miércoles, julio 31, 2013

José Hierro: Brahms, Clara, Schumann


Triángulo amoroso: Anna Caballero.



Eres mi amor, Paula, mi amor, Paula, Clara quise decir.
Y cuánto tiempo, Paula, digo Clara,
sin ti y sin mí. Las diligencias
parten sin mí y sin ti.
O a ti te llevan hacia el norte, hacia el pobre Roberto.
A mí, hacia el sur, contigo hacia el sur, donde ya no estabas,
donde nunca estarías. Ahora he tomado el tren
para decirte adiós. Y sueño, sueño mío.

Cerré los ojos, deslumbrado por la memoria.
Apreté la cintura del paisaje, recorrí sus caderas,
miré sus ojos verdes, ceniza con sentido.
Tendía el cielo su metal hermético.
Y se superpusieron mediterráneos y cantábricos,
cipreses respirados desde un sótano,
casi a vista de muerto, y jazmineros.
Después, las cosas y sus nombres
perdieron sus contornos, su significación
y fueron nada más que ritmo, armonía viajera
liberada de los instrumentos que le dieron su carne.
No queda nadie ya que pueda perdonarte,
que pueda perdonarme, perdonarnos.
Nadie que pueda rescatar los besos que se pudren
sobre Roberto y su locura piadosa.
Ahora que voy a ti, a encontrarte en la aduana de la muerte
pienso, Clara, amor mío, que cuando nos besábamos
era a Roberto a quien besábamos, al engañado
hijo de nuestro amor. Él murió un día.
Su esposa, tú, amor mío, Clara, también has muerto ahora.
Yo tomé el tren para encontrarme en la frontera,
para decirte adiós desde el lado acá de la muerte, amor de mi vida.

Pero nunca llegaré a ti.
El viejo Brahms es viejo, y está gordo.
Me he quedado dormido y me he pasado de estación.
¿Comprendes, amor mío, que nunca llegaré a tu lado
por culpa de este sueño, que es mi bálsamo y mi enemigo?
Ya nunca llegaré a tu lado.
Puede ser, amor mío, que no te amara ya,
que no te hubiese amado nunca,
que sólo hubiese amado a mi propio amor,
el amor que te tuve, Clara, amor mío.


* José Hierro del Real (España 1922 -2002), conocido como José Hierro o Pepe Hierro. Poeta español incluido dentro de la llama primera generación de la posguerra.

Robert Schumann: Reverie...

 
Gracias a Internet pude recuperar las partituras de Escenas para niños, Kinderszenen, de Robert Schumann, que el músico compuso en 1838. "Reverie" es una de las trece piezas breves del Maestro, inspiradas en sus recuerdos infantiles. Una de las que más me gusta y que toqué en mi infancia y juventud.
Schumann fue el primero en componer sobre este tema. En una carta escrita a su mujer Clara, antes de casarse, el compositor define estas miniaturas como su respuesta musical  a las quejas de su prometida de que él se comportaba a veces como un niño.  En la misma carta , le dice al respecto: " Ya verás cómo te gustará tocar estas escenas infantiles, pero tendrás que olvidarte que eres una virtuosa.  Para tocarlas debes dejarte llevar por una gracia sencilla, natural y sin afectación alguna".
¡Que la disfruten!

Nota:Una ensoñación es siempre un tiempo robado al tiempo. Acerca de Reverie, de Robert Schumann:
Encontré un comentario muy lindo acerca de Reverie, firmado por Clara Cantador Hornero, del que extraigo algunos párrafos:

“La música romántica tiene una clara necesidad expresiva y el piano, instrumento neutral, impersonal y mecánico, pero de gran plasticidad, se presta a ello como lo haría el mejor actor. En esta obra nos recuerda a uno de sus antepasados, el clavicordio. El clavicordio, que comparte con el piano el mecanismo de cuerda percutida, había gozado de gran estima en Alemania durante el siglo XVIII, principalmente como instrumento de estudio y de uso doméstico pues su sonoridad tenue (casi sólo lo oye quien lo toca) y su reducida gama dinámica no le permitían competir en escena con el brillante y virtuoso clave. (…) el piano, especie de híbrido de sus antepasados, acabó dominando, un siglo después, ambos ámbitos: el privado y el público.
Tenemos pues una habitación pequeña y conocida, un piano, un intérprete y esta pieza. (…) podríamos imaginar a alguien escribiendo un diario en su habitación: el piano sería el diario y la música los pensamientos.
(…) El pensamiento es sobre todo la melodía. Aquí tenemos una sola melodía que a la vez es muchas. Como un pensamiento que se desarrolla, la melodía, en sus sucesivas apariciones, va variando detalles de su contorno y su armonía pero sin cambiar el esquema rítmico y el perfil melódico.
Dicho perfil es acordal, construido a base de arpegios adornados con grados conjuntos que dan como resultado una curva melódica que imita a la del habla (ascenso gradual hasta el clímax seguido por un descenso gradual), se corresponde con un antecedente y un consecuente (antecedente desde el inicio hasta el clímax y consecuente el resto) y tiene carácter de ensoñación. Lo onírico y lo musical son considerados por la estética romántica como puertas para acercarse a lo que no se puede decir con palabras (inefable), a lo que es en cierto modo anterior al lenguaje.
El esquema rítmico está definido por tres notas largas (la mayor parte de las veces blancas) que coinciden con el inicio, clímax y final de la melodía. De ellas parten y a ellas van el resto de las notas de valores más cortos (sobre todo corcheas) y generalmente iguales.
Pero el momento más importante, tanto rítmica como melódicamente, es el motivo inicial, la cuarta justa ascendente en anacrusa (negra a blanca) que se repite invariablemente como germen de todas las apariciones de la melodía.
Como ocurre con el habla, aquí la melodía y el ritmo se corresponden en todo momento: a un carácter de ensoñación un tempo lento en compás cuaternario (4/4), el perfil melódico y el ritmo se corresponden, ambos se transforman variando sus detalles y manteniendo sus aspectos esenciales. El esquema rítmico evita marcar las partes fuertes del compás para dar una mayor fluidez a la melodía. Los comienzos anacrúsicos con intervalos ascendentes imitan la inflexión inicial de la voz, los ritardandi en los finales de frase refuerzan el carácter de ensoñación. Por seguir más fielmente la melodía, el intérprete puede incluso variar el tempo momentáneamente, pues la pieza se presta a la realización de rubati. Bonito recordar el origen del término (de la expresión tempo rubato: tiempo robado): una ensoñación es siempre un tiempo robado al tiempo.
La melodía va acompañada, esencialmente con acordes que se arpegian, pero también con pequeñas melodías secundarias que imitan y responden a la melodía principal creando momentos de contrapunto, sobre todo al final de cada frase.
La obra está en fa mayor, en su parte central (coincidiendo con una textura más densa) va hacia sol menor y después hacia re menor, regresando en la reexposición a la tónica. (…)
Esta obra pertenece a las Kinderszenen (Escenas de niños), op. 15, que Robert Schumann compuso en 1838. En esta década compondría la mayor parte de sus composiciones para piano. Lleva el título de “Rêverie” (“Ensueño”) y es quizás la más conocida de las trece piezas que integran la obra. Según Schumann los títulos de las piezas fueron añadidos después de su composición como tímidas sugestiones relativas a la interpretación de las mismas; (…) Sobre el tema de la obra, la infancia, afirmaba en una carta a su futura esposa Clara Wieck: “Es quizás una respuesta inconsciente a lo que tú me escribiste hace algún tiempo (A veces me pareces un niño.) Si es así, verás que a este niño le han salido alas, ya que ha escrito más de 30 pequeñas piezas y ha escogido una docena de ellas para reunirlas bajo el título de Escenas de niños. Sin duda te gustará tocarlas, pero tendrás que olvidarte de que eres una virtuosa…”.
Si, como decíamos al principio, esta hoja de álbum nos parecía una especie de diario íntimo de su autor, ahora comprobamos que es más bien una carta que pretende evocar con medios sencillos una escena de la infancia, el ensueño; sin duda la melodía tiene ese carácter y su transcurrir yendo de aquí para allá sin irse nunca del todo ilustra perfectamente el divagar de un sueño. Todo ello se consigue por medio de un instrumento, el piano, cercano a ambos (Clara era pianista y su padre había sido profesor de piano de Schumann) (…).


sábado, julio 27, 2013

Hablar de Poesía: relanzamiento y presentación



El miércoles 31 de julio a las 19,  en el Centro Cultural de la Cooperación, se presentará el número 27 de la revista Hablar de Poesía con  brindis y lectura.
Junto con la puesta en línea de buena parte de los números anteriores (www.hablardepoesia.com.ar) y la apertura del sitio de Facebook, esta presentación se enmarca en el proceso de relanzamiento de Hablar de Poesía que los responsables vienen llevando a cabo junto con Mariano Pérez Carrasco y Alejandro Crotto.
¡Brindaremos junto a ellos entonces el 31!

jueves, julio 25, 2013

Pascal Quignard: Leer y aprender...

Mujer leyendo, Gouache.



Aprender era un placer intenso. Aprender equivalía a nacer. Se tenga la edad que se tenga, el cuerpo experimenta entonces una especie de expansión.

De repente la sangre fluye mejor en el cerebro, detrás de los ojos, en las yemas de los dedos, en la parte superior del torso, en la parte baja del vientre, en todas partes.

El universo se dilata: de pronto se abre una puerta donde no había puerta alguna y el cuerpo se abre con esa misma puerta.

El cuerpo antiguo se convierte en otro cuerpo. Un país desconocido se extiende o avanza a toda velocidad y crecemos con lo que crece. Todo lo conocido cobra un nuevo sentido, atrae una nueva luz, y todo lo que hemos abandonado regresa de repente a la nueva tierra con un nuevo relieve todavía inexpresable, porque no era posible preverlo.

Esta metamorfosis se describe en todos los héores de todos los cuentos antiguos, y quizá sea eso lo que suscita cada tres o cuatro noches la irresistible atracción que la lectura de esos pequeños mitos tiene para mí: tanto en la lectura del cuento como en el propio cuento se liberan ciertas fuerzas. Unas pocas palabras susurradas por hadas o animales se convierten en poderosos gestos o miradas semánticos. Esas palabras casi se convierten en manos que inventan realmente a su presa, inventando a su vez una aprehensión completamente nueva: un bastón, un arco, un ladrillo, una fronda, una barca, un caballo.

Las nuevas armas, inventando sus nuevas presas, engendran nuevas astucias, dan lugar a nuevos cazadores.

Desafíos que no conciernen a nadie se descubren de pronto en el azar de una consecuencia que no habíamos buscado. Eso es aprender. Caen las barreras y, al caer, desaparecen las distancias. Eso es aprender. La oscuridad del bosque se desvanece. Aumenta el recorrido del viaje.

No hay que enseñar a quien no siente alegría al aprender.

Apasionarse por lo que es otro, amar, aprender, es lo mismo.


*En Vida secreta, Espasa, 2000.