Jorge Aulicino: Paisaje con autor
Maniobras de diversión
La diversión es mi tema predilecto.
La diversión es mi tema predilecto.
No rechazo la vida en las grandes ciudades.
Con un gabán, cualquiera se pierde en la llovizna.
En los parques todos somos asesinos.
No quiero pasar por inocente
y me pinto ojeras con corcho quemado.
Caída de Scotland Yard
La requisa no daba resultados.
La requisa no daba resultados.
Faltaba un brazo, había un muerto en la bañadera,
pero era hábil para exhibirlo todo.
Nada parecía en absoluto sospechoso.
También las tenazas estaban sobre la mesa.
Ni un dato íntimo.
Se quejaba del estruendo del tráfico.
Declaraba su somnolencia sin rodeos.
Un inocente perfecto, un asesino consumado.
Tomo café
¿Estoy preso de mi dolor
¿Estoy preso de mi dolor
o miro un papel de diario en el balcón?
¿Estoy muerto y miro absorto lo intranscendente?
¿O estoy preso en mi papel y miro mi dolor?
Paisaje con autor
Vivió una escenografía de libros abandonados,
Vivió una escenografía de libros abandonados,
un televisor encendido después de la transmisión
y cigarrillos sin terminar.
Procuraba mirar de frente los objetos:
las roturas del asfalto o las plantas de un acuario.
Pensó en los objetos, soñó con objetos,
vivió rodeado de objetos sin traducción.
El mal y el bien no parecen distintos detrás
de un vidrio tan nítido.
Ahora piensa que el mundo está arreglado
de acuerdo con ciertos propósitos.
Y más allá de ellos los objetos se destiñen sin objeto.
El mundo se rinde de esta manera y uno sonríe
sin entender en qué consiste el triunfo,
mientras el sol brilla sobre una botella en los techos
o escucha los trenes o la lluvia
que vuelve a caer donde había caído y agrega
hongos, óxido, humedad, ciertos olores
a un paisaje que sin embargo no termina de explicarse.
Ausencia de un carancho
Lo digo ahora que pasó el verano: aquel carancho
Lo digo ahora que pasó el verano: aquel carancho
no logró establecer ninguna relación particular
con la noche, mientras gritaba sobrevolando la casa
en el campo.
No podía esperarse que nada dependiera de su vuelo ciego.
Lo ignoraron las tejas, el molino, y sobre todo
los durmientes de la casa.
La carretera, la lechuza cazadora, la lámpara ahumada
del cuarto,
tuvieron entre sí extrañas relaciones
a las que fue completamente ajeno el carancho.
He pensado largamente en sus alas
plateadas por la luna y en los piojos que le comen la barriga
y no produjo una sola idea digna de ser tenida en cuenta.
Ni piedad su exilio, ni irritación el recuerdo de su grito
agudo y ciego.
El carancho no se propuso como aviso de un límite,
no tiene dignidad de águila, es demasiado
animal para sostenerse en el poema.
La noche no fracasó por el carancho , ni siquiera
fue un aguafiestas.
Es imposible una relación con el sinsentido del carancho.
Y así debería ser el poema, como el vuelo y el grito del carancho.
Coloristas
Hay en ese bosque de Cezanne
Hay en ese bosque de Cezanne
la impresión de que ese bosque no está
ni estuvo.
No porque sea sueño, trama de sueños,
sino porque ha sido pintado en parte en
una tela,
en parte en la nada y -en gran parte-
en el lugar donde vimos un bosque.
Otoños en flor
Bajo nubarrones rosados
Bajo nubarrones rosados
paradójicamente puede esperarse que se aclare
el sentido de todo.
Pero estás hecho para la muerte
que es nada.
El enigma seguirá en otra parte:
tu muerte personal no aclara
ni oscurece el panorama.
Una manzana
La redondez de la manzana no tienta al gusano.
Una manzana
La redondez de la manzana no tienta al gusano.
La redondez de la manzana no seduce a la avispa.
El gusano, la avispa,
quieren la pulpa de la manzana.
Al poeta tampoco lo seduce la redondez de la manzana,
ni siquiera le gusta la pulpa.
Pero la manzana sobre la mesa
no le resulta indiferente;
la manzana que a cada segundo
muere un poco;
la manzana abandonada
expuesta a la violencia del aire.
El ojo del huracán
Mis amigos encienden una lámpara
Mis amigos encienden una lámpara
para que hable por teléfono.
Cuatrocientos kilómetros de línea
nos unen o separan.
La ciudad se cae a pedazos
y no te veo.
Sólo veo una lámpara y pequeños insectos.
*Jorge R. Aulicino, poeta y periodista argentino (1949, Buenos Aires). Publicó, entre otros, los siguientes libros de poemas: Vuelo bajo (1974); Poeta antiguo (1980), La caída de los cuerpos (1983), Paisaje con autor (1988); Hombres en un restaurante (1994), Almas en movimiento (1995), La línea del coyote (1999), La poesía era un bello país (antología 1974-1999" (2000), Las Vegas (2000), La luz checoslovaca y La nada (2003); Hostias (2004), Máquina de faro (2006), Cierta dureza en la sintaxis (2008).
1 Comments:
se suspendio cuidado!
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