miércoles, agosto 31, 2011

Agenda: Poesía primera semana de setiembre


Viernes 2 de setiembre: Presentación de la reedición del libro Matar un animal, de la poeta Susana Villalba (Curandera Ediciones). A las 20, en Acevedo 1031, Caba.

Miércoles 7 de setiembre: Poesía en la Escuela, presentación de la Revista y apertura del Festival. A las 20, en El Maipú, San Juan 541, Caba.

Miércoles 7 de setiembre: Lectura de poemas . Leen Mónica Sifrim y Carlos Dariel. El Empujón del Diablo, Ángel Carranza 1969 (entre Costa Rica y Nicaragua). 
                                             
Jueves 8 de setiembrepresentación del libro Los frutos del apetito, de los poetas Javier Cófreces y Eduardo Mileo. A las 19.30, en Pan y Arte (Boedo 880).

Viernes 9 de setiembre: Presentación del libro Queerlands, de la poeta rosarina Gabriela De Cicco. A las 19.30, en Oliva Libros, Entre Ríos 548, Rosario Santa Fe.

martes, agosto 30, 2011

Leónidas Lamborghini: La bella escena

La bella escena de la muchacha rubia
y desnuda
en la pradera rubia interminable
la foto de la bella escena   la luz   pura
ella tirando del hermoso manso
caballo
-ella- con la cuerda flotante
alrededor de ella
en torno de su cintura
flotante
la foto la luz que se enturbia de pronto
en la casa llena de ruidos
el caballo ferozmente de pronto
que penetra en la muchacha
el ser que debe llegar a ser
el loco que uno es
en el fondo
desovilla  desovilla  a  tirones ahora
  al borde  más ahora
el caballo que soy penetrando a la muchacha
en la casa llena de ruidos
  la luz de la foto
que de pronto más
se enturbia
la cuerda flotante con la que azoto a la muchacha

el caballo cuya locura llego a ser
ferozmente
destruyendo a la muchacha
la pradera que no es ya rubia sino de sangre
interminable

llena de ruidos.

* Poema extractado de Los mejores poemas de la poesía argentina, Juan Carlos Martini Real. Ed. Corregidor, 1976.

Leopoldo "Teuco" Castilla

LVTardan en morir los siglos
como tarda en nacer el polvo.


¿Donde estuvo la historia
lloverá nieve negra,
páginas de ardiente transparencia,
élitros de hombre?

La memoria del universo, bifronte,
cabe en un instante.
En otra dimensión
está sola la espada,
sola la mano y, muy lejos,
solitario el enemigo que cae.
Allí nadie restituye a Roma.
En cada segundo Odiseo pierde a Odiseo.
El camino comienza, sólo comienza
y desaparece el viaje,
En cada acto el César elimina al César.
Uno es el Cristo y otro el resucitado.

Esa latitud detiene las esferas de Galileo
y en el derrumbe eterno
fija el átomo. Ríe, impar, el Diablo
y se reonoce Heráclito.

Allí, seco
en su bocanada el héroe
que decapitó un impero
(no sus vestidos,
la guerra fría de sus puntillas,
sus alamares de espanto)
allí el fuego fatuo de las naciones
estupefacto el Papa
y en su aguja negra el esclavo.

En esa inmensidad,
inmóvil en su crisálida,
vuela la historia,
helicoidal,
inversa,
rumbo a su gusano.

*Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Manada, Ediciones el Mono Armado, Buenos Aires, 2009.

lunes, agosto 29, 2011

Gerardo Burton en Interiores

Ciclo de poesía
 
 
Te invita a la lectura y presentación del poeta:
 
GERARDO BURTON
-NEUQUÉN-
 
En la Biblioteca Popular "José Ingenieros"
Ramírez de Velasco 958 - Villa Crespo
Buenos Aires - Argentina
 
El sábado 3 de septiembre de 2011 - 18 hs 
Se ruega puntualidad
 

sábado, agosto 27, 2011

Javier Cófreces y Eduardo Mileo: Los frutos del apetito

 

“¿Hay algo más relativo que el punto de un bistec? Yo lo prefiero cocido por dentro y jugoso por fuera.  (Albert Einstein)

Neanderthal
 
 Piedra contra piedra.
Chispa que besa la rama
y enciende la oscuridad.
Alrededor del fuego se ha inventado el lenguaje.
Nos hemos reunido aquí porque el mundo es lejano
y una sola caricia lo condensa.
No sé si brillan tus ojos o mi corazón. 
Ya no somos salvajes:
hemos huido de la noche.
El animal que hemos matado para nuestro alimento
ya se transforma en palabras, besos, alma,
saliva y amor.
 ---
 

El accidente fatal casi me lo ocasiona el hueso de pollo que se me atascó en la garganta, cenando en Montecarlo la noche del Gran Premio.”  (Juan Manuel Fangio)
  
Pavos criollos

Pavos no,
pavos reales comerían
si fueran reyes.
Pero las plumas se les van a la cabeza
como una lluvia suave
de cartílago.
No quieren del ave más que amar
su pechuga tierna.
Mas viven en el temor
de su rutina al spiedo
y la visión no les llega
ni al prosaico pollo.

 ---

“Reparad en ese pato que corre. Reparad en aquel cordero que trisca. Reparad esa cerca que huyen los animalitos.” (Roberto Fontanarrosa)

 Víspera

 Junto al corral
donde las aves
escapan de sus alas
brilla el barro
enamorado de la luna
del chiquero.
Los pequeños
puercos maman
a la sombra de su madre.
Inquietos todavía
por el tañido lejano
de las campanas últimas.

---
A los caniches les doy trocitos de asado por debajo de la mesa.”  (Juan Domingo Perón)

 Domingo

 Toda la carne al asador
para ver cómo el fuego
la dibuja con su lengua múltiple.
Crepitar de la leña:
un idioma que tiene
silencio de ceniza.
El asado es plática y paciencia.
Demorado esplendor
de las tiras doradas.
Olvidado sabor
de las íntimas vísceras.
Después aplausos para el riesgo.
Honrar a quien puso
toda la carne al asador.
 ---
 

Es difícil convencer a un soldado de que marche sobre un país en el que sólo encontrará naranjas.”  (General Bartolomé Mitre)

 Fragancia frutal

 Frutos de una pasión inútil
como cualquier
racimo de nostalgia.
La sustancia cítrica
no es sólo
perfume en tu cuello.
Los vapores de ese gajo
arden en mis labios
en la ampolla del recuerdo
arden.
 -------

“Tanto bacalao que has salao y apenas una espina me has dejao.” (Miguel de Molina)


 Las perlas del amor

Salieron de madrugada
con el mar en calma.
Volvieron al mediodía
con las redes triunfantes.
Con vértebras de algunos peces
él hizo un collar.
Las perlas de mi amor
son estos huesos

–dijo a su amada.
Ella sonrió seducida
y le entregó el misterio de su acuario.

*Los frutos del apetito, Ediciones en Danza, 2011.


Ediciones en Danza: Convocatoria a poetas jóvenes


Ediciones en Danza convoca a poetas argentinos no mayores de 30 años para presentar obras poéticas que serán seleccionadas para su publicación en el sello durante 2012.
Podrán participar de la convocatoria autores nacidos hasta 1981, en La República Argentina (o con residencia no menor a 20 años en el país).

Acerca de la obra:

La obra deberá presentarse en su versión definitiva y en condiciones de publicación inmediata. La extensión máxima de los trabajos no deberá exceder las 80 carillas en formato A4, de hasta 35 líneas cada una.
La extensión mínima es de 30 carillas con las mismas características.

Presentación:

Los trabajos deberán ser presentados impresos y encarpetados, con título y bajo seudónimo, por triplicado. En sobre aparte deberá constar nombre de la obra y seudónimo. En el interior del sobre se consignarán los datos del autor.
Cada autor podrá presentar la cantidad de obras que estime conveniente respetando la normativa establecida

Las obras podrán ser entregadas personalmente, o remitidas por correo postal, entre el 1 de septiembre y el 30 de diciembre del corriente año, a cualquiera de las siguientes direcciones:
Magallanes 1571 PB (1288 C.A.B.A)
Jovellanos 1068 (1269 C.A.B.A)
La Rioja 429 PB “10” ( 1214 C.A.B.A)

Las obras presentadas no deberán estar participando en concursos literarios simultáneos al período de selección de esta convocatoria.

Las carpetas no serán restituidas a sus autores una vez finalizada la selección.

Resultados:

La editorial sólo informará el resultado de la convocatoria al autor del trabajo seleccionado para su publicación. La fecha estimada del anuncio es el 15 de febrero de 2012 y se dará a conocer en el blog de Ediciones en Danza.

La selección de obras estará a cargo del comité editorial de Ediciones en Danza.

Javier Cófreces y Eduardo Mileo: Los frutos del apetito

Ediciones en Danza anuncia:

La presentación del libro Los frutos del apetito, de los poetas Javier Cófreces y Eduardo Mileo, una obra  a cuatro manos dedicada a las comidas y  las bebidas.

El trabajo aborda la gastronomía y la enología  partir de un entramado compuesto por poemas, recetas, citas y frases célebres vinculadas a la cultura más ancestral: comer y beber.

El libro, de 240 páginas (ilustrado por maestros de la pintura), fue escrito hacia fines del siglo pasado. Luego de su oscuro y silencioso añejamiento, será lanzado en una edición especial de tapa dura, con 100 ejemplares numerados y firmados por los autores.
 
El acto se llevará a cabo en Pan y Arte (Boedo 880), el jueves 8 de septiembre, a las 19.30 horas.

Aquí van algunos de los poems incluidos en el ejemplar:


“Hay cierto pan que tiene más médula que corteza.”  (Oliverio Girondo)


El milagro del pan


La masa está tibia
el fermento cundió la pasta
y levó aroma y volumen
en un falso reposo.
¡Oh! espíritu eléctrico
de la levadura
en brío de harina y agua.
¡Oh! pastón nervioso
de engrudo
y cuerpo de Cristo
¡Oh! tránsito del milagro
que ronda
el infierno que cocerá.
Bendición de la magia
crocante
nutriente del trigo
sagrado pan
te hornearé.





“Como el pan a la boca, como el agua a la tierra, ojalá yo te sirva para algo.”  (Juan Gelman)


Refranero


Al pan pan y al vino vino.
Pan con pan comida de tontos.
Pan para hoy, hambre para mañana.
A buen hambre no hay pan duro.

Pan en los dichos de abuela
en la bolsa y a la mesa.
Flauta de cortar
con la mano
de costra morocha
al gusto de padre.
Pan con manteca.
Pan de puchar.
Pan de madrugada.
con panadero de carro a caballo.
Pan de recuerdo.
Pan en los dichos
que repiten:
Dánosle hoy.




“El alimento de mi espíritu soporta naufragios, pero no olvidéis cargar farináceas a bordo.”  (Almirante. Guillermo Brown)



Motivos de dicha


Pan:
no digas nunca que un dios
te hizo su cuerpo.
Di que alimentaste
a verdugos y víctimas
y a los que no fueron uno
ni lo otro.
Di que mañana
volverá a amanecer
y serán tu perfume
tu color y tu cuerpo
motivos de dicha.



“Desde mi ventana veo esos niños jugando, inadvertidos de mi indiscreción, sus grandes bocas como panes abiertos.”  (Sor Juana Inés de la Cruz)



Niños al costado de la ruta


Pan para hoy
pero mañana
lanzar las piedras al vacío.

Abrir la mano
para que haya un pan
una mentira o
un desierto.

No es hambre si dios
ya se ha olvidado.

Pero caminan
ven
distinguen una línea
que otros llaman crepúsculo.

No perturbes el sueño de los que llevan
una vida digna.
No es pan lo que dios no quiso darte.
Ahógala.
Traga la ira.


Recordando a Simone Weil

"Todos los movimientos naturales del alma se rigen por leyes análogas a las de la gravedad física. La única excepción la constituye la gracia.
Siempre hay que esperar que las cosas sucedan conforme a la gravedad, salvo que intervenga lo sobrenatural.
Dos fuerzas reinan en el universo: luz y gravedad.
Gravedad (...): ¿Por qué en cuanto un ser humano da muestras de tener alguna o mucha necesidad de otro, éste se aleja?: Gravedad. (...)."

****
"Mecánica humana. Quien sufre trata de comunicar su sufrimiento --ya sea zahiriendo a otro, ya sea provocando su piedad-- con el fin de disminuirlo, y a fe que lo consigue. A quien está abajo de todo, al cual nadie compadece, no tiene poder para maltratar a nadie (por no tener hijos ni otras personas que lo amen), el sufrimiento se les queda dentro y lo envenena. (...)
Imposible perdonar a quien nos ha hecho daño, si ese daño nos ha rebajado. (...)
Deseo de ver sufrir al prójimo exactamente lo que uno sufre. Por eso, el odio de quienes viven en la miseria se dirige, salvo en los períodos de inestabilidad social, contra sus semejantes.
Es éste un factor de estabilidd social.


Hacer daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana (y qué habrá que pagar a cambio) cuando se hace daño? Sale uno crecido. Sale uno más ancho. Ha colmado dentro de sí un vacío al crearlo en el otro.
Poder hacer daño al prójimo impunemente (...) es ahorrarse un gasto de energía, gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un deseo cualquiera. La energía que se economiza de esa manera se degrada enseguida. (...).

Los bajos sentimientos (envidia, rencor) son energía degradada. (...).


Es un error desear ser comprendido antes de explicarse uno ante sí mismo. Como el caso del que busca placeres en la amistad sin merecerlos. (...) Desear escapar de la soledad es una cobardía. La amistad no se busca, ni se sueña ni se desea; se ejerce (es una virtud). (...)".


*Simone Weil. Filósofa francesa (1909-1943). Fragmentos extraídos del libro La gravedad y la gracia.

viernes, agosto 26, 2011

Cristian Aliaga: La sombra de todo

El artista subjetivo
La subjetividad llamada del artista
son sus heces. A nadie ensucian
ni iluminan. Hay un diamante que
buscar. Eso no es personal.

Todo miedo

todo miedo te domestica el dolor.
la pérdida de control, la manera sentida
de perderlo todo de vista.
horizonte. esta placidez de pájaro
apenas mojado.

Todo lo que sé:

cada uno sostiene
su rostro.

Todo lo que te lleves
del pueblo abandonado
es tuyo,
le dará alma o cuerpo
al rostro que se queda

la anunciación que porta
ese rostro que pretendes
llevar

ya no es tuyo.

* De La sombra de todo (2007).

miércoles, agosto 24, 2011

Revista Poesía en la Escuela: ya salió!, no te la pierdas!

Acaba de salir de imprenta la revista Poesía en la Escuela, cuyo staff está integrado por el equipo del Segundo Festival, dirigido por Javier Galarza. La publicación contó con el trabajo de los chicos del taller del Liceo Nº 1 y la colaboración especial de la poeta Natalia Litvinova y del diseñador Pablo Runa.


En las páginas de la revista, el lector encontrará secciones donde se publican las producciones que los chicos realizaron en los talleres escolares coordinados por Marisa Negri. Contiene además un valioso material relacionado con la poesía, que consiste en una serie de columnas que responden a la consigna ¿Cuándo empezó a escribir poesía y cómo sucedió?, especialmente escritas por los poetas Diana Bellessi, Mercedes Roffé, Alberto Muñoz, Javier Cófreces, María del Carmen Colombo, Leonardo Martínez, Claudia Prado, Eduardo Mileo, Angela Pradelli, Lucio Madariaga, Alejandro Méndez, Graciela Zanini, Ana Lafferranderie, Mercedes Araujo, Soledad Castresana, Julia Magistratti, Paula Aramburu, Romina Freschi, Sergio de Matteo, Joaquín Valenzuela, Carlos Aldazábal, Silvia Castro, Florencia Walfisch, Alejo González Prandi, Natalia Litvinova, Javier Galarza, Alejandra Correa, Marisa Negri, Valeria Cervero, Catalina Boccardo, Gabriela Franco, Marcelo Carnero, Victoria Schcolnik, Paulina Aliaga, Miguel Martínez Naón, Silvia Camerotto, José María Pallaoro y Gisela Galimi; además de las artistas visuales Inés Abeledo y Ana Adjiman, todos participantes de este Segundo Festival.



Si bien la revista será distribuida gratuitamente entre los alumnos y participantes del Segundo Festival, tiene también un precio de tapa para todos aquellos que quieran comprarla, y colaborar así con la compra de libros de poesía para las bibliotecas escolares.

El valor de la misma es de 20 pesos.

Pueden solicitarla por mail a: poesiaenlaescuela@gmail.com

martes, agosto 23, 2011

Peces del desierto, de Comodoro Rivadavia

Noveno número de la plaqueta de poesía "Peces del desierto": este sábado 27 de agosto, a las 18, en la Asociación Portuguesa, sita en la calle Belgrano 756, de la ciudad de Comodoro Rivadavia.


En esta oportunidad se contará con la presencia de los cuatro poetas editados en este número: Bruno Di Benedetto, de Puerto Madryn; Maritza Kusanovic, de Río Gallegos; Marina Pacheco, de Puerto Deseado, y Pablo Soto, de Comodoro Rivadavia.

Este día también se presentarán cortos audiovisuales de producción local, realizados y seleccionados por Mónica Baeza y Romina Santos. Ilustran el número: Agustín Huberty, César Barrientos, Emiliano Gunckel, Julieta Laztra, Alejandra Ferrada y Marisa Eylenstein.

El cierre musical estará a cargo de “Lúdico”, un trío de jazz integrado por Martín Villarroel (teclado), Pocho Paoliso (bajo) y Daniel Risoglio (saxo).

Entrada libre y gratuita.

Dos viernes de septiembre para agendar...

El viernes 2 de septiembre, a las  20, en Acevedo 1031, Villa Crespo, Curandera Ediciones presenta Matar un animal, reedición del libro de la poeta argentina Susana Villalba.

El viernes 9 de septiembre a las 19:30, en  Oliva Libros, Entre Ríos 548, Rosario, Argentina, se presentará el tan esperado libro, Queerland, de la poeta Gabriela De Cicco.




sábado, agosto 13, 2011

Miguel Hernández: No perdono a la muerte enamorada,/no perdono a la vida desatenta

Elegía
(En Orihuela, su pueblo y el mío
se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión mas grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedientas de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Y volverás a mi huerto y a mi higuera
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
de almendro de natas te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas
compañero del alma, compañero.

*Miguel Hernández (1910-1942).

viernes, agosto 12, 2011

Anuncio: Hilos editora, La familia china

hilos editora tiene la enorme alegría de anunciar que acaban de llegar de la imprenta los dos nuevos libros de su colección de poesía. Uno de ellos es la reedición, con inéditos, de La familia china, de María del Carmen Colombo, maravilloso libro. En breve anunciaremos el otro de los recién aparecidos.
Ilustración de tapa: Dolores Etchecopar.


jueves, agosto 11, 2011

Encuentro con la escritora Reina Roffé

El 18 de agosto, a las 19, en el CCEBA de la calle Florida 943, presentará su libro Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras, la escritora argentina Reina Roffé, quien desde 1988 reside en Madrid (España).
El acto contará con la participación de:  José Maristany, Diana Paris, Mónica Szurmuk y Marta Urtasun. Las lecturas estarán a cargo de Georgina Rey.
 
 
*Reina Roffé (Buenos Aires,1951). Estudió Periodismo y Literatura. Su primera novela, Llamado al puf, ganó el Premio Pondal Ríos al mejor libro de autor joven en 1973. También recibió en 1986, por La rompiente, el Premio Internacional de Novela Breve, otorgado por la Municipalidad de San Francisco, Córdoba. Obtuvo la Beca Fulbright para escritores en 1981 y la Beca Antorchas de Literatura en 1993. Además de su actividad como escritora y docente, ha ejercido el periodismo en diversos medios de la Argentina Sus cuentos y relatos aparecieron en diversas publicaciones y antologías en Europa y América. Actualmente coordina talleres de literatura; su última novela tiene por título El cielo dividido. Otras obras de su autoría son: Juan Rulfo: autobiografía armada (1973), ensayo; Monte de Venus (1976) novela; Espejo de escritores, entrevistas, 1984; Una ciudad gris y beige, etcétera. 

miércoles, agosto 10, 2011

II Festival Internacional Transpoesía

                                                        

  
Para mayor información, entrá en esta dirección:

martes, agosto 09, 2011

Bruno Schulz: La primavera, fragmento

I

He aquí la historia de una primavera que fue más auténtica, más deslumbrante y más violenta que las otras, que simplemente tomó en serio, al pie de la letra, su texto, ese manifiesto inspirado, escrito con un rojo de fiesta, el más claro, el del lacre y el calendario, del lápiz de color y del entusiasmo, amaranto de los telegramas felices de allá…

Cada primavera comienza así, con sus horóscopos enormes y embriagadores y que no están hechos a la medida de una sola estación; en cada primavera –digámoslo de una vez– hay todo esto: desfiles y manifestaciones interminables, revoluciones y barricadas; cada primavera es en un momento dado atravesada por un viento cálido de encarnizamiento, una tristeza, un encantamiento sin límites que busca en vano su equivalente en la realidad.

Más tarde, esas exageraciones y apogeos, esas acumulaciones y éxtasis entran en floración, se funden en la exuberancia de los follajes que se agitan en los jardines primaverales, en la noche, y el murmullo las absorbe. Así las primaveras se traicionan, sumergidas en los murmullos apagados de los parques en flor, en las crecidas y mareas; olvidan sus promesas, pierden una a una las páginas de su testamento.

Sólo esta primavera tuvo el coraje de durar, de permanecer fiel, de mantener todas sus promesas. Después de tantas fracasadas tentativas, anhelos, conjuros, quiso al fin establecerse verdaderamente, hacer explotar a través del mundo una primavera general y definitiva.

¡Viento, huracán de acontecimientos: el feliz golpe de Estado, días patéticos, espléndidos, triunfales! ¡Quisiera que el desarrollo de mi historia atrapara su ritmo animado, que adoptase el paso y el tono heroicos de esa epopeya, el ritmo de esa primaveral Marsellesa!

Insondable es el horóscopo de la primavera. Ésta aprende a leerlo de cien maneras a la vez, busca a ciegas, silabea en todos los sentidos, feliz cuando logra descifrar algo entre los engañosos pronósticos de los pájaros. Lee ese texto al derecho y al revés, perdiendo el sentido y volviendo a encontrarlo, en todas sus versiones, en miles de alternativas, de gorjeos y trinos. Su texto está por entero compuesto de elipsis, de puntos suspensivos trazados en el azul vacío, y, en los espacios entre las sílabas los pájaros deslizan sus caprichosas conjeturas y sus previsiones. Es por lo que mi historia, a imagen de ese texto, seguirá distintas vías ramificadas y será tejida con guiones, con suspiros y frases inacabadas.


II

En esas noches anteprimaverales, dilatadas y salvajes, cubiertas por un cielo inmenso, todavía austeras y sin aroma, conduciendo a través de los accidentes del firmamento hacia los desiertos estrellados, mi padre me llevaba a cenar al jardín de un pequeño restaurante, encerrado entre los muros ciegos de las últimas casas de la plaza que le daban la espalda.

Caminábamos bajo la luz húmeda de las farolas que vibraban ante los golpes de viento, a través de la gran plaza abovedada, solos, abrumados por la inmensidad de los laberintos celestes, perdidos y desorientados bajo los espacios vacíos de la atmósfera. Mi padre levantaba hacia el cielo su rostro inundado de una débil claridad y miraba con una tristeza amarga la grava de las estrellas diseminada, los torbellinos desatados. Sus densidades irregulares aún no se ordenaban en constelaciones, ninguna figura organizaba aquellas dimensiones estériles.

La tristeza de los desiertos estrellados pesaba sobre la ciudad, las farolas tejían la noche que se proyectaba en el suelo con haces luminosos, que ataban imperturbablemente, nudo tras nudo. Bajo las farolas, los transeúntes se detenían –ora dos, ora tres– en el círculo de luz que creaba en torno a ellos la ilusión efímera del comedor iluminado por su lámpara sobre la mesa, rodeados por una noche indiferente, inhóspita, que se dispersaba por arriba, y devenía un paisaje celeste inextricable, deshilachado por golpes de viento desoladores. Las conversaciones languidecían; con los ojos ocultos en la penumbra de los sombreros, sonreían, meditabundos, escuchando el murmullo lejano de las estrellas, que dilataba los espacios de esa noche.

En el jardín del restaurante los senderos eran de gravilla. Dos farolas de gas silbaban en sus postes.Vistiendo negras levitas, los señores permanecían sentados – dos o tres–, encorvados ante las mesas cubiertas de manteles blancos, con su mirada apagada fija en los relucientes platos. Inmóviles, calculaban los movimientos en el gran tablero negro del cielo, imaginaban los saltos de los caballos, las piezas perdidas y las constelaciones que enseguida ocupaban su lugar.

En el estrado, los músicos mojaban sus bigotes en jarras de cerveza amarga, apagados y silenciosos, sumidos en sí mismos. Sus instrumentos, violines y violonchelos de nobles contornos, yacían abandonados bajo el aguacero silencioso de las estrellas. A veces los agarraban con las dos manos, los probaban, los afinaban con la nota quejumbrosa de su pecho que verificaban carraspeando. Después los dejaban, como si los instrumentos no estuvieran todavía maduros, a la medida de aquella noche que seguía transcurriendo impasible. Entonces, en la marea baja de los pensamientos, entre el ligero tintineo de los cubiertos proveniente de las mesas blancas, un solo violín se alzó bruscamente, precozmente crecido, adulto; hace un momento tan quejumbroso y meditabundo, se mantenía ahora ante nosotros, esbelto, de talla fina, y, consciente de su misión, retomaba la causa humana diferida un instante, continuaba el proceso perdido ante el tribunal del firmamento donde se dibujaban con signos de agua las curvas y los perfiles de los instrumentos, fragmentos de llaves, liras y cisnes inacabados,1 imitativo comentario maquinal de las estrellas al margen de la música.

El señor fotógrafo, que desde hacía algún tiempo nos lanzaba miradas de inteligencia, vino finalmente a sentarse a nuestra mesa trayendo su jarra de cerveza. Nos dirigía sonrisas equívocas, luchaba con sus propios pensamientos, hacía tamborilear los dedos, perdía sin cesar el hilo de la situación. Sentíamos desde el primer momento cuánto había allí de paradójico. Ese campamento improvisado en el restaurante bajo los auspicios de las estrellas lejanas caía irremediablemente en quiebra, se hundía de modo miserable, no pudiendo hacer frente a las pretensiones de la noche que crecían con desmesura. ¿Qué podíamos nosotros oponer a aquellos desiertos sin fondo? La noche aniquilaba la empresa humana que el violín trataba en vano de defender, ocupaba el lugar vacío, disponía sus constelaciones en las posiciones conquistadas.

Veíamos el campamento de mesas en desbandada, el campo de batalla de servilletas y manteles abandonados que la noche franqueaba triunfal: la noche luminosa e incontable. Nosotros nos levantamos, mientras que, habiéndose adelantado a nuestros cuerpos, nuestro pensamiento corría ya tras el rumor de sus carros, tras el lejano y difuso rumor de sus grandes caminos claros.

Caminábamos bajo los cohetes de los astros, nuestra imaginación anticipando iluminaciones cada vez más altas. ¡Oh, el cinismo de la noche triunfante!

Habiendo tomado posesión de todo el cielo, jugaba ahora al dominó, sin apresurarse, sin contar, recogiendo con desdén los millones ganados. Después, aburrida, trazaba sobre el campo desolado miles de garabatos traslúcidos, caras sonrientes, siempre una única y misma sonrisa que, en algunos instantes, ya eterna, pasaría a las estrellas para perderse en su indiferencia. Nos detuvimos en la pastelería para comprar dulces. Apenas habíamos traspasado la puerta acristalada, resonante, con un interior blanco, frío, lleno de golosinas brillantes, cuando la noche detuvo de golpe todas sus estrellas, bruscamente atenta, curiosa de saber si no iríamos a escaparle. Nos esperó todo ese tiempo pacientemente, montando guardia delante de la puerta, haciendo brillar a través de los cristales los planetas inmóviles, mientras que nosotros escogíamos los dulces tras una madura reflexión. Fue entonces cuando vi a Bianka por primera vez. Acompañada de su institutriz, permanecía de pie cerca del mostrador, en vestido blanco, de perfil, delgada y caligráfica, como salida del Zodíaco. Manteniendo una pose característica de joven altiva, no se volvió y siguió comiendo un pastel de crema. Todavía bajo la influencia del zigzag de las estrellas, no la veía con claridad. Así se cruzaron por primera vez nuestros horóscopos, aún muy enredados. Se encontraron y se separaron insensiblemen te. Aún no habíamos comprendido nuestro destino en ese temprano aspecto astral y salimos haciendo resonar la puerta acristalada.

Regresamos después por un camino apartado, atravesando un lejano suburbio. Las casas eran cada vez más bajas y dispersas; finalmente, las últimas estaban separadas y entramos en un clima diferente. De súbito, nos encontramos en medio de una primavera suave, de una noche tibia que plateaba el fango con los rayos de una luna joven, malva pálido, apenas surgida.

Esa noche se anticipaba con un apresuramiento febril a sus fases ulteriores. Hace un momento sazonada con el sabor acre habitual de la estación, el aire se tornó repentinamente suave, insípido, impregnado de los olores de la lluvia, de la tierra húmeda y de las prímulas que florecían en la blanca luz mágica. Era igualmente extraño que bajo aquella luna generosa la noche no llenase aquel plateado fango con el desove gelatinoso de las ranas, que no abriese las ovas, o hiciese hablar a las miles de pequeñas y locuaces bocas diseminadas por los espacios pedregosos, donde en los menores intersticios rezumaban los hilos brillantes de una dulcedumbre agua. Hay que adivinar, añadir el croar al rumor de las fuentes, a los temblores secretos. Un momento detenida, la noche se puso en marcha, la luna estaba cada vez más pálida, como si hubiera vertido su blancura de una copa a otra, cada vez más alta y luminosa, cada vez más mágica y trascendente.

Caminábamos así bajo la gravitación creciente de la luna. Mi padre y el señor fotógrafo me habían tomado entre ellos, porque me caía de sueño. La tierra húme da crujía bajo nuestros pasos. Yo dormía desde hacía algún tiempo, encerrando bajo los párpados toda la fosforescencia del firmamento barrido por signos luminosos, por señales y fenómenos estrellados, cuando finalmente nos detuvimos en pleno campo. Mi padre me acostó sobre su abrigo extendido en el suelo. Con los ojos cerrados, veía el sol, la luna y once estrellas alineadas en el cielo para el desfile, que marchaban delante de mí.

–¡Bravo, Józef!– exclamó mi padre aplaudiendo. Fue un plagio evidente aplicado a otro Józef,4 en circunstancias muy distintas. Nadie me lo reprochó. Mi padre –Jakob– movió la cabeza y chasqueó la lengua, el señor fotógrafo colocó su trípode en la arena, abrió el fuelle de la cámara y se metió bajo los pliegues de tela negra: fotografiaba ese fenómeno extraordinario, ese horóscopo brillante en el cielo, mientras que yo, con la cabeza bañada en la claridad, estaba tendido sobre el abrigo, inerte, sosteniendo ese sueño el tiempo de la exposición.

III

Los días se hicieron largos, claros y amplios, casi demasiado amplios visto su contenido, indefinido y pobre. Eran días llenos de espera, palideciendo de aburrimiento e impaciencia. Un soplo claro, un viento brillante atravesaba su vacío que aún no era turbado por los senderos de los jardines desnudos y soleados, limpiaba las calles tranquilas, largas y claras, barridas como los días de fiesta y que, también ellas, parecían esperar una llegada, todavía desconocida y lejana. El sol se dirigía lentamente hacia el equinoccio, ralentizaba su curso, alcanzaba la posición en la que debía detenerse en un equilibrio ideal, arrojando torrentes de fuego sobre la tierra desierta.

Un soplo infinito recorría el horizonte en toda su extensión, disponía los setos y las avenidas a lo largo de las líneas puras de las perspectivas y se detenía al fin, sofocante, inmenso, para reflejar, en su espejo que abrazaba el mundo, la imagen ideal de la ciudad, fatamorgana sumida en su anfractuosidad luminosa. El universo se inmovilizaba un instante, sin aliento, ciego, queriendo entrar todo entero en esa imagen quimérica, eternidad provisoria que se abría ante él. Pero el segundo feliz pasaba, el viento rompía su espejo y el tiempo volvía a tomarnos en su posesión.

Llegaron las vacaciones de Pascua, interminablemente largas. Liberados de la escuela, deambulábamos por la ciudad sin necesidad ni fin, sin saber aprovechar la libertad vacía, imprecisa, inutilizable. No encontrando nosotros mismos definición, esperábamos una del tiempo que, embrollado en miles de respuestas equívocas, tampoco él sabía encontrar.

Se habían dispuesto ya las mesas en la acera delante del café. Las señoras con vestidos claros estaban sentadas y aspiraban el viento a pequeños tragos, como se degusta un helado. Las faldas flotaban, el viento les mordisqueaba el dobladillo como un cachorro furioso, las mejillas de las señoras se sonrosaban, el viento seco quemaba sus rostros, agrietaba sus labios. El entreacto duraba todavía y su gran tedio, el mundo se acercaba suavemente, con angustia, a una frontera, llegaba –demasiado pronto– a un objetivo y esperaba.

En aquellos días, teníamos todos un apetito de ogro. Deshidratados por el viento, nos precipitábamos en la casa para devorar grandes rebanadas de pan con mantequilla, comprábamos en la calle rosquillas crujientes y frescas, durante horas permanecíamos sentados en fila, sin un pensamiento en la cabeza, bajo el amplio porche abovedado de un inmueble de la plaza del mercado. Entre las arcadas bajas se veía la plaza blanca y limpia. Los toneles de vino estaban alineados a lo largo del muro y olían bien. Repiqueteando con el pie sobre las planchas de madera, entorpecidos por el tedio, nos sentábamos en el largo mostrador en el que, los días de mercado, se vendían las pañoletas abigarradas de las campesinas.

Repentinamente, Rudolf, con la boca llena de rosquillas, sacó de un bolsillo interior su álbum de sellos y lo abrió ante mis ojos.


IV

En aquel momento, comprendí por qué esa primavera había sido hasta entonces tan vacía, tan cerrada y tan sofocante. Inconscientemente, se silenciaba, se callaba, retrocedía, dejaba el sitio libre, se abría enteramente como un espacio puro, un azul sin opiniones ni definiciones, forma asombrada y desnuda que esperaba un contenido misterioso. De ahí procedía esa neutralidad azul, como despertada en sobresalto, esa inmensa disponibilidad. Esa primavera estaba a punto, amplia, desierta y disponible, sin aliento y sin memoria: aguardaba la revelación. ¿Quién hubiera podido prever que saldría, deslumbrante y adornada, del álbum de sellos de Rudolf?

Eran abreviaciones y fórmulas extrañas, recetas de civilizaciones, amuletos de bolsillo en los que se podía agarrar con dos dedos la esencia de los climas y de las provincias. Eran órdenes de pago en imperios y repúblicas, en archipiélagos y continentes. ¿Qué poseían de más los emperadores y usurpadores, los conquistadores y dictadores? Súbitamente sentí la dulzura del poder, el acicate de esa insatisfacción que sólo el gobierno de las tierras puede saciar. Con Alejandro el Grande yo deseé el mundo. Y ni una pulgada menos, todo el mundo.

V

Sombrío y ardiente, colmado de un áspero amor, recibía el desfile de la creación: países en marcha, comitivas brillantes que veía a intervalos, a través de eclipses púrpuras, aturdido por los golpes de la sangre que gol peaba en mi corazón al ritmo de esa marcha universal de todas las naciones. Rudolf hacía desfilar ante mis ojos batallones y brigadas, organizaba la parada con celo, con dedicación. Él, el dueño de ese álbum, se degradaba voluntariamente, descendía al rango de un ayuda de campo, recitaba su informe solemnemente, como un juramento, cegado y desorientado en su rol ambiguo. Finalmente, en un arrebato, empujado por una magnanimidad desmesurada, colocó en mi pecho –como si se tratara de una medalla– una Tasmania rosa, resplandeciente como el mes de mayo, y un Hajdarabad plagado de alfabetos extraños, entrelazados.


VI

Fue en aquel momento cuando tuvo lugar la revelación, aquella visión bruscamente descubierta de la belleza del mundo; fue entonces cuando llegó la buena nueva, el mensaje secreto, esa misión especial de poderes incalculables.

Se abrieron de par en par los horizontes llameantes y severos hasta cortar el aliento, el mundo temblaba y centellaba, se inclinaba peligrosamente, amenazando con romper todas las reglas y todas las medidas.

¿Qué es para ti, querido lector, un sello postal? ¿Y qué el perfil de Francisco José I con su calvicie ornada por una corona de laurel? ¿Acaso no es el símbolo de la grisalla cotidiana, límite de todas las posibilidades, garantía de fronteras infranqueables donde el mundo ha sido encerrado de una vez y para siempre?

En aquella época, el mundo estaba cercado por Francisco José I y no había salida que llevara más allá. Ese perfil omnipresente e inevitable surgía en todos los horizontes, aparecía por todos los rincones de las calles, cerraba el mundo con llave como una prisión. Y he aquí que, en el momento en que nosotros ya habíamos perdido la esperanza, cuando llenos de una amarga resignación habíamos aceptado la univocidad del mundo, su estrecha invariabilidad cuyo poderoso garante era Francisco José I, en aquel momento, oh Dios mío, abriste súbitamente ante mí ese álbum de sellos como una cosa anodina, me has permitido echar una mirada fugaz sobre ese libro fascinante, sobre ese álbum que abandonaba su ropaje a cada página, cada vez más cegador, cada vez más conmovedor… ¿Quién va a reprocharme por haber quedado deslumbrado, paralizado por la emoción, que las lágrimas corriesen de mis ojos bañados de claridad? ¡Oh, relatividad maravillosa, acto copernicano, fluidez de las categorías y las nociones! ¡Así, oh Dios mío, has permitido tantos modos, incontables, de existencia! Es más de lo que yo había soñado en mis sueños más locos. ¡Así se hizo verdad esa anticipación del alma que, contra toda realidad, se obstinaba en creer que el mundo era infinito

lunes, agosto 08, 2011

Diversos

Viernes, 19 de agosto, a  las 19:00, en la Biblioteca Ricardo Güiraldes, Talcahuano 1261 -entre Arenales y Juncal-.
Presentación de Diversos.



TINTA NEGRA EDICIONES

jueves, agosto 04, 2011

Salió "Queerland"el nuevo libro de la poeta Gabriela De Cicco

Ya salió Queerland, el nuevo libro  de poemas de la poeta rosarina Gabriela De Cicco, editado por Editorial Hipólita.

Si mañana, viernes 5 de agosto, andás por Madrid, podrás escuchar a Noni Benegas y Antonio Romar

Mañana, viernes 5 de agosto, a las 22, en la ciudad de Madrid, Marabunta Summer Poetry Festival, leerán sus poemas Noni Benegas y Antonio Romar. La cita es en Torrecilla del Leal, 32, Metro: Lavapiés o Antón Martín, España.
Luego de la lectura se habilitará el micrófono abierto.