viernes, mayo 30, 2014

Hilos Editora: Víctor Redondo


 70 poemas es el nombre de la antología poètica de Víctor Redondo, preparada por Jorge Zunino, y editada por Hilos Editora.
















 ÓPERA PRIMA
                                      A Diana Bellessi y Mirtha Defilpo


Dos mujeres bajo la luz conversan
cinturón de plata ciñendo
nadie habrá entre plata y piel
dos mujeres conversan bajo el abanico dorado del aire
palabras similares para cinturón y piel
‘nadie como el oscuro¨
bajo la luz conversan

y de lo cierto incierta palabra dará testimonio

dará una hermana muerta
envuelta en el collar de sus ojos

cuando acuerden será sobre algo que no existe

las dos mujeres que conversan
abren en el aire del dorado abanico
a ese nadie que plata y piel transita
 buscando no repetir lo irrepetible

simulaban siempre otra existencia
la que era otra y otras en las que eran
El sentido de las canciones
¿pero dicen visión ?
Dicen lo que dicen.

Dos mujeres.
O dos.

miércoles, mayo 28, 2014

Poesía en junio: Agenda.

 4 de junio, a las l9,  Bar Lavalle, Lavalle 1693, esq. Rodríguez Peña
 Editorial Botella presenta el libro Sobre el borde del sueño, de la poeta Rosa González.





Sábado 7 de junio, 18.30, Espacio Enjambre. Acuña de Figueroa 1656
Hilos Editora presenta El talante de las flores, de la poeta Mónica Sifrim.





Miércoles 11 de junio, a las 19, Casa de la Lectura, Lavalleja 924
Paradiso Ediciones presenta Balandro, libro de la poeta Graciela Perosio.

sábado, mayo 24, 2014

Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar

XIII edición del
Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar

El Instituto Cubano del Libro, la Casa de las Américas, la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina y la Fundación ALIA convocan a la XIII edición del  Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, creado por la prestigiosa escritora y traductora Ugnè Karvelis, con el objetivo de estimular a los narradores de Iberoamérica. El premio, que tiene una frecuencia anual, fue concebido además como un homenaje al gran escritor argentino, uno de los mayores de nuestra lengua.

Los concursantes deberán regirse por las siguientes BASES:
Podrán participar todos los autores iberoamericanos. Los interesados deben presentar un cuento inédito, en español, de tema libre, que no esté comprometido con ningún otro concurso ni se encuentre en proceso editorial.
Los autores enviarán tres copias del cuento, cuya extensión máxima no debe sobrepasar las 20 cuartillas mecanografiadas a dos espacios y foliadas.
Los relatos estarán firmados por sus autores, quienes incluirán sus datos de localización. Es admisible el seudónimo literario, pero en tal caso será indispensable que lo acompañe en sobre aparte de su identificación personal.
Las obras deberán ser enviada  antes del 15 de julio de 2014 a:
Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar
Centro Cultural Dulce María Loynaz
19 y E, Vedado, Plaza,
Ciudad de La Habana, Cuba.

O a:

Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar
Casa de las Américas
3ra, esquina a G, Vedado, Plaza,
Ciudad de La Habana, Cuba.
El jurado estará  integrado por destacados narradores y críticos. Se conocerá su decisión en agosto de 2014.

Se otorgará un premio único e indivisible que consistirá en: 1 500.00 euros, la publicación del cuento premiado en la revista literaria La Letra del Escriba, tanto en su versión impresa como electrónica, así como su publicación en forma de libro junto con los relatos que obtengan menciones, por la Editorial Letras Cubanas, volumen que se presentará en la Feria Internacional del Libro de La Habana de 2015.

La premiación se realizará en La Habana el 26 de agosto de 2014, aniversario del natalicio de Julio Cortázar.
No se devolverán los textos concursantes.

Presidente de Honor del concurso: Miguel Barnet
Coordinadora general: Basilia Papastamatíu

jueves, mayo 22, 2014

Ricardo Zelarrayán: La Gran Salina






La locomotora ilumina la sal inmensa,
los bloques de sal de los costados,
los yuyos mezclados con sal que crecen entre las vías.
Yo vacilo....
y callo....
porque estoy pensando en los trenes de carga
que pasan de noche por la Gran Salina.
La palabra misterio hay que aplastarla
como se aplasta una pulga,
entre los dos pulgares.
La palabra misterio ya no explica nada.
(El misterio es nada y la nada no se explica por sí misma.)
Habría que reemplazar la palabra misterio
(al menos por hoy, al menos por este "poema" )
por lo que yo siento cuando pienso en los trenes de carga
que pasan de noche por la Gran Salina.
La pera trepida en el plato.
La miel se desespera en el frasco cerrado,
para desesperación de las moscas que le acechan posadas al vidrio.
Pero yo no me explico
y hasta ahora nadie ha podido explicarme
por qué me sorprendo pensando
en la Gran Salina.
El hombre de chaleco del salón comedor
se ha quitado los anteojos.
Los anteojos trepidan sobre el mantel de la mesa tendida.
Todo trepida,
todo se estremece,
en el tren que pasa a mediodía por la Gran Salina.
Yo me he sorprendido mirando
la sombra del avión que pasa por la Gran Salina.
Pero eso no explica nada.
Es como una gota que se evapora enseguida.
Hay que distraerse, dicen.
Hay que distraerse mirando y recordando
para tapar el sueño
de la Gran Salina.
Un piano colgado como una araña del hilo
se ha detenido entre los pisos doce y trece...
Un camión pasa cargado de ventiladores de pie
que mueven alegremente sus hélices.
En 1948, en Salta,
fuimos de noche a cazar vizcachas y ranas,
y la conversación se apagó con el fuego del asado,
abrumados como estábamos por el cielo negro
y estrellado.
Nerviosamente encendíamos y apagábamos las linternas
hasta quedarnos sin pilas.
Tampoco puedo explicarme por qué sueño con pilas de linternas,
con pilas para radios a transistores.
Ni por qué sueño con lamparitas de luz,
delicadamente guardadas en sus cajas respectivas.
Ni por qué me sorprendo mirando el filamento roto
de una lamparita quemada.
Nunca he visto...
nunca he podido imaginarme
la lluvia cayendo sobre la Gran Salina.
Yo no tengo objetivos pero me gusta objetivar.
Desde chico intenté cortar una gota de agua en dos
(con una tijera).
Aún hoy intento,
apartando las cosas de la mesa
o ahuyentando amigos,
imitar, imaginarme, la lluvia sobre la Gran Salina.
Tomo una plancha caliente y le salpico gotas de agua.
Pero aunque pueda imaginarme todo,
nunca podré imaginarme
el olor a salina mojada.
Anoche llegué a mi casa a las tres de la mañana.
En la oscuridad, tropecé con un mueble...
y allí nomás me quedé pensando
en lo que no quería pensar...
en lo que creía bien olvidado!
Pero en realidad me estaba escapando
del sueño estremecedor de la Gran Salina.
Y ahora me interrogo a mí mismo
como si estuviera preso y declarara:
"La Gran Salina o Salina Grande
está situada al norte de Córdoba,
cerca (o dentro, no recuerdo)
del límite con Santiago del Estero."
Estoy mirando el mapa...
pero esto no explica nada.
La caja de fósforos queda vacía
a las cuatro de la mañana
y yo me palpo a mí mismo, desesperado,
con el cigarrillo en la boca...
Habría que inventar el fuego, pensarían algunos.
Yo en cambio pienso en los reflejos del tren
que pasa de noche junto al río Salado.
No puedo dormir cuando viajando de noche
sé que tengo a mi derecha
el río Salado.
Paro aún así sigo escapando del gran misterio...
del misterio de la sal inagotable de la Gran Salina.
Recuerdo cuando arrojábamos impunemente naranjas chupadas
al espejo ciejo y enceguecedor de la Gran Salina.
A la siesta, cuando la resolana enceguece más que el sol.
Esperábamos llegar a Tucumán a las siete
y a las dos de la tarde tuvimos que cambiar una rueda
junto a la Gran Salina.
Un diario volaba por el aire...
el sol calcinaba las arrugadas noticias del mundo
del diario que caía sobre la Gran Salina.
Y vi pasar varios trenes
y hasta un jet...
Los pasajeros de los Caravelle
o de los Bac One-Eleven,
no saben que esa mancha azulada,
que a lo mejor están viendo en este mismo momento,
desde ocho mil metros de altura,
esa mancha azulada que permanece durante escasos minutos,
es la Gran Salina,
la Salina Grande.
Pero el jet anda muy alto.
La Gran Salina no conoce su sombra que pasa.
Los pasajeros del jet duermen...
se sienten muy seguros.
En el jet no hay paracaídas.
Los jets no caen. Explotan.
Hace unos años,
un avión que no era un jet volaba, creo, sobre Santa Fe.
De pronto se abrió una puerta
y una camarera tuvo que obedecer calladita
a las sagradas leyes de la física,
y demostrar su inequívoco apego a la ley de la gravedad.
Una ley dura como las piedras metidas en la boca de Demóstenes
que, según dicen, hablaba mucho.
Aquí hay que hacer un minuto de silencio.
Primero, por la dócil camarera sin cama del avión.
Después, por las palabras muertas,
muertas por no decir nada...
misterio, por ejemplo,
que sirve para no explicar lo inexplicable,
lo que yo siento cuando pienso en la Gran Salina,
lo que traté de no pensar un día que caminaba por la Gran Salina
tratando de distraerme y de no pensar dónde estaba,
escuchando una canción de Leo Dan
que pasaba LV12 Radio Aconquija
y el Concierto en sol de Ravel por la filial de Radio Nacional.
¿Qué pensaría Ravel, el finado,
si caminara como yo en ese momento
por la Gran Salina.
Ravel, púdico sentimental,
te imagino tocando el piano que hoy vi colgado
entre el piso 12 y el piso 13.
Sí, pobre Ravel de 1932
con un tumor en la cabeza que ya no lo dejaba componer.
Ravel tocando solo,
de noche (pero eso sí, absolutamente solo)
los "Valses nobles y sentimentales" en medio de la Gran Salina.
Estoy seguro que se hubiera interrumpido
al escuchar el silbato lejano de la locomotora,
para ver el haz de luz a la distancia
y la penumbra sobre la Gran Salina.
Días pasados fui al Hospital.
Hace años yo andaba por allí,
despreocupado y con mi guardapolvo blanco.
Pero ahora, de simple paciente,
sentí el ruidito angustioso
!Trank!
de la máquina de sacar radiografías.
!Y que pase otro! gritó el enfermero.
Pero el otro no podrá explicarme
por qué tengo sed,
por qué voy detrás del agua cautiva de la botella
y de la sal capturada en el salero,
yo, tan luego yo,
capturado en el sueño de la Gran Salina.
Un amigo, alto funcionario estatal,
me ofreció su pase libre para viajar por todo el país.
Total, me dijo, es un pase innominado,
cualquiera lo puede usar...
si se lo presto.
El pase sin nombre me deslumbró
como la marca de la cubierta que leí y releí
cuando cambiábamos la rueda junto a la Gran Salina.
Pero después pensé en Tucumán
(mi segunda provincia)
y en las vértebras azules del Aconquija
horadando las nubes blancas.
Ahora me entero que mi amigo,
el del pase sin nombre,
se separó de la mujer.
Aquí me callo...
Pero el silencio me hace pensar ahora
en lo que no quise pensar cuando miré el pase sin nombre que me ofrecían,
en lo que dejé de pensar hace un momento...
cuando vi pasar el ascensor con una mujer silenciosa
que no me quiso llevar.
Olvidemos el ascensor perdido
y pensemos de nuevo, de frente, en la sal
(cloruro de sodio)
y en el misterio...
Pero como nada es misterio
hagamos una traducción de apuro:
miss Terio
o miss Tedio
o chica rodeada de teros asustados
o algo por el estilo.
Pero no hay distracción que valga.
El ayudante de cocina del vagón comedor
se rasca la cabeza de tanto en tanto
pero sigue pelando papas sin distraerse
en el tren que se acerca a la Gran Salina.
Y el ascensor perdido con la mujer silenciosa
sigue recorriendo kilómetros entre la planta baja
y el piso quince.
El sastre de enfrente que ya comió
se asoma a tomar aire con el metro colgado en el cuello.
Yo pienso en comer, como se ve...
Son exactamente las 14 horas, 8 minutos, 30 segundos.
Y también, no sé por qué,
pienso en el acorazado de bolsillo Graf Spee
que en los comienzos de la última guerra
se suicidó antes que su capitán
frente a Punta del Este.
El Graf Spee yace a treinta metros de profundidad.
Ya nadie se acuerda de él.
Ni siquiera los hombres-rana
que bajaron a explorar sus entrañas.
Pero hasta los hombre-rana
salen a comer a mediodía.
Y a veces, para comer,
sólo se quitan las antiparras y los tubos de oxígeno.
Todavía hay gente que se asombra viendo comer a esos hombres...
con patas de rana.
Los hombres-rana reclaman al mozo la sal que se olvidó!
Dale!... Dale!
Hoy almuerzo con amigos
(si es que no se fueron).
Miraré de costado la sal y pediré pimienta en vez,
porque tengo miedo de quedarme callado,
ya se sabe por qué.
No quiero quedarme callado
ni distraerme,
ya se sabe por qué.
En realidad no se sabe nada
del sueño de la pilas,
de la lluvia sobre la sal,
de la chica del ascensor,
del sastre asomado con el metro colgado
o del tren que pasa de noche indiferente
junto a lo que ya se sabe
y no se sabe.
....................................................
....................................................
....................................................
Hace años creía
que "después del almuerzo es otra cosa"...
es decir que las cosas son otras
después del almuerzo.
Este poema (llamémoslo así),
partido en dos por el almuerzo
y reanudado después, me contradice.
No comí postre.
!Siento la boca salada!
Pero no voy a insistir.
El domingo pasado,
en casa de un amigo poeta,
conocí a un chileno novelista e izquierdista
que se fue a Pekín y que, posiblemente,
no vuelva a ver en mi vida.
Tímidamente, entre cinco porteños y un chileno izquierdista,
metí una frase de Lautréamont
que como buen franchute es uruguayo
y si es uruguayo es entrerriano.
Una frase (salada) para terminar (o interrumpir) este poema:
"Toda el agua del mar no bastaría para lavar una mancha de sangre intelectual"

martes, mayo 13, 2014

Lectura de poemas...

Ciclo: La Pelota y El Parque
Sábado 17 de mayo, a las 18.
Conduce: Carlos Dariel.
Poetas invitados: María Mascheroni
y Jorge Paolantonio.
Hipólito Yrigoyen 2150

jueves, mayo 08, 2014

Rosa González: Sobre el borde del sueño...

La Editorial Botella al mar invita a la presentación del libro Sobre el borde del sueño, de la poeta Rosa González.
La cita es el 4 de junio a las l9,  en el Bar Lavalle, Lavalle 1693, esquina Rodríguez Peña, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



"Borde, límite, frontera, que separa vigilia de sueño, vida de escritura. Pero también, borde como orilla donde estos se reúnen, se mezclan, igual que lo hacen el agua y la arena. Es ese el camino elegido por Rosa González: un borde trazado por el delicado andar de su palabra.  Riesgoso sendero, de suma fragilidad, desde donde  se abre al diálogo con otras voces. “Ellas son mis compañeras” –dice la autora y  “que vengan a sonar sonando”,  las convoca. Ingresan así al espacio de la página voces que llegan desde el cercano intimario del sueño – fragmentos de poemas  de distintos autores--; y,  otras, además, las enmudecidas, esas que provienen de la injuria urbana –el triste susurro de un bolero, el canto borracho de un  desheredado.
La voz poética de Rosa González se va constituyendo en ese diálogo, cuyas resonancias adquieren amplitud y hondura gracias a la sutileza y precisión con que aborda la artesanía del poema. Rozando apenas, acariciando casi  cada palabra, “sin que quede/la más mínima sospecha de querer poseer”, su poesía nos conduce hasta allí, hasta ese lugar, Sobre el borde del sueño."

María del Carmen Colombo