Carlos Alonso: El ganado y lo perdido
"Para Carlos Alonso, el arte se transformó en el lugar en el que se fijan las heridas que deja la realidad sobre el mundo.
El 26 de abril de 1976, un mes después del golpe militar, Alonso inauguró la muestra “El ganado y lo perdido” (Art Gallery, en Florida al 600), en la que reunía cuarenta y cinco trabajos realizados entre el 72 y el 76. Allí aparece anunciado el infierno que se venía: se ve en esas obras la relación de causalidad entre la violencia del mercado y la muerte; la figuración espectral de los ejecutores y administradores del nuevo contrato social argentino –el que impuso los disciplinamientos de un mercado salvaje hoy triunfante a través del ejercicio salvaje del poder–: matones, milicos, matarifes, hombres de negocios, carniceros, enfermeros, camilleros… Un conjunto de personajes metafóricos que, de manera simbólica evocarían a quienes hicieron que la Argentina se desplomara sobre su población. Pero además de los victimarios, también aparece nítidamente anticipada la cuestión de los desaparecidos, las víctimas: los ojos vendados, la figura borrada, las fotos de un familiar ausente, la violencia sobre los cuerpos y sobre la carne.
“El ganado y lo perdido”, título que parece ser la inversión en prosa de los versos de Yupanqui (“Las penas son de nosotros,/ las vaquitas son ajenas”) fue una exposición en la que podía verse casi todo el repertorio de violencias argentinas. (...)"
El 26 de abril de 1976, un mes después del golpe militar, Alonso inauguró la muestra “El ganado y lo perdido” (Art Gallery, en Florida al 600), en la que reunía cuarenta y cinco trabajos realizados entre el 72 y el 76. Allí aparece anunciado el infierno que se venía: se ve en esas obras la relación de causalidad entre la violencia del mercado y la muerte; la figuración espectral de los ejecutores y administradores del nuevo contrato social argentino –el que impuso los disciplinamientos de un mercado salvaje hoy triunfante a través del ejercicio salvaje del poder–: matones, milicos, matarifes, hombres de negocios, carniceros, enfermeros, camilleros… Un conjunto de personajes metafóricos que, de manera simbólica evocarían a quienes hicieron que la Argentina se desplomara sobre su población. Pero además de los victimarios, también aparece nítidamente anticipada la cuestión de los desaparecidos, las víctimas: los ojos vendados, la figura borrada, las fotos de un familiar ausente, la violencia sobre los cuerpos y sobre la carne.
“El ganado y lo perdido”, título que parece ser la inversión en prosa de los versos de Yupanqui (“Las penas son de nosotros,/ las vaquitas son ajenas”) fue una exposición en la que podía verse casi todo el repertorio de violencias argentinas. (...)"
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