Exilio (1942), Amargos (1957), Pájaros y otros poemas (1962), etcétera.
*Traducción: Jorge Zalamea.

jueves, julio 23, 2009

Pizarnik sobre Girri: poesía clara, poesía oscura

"(...) En general, estamos acostumbrados a una poesía que tenga -digamos- subyacencia. En cambio en Girri hay una absorción total de la palabra. Crea una nueva manera de lectura en que la totalidad del poema queda convocada en la palabra, en una suerte de filo horizontal que no permite ningún más allá ni más acá. De este examen se desprende que Girri no sólo no es un poeta oscuro --como se ha dicho-- sino que es demasiado claro, y justamente por esto puede parecer oscuro. Aun así es un deber confesar que no he comprendido dos versos de El ojo**, dos versos obsesionantes: en lo bajo, no en lo oscuro,/en lo bajo, que no es lo oscuro.
Sin duda, hay una complacencia en no comprender algunos versos de un libro de poemas; alegra repetirlos pues misteriosamente nos suelen poner en contacto con lo más puro de la sonoridad del lenguaje. Además, de tanto repetirlos, su sentido acaba por estallar en el espíritu, como quería un gran oscuro, G. M. Hopkins".

*Fragmento del artículo titulado Alberto Girri: "El ojo", escrito por Alejandra Pizarnik y publicado en la revista Sur, Buenos Aires, Nº 291, noviembre-diciembre de 1964. Este artículo está incluido en el libro Alejandra Pizarnik, prosa completa (Lumen, Palabra en el Tiempo, 2001).
** El ojo, libro de poemas del poeta argentino Alberto Girri (Losada, Buenos Aires, 1964).

Edmond Jabès: palabras y peines

“La unión es muerte. Escribo para mantener las palabras en su separación, para que vivan a pesar del libro y a pesar de Dios que es vocablo y libro sobre libro.
La legibilidad es una invención humana, dirigida al hombre.
Dios es unión ilegible', decía reb Arias. Y decía también: 'Somos la separación en Dios, la lectura de la integral lectura que se vuelve practicable.
Escribir, al fin de cuentas, ¿no será nuestra capacidad de desenmarañar las palabras, como cabellos, para encontrar nuevamente la línea?
Ah, abandonar las palabras a sus juegos pasionales; en el espacio de sus heridas que ellas nos hablan.
La lectura es desciframiento de heridas.'
A lo que reb Beniamin respondió, no sin humor: 'Es con nuestros más modestos inventos que a veces llegamos a dilucidar el misterio de Dios. Por ejemplo, la invención del carmenador.
¿Aprender a escribir no será, de algún modo, aprender a servirse de un peine?"

*Edmond Jabès nació en El Cairo en 1912 y murió en 1991. El fragmento que se transcribe pertenece a El libro de las semejanzas, Alfaguara, Buenos Aires, 2001.

Poesía en Tercer Mundo

El lunes 27 de Julio, en Tercer Mundo, Rioja 1089, a las 21, leerán sus poemas: Sofía Bauzá, Rosa María Walkyria Celentano, Marta Ortíz y Florencia Lo Celso.
Cerrarán la noche musicalmente: Poca Farfulla.

Pintores III, Leonardo: Pintura y poesía

"La pintura es poesía muda; la poesía, pintura ciega (...). La pintura es una poesía que se ve sin oírla; y la poesía es una pintura que se oye y no se ve; son, pues, estas dos poesías o, si lo prefieres, estas dos pinturas, que utilizan dos sentidos diferentes para llegar a nuestra inteligencia. Porque si una y otra son pintura, pasarán al común sentido a través del sentido más noble que es el ojo; y si una y otra son poesía, habrán de pasar por el sentido menos noble, es decir, el oído. La pintura es una poesía muda, y la poesía una pintura ciega, y una y otra van imitando a la naturaleza en todo cuanto les es posible."

Pintores I: Antoni Tàpies: La vacuidad

(Para Soledad, porque le gusta este pintor)

"... Tengo un texto donde hago una referencia a la vacuidad, que viene recogido en el volumen El valor del arte. Es el que lleva por título `Velázquez o la agitación del vacío' y es una reflexión sobre Las Meninas. Lo hice pensando en las faldas que aparecen en el cuadro, que visto de lejos ves unas sedas y unas cosas muy decorativas, pero si te acercas es que no hay nada ahí, hay pinceladitas así sueltas. Y uno se pregunta maravillado: ¡pero cómo es que este mundo se organiza de esta manera que después se transforma en una falda de una menina! Pero no sé si entiendo el vacío, recuerde usted que yo dudo siempre de todo, no se fíe de mis palabras."
*Pintor y escultor catalán.

Pintores II: Paul Klee*, anotaciones

. "El objeto en sí está muerto con seguridad. La sensación que provoca el objeto pasa a primera línea. […] La forma externa se convierte así en algo particularmente variable, que se mueve a todo lo largo de la escala de los temperamentos, según la movilidad del dedo índice, como se puede decir en este caso. Los medios técnicos varían de acuerdo con ello. La «escuela» de los viejos maestros está con toda seguridad liquidada."
."Cuanto más horrible el mundo (justo como hoy), tanto más abstracto el arte, mientras que un mundo feliz produce un arte de este mundo."
."Todo lo perecedero no es sino un símbolo. Lo que percibimos es una proposición, una posibilidad, un hecho auxiliar. La verdad reside, invisible, en el fondo de todas las cosas. El mundo es el objeto de mi arte aunque no sea este mundo, el mundo visible."
. "Antes se describían las cosas que uno veía sobre la Tierra, que uno veía con gusto o que uno hubiera querido ver. Ahora, la realidad de las cosas visibles se hace patente, dando expresión a la creencia de que, en relación con la totalidad del mundo, lo visible es sólo un ejemplo aislado, y de que las otras verdades están, de modo latente, en la mayoría. Las cosas se manifiestan en un sentido amplificado o multiplicado, contradiciendo a menudo las experiencias racionales del pasado. Se aspira a una sustancialización de lo casual."
."¿Abstracto? Ser pintor abstracto no significa de entrada abstraer de los objetivos naturales en que es posible comparar los objetos, sino que se basa, independientemente de esos objetivos, en la puesta en libertad de relaciones pictóricamente puras".
. "(...) su avance (el del artista) en la percepción y observación de la naturaleza le capacita, cuanto más penetra en la concepción del mundo, para alcanzar una nueva naturalidad, la naturalidad de la obra, dejando atrás lo deseado esquemático. Crea entonces una obra o participa en la creación de obras a semejanza de la obra de Dios."
."Somos artistas, prácticos activos, por lo que aquí nos movemos por naturaleza en un ámbito preferentemente formal. Sin olvidar que antes del comienzo formal o, dicho de un modo más simple, antes de la primera línea, existe toda una pre-historia, no sólo el anhelo, el deseo del hombre de expresarse, no sólo la necesidad exterior de ello, sino también un estadio general de la humanidad, cuya orientación se denomina ideología, que aparece aquí y allá con la necesidad interna de manifestarse. Subrayo esto para que no se produzca el malentendido de que una obra se compone sólo de forma."
. "La quietud sobre la Tierra es una restricción de la materia. Considerar esta detención como primaria es una equivocación […]. La obra es también ante todo una génesis, nunca se la vive como producto" (...) Lo productivo es precisamente el camino, lo fundamental, el hacerse está por encima del ser […]. La génesis como movimiento formal es lo fundamental en la obra."
. "Estudiamos los caminos que ha seguido otra persona en la creación de su obra con el fin de conocer los caminos recorriéndolos. Este tipo de consideración nos debe preservar de considerar la obra como algo rígido, como algo imposible de cambiar."

*Pintor alemán, nacido en Suiza (1879-1940).

Amelia Biagioni: La cazadora

La ventana
Procura vivir de suerte
que al final de la partida,
saques de la muerte vida.
(Anónimo)

Una ventana y nada más quisiera,
un fervoroso prólogo del vuelo,
que me instara a subir, con el modelo
de lo que se remonta en primavera.

Me bastaría sólo esa ligera
interrupción de muro y desconsuelo
para desvanecerme por el cielo
clara, sonora, libre, verdadera.

De tanto que la sueño, una mañana
encontraré en mi cuarto a la ventana
llamándome con luminoso grito.

Desde que se abra, viviré de suerte
que me sorprenda el plomo de la muerte
volando en mi retazo infinito.

Fulgurante anestesia
El gran rubí dolor-oh místico-
me atregua levitando verde y lejos
sobre el tiempo de las caléndulas

respiro el Häendel aleluya
entre cómplices fluye azul mi cuerpo
sin orillas por un cauce sin fondo.

Revestido de enigma blanco
señor de élan sabiduría y artroscopia
llega Hipócrates

hunde la vara de videncia
en el nudo del alma sangre y carpo
donde empieza mi mano escriba

y en la pantalla dicho con mi letra
de ignoto lumen centelleante,
desapareciendo surge el tácito Poema.

Decir
Cuando recibo una palabra inesperada
la retengo y vigilo sus diferentes porvenires
hasta que alguno e ellos
de pronto se recuerda se incorpora
y no hay palabra ya
sino un gran viento que me empuña.

Chacarita
Helecho crisantemo
cala rama clavel y dalia
como pórtico de noviembre

ciudadela posada en cielo
con sus generaciones extendidas
bajo el vigor

animación fragantes calles
señalan verdes amarillos amarantos

mementos de abejorro
mariposa recién abierta

felicidad de rosa y tumba

*Amelia Biagioni (1916-2000), poeta argentina. Publicó: Sonata de soledad, 1954; La llave, 1957; El humo, 1967; Las cacerías, 1976; Las estaciones de Van Gogh.

martes, julio 21, 2009

Un cuento de Bel Kaufman*



DOMINGO EN EL PARQUE

Aún hacía calor al sol del final de la tarde, y los ruidos de la ciudad, llegaban amortiguados entre los árboles del parque. Ella dejó el libro en el banco, se quitó las gafas de sol y suspiró llena de contento. Morton leía el cuadernillo del Times Magazine, con un brazo sobre el hombro de ella; su hijo de tres años, Larry, jugaba con la arena: una leve brisa abanicaba suavemente el cabello de ella contra su mejilla.
Eran las cinco y media de un domingo por la tarde, y la pequeña zona para jugar, habilitada en una esquina del parque, estaba casi desierta. Los columpios y los balancines permanecían inmóviles y abandonados, los toboganes vacíos, y sólo en el rincón de la arena se veía a dos niños pequeños agachados el uno junto al otro, muy ocupados. Qué bien se está aquí, pensó ella, y casi sonrió de pura sensación de bienestar. Tenían que salir a tomar el sol con mas frecuencia; Morton estaba tan pálido, toda la semana encerrado en esa gris universidad, con pinta de fábrica. Le apretó el brazo cariñosamente y echó una ojeada a Larry, encantada de ver el pequeño rostro afilado, ceñudo ahora, de tanto concentrarse en el túnel que estaba cavando. El otro chico se levantó de pronto y, con un brusco y deliberado movimiento de su brazo regordete, descargó sobre Larry la pala llena de arena; casi le da en la cabeza. Larry siguió cavando, y el otro niño se quedó allí de pie, con la pala levantada, impasible, como si no hubiera pasado nada.
-No, niño, no -le recriminó ella con el dedo en alto, al tiempo que trataba de buscar con la mirada a la niñera o la madre del niño-. La arena no se tira. Se puede meter en los ojos y duele. Se juega con cuidado, ahí, en esa arena tan bonita.
El niño la miró imperturbable, en actitud expectante. Tendría la edad de Larry, pero debía de pesar cuatro o cinco kilos más, era un niñito fornido sin la ligereza y la sensibilidad de expresión de Larry. ¿Dónde estaba su madre? Las únicas personas que quedaban en la zona de juegos eran dos mujeres y una niña con los patines puestos que se iban ahora por la salida, y un hombre sentado en un banco unos metros más allá. Era un hombre grande, y parecía que ocupaba el banco entero con el suplemento de humor del domingo abierto muy cerca de la cara; ella imaginó que sería el padre del niño. Sin levantar siquiera la vista del tebeo, escupió con pericia por la comisura de la boca. Ella apartó los ojos.
En aquel instante, con la misma rapidez de antes, el niño volvió a arrojarle una palada de arena a Larry. Y esta vez, parte de ella fue a darle en el pelo y en la frente. Larry miró a su madre, con la boca indecisa; según su expresión él se echaría a llorar o no.
El primer instinto de ella fue correr hacia su hijo, quitarle la arena del pelo y castigar al otro niño, pero se contuvo. Siempre estaba diciendo que lo que ella quería era que Larry aprendiera a ganar sus propias batallas.
-No hagas eso, niño -dijo con voz severa, inclinándose hacia delante sin levantarse del banco-, ¡no tires arena!
El hombre del otro banco movió la boca, como para volver a escupir, pero lo que hizo fue hablar. A ella ni la miró, sólo al niño:
-Sigue tirando toda la arena que quieras, Joe -dijo, alzando la voz-, e! rincón de la arena es de todos.
Ella sintió una súbita debilidad en las rodillas y lanzó una mirada a Morton. Este se había dado cuenta de lo que ocurría. Dejó el Times cuidadosamente en el regazo y volvió su rostro fino y enjuto hacia el hombre, sonriéndole con la misma sonrisa tímida y llena de excusas que podía haberle dirigido a un estudiante para llamarle la atención por un error. Y cuando se dirigió al hombre fue con su tono razonable
de siempre:
-Tiene usted toda la razón -le dijo con amabilidad-, pero precisamente por tratarse de un lugar público...
El otro levantó la vista del tebeo y miró a Morton. Le miró de arriba abajo, despacio, con premeditación:
-¿Y qué? -Su voz insolente estaba llena de amenazas-. Mi hijo tiene tanto derecho como el suyo, y si le da la gana de tirar arena pues la tirará, y si a usted le parece mal no tiene más que sacar a su hijo de ahí de una puñetera vez.
Los niños escuchaban, boca y ojos abiertos de par en par, con las palas olvidadas en las manitas. Ella notó cómo se tensaba el músculo de la mandíbula de Morton. Raras veces se enfadaba; casi nunca perdía el dominio de sí mismo. Se sintió invadida de ternura por su marido y de una rabia impotente contra aquel hombre por ponerle en una situación tan ajena y tan desagradable para él.
-Bueno, un momento -dijo Morton cortésmente-, tiene que comprender...
-Ande, cierre el pico -dijo el otro.
El corazón de ella comenzó a latir agitadamente. Morton se levantó a medias; el Times se cayó al suelo. Despacio, el otro se levantó también. Dio un par de pasos hacia Morton y luego se detuvo. Dobló sus grandes brazos, esperando. Ella juntó las rodillas, que le temblaban.
¿Habría violencia?, ¿pelearían? Qué absurdo, qué increíble... Tenía que hacer algo para impedirlo, pedir socorro. Quiso poner la mano en la manga de su marido, tirar de él para que se sentara, pero, por alguna razón, no lo hizo.
Morton se ajustó las gafas. Estaba muy pálido.
-Esto es ridículo -dijo-, he de pedirle...
-¿Ah, sí? -dijo el otro. Tenía las piernas abiertas, se balanceaba un poco, mirando a Morton con el más absoluto desdén-, ¿usted, y cuántos más?
Durante un momento los dos hombres se miraron cara a cara.
Luego, Morton le volvió la espalda al otro y dijo, sin alzar la voz:
-Venga, vámonos de aquí.
Fue hacia el rincón de la arena; andaba torpemente, cojeando casi, al tratar de afectar naturalidad. Se inclinó y sacó de allí a Larry levantándole en vilo con pala y todo.
Larry cobró vida inmediatamente; su rostro perdió la expresión de éxtasis que tenía y se puso a patalear y a llorar:
-No quiero irme a casa, quiero jugar más, no quiero cenar, no me
gusta la cena...
Aquello fue como una salmodia interminable, mientras caminaban arrastrando al niño entre los dos, y él hincaba los pies en el suelo. Para llegar a la salida tenían que pasar junto al banco donde el hombre había vuelto a repantigarse. Ella puso buen cuidado en no mirarle. Con toda la dignidad de que fue capaz tiró de una manita de Larry, sudorosa y llena de arena, mientras Morton tiraba de la otra. Despacio y con la cabeza alta salió de la zona de juegos con su marido y su hijo.
Sintió alivio, primero, al pensar que se había evitado una pelea, que nadie había resultado herido. Y, sin embargo, había debajo una capa de algo distinto, de algo pesado e ineludible. Se dijo que aquello había sido más que un simple incidente desagradable, más que una derrota de la razón contra la fuerza. Sentía vagamente que tenía que ver con ella y con Morton, que era algo claramente personal, familiar, importante.
De pronto habló Morton:
-No habría demostrado nada.
-¿Qué? -preguntó ella.
La pelea. Lo único que habría demostrado es que el otro es más grande que yo.
-Por supuesto -dijo ella.
-El único desenlace posible -continuó él, razonablemente- habría sido, ¿cuál? Pues esto: mis gafas rotas, puede que hubiera tenido que ponerme una o dos muelas nuevas, dos días sin poder ir a trabajar, y ¿a santo de qué?, ¿de la justicia?, ¿de la verdad?
-Por supuesto -repitió ella.
Apresuró el paso. Lo único que quería era volver a casa y sumirse en sus tareas domésticas; a lo mejor, entonces se le iría la sensación que se le había pegado al corazón como un esparadrapo. Qué matón más estúpido, más despreciable, pensó, tirando más fuerte de la mano de Larry, que seguía llorando. Hasta entonces, siempre se había sentido llena de ternura y pena ante aquel cuerpecito indefenso de frágiles brazos, hombros estrechos y omoplatos agudos como alas, piernas inseguras y delgadas, pero ahora sentía la boca tiesa de resentimiento.
-Anda, deja de llorar -dijo, con dureza-, ¡estoy avergonzada de ti! Se sentía como si fueran los tres pisando fango por la calle. El niño se puso a llorar más fuerte.
Si se hubiera tratado de algún principio, pensó, si hubiera habido algo que justificas una pelea... Pero ¿qué otra cosa habría podido hacer él? ¿Dejarse pegar? ¿Tratar de educar al otro? ¿Llamar a la policia? .«Oiga, guardia, hay un hombre ahí en el parque que no piensa decirle a su hijo que no le tire arena al mío...» El asunto era así de tonto, no valía la pena seguir dándole vueltas.
-¿No puedes hacerle callar, por Dios bendito? -preguntó Morton, molesto.
-¿Y qué crees que estoy tratando de hacer? -dijo ella.
Larry tiraba para atrás, arrastrando los pies.
-Pues si no sabes tú meterle en cintura tendré que hacerlo yo -cortó Morton, dando un paso hacia el niño.
Pero la voz de ella le paró en seco. Le sorprendió oír su propia voz, delgada, fría y empapada en desprecio:
-¿Ah, sí? -fue lo que se oyó decir a sí misma-, ¿tú, y cuántos más?


*Bella "Bel" Kaufman (1911) profesora y escritora ruso-norteamericana.

lunes, julio 20, 2009

Oliverio: Gratitud

Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.

Gracias pelo
caballo
mandarino.

Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.

Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.

Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.

Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.

Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.

Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.

Oliverio Girondo,
agradecido.

jueves, julio 16, 2009

Taller literario en la Ciudad de Córdoba

Agradecemos a la librería El Espejo, de la ciudad de Córdoba, el envío de la siguiente información:
La Biblioteca Popular "Libertad" convoca al Taller Literario, coordinado por la escritora Eugenia Cabral y auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba.
El inicio tuvo lugar el pasado 1 de julio, a las 18, manteniéndose dicho horario para las sucesivas reuniones. Está dirigido a público en general, de edad adulta (mayor de 18 años) y es gratuito, con un cupo no mayor de quince personas.
La biblioteca “Libertad”, que recientemente ha obtenido su personería jurídica, funciona en las instalaciones del club Sociedad Belgrano, Avenida Alem 1702, de Barrio Talleres (E). Para inscribirse, los interesados podrán concurrir de 18 a 20.

miércoles, julio 15, 2009

A buen entendedor, César Vallejo

XVI
Tengo fe en ser fuerte.
Dame, aire manco, dame ir
galoneándome de ceros a la izquierda.
Y tú, sueño, dame tu diamante implacable,
tu tiempo de deshora.

Tengo fe en ser fuerte.
Por allí avanza cóncava mujer,
cantidad incolora, cuya
gracia se cierra donde me abro.
Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!
Avístase la verde bandera presidencial,
arriando las seis banderas restantes,
todas las colgaduras de la vuelta.

Tengo fe en que soy,
y en que he sido menos.

Ea! Buen primero!


XXXIII
Si lloviera esta noche, retiraríame
de aquí a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurrido, haría
la cuenta de que vengo todavía.

O sin madre, sin amada, sin porfía
de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso,
esta noche así, estaría escarmenando
la fibra védica,
la lana védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.

Haga la cuenta de mi vida
o haga la cuenta de no haber aún nacido
no alcanzaré a librarme.

No será lo que aún no haya venido, sino
lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y ya se ha ido.


XLIII
Quién sabe se va a ti. No le ocultes.
Quién sabe madrugada.
Acaríciale. No le digas nada. Está
duro de lo que se ahuyenta.
Acaríciale. Anda! Cómo le tendrías pena.

Narra que no es posible
todos digan que bueno,
cuando ves que se vuelve y revuelve,
animal que ha aprendido a irse... No?
Sí! Acaríciale. No le arguyas.

Quién sabe se va a ti madrugada.
¿Has contado qué poros dan salida solamente,
y cuáles dan entrada?
Acaríciale. Anda! Pero no vaya a saber
que lo haces porque yo te lo ruego. Anda!


XLIV
Este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.

Adelanta. Arrástrase bajo túneles,
más allá, bajo túneles de dolor,
bajo vértebras que fugan naturalmente.

Otras veces van sus trompas,
lentas asias amarillas de vivir,
van de eclipse,
y se espulgan pesadillas insectiles,
ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.

Piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu madurez que me asorda?

Oh pulso misterioso.

LXXV
Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os ransfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.

Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.

*Estos poemas pertenecen al libro de César Vallejo, Trilce (Editorial Losada,Buenos Aires, 1961).

Retrato: Nahual

Igor, mi nahual.

"Amo el canto de zenzontle
pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade y el enervante
perfume de las flores,
pero más amo a mi hermano: el hombre."

martes, julio 14, 2009

Agenda: El mensajero (de César Aira)

Con Alfredo Rosenbaum, Julieta Casado, Bernardo González, Matías Tavolaro e Ignacio Huang.

Escenografía y vestuario / Jackie Miller
Música original / Aníbal Zorrilla

dirección y puesta en escena / Ita Scaramuzza

sábados a las 23 y domingos a las 19
En Espacio Cultural Pata de Ganso, Pje. Zelaya 3122 (Abasto)
Reservas 4862-0209

lunes, julio 13, 2009

Agenda: Mandinga

Domingo 19 de julio 19.30, en Elefante - Club de teatro, Soler 3964 (entre Bulnes y Salguero).

Leerán: Hebe Uhart, Martín Rodríguez, Aldana Gaggero.
Música: Euge Brusa y Pedro Satorre.
Se proyectara: "La idiota" de Jazmín Ferreiro.

Organizan: Florencia Abadi - Lara Segade - Guadalupe Wernicke

sábado, julio 11, 2009

Paco Urondo*: El concepto de vanguardia

Respondiendo a diversos pedidos de los lectores de este blog del amasijo, reproducimos a continuación el artículo completo del poeta argentino Paco Urondo, "El concepto de vanguardia", extractado de la revista Crisis N 17, de septiembre de 1974, y publicado hace tiempo aquí mismo en forma fragmentaria.

"El concepto de vanguardia, incorporado a la teoría revolucionaria universalmente, es una verdad científica ampliamente verificada en distintas épocas de este siglo y en diversas latitudes de este mundo. La íntima relación que existe entre los problemas culturales y los problemas político-sociales e históricos, la imposibilidad de separar a unos de otros. Incluso para el análisis, permitiría aventurar la idea de incorporación del concepto de vanguardia para la resolución del campo específicamente cultural.Por ese camino podrían ser evitadas las desviaciones populistas. También las desviaciones de izquierda, con su carga natural de ideologismo. Como en los problemas estrictamente políticos, tanto una desviación como la otra puede ser conjurada a través de una vanguardia que impida ignorar la experiencia concreta del pueblo que la rodea, como suele ocurrirle a la izquierda, pero que tampoco idealice a ese pueblo, como suelen hacerlo los populistas.Los hombres que den los primeros pasos, que encaminen la construcción de esa vanguardia, tendrán que identificarse con el campo popular –sin idealizarlo--, aunque no pertenezcan naturalmente a la clase productiva.Deberán hacerse cargo de la problemática de esta clase. No es suficiente estar cerca de los trabajadores para conocerlos. No es suficiente estar cerca o conocer las realidades de un pueblo, sino que hay que identificarse con esa realidad, correr la suerte del agredido.
Un segundo requisito fundamental para la construcción de esa vanguardia será actuar dentro del marco histórico adecuado y en observancia de las fuerzas que operan en ese marco, remitirse al momento histórico y a las fuerzas que lo componen. Tener en cuenta –como cualquier vanguardia política— al enemigo principal y la contradicción principal. En esta etapa, se define que esa contradicción es imperialismo-nación; reconocer entonces claramente a quienes en lo que hace a la cultura, pertenecen al campo del imperialismo y a quienes están en el campo de la Nación; rechazar a los primeros y establecer acuerdos con los segundos.
Los intelectuales y artistas que se aboquen a la construcción de una vanguardia cultural, no solamente deberán atender a la composición social de esa vanguardia y a los grados de identificación en relación con los intereses del pueblo; no sólo deberán tener en cuenta el marco histórico y, dentro de él, diferenciar aliados, amigos y enemigos, sino que tendrán que luchar contra un enemigo difícilmente identificable e interceptable. Un enemigo difícil de aislar y de aniquilar. Este enemigo son ellos mismos. O, dicho de otra manera, a estos trabajadores de las ideologías, lo que más les obstaculiza la tarea es la propia ideología.A partir de esta realidad, reconociéndola, se podrá seguir. Seguramente analizando el propio trabajo. Sabiendo para quiénes y cómo han producido, podrán salir adelante. Porque allí está el pecado original de intelectuales y artistas: en su práctica y no en su origen de clase. Allí subyacen una cantidad de cosas que hacen explicables sus problemas; por lo tanto pueden ser trascendidos y no convertirse en un mero estigma que los cristaliza y termina marginándolos.
El problema, entonces, está en las prácticas y en cómo están destinadas esas prácticas. Para quién se trabaja. No en la clase originaria. Los artistas, intelectuales, científicos, técnicos, generalmente hemos tenido que trabajar dentro de los cánones de la ideología burguesa, aunque pudiéramos suponer en algún momento que la estábamos enfrentando. Como ha trabajado aisladamente, el del intelectual es un trabajo solitario, aunque algunos técnicos, científicos hayan creído trabajar en equipo, sin advertir que se trataba de equipos aislados del todo.
II
Los hechos históricos que estamos viviendo, y que están siendo bien registrados por su natural protagonista –el pueblo– todavía no han sido captados por nuestros artistas e intelectuales. No se ha producido todavía la inmersión de estos grupos en la realidad cabal que se vive en el campo del pueblo. Hay trabas, debilidades objetivas para esta identificación y sólo la práctica, la imaginación y la capacidad creativa de estos artistas e intelectuales irán encontrando los caminos, superando las dificultades hasta que sean suyas las alegrías y las preocupaciones del pueblo.Pero la superación de estas dificultades objetivas sólo puede darse en la medida en que encaren simultáneamente los problemas ideológicos. El individualismo, el descompromiso, toda la sintomatología del liberalismo, estarán sumándose a las dificultades objetivas que intelectuales y artistas tienen para aportar su tarea a la causa del pueblo.
Por ejemplo, si alguien convierte su dignidad en susceptibilidad no sólo se aísla, trabado por la reticencia, sino que por ese camino indigno, por esa necesidad, deja de respetarse. Y quien deja de amarse no quiere a nadie. Y quien no quiere a nadie, no puede querer a su pueblo, no puede estar metido seriamente en una revolución que el pueblo hace para liberarse. El Che decía que la revolución es un acto de amor. Y es cierto, porque los actos de amor requieren entrega y lucidez."Osar morir de vida", me recordaba Lezama Lima que alguna vez dijo José Martí. Cuando se considera a la vida una propiedad privada, sólo el heroísmo, con su carga de posteridad o en el mejor de los casos, de búsqueda de inmortalidad, permite la osadía de ponerla en riesgo. Pero el sentido de la osadía que propone Martí no es individualista, sino que responde a una concepción ideológicamente más generosa. Porque la vida no es una propiedad privada, sino el producto del esfuerzo de muchos. Así, la muerte es algo que uno no solamente no define, que no sólo no define el enemigo ni el azar, que tampoco puede ponerse en juego por una determinación privada, ya que no se tiene derecho sobre ella: es el pueblo, una vez más, quien determina la suerte de la vida y de la muerte de sus hijos. Y la osadía de morir, de dar y, consecuentemente, ganar esa vida, es un derecho que debe obtenerse inexcusablemente.
III
Los problemas ideológicos impuestos a todo el mundo por la clase dominante se patentizan con más ahínco en los intelectuales y artistas. Tal vez por esto, ellos presentan una característica singular: generalmente --con razón o sin razones--, aunque haya entre ellos buenos y malos, son tratados como si fueran siempre malos. Suscitan una desconfianza a priori, un prejuicio. Y esto es malo, porque los prejuicios empujan, quitan espacio, alientan debilidades, sectarizan y terminan convirtiendo al destinatario de esa subjetividad, en algo bastante parecido a lo que el prejuicio anunciaba. Y no se trata de que el prejuicio venga a ser algo así como una presunción. Más que profezitar, el prejuicio prefigura.
Kim Il Sun, refiriéndose a los intelectuales de su país y recordando que aunque habían sido formados y servido en instituciones económicas y culturales pertenecientes al imperialismo, luego se pusieron al servicio de la patria, dijo: "Ellos se han transformado notablemente en los últimos seis años y han demostrado devoción e iniciativa en los últimos seis años de la construcción democrática. Una abrumadora mayoría de ellos luchó valientemente por la patria durante la guerra, muchos llegaron hasta la línea del río Raktongang para combatir al enemigo y durante la retirada temporal retrocedieron siguiendo a nuestro partido y venciendo todas las dificultades. Qué más podemos pedirles a esos intelectuales y por qué hemos de desconfiar de ellos".
No llenemos de piedras el camino. Es necesaria la presencia de los intelectuales en las organizaciones populares. Son importantes para el cuerpo global de la sociedad y para la clase que debe homogeneizar el proceso revolucionario. Habrá que combatir las deformaciones ideológicas, pero no con prejuicios, sino con realidades.
IV
Cuando existe una apelación al prejuicio es porque no hay buenas razones, y los revolucionarios deben tener buenas razones. Especialmente en problemas tan delicados como éstos, donde una misma actitud puede suponer --por ejemplo-- liberalismo o, contrariamente, combatividad: depende del momento y del medio. Una crítica puede ser tomada como hipercrítica si se observa con espíritu burocrático o formalista. Se puede ver indisciplina donde hay imaginación, especialmente cuando la dureza de la lucha o la magnitud del proyecto imponen --indebidamente-- su peso y no dejan actuar con la sutileza que demandan esos matices. Y las teorías revolucionarias más perfectas para nada sirven si se aplican de manera mecanicista. Es lo mismo que no aplicarlas: carecen de una política, de la mediación necesaria que las haga efectivas, en armonía con el grado de desarrollo que ha alcanzado en su conciencia el conjunto del pueblo. Que le permita estructurar a ese pueblo, a través de su vanguardia, los medios organizativos que han ido tomando formas aptas para esa política. Esas formas organizativas que, según Luckas, vinculan la teoría con la práctica.
En la tarea cultural, en la producción cultural, ocurre lo mismo que en la política. Sin un referente a la realidad, no habrá verificación práctica. Y este referente debe ser visto con una ética política, determinante de las posibles modificaciones de la realidad. Porque condicionarse a una situación dada, tanto en lo estrictamente cultural como en lo político, es aceptar un estado de cosas. Y las cosas están como están y la gente --incluso ideológicamente-- está como está, para favorecer la explotación, el sometimiento social y político. El populismo siempre aceptó las cosas como estaban. Lo contrario, desentenderse del estado de cosas, arrastra a posiciones ultra izquierdistas. En cultura, esto suele conocerse con el nombre de vanguardismo. Y ahora se trata de conformar una vanguardia, no de hacer vanguardismo.
Todo esto parecería desembocar en una hipótesis de negación de izquierdas y derechas en el terreno cultural. Existen, y también existen en el campo del pueblo. Pero la cosa no pasa por ubicar un punto medio: el centro impoluto, como les gusta tanto a los liberales. Se trata de ser fieles a un mecanismo dialéctico que sirva al análisis y a la síntesis entre la teoría y la práctica, entre la tarea cultural del pueblo y la producción de intelectuales y artistas."
* Paco Urondo había nacido en la provincia de Santa Fe, Argentina, en 1930 y fue asesinado por la dictadura en Mendoza, en 1976.

jueves, julio 09, 2009

Jorge Aulicino: Paisaje con autor


Maniobras de diversión
La diversión es mi tema predilecto.
No rechazo la vida en las grandes ciudades.
Con un gabán, cualquiera se pierde en la llovizna.
En los parques todos somos asesinos.

No quiero pasar por inocente
y me pinto ojeras con corcho quemado.



Caída de Scotland Yard
La requisa no daba resultados.
Faltaba un brazo, había un muerto en la bañadera,
pero era hábil para exhibirlo todo.
Nada parecía en absoluto sospechoso.
También las tenazas estaban sobre la mesa.
Ni un dato íntimo.
Se quejaba del estruendo del tráfico.
Declaraba su somnolencia sin rodeos.

Un inocente perfecto, un asesino consumado.


Tomo café
¿Estoy preso de mi dolor
o miro un papel de diario en el balcón?
¿Estoy muerto y miro absorto lo intranscendente?
¿O estoy preso en mi papel y miro mi dolor?

Paisaje con autor
Vivió una escenografía de libros abandonados,
un televisor encendido después de la transmisión
y cigarrillos sin terminar.
Procuraba mirar de frente los objetos:
las roturas del asfalto o las plantas de un acuario.
Pensó en los objetos, soñó con objetos,
vivió rodeado de objetos sin traducción.
El mal y el bien no parecen distintos detrás
de un vidrio tan nítido.
Ahora piensa que el mundo está arreglado
de acuerdo con ciertos propósitos.
Y más allá de ellos los objetos se destiñen sin objeto.
El mundo se rinde de esta manera y uno sonríe
sin entender en qué consiste el triunfo,
mientras el sol brilla sobre una botella en los techos
o escucha los trenes o la lluvia
que vuelve a caer donde había caído y agrega
hongos, óxido, humedad, ciertos olores
a un paisaje que sin embargo no termina de explicarse.


Ausencia de un carancho
Lo digo ahora que pasó el verano: aquel carancho
no logró establecer ninguna relación particular
con la noche, mientras gritaba sobrevolando la casa
en el campo.
No podía esperarse que nada dependiera de su vuelo ciego.
Lo ignoraron las tejas, el molino, y sobre todo
los durmientes de la casa.
La carretera, la lechuza cazadora, la lámpara ahumada
del cuarto,
tuvieron entre sí extrañas relaciones
a las que fue completamente ajeno el carancho.
He pensado largamente en sus alas
plateadas por la luna y en los piojos que le comen la barriga
y no produjo una sola idea digna de ser tenida en cuenta.
Ni piedad su exilio, ni irritación el recuerdo de su grito
agudo y ciego.

El carancho no se propuso como aviso de un límite,
no tiene dignidad de águila, es demasiado
animal para sostenerse en el poema.
La noche no fracasó por el carancho , ni siquiera
fue un aguafiestas.
Es imposible una relación con el sinsentido del carancho.
Y así debería ser el poema, como el vuelo y el grito del carancho.


Coloristas
Hay en ese bosque de Cezanne
la impresión de que ese bosque no está
ni estuvo.
No porque sea sueño, trama de sueños,
sino porque ha sido pintado en parte en
una tela,
en parte en la nada y -en gran parte-
en el lugar donde vimos un bosque.


Otoños en flor
Bajo nubarrones rosados
paradójicamente puede esperarse que se aclare
el sentido de todo.
Pero estás hecho para la muerte
que es nada.
El enigma seguirá en otra parte:
tu muerte personal no aclara
ni oscurece el panorama.

Una manzana
La redondez de la manzana no tienta al gusano.
La redondez de la manzana no seduce a la avispa.
El gusano, la avispa,
quieren la pulpa de la manzana.

Al poeta tampoco lo seduce la redondez de la manzana,
ni siquiera le gusta la pulpa.

Pero la manzana sobre la mesa
no le resulta indiferente;
la manzana que a cada segundo
muere un poco;
la manzana abandonada
expuesta a la violencia del aire.


El ojo del huracán
Mis amigos encienden una lámpara
para que hable por teléfono.
Cuatrocientos kilómetros de línea
nos unen o separan.
La ciudad se cae a pedazos
y no te veo.
Sólo veo una lámpara y pequeños insectos.

*Jorge R. Aulicino, poeta y periodista argentino (1949, Buenos Aires). Publicó, entre otros, los siguientes libros de poemas: Vuelo bajo (1974); Poeta antiguo (1980), La caída de los cuerpos (1983), Paisaje con autor (1988); Hombres en un restaurante (1994), Almas en movimiento (1995), La línea del coyote (1999), La poesía era un bello país (antología 1974-1999" (2000), Las Vegas (2000), La luz checoslovaca y La nada (2003); Hostias (2004), Máquina de faro (2006), Cierta dureza en la sintaxis (2008).

miércoles, julio 08, 2009

T.S.Eliot*: El libro de gatos prácticos del viejo Possum** II

Ron Ton Estirón

El Ron Ton Estirón es un gato curioso:
si le ofreces faisán prefiere codomiz.
Si les das casa sola quiere un piso con mozo,
y si les das el piso prefiere casa gris.
Si un ratón le señalas dirá que quiere rata,
y si a la rata apuntas, no, de ratón se trata.
Hum, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
y nada por hacer hay al respecto:
pues digan lo que digan quienesquiera
él hará lo que quiera
por más que lo repudie el intelecto.

El Ron Ton Estirón vive dando la lata:
si lo pasan adentro, quiere salir afuera;
si le abren la puerta, la cierra con su pata,
y sintiéndose dentro, un paseíto espera.
Le encanta reposar en un cajón,
pero si no lo sacan, ¡menudo sofocón!
Sí, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
y no te quepa duda,
pues digan lo que digan quienesquiera
él hará lo que quiera
contra todo consejo y sin ayuda.

Es Ron Ton Estirón curioso animalillo:
su afán contradictorio lo tiene por costumbre.
Si le sirven pescado no lo querrá sencillo;
si pescado no hay, no aceptará legumbre.
Si le sugieren crema, rehúsa con cinismo,
porque sólo le gusta lo que ve por sí mismo;

así que si lo suben a la usual alacena
se acabará solito el almuerzo y la cena.
El Ron Ton Estirón es astuto y versado,
al Ron Ton Estirón no seduce tu mimo
mas te salta al regazo si te mira ocupado.
Ya que lo vuelve loco el importuno arrimo.
Sí, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
y no importa que yo se lo publique:
pues digan lo que digan quienesquiera
él hará lo que quiera;
sin que de nada sirva mi público palique!

The Rum Tum Tugger
The Rum Tum Tugger is a Curious Cat:/If you offer him pheasant he would rather have grouse./If you put him in a house he would much prefer a flat,/If you put him in a flat then he'd rather have a house./If you set him on a mouse then he only wants a rat,/If you set him on a rat then he'd rather chase a mouse./Yes the Rum Tum Tugger is a Curious Cat--/And there isn't any call for me to shout it:/For he will do/As he do do/And there's no doing anything about it!//The Rum Tum Tugger is a terrible bore:/When you let him in, then he wants to be out;He's always on the wrong side of every door,/And as soon as he's at home, then he'd like to get about./He likes to lie in the bureau drawer,/But he makes such a fuss if he can't get out.//Yes the Rum Tum Tugger is a Curious Cat--/And there isn't any use for you to doubt it:For he will do/As he do do/And there's no doing anything about it!//The Rum Tum Tugger is a curious beast:/His disobliging ways are a matter of habit.If you offer him fish then he always wants a feast;/When there isn't any fish then he won't eat rabbit./If you offer him cream then he sniffs and sneers,/For he only likes what he finds for himself;//So you'll catch him in it right up to the ears,/If you put it away on the larder shelf.The Rum Tum Tugger is artful and knowing,/The Rum Tum Tugger doesn't care for a cuddle;/But he'll leap on your lap in the middle of your sewing,/For there's nothing he enjoys like a horrible muddle./Yes the Rum Tum Tugger is a Curious Cat--/And there isn't any need for me to spout it:/For he will do/As he do do/And theres no doing anything about it!
*Missouri, USA, 1888-Londes, 1965.
**Versión de Jaime Garcia Terrés.

T:S:Eliot*: El libro de gatos prácticos del viejo Possum**

El nombre de los gatos

El nombre de los gatos es un asunto delicado,
no es un simple pasatiempo;
ustedes pensarán que estoy loco de remate
cuando afirmo: un gato debe tener TRES NOMBRES DISTINTOS.
Primero, está el nombre que la familia emplea cada día,
como Pedro, Augusto, Alonso o Jaime
como Víctor o Jonás, Jorge o Bill Bailey,
todos razonables nombres cotidianos.
Si suponéis que suenan mejor, existen nombres más fantasiosos,
algunos para los caballeros, otros para las damas,
como Platón, Admeto, Electra, Deméter,
sensatos nombres cotidianos también estos.
Pero yo sostengo que un gato debe tener un nombre exclusivamente de él,
un nombre especial y más digno,
de otro modo, ¿cómo podría mantener erguida su cola,
o alardear de sus bigotes, o alimentar su orgullo?
Nombres de esa clase yo puedo sugerirles muchos
Mankustrap, Quaxo, o Coricopat,
Bombalurina, o bien Jellylorum,
nombres que nunca pertenecen a más de un gato.
Pero además de esos nombres todavía queda otro,
el nombre que jamás lograremos adivinar,
el nombre que ninguna búsqueda humana puede descubrir
pero que EL GATO CONOCE, aunque nunca habrá de confesarlo.
Cuando sorprendan a un gato en intensa meditación,
la causa, les advierto, es siempre la misma:
su mente está entregada a la contemplación
del pensamiento, del pensamiento, del pensamiento de su nombre,
su inefable, efable,
efinefable,
profundo e inescrutable Nombre único.

The naming of cats: The Naming of Cats is a difficult matter,/It isn't just one of your holiday games;/You may think at first I'm as mad as a hatter/When I tell you, a cat must have THREE DIFFERENT NAMES./First of all, there's the name that the family use daily,/Such as Peter, Augustus, Alonzo or James,/Such as Victor or Jonathan, George or Bill Bailey--/All of them sensible everyday names./There are fancier names if you think they sound sweeter,/Some for the gentlemen, some for the dames:/Such as Plato, Admetus, Electra, Demeter--/But all of them sensible everyday names./But I tell you, a cat needs a name that's particular,/A name that's peculiar, and more dignified,/Else how can he keep up his tail perpendicular,/Or spread out his whiskers, or cherish his pride?/Of names of this kind, I can give you a quorum,/Such as Munkustrap, Quaxo, or Coricopat,/Such as Bombalurina, or else Jellylorum-/Names that never belong to more than one cat.But above and beyond there's still one name left over, And that is the name that you never will guess;/The name that no human research can discover--/But THE CAT HIMSELF KNOWS, and will never confess./When you notice a cat in profound meditation,/The reason, I tell you, is always the same:/His mind is engaged in a rapt contemplation/Of the thought, of the thought, of the thought of his name:/His ineffable effable/Effanineffable/Deep and inscrutable singular Name.

*Missouri, USA, 1888-Londes, 1965.
**Versión de Alberto Girri

SEA: Pensión del Escritor: Preinscripción

Nos informa la Comisión Directiva de la Sea (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina*) que los interesados en tramitar el beneficio deberán dirigirse desde el MIÉRCOLES 1º DE JULIO a la Biblioteca del Palacio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en AV. DE MAYO 575, PB.

Allí serán atendidos por Daniel Espeche, funcionario del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad.
El horario de atención para este trámite es de LUNES a VIERNES de 15 a 16, EXCLUSIVAMENTE.

En esta primera instancia es necesario concurrir sólo con el DNI y dejar registrado un teléfono y una dirección de e-mail, para que el Ministerio de Cultura tome contacto y vaya conduciendo los siguientes pasos.

A efectos de facilitar el trámite a los escritores que integran el padrón provisorio y a los asociados de la SEA, anunciamos que distintos miembros de la Comisión Directiva de nuestra Sociedad acompañarán a aquellos que lo necesiten.

NO HAY PLAZO DE VENCIMIENTO PARA ESTA PREINSCRIPCIÓN y cualquier novedad será inofrmada a los socios.




SEA. Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, Asociación Civil - Personería Jurídica IGPJ 0078/2001. Bartolomé Mitre 2815, 2º piso, oficinas 225 a 230, C1201. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina. Tel. (5411) 4 864 8101www.lasea.org.ar

Wallace Stevens*: El hombre de nieve

Se debe poseer un espíritu de invierno
para observar la escarcha y las ramas
de los pinos encostrados de nieve;

y haber tenido frío durante largo tiempo
para contemplar los enebros erizados de hielo,
los rudos abetos en el distante resplandor

del sol de enero; y no pensar
en ningún dolor en el sonido del viento,
en el rumor de unas pocas hojas,

que es la voz de la tierra
llena del mismo viento
que sopla en el mismo desnudo paraje

para el que escucha, el que escucha en la nieve,
y, nada en sí mismo, contempla
esa nada que no está allí y la nada que está.

*Poeta norteamericano (1879-1955). Traducción Alberto Girri.

The snow man
One must have a mind of winter/to regard the frost and the boughs/of the pine-trees crusted with snow;// And I have been cold a long timeto behold the junipers shagged with ice,/the spruces rough in the distant glitter//of the January sun; and not to think/of any misery in the sound of wind,/in the sound of a few leaves,/which is the sound of the land/full of the same wind/that is blowing in the same bare place//for the listener who listens in the snow, and, nothing himself, beholds/nothing that is not here and the nothing that it is.

martes, julio 07, 2009

Claudia Masin*: Sin techo ni ley

¿Dejan rastro los pasos en la nieve, te es posible seguirme
a partir de ese rastro? La soledad se impregna
en cada cuerpo que toco, como la piel toma el sabor
de la sal al contacto con el agua del mar. No sabría
con qué palabras contarte la calma que alcanza una mirada
que no desea nada en lo mirado, o apenas
algo de calor, un fuego encendido con los pocos leños
reunidos a lo largo del camino. ¿Cómo hablarte
de cada noche que paso sin ansiar que amanezca,
sin ansiar esa larga sucesión de mañanas desprendiéndose
de ésa
que ya no espero? ¿Cómo soporto la noche, entonces?
—preguntarías— ¿con qué excusa o qué fuerza?
Te diría: un esquimal soporta la presencia
material del silencio porque cierra los ojos e imagina
la música de las olas al rozar la arena en una playa desierta
retirándose y volviendo para sonar, una y otra vez,
como una orquesta.
*Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive en Buenos Aires desde 1990. Publicó, entre otros, los siguientes libros de poemas: Bizarría (1997, Nusud), Geología (2001), La vista (Premio Casa de América de Poesía Americana 2002, Visor, Madrid), Abrigo.

lunes, julio 06, 2009

Blanca Varela*: A media voz

la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
está el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada

sola casi
en la muerte
casi en el fuego


Es fría luz de la memoria

Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia

tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo

así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto

crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve
a escribir
hasta el último aliento

sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en
la entraña
del animal
que apenas estuvo

La muerte se escribe sola

la muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprender a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
en el hollín de la almohada

trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran
no se borran
no se borran

Blanca Leonor Varela Gonzáles, poeta peruana (Lima, 1926-2009). Publicó, entre otros, los siguientes libros: Ese puerto existe (1959), Luz del día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1971), Ejercicios materiales. El libro de barro. Concierto animal. Canto Villano (su primera recopilación, 1978), El falso teclado (2001).

Blanca Varela: Selección de poemas

A rose is a rose

inmóvil devora luz
se abre obscenamente roja
es la detestable perfección
de lo efímero
infesta la poesía
con su arcaico perfume

Bodas

perdidos en la niebla
el colibrí y su amante.
Dos piedras lanzadas por el deseo
se encuentran en el aire.
La retama está viva,
arde en la niebla, habitada.

Curriculum vitae

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.


Historia

puedes contarme cualquier cosa
creer no es importante
lo que importa es que el aire mueva tus labios
o que tus labios muevan el aire
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una llama

Strip-tease

Quítate el sombrero
si lo tienes
quítate el pelo
que te abandona
quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma
si la encuentras

Nadie nos dice

Nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
sólo en el reino animal
hay ejemplares de tal
comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente dar la vuelta

Poema

Poemas. Objetos de la muerte. Eterna inmortalidad de la muerte. Algo así como un goteo nocturno y afiebrado. Poesía. Orina. Sangre.
Muerte fluyente y olorosa. Gran oído de dios. Poesía. Silenciosa algarabía del corazón.


Blanca Leonor Varela Gonzáles, poeta peruana (Lima, 1926-2009). Publicó, entre otros, los siguientes libros: Ese puerto existe (1959), Luz del día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1971), Ejercicios materiales. El libro de barro. Concierto animal. Canto Villano (su primera recopilación, 1978), El falso teclado (2001).

domingo, julio 05, 2009

Yannis Ritzos*: Explicación necesaria

Hay ciertos versos --a veces poemas enteros--

que yo mismo no sé qué quieren decir.

Eso que no sé

me retiene. Y tienen razón en preguntar.

No preguntes.

Te digo que no sé.

Dos luces paralelas

llegan del mismo centro. El ruido del agua

que cae, en invierno, del canalón colmado

o el ruido de una gota de agua cayendo

de una rosa en el jardín recién regado

suave muy suavemente en un ataredecer de primavera

como el lamento de un pájaro. No sé

qué quiere decir ese ruido

sin embargo lo acepto.

Las cosas que no sé te las explico.

No me dejo estar.

Pero las otras también son parte de nuestra vida.

Yo miraba su rodilla doblada,

cómo dormía ella, cómo abultaba la sábana.

No era solamente el amor. Aquel ángulo

era la cresta de la ternura, y el olor

de la sábana, de la limpieza

y de la primavera completaban

eso inexplicable, que intenté,

una vez más en vano, explicarte.

*Yannis Ritsos, poeta y político griego (1909- 1990).

Dante: el amor

Cómo puede ser que un bien
repartido entre muchos,
haga más ricos a sus poseedores,
que poseyéndolo unos pocos...?

Purgatorio, Canto XV

Letra de canción*

ADIÓS

Susurro en tu oído hasta luego,
pero es el adiós que no digo,
decirlo sería saber
demasiado para mí.

Te vas, te vas y no quiero
dejarte ir.

Claridad de claridad
estrellita de mañana
llevo tanta oscuridad.

Te vas, te vas y no quiero
dejarte ir.

Un engaño, alguna nube
que nuble el entendimiento
confundida quiero estar
como la tierra y el cielo.

Te vas, te vas y no quiero
dejarte ir.

Hasta luego en tus oídos,
es el adiós que no digo,
tanta verdad para qué.

Te vas, te vas y no quiero
dejarte ir.

*María del Carmen Colombo, texto inédito.

sábado, julio 04, 2009

Fray Luis de León: A Francisco de Salinas*

El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino,
memoria perdida
de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora:
el oro desconoce
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca engañadora.

Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.

Ve cómo el gran maestro,
a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo, es sustentado.

Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta,
y entrambas a porfía
mezclan una dulcísima armonía.

Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él así se anega,
que ningún accidente
extraño o peregrino oye o siente.

¡Oh desmayo dichoso!
Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!

A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos, a quien amo
sobre todo tesoro,
que todo lo visible es triste lloro.

¡Oh, suene de continuo,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás amortecidos!

*De Oda a la vida retirada (Ed. Planeta, 2000).

viernes, julio 03, 2009

Roland Barthes: La foto del invernadero

(...) 28

Así iba yo mirando, solo en el apartamento donde ella acababa de morir, bajo la lámpara, una a una, esas fotos de mi madre, volviendo atrás poco a poco en el tiempo con ella, buscando la verdad del rostro que yo había amado. Y la descubrí.
La fotografía era muy antigua. Encartonada, las esquinas comidas, de un color sepia descolorido, en ella había apenas dos niños de pie formando grupo junto a un pequeño puente de madera en un Invernadero con techo de cristal. Mi madre tenía entonces cinco años (1898), su hermano tenía siete. Éste apoyaba su espalda contra la balaustrada del puente, sobre la cual había extendido el brazo; ella, más lejos, más pequeña, estaba de frente; se podía adivinar que el fotógrafo le había dicho: «Avanza un poco, que se te vea»; había juntado las manos, la una cogía la otra por un dedo, tal como acostumbran a hacer los niños, con un gesto torpe. El hermano y la hermana, unidos entre sí, como yo sabía, por la desunión de sus padres, que poco tiempo después se divorciarían, habían posado uno al lado de otro, solos, en la abertura de follaje y de palmas del invernadero (era la casa en que había nacido mi madre, en Chenneviéres-sur-Marne).
Observé a la niña y reencontré por fin a mi madre. La claridad de su rostro, la ingenua posición de sus manos, el sitio que había tomado dócilmente, sin mostrarse ni esconderse, y por último su expresión, que la diferenciaba como el Bien del Mal de la niña histérica, de la muñeca melindrosa que juega a papás y mamás, todo esto conformaba la imagen de una inocencia soberana (si se quiere tomar esta palabra según su etimología, que es «no sé hacer daño»), todo esto había convertido la pose fotográfica en aquella paradoja insostenible que toda su vida había sostenido: la afirmación de una dulzura. En esa imagen de niña yo veía la bondad que había formado su ser enseguida y para siempre sin haberla heredado de nadie; ¿cómo aquella bondad pudo salir de padres imperfectos que la amaron mal, en resumidas cuentas: de una familia? Su bondad estaba precisamente fuera de juego, no pertenecía a ningún sistema, o por lo menos se situaba en el límite de una moral (evangélica, por ejemplo); nada podría definirla mejor que ese rasgo (entre otros): nunca, en toda nuestra vida en común, nunca me hizo una sola «observación». Esta circunstancia extrema y particular,
tan abstracta en relación con una imagen, estaba no obstante presente en el rostro que tenía en la fotografía que yo acababa de encontrar. «Ninguna imagen justa, justo una imagen», dice Jean-Luc Godard. Pero mi pesadumbre pedía una imagen justa, una imagen que fuese al mismo tiempo justicia y justeza: justo una imagen, pero una imagen justa. Tal era para mí la fotografía del Invernadero.
Por una vez la fotografía me daba un sentimiento tan seguro como el recuerdo, tal como lo sintió Proust cuando, agachándose un día para descalzarse, percibió en su memoria el rostro de su abuela de verdad, «cuya realidad viviente volví a encontrar por vez primera en un recuerdo involuntario y completo». El oscuro fotógrafo de Chenneviéres-sur-Marne había sido el mediador de una verdad, al igual que Nadar dando de su madre (o de su mujer, no se sabe) una de las más bellas fotos del mundo; había producido una foto surerogatoria, que ofrecía más de lo que cabía esperar de la esencia técnica de la fotografía. O también (pues intento enunciar esta verdad), esa Fotografía del Invernadero constituía para mí algo así como las últimas notas que escribiese Schumann antes de hundirse, ese primer Canto del Alba que concuerda a la vez con la esencia de mi madre y con la tristeza que su muerte produce en mí; sólo podría expresar esta concordancia mediante una sucesión infinita de adjetivos; me los ahorro, convencido no obstante de que esta fotografía reunía todos los predicados posibles que constituían la esencia de mi madre, y cuya supresión o alteración parcial, inversamente, me había remitido a las fotos de ella que me habían dejado insatisfecho. Aquellas fotos, que la fenomenología llamaría objetos «cualesquiera», no eran más que analógicas, suscitando tan sólo su identidad, no su verdad; pero la Fotografía del Invernadero, en cambio, era perfectamente esencial, certificaba para mí, utópicamente, la ciencia imposible del ser único.

29
No podía por más tiempo omitir de mi reflexión lo que sigue: que había descubierto esa foto remontándome en el Tiempo. Los griegos penetraban en la Muerte andando hacia atrás: tenían ante ellos el pasado. Así he remontado yo toda una vida, no la mía, sino la de aquella a quien yo amaba. Partiendo de su última imagen, tomada el verano anterior a su muerte (tan extenuada, tan noble, sentada ante la puerta de nuestra casa, rodeada de mis amigos), llegué, remontando tres cuartos de siglo, a la imagen de una niña. Desde luego, la perdía entonces dos veces, en su fatiga final y en su primera foto, que era para mí la última; pero también era entonces cuando todo basculaba y la podía reencontrar por fin tal como ella era en sí misma...
Ese movimiento de la Foto (del ordenamiento de las fotos) lo he vivido en la realidad. Al final de su vida, poco tiempo antes del momento en que miré sus fotografías y descubrí la Foto del Invernadero, mi madre estaba débil, muy débil.
Yo vivía en su debilidad (me era imposible participar en un mundo de fuerza, salir por la noche, toda mundanidad me horrorizaba). Durante su enfermedad yo la cuidaba, le daba el tazón de té que a ella le gustaba porque podía beber más cómodamente en él que en una taza, se había convertido en mi niña, identificándose
para mí con la criatura esencial que era en su primera foto. En Brecht, por una inversión que en otro tiempo admiré mucho, es el hijo quien educa (políticamente) a la madre; sin embargo, a mi madre yo nunca la eduqué, nunca la convertí a nada; en cierto sentido, nunca le «hablé», nunca «discurrí» ante ella, para ella;
pensábamos sin confesárnoslo que la ligera insignificancia del lenguaje, la suspensión de las imágenes debía ser el espacio propio del amor, su música. Ella, tan fuerte, que constituía mi Ley interior, yo la vivía para acabar como si fuese mi niña. Resolvía así, a mi manera, la Muerte. Si, tal como han dicho tantos filósofos, la Muerte es la dura victoria de la especie, si lo particular muere para satisfacer lo universal , si, después de haberse reproducido como otro que sí mismo, el individuo muere, habiéndose así negado y sobrepasado, yo, que no había procreado, había engendrado en su misma enfermedad a mi madre. Muerta ella, yo ya no tenía
razón alguna para seguir la marcha de lo Viviente superior (la especie). Mi particularidad ya no podría nunca más universalizarse (a no ser, utópicamente, por medio de la escritura, cuyo proyecto debía convertirse desde entonces en la única finalidad de mi vida). Ya no podía esperar más que mi muerte total, indialéctica.
Esto es lo que yo leía en la Fotografía del Invernadero.
*Fragmento de La cámara lúcida.