miércoles, noviembre 23, 2016

Editorial Botella al Mar celebra 70º Aniversario


Paul Celan: Habla tú también,

Habla tú también,
habla como el último,
di tu palabra

Habla –
No separes el NO del SÏ.
Da a tu palabra también el sentido:
dale las sombras.

Dale bastantes sombras,
dale tantas
como sepas repartirlas en torno a ti entre
medianoche y mediodía y medianoche.

Mira alrededor:
ve, cómo lo viviente deviene entorno.
¡Con la muerte! ¡Lo viviente!
Verdad habla quien sombras habla.

Pero ahora se contrae el lugar donde estás:
¿Adónde ahora, despojado de sombras adónde?
Sube. Tantea en lo alto.

¡Delgado te vuelves, desconocido, fino!
Fino: un hilo,

del cual quiere descender la estrella
para nadar debajo, debajo,
donde ella se ve nadar: en el oleaje
de errantes palabras.

*Del libro De umbral a umbral (1955). Poema incluido en el libro Muerte en fuga y otros poemas (Ed. Último Reino, Buenos Aires, 1989).

*Selección y traducción: Rogelio Bazán.

martes, noviembre 22, 2016

Reyna Domínguez: Anotación




6




No me importaría durar
lo que una mariposa
24 horas
o 12
una sola noche
una madreselva, una aturdida tarde
una vez
en la que sin comer ni beber
alcance a cazar al vuelo
una palabra perfecta.



*Reyna Domínguez (Prov. de  San Juan 1950). Publicó:  Nuestro tiempo sin tiempo (1976),  Más que un yo, (2001), Envivir  (2009), La luz en la pared. Integra: antología de poetas de San Juan, como  Desde la Gente, Ed. Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Bs As, 2001; Antología Poética Sanjuanina, U.N.S.J., 1998; Poesía Contemporánea de Los Andes - Antología Argentino-Chilena, 2005; Legado de Poetas - Poesía Social Argentina,  1956-2006- Ediciones Patagonia, Bs As, 2007;  Entonces, aquí - 22 poetas de San Juan, Edit. EFU, San Juan,2012; Poesía Argentina Contemporánea, Tomo I,  Fundación Argentina para la Poesía, Bs. As., 2013.

**El poema que se transcribe figura en la Antología federal de Poesía (Región Cuyo Andino).

lunes, noviembre 21, 2016

EDICIONES PEN PRESS presenta




Este jueves 24 de noviembre de 2016, se presentarán las plaquettes de Mercedes Álvarez, Eduardo Mileo, María Del Carmen Colombo y del poeta esloveno Dane Zajc, en traducción de Florencia Ferre, publicadas por EDICIONES PEN PRESS.


Espacio Enjambre, Acuña de Figueroa 1656, 1413 Buenos Aires, a las 20.

Consejo Federal de Inversiones: Antología Federal de Poesía. Compilador Samuel Bossini

Ya se publicaron 3 tomos. De la Región Patagónica, Nordeste  y región Cuyo Andino.

domingo, noviembre 20, 2016

Suleika Ibáñez: Poema VI

VI

Saqué un puñal del espejo y le corté la cabeza
a papá.
Me fui de urgencia a mis citas con asuntos
doradamente de actualidad.
Ni idea por qué desagües de extramuros navegarán
sus ojos, ya coágulos de luna o chocolate.
Mi amor por papá corre en las estatuas a la azucena
de los lavabos. El jabón es un remolino
de iris y olvido.
Viviré en mi cuerpo, ya sin la hegemonía
de una sombra.
Como el viajero que ve dormirse al piloto
del avión,
y con torpeza y terror toma el comando de la noche.




*Poeta uruguaya
** del libro Experiencias con ángeles y demonios.

lunes, noviembre 14, 2016

María del Carmen Colombo: Reportaje Página/12. Suplemento Cultural: lunes 15/11/2016










Por Silvina Friera

La infancia es una música obstinada en manos de la poeta María del Carmen Colombo. Antes de escribir y leer, aprendió a tocar el piano, como Magdalena, la niña protagonista de su bellísima primera nouvelle El cuaderno de música (Cienvolando). La supuesta distancia de la tercera persona, como espejada en la lejanía, deviene proximidad íntima a la manera del “yo es otro” de Arthur Rimbaud. “Lo que empezó como un juego se transformó en una fastidiosa obligación. Y después en un estado de necesidad que la impulsaba a tocar durante horas. Parecía que alguien quería sonar a través de ella. ¿Mozart? ¿Chopin? Sentía en su cuerpo la fuerza de una posesión. Alguien, o Algo, dirigía sus manos, las hacía volar sobre el teclado, muchas veces en contra de su voluntad. De ese estado de trance pasaba al agotamiento. Casi como una médium después de una sesión”. El poder de la vida para Magdalena –a la futura poeta los padres le decían que “lloraba como una Magdalena”– está en la música y en las palabras. “Ahora, sentada frente al piano y mientras acaricia el teclado, se le ocurre que la música era algo así como una flecha, lanzada por las cuerdas ni bien apretaba las teclas con sus dedos. Una flecha esperanzada –se dice–, como toda flecha, en dar en el blanco, en herir a su presa. Así fue entonces, hasta que descubrió que la música, su música, a nadie iba a encontrar en el camino, que su trayectoria solo iba a conducirla a sí misma. Y es por eso que un círculo ocupa ahora el lugar de la flecha, un círculo de sueño, un círculo mágico”.
   MARÍA DEL CARMEN COLOMBO HABLA DE SU NOUVELLE EL CUADERNO DE MÚSICA
“El libro para mí es una voz que te está hablando”
La poeta y narradora logra momentos memorables en su ficción. De la mano del personaje Magdalena, pianista como ella, potencia en imágenes literarias el universo sonoro de las experiencias de la infancia.


En el prólogo de El cuaderno de música, el poeta Eduardo Mileo plantea que para Magdalena “la música será su amuleto, su talismán contra la desgracia”. “Un oráculo al que acudirá cuando el viento traiga la inundación, y con ella, sus sonidos. Desordenados, percusivos, una música de destrucción. Sonidos que traen nuevas voces desesperadas y cadáveres que, como los pájaros de una sola pata, inundarán su pentagrama. Entonces habrá que hacer borrón y cuenta nueva. Escribir la partitura de una nueva vida. Crear la nueva vida que nos devuelve la música”. Los elegantes dedos de las manos de Colombo se despliegan como un abanico de sentimientos cuando pulsa en el aire las teclas de un piano imaginario. Este año también se editó una Antología poética en la colección “Poetas contemporáneos” del Fondo Nacional de las Artes que incluye, además de una sección con inéditos, poemas de La edad necesaria (1979), Blues del amasijo (1985), Blues del amasijo y otros poemas (1972), La muda encarnación (1993) y La familia china (2000). “El personaje de Magdalena tiene que ver conmigo; busqué una tercera persona después de haber probado con una primera persona”, cuenta la poeta y narradora en la entrevista con PáginaI12. “Yo hice un taller con Hebe Uhart que me desasnó. Tuve que leer y aprender mucho porque después de La familia china me quedó un deseo de narrar. La idea de narrar para mí era como llenar la página de letras; pero no quería hacer prosa poética, quería escribir narrativa”.
–¿”El cuaderno de música” es una novela sobre la música de la infancia?
–Sí, es algo así. Me quedó una nouvelle en tres partes en las que, contando el aprendizaje de esta chica y sus experiencias con el piano, estaba contando mi aprendizaje para ingresar en otro género, que es la narrativa. En la primera parte, hay fragmentos que a veces tienen que ver entre sí, pero a veces no. Después en “Pequeño concierto” hay historias en base a anécdotas que tienen el nombre de una pieza musical. Al final, en “Primavera en mitad de invierno”, título de un verso de T.S.Eliot –“esta primavera no entra en el contrato del tiempo”–, hay un tiempo que sería el de la ficción, que no figura en el almanaque. Y ahí hago dos narraciones más largas que suceden en primavera. Cuando empecé a narrar, no podía salir de los fragmentos, pero después me fui animando a contar historias un poco más extensas. Parece que se me soltó el hilo y pude, por fin, contar una historia. Ahora me siento escritora.
–¿Por qué? ¿Antes no era escritora?
–No sé, qué se yo… Poeta sí me siento… Me gustan los desafíos y me gusta aprender.
–Como advierte la narradora de “El cuaderno de música”, es verdad que es “una mujer de manos grandes”…
–Sí, heredo las manos de mi papá, pero el piano también me dio cierta flexibilidad. Antes de aprender a leer ya tocaba el piano. Me llevaron aprender a una profesora de barrio y aprendí fácilmente. El piano me fue acompañando toda la infancia y la adolescencia, hasta más o menos los treinta años. Yo tenía un piano, pero me separé y el piano quedó en mi ex casa… El cuaderno de música es un libro digno para mí; con eso me conformo porque la narrativa es un género muy difícil, no es lo mismo que la poesía, es otra cosa. Me hizo muy feliz escribir el libro. Que alguien me lo pidiera para editar no estaba en mis planes. Me dio una gran satisfacción sin buscarlo.
   Hay momentos memorables en la nouvelle de Colombo, hallazgos narrativos de una formidable escritora y poeta que logra acunar las imágenes para potenciar el universo sonoro de las experiencias de la infancia. “Magdalena descubrió que cada objeto tenía un sonido propio, solo había que hacer silencio para distinguirlo. Con algunos, como la heladera, era muy fácil. Pero otros, como el caracol, había que llevarlos a la oreja –revela la narradora–. Con el tiempo pasó con los libros, cuando no entendía qué decían, suponía que era por el volumen demasiado bajo de la voz que hablaba en esas páginas. Entonces Magdalena acercaba su oreja a la página para escucharla mejor. Se quedaba dormida en el intento, sentada a la mesa de la cocina”. Sonríe y confirma que de niña creía que todos los objetos tenían un sonido. “Cuando no entendía algo, me ponía el libro en el oído, porque cada objeto tiene su propio lenguaje, su propia música o su propia voz. Me parecía que cuando no entendía algo es porque hablaba bajo y tenía que acercar la oreja. El libro para mí es una voz que te habla”.
–¿Por qué en “Mozart: marcha turca” Magdalena ve un afiche que pide “¡Libertad a Vallese!”?
–Felipe Vallese fue el primer desaparecido. Como en esa parte del libro se menciona el genocidio armenio por un vecino armenio, el hijo del zapatero que nos hablaba de las matanzas, cuando yo tocaba “La marcha turca” en un principio me provocaba pesadillas. Mi mamá me decía que eso había pasado en otro país y que acá nunca iba a pasar, que me quedara tranquila. Pero acá también hubo un genocidio. Yo recuerdo esos carteles con la cara achinada y los bigotes de Vallese… Lo curioso es que mi mamá hizo muchísimo para que yo estudiara piano: me pagaba los profesores, me mandó al conservatorio nacional, pero nunca me escuchaba tocar y no me decía nada. Magdalena siente que toca para nadie, que es un poco también el sentido de la escritura, que uno tiene un lector interior y nunca escribe solo porque está acompañado por una manifestación de gente: vivos, muertos, y por textos que va leyendo. Supongo que para alguien escribo, pero no he detectado el destinatario íntimo.
–En “Chopin: Vals del minuto” Magdalena toca el piano en una reunión de militantes políticos para “cubrir con sonidos las voces prohibidas”. ¿Es la recreación de una experiencia personal?
–Sí, por eso está dedicado a Mónica Valdés, que también es poeta y fue testigo de ese hecho. Mónica era militante del PCR (Partido Comunista Revolucionario), pero no tocaba el piano. Primero empecé a militar en el PCR y después, cuando me fui, pasé al peronismo. Yo nunca participé de una agrupación armada porque no estaba de acuerdo con la lucha armada. A través de una agrupación de telefónicos de (Julio) Guillán, donde estaban Germán Abdala y Víctor De Gennaro empezamos a trabajar con los gremios antivandoristas; ayudábamos en la organización de las agrupaciones antivandoristas para ganar los gremios.
–¿Cómo fue la experiencia del Grupo de Poesía El Ladrillo en los años 70?
–Hicimos muchas actividades con Vicente Muleiro, Jorge Boccanera y Adrián Desiderato, entre otros poetas, en lugares más populares. Íbamos a leer a clubes de barrio, lo que no quiere decir que descuidáramos nuestra poesía. Yo era la única mujer del grupo y no estaba tan comprometida todavía con la poesía. Escribir siempre escribí; el primer poema que publiqué, “Adiós en el 74” (ver recuadro) salió en El cronista comercial y me lo publicó Leónidas Lamborghini sin conocerme, porque un amigo le llevó el poema que escribí cuando murió Perón. Yo no le di mucha importancia. Lo escribí sentada en el cordón de la vereda, mientras esperaba en la cola del velatorio de Perón, al que nunca llegué a entrar. Sentir el compromiso con la poesía es darse cuenta de que uno entró en un terreno que tiene otras reglas. Ahora siento que eso es lo que soy: mi escritura. Sea mala o sea buena, quede o no quede. No importa, ¿comprendés? Es una apuesta en la que nadie te puede garantizar nada. Cuando escribo poesía, no entiendo lo que escribo.
–¿Es mejor no entender?
–No sé… pero me hace sufrir (risas). Además, siento un abismo porque escribo sin red. La poesía se escribe sin red, eso es lo que me pasa a mí. En cambio al escribir narrativa sentía que tenía más injerencia sobre el texto. ¿Por qué? Uno tiene la ilusión de que hay una red en la historia o el personaje, que da un control entrecomillas. En cambio la poesía es un vértigo. Hay poemas que los he entendido después de editados, me pasa eso como poeta. Tuve la ilusión de que en esa red narrativa podía flotar mejor.
–¿Cómo definiría su escritura poética? ¿En qué tradición de la poesía argentina la inscribiría?
–Yo empecé con la tradición de (Juan) Gelman, con lo que alguna vez se llamó el coloquialismo, pero cruzado con lo lírico. A mí me gusta que mis poemas tengan lirismo, aunque en los 90 fue muy rechazado. El lirismo es necesario para mí. Hay toda una poesía conversacional que deja de lado el lirismo, que no le gusta. Yo me defino en el cruce entre el coloquialismo y el lirismo.
–¿Viene de familia peronista o se hizo peronista por el antiperonismo de sus padres?
–Yo me hice peronista. Vengo de una familia muy antiperonista, no a nivel de militar en contra del peronismo, sino que tenía presente esa idea de los inmigrantes de que el peronismo era de “los cabecitas negras”. Toda mi familia era de River y yo salí de Boca (risas). Mi papá era muy amigo de (Ricardo) Balbín. Cuando no tuvo trabajo, durante la época de Perón, Balbín le prestó plata. Cuando fui a Ezeiza por el regreso de Perón, mi mamá me decía: “¿qué te da Perón? Si cuando tu padre no tuvo trabajo, fue Balbín el que nos dio la plata”. Yo le preguntaba a mi papá por qué era antiperonista, “si Perón te dio el aguinaldo, te dio las vacaciones”, pero él no me sabía contestar y lo ponía en un aprieto…
–Quizá tiene que ver con los imaginarios de clase, ¿no? Su padre se ubicaba en la clase media y veía al peronismo como “cosa de negros” y pobres.
–Sí, es así, no había forma de convencerlo. Tengo un hermano anarquista y hermanas radicales, pero yo salí peronista de principio a fin. Y kirchnerista también, porque creo que Néstor Kirchner le dio doce años más de vida no sólo al país entero, sino al peronismo. Acordate lo que era el peronismo en 2001, ahora volvimos otra vez a lo mismo, a gente que ha olvidado cuál es la columna vertebral ideológica del peronismo. Me parece que se es muy injusto cuando se lo trata a Kirchner de “ladrón”, con una moralina muy hipócrita, y no se le reconoce que gracias a él todavía puede el peronismo sacar la cabeza porque sino le hubiera pasado lo que le pasó al radicalismo en 2001. Vamos a ver qué queda de todas estas denuncias dentro de dos o tres años. Desde ya que no voy a defender a un ladrón, pero me parece que hay un ajuste de cuentas, una revancha. 


La ficha

María del Carmen Colombo nació en Buenos Aires en 1950. Integró el grupo de Poesía El ladrillo y ha publicado La edad necesaria, Blues del amasijo, La muda encarnación y La familia china, entre otros poemarios. Leyó mucho a Alejandra Pizarnik y a Olga Orozco. “No sé si Alejandra hubiera existido sin Orozco… eso nunca se sabe. A Alejandra no la conocí, pero sí tuve el privilegio de conocer a Orozco”, cuenta la poeta que reconoce el impacto que le generaron las lecturas de Leónidas y Osvaldo Lamborghini. “De chica leía mucho a Baldomero Fernández Moreno y Alfonsina Storni. Me gusta leer poetas líricos como Saint-John Perse. De los latinoamericanos me interesan Jaime Sabines, Vicente Huidobro, y una poeta uruguaya extraordinaria que admiré siempre, poco reconocida, Suleika Ibáñez, que murió hace poco. Me gusta Juan Rulfo, siempre leí su obra como si fuera poesía”. De las poetas contemporáneas menciona a dos fundamentales: Irene Gruss y Diana Bellessi. Colombo ha recibido el Premio de Poesía V Centenario (1992) y una Mención Especial en el Premio Nacional de Poesía. Integra el consejo editorial de Hilos Editora y coordina talleres literarios desde 1980.

Para que puedan leer la entrevista a Maria Del Carmen Colombo en que le cuenta a Silvina Friera sobre su nouvelle El cuaderno de música. Es una muy bella entrevista.

Página/12: Reportaje

Tapa Suplemento Cultura diario Página/12
lunes 15 de noviembre 2016
https://www.pagina12.com.ar/2916-el-libro-para-mi-es-una-voz-que-te-esta-hablando

Disculpen al auto bombo pero el diario Pagina/ 12 publicó el reportaje que me hiciera la periodista Silvina Friera. Va con una foto mía grande como toda la página, todavía no he podido acceder para subirlo a mi blog.
Por suerte pude comprar el diario, para leerlo más tarde claro, porque ahora me tiemblan hasta las pestañas!

sábado, noviembre 12, 2016

Teresa Arijón*: Amor






Gracias Marcelo Carnero

I
No cabía en sus manos, no cabía en sus pies, no cabía en su
alma cuando vino. Como una cebra montaraz, pequeña, como
el pelaje de una oveja descarriada. Como escribir un poema
en la mañana fría; como no escribirlo y dejar que suceda.

II
Deshizo para siempre el emblema de la memoria e incendió
las tierras alambradas, buscó el néctar pasado entre el humo
y no encontró nada. Antes de irse, rompió el cántaro y selló
la fuente.

III
Vino y trajo el mundo nuevo, y hablamos de ciudades como
cartas marcadas, de Praga y de Lisboa y del tren que nos
llevaría a Cascais mientras leíamos como si fuéramos un
poeta cetrino y su fantasma. Como si fuéramos la piedra y
la honda. La taza de plata de la que bebe el ogro y la medalla
de oro que luce la ogresa. Lo que se oculta y nombra. Lo que
nombra y lleva.

IV
Vino como el tumulto salvaje del corazón salvaje, y me hizo
conocer el relámpago y la selva verdadera, y olimos el aire de
una gruta donde duermen murciélagos centenarios.
Vino para hacerme tocar el río austero, enemigo y reflejo del
cielo. Vino para nombrar a Héspero, la mirada del vigía
en la tormenta, el filo del cuchillo en la penumbra de una
casa ajena.
Vino para secar el mar amargo, para que la sagrada espesura
del bosque vuelva a cerrarse, para que el lobo rompa su
clausura como quien congela el metal de un candado

y lo parte en dos.

*Poeta argentina contemporánea.

Libro recomendado y pedido

Si alguien pudiera conseguir este libro, le agradecería se comunique conmigo, María del Carmen Colombo. Quisiera comprarlo. Muchas gracias!

Agenda poética de noviembre

8 al 22 de noviembre. Reconquista 751, PB 14, Muestra de Alfredo Rosenbaum. Lunes a viernes de 19 a 21. "En la cabeza del pequeño Alfredo"













                                         

Lunes 14 de noviembre, a las 19. Centro Cultural de la Cooperación.
                                              Ediciones del Dock presenta la novela de Gloria Arcuschin.
                                               Se referirán a la obra: Susana Cella y Alejo Arcuschin.
Cierre: Bárbara Pereyra: "Trashumancia. Danza- Intervención" (Flamenco)-Basado en la novela Cambio de Lugar.









Miércoles 16/11, a las 19, Mediateca 2 piso.
Ediciones en Danza presenta: Poemas de amor, de Paul Eluard.
Edición bilingüe, diferentes traductores.










17 de noviembre, 1930, en MU Punto de Encuentro. Hipólito Yrigoyen 1440. Presentación del nuevo libro de la poeta rosarina Gabby De Cicco: La tierra de los mil caballos.









Sábado 19 de noviembre, 20.30. Gorlami Bar Cultural, Balcarce 971.
La Gran Nilson presenta el libro A nadie le importa, de Fernando Gabriel Caniza.
Participan Claudia Masin, Florencia Abadi y Pablo Krantz.





Jueves 24 de noviembre a las 20. Espacio Enjambre, Acuña de Figueroa 1656.
Ediciones Pen Press, presentará las plaquetas de los poetas Eduardo Mileo, Mercedes Alvarez, Maria Del Carmen Colombo y del poeta esloveno Dane Zajc, en traducción de Florencia Ferre.

lunes, noviembre 07, 2016

Gabby De Cicco presenta: La tierra de los mil caballos


Si andás por Rosario, hoy, martes 8 de noviembre, pordés llegarte hasta el Pichangú Bar, calle Salta 2599, de la ciudad de Rosario, donde se presentará el nuevo libro de la poeta Gabby De Cicco, La tierra de los mil caballos" . Presentadores: Javier Gasparri, Cristian Molina y la editora.

viernes, noviembre 04, 2016

Alfonsina Storni: Oh mar, dame tu cólera tremenda, / Yo me pasé la vida perdonando,





Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.


jueves, noviembre 03, 2016

Ed. Cienvolando: María del Carmen Colombo: El cuaderno de música en librerías

A partir del 15 de noviembre podrás adquirir El cuaderno de música, nuevo libro de María del Carmen Colombo en todas las librerías. 


"¿Y si su madre no la escucha?, ¿tocar para qué?¿Para acallar el sonido estridente de la sirena de barcos y fábricas?¿Para espantar los ruidos de la casa?¿Para tapar los sonidos de la discordia familiar?¿O acaso para aplacar los rumores de su cuerpo, los latidos de su corazón? Pero ella toca, toca el piano. Hunde sus manos en el teclado, los pies en los pedales. Está en el centro de la música, en manos solo de sus manos."

miércoles, noviembre 02, 2016

Liliana Ponce: Sobre El privilegio de los años, de Graciela Perosio,

Sobre El privilegio de los años,
de Graciela Perosio,
Ed. Leviatán, Bs. As., 2016


El privilegio de los años, de Graciela Perosio, comienza y termina con dos textos en prosa que dan enmarcan y orientan una posible lectura del libro. El primero –presente también en Escampa, el corazón, la antología personal de la poeta publicada hace unos meses–, expone en tercera persona metáforas e imágenes acerca del tiempo y su impacto en las vivencias –y alude a esa construcción como trama, bordado, tela desplegada. El otro, de cierre, escrito en primera persona, remite también metafóricamente, a la obra como casa construida, y al río de lágrimas que desde ella se vislumbra y que, por último se trastoca en risa.

Pero sumergiéndonos ya en la serie de poemas que conforman el cuerpo del libro, observamos algunos ejes que lo recorren y lo articulan el libro.

El primero sostiene la conciencia del paso del tiempo –ese transcurrir que lo humano, se sabe, conoce tanto por saberse en un cuerpo desgastado, como por contemplarse en un espejo de vías atravesadas. Con los años, se ha perdido la intensidad de las vivencias, y la ansiedad o el temblor ya no tienen ese ardor que nos representaba en debilidad –aunque ese punto es, justamente, lo que nos permite abordar otros estadios. Dice Perosio en uno de sus primeros poemas:

(pensar que venimos
del irreverente deseo
de los cuerpos
y ahora, ya cansados
se aquietan
entonces, descubrimos
el inextinguible anhelo
de las almas)

En los poemas prevalece el yo, la primera persona. A veces se va hacia un nosotros inclusivo, estableciendo un diálogo con el lector, esperando su anuencia. Y eso está reforzado en el comienzo del libro, que parte como si fuera evaluación o balance, y desde allí despliega su recorrido.
Ligado al lugar del sujeto poético, está el de la identidad –reconocerse en el propio cuerpo, en el recuerdo y en la mirada del otro. La entidad del yo, que tanto sostiene en nuestra cultura, no es la misma para el pensamiento del budismo, que afirma que el yo carece de sustancia, es permanente devenir de estados de conciencia que se diluyen y se transforman. Y esa pareciera ser la mirada de la poeta, aceptando dudas, aceptando preguntas. Así podemos leer en este fragmento de uno de los poemas de mayor intensidad emotiva:

“[…]¿será cierto que los hechos ocurrieron así?”
la memoria se divierte con la fragilidad
de nuestros sentimientos
y dibuja historias fáciles de confundir
la palabra “yo” nombraba algo
hace tres meses
que hoy no nombra (p. 20)

En otro texto (las otras personas…, p. 22), se superponen con humor rostro y máscara-personaje, en interrogante de dónde está lo que somos y lo que los otros ven de nosotros. 

Se insertan en varios poemas figuras de movimiento: el salto de acrobacia, el girar de una calesita, el empujar un cochecito, que representan el cambio y lo inapresable. Pero también hay figuras que multiplican su sentido, como el símbolo de la carta guardada en un sobre entre los libros del poema como si tal cosa… (p. 16), que aparece como un secreto mensaje a ser leído e interpela, demanda, comparece. Pero a su vez, la palabra “carta” en nuestro dialecto también puede señalar al naipe, referencia que abre otras lecturas: puede ser la carta de una adivina, o la baraja que se arroja y vaticina e interpreta los hechos.

El tiempo, para los hombres, se percibe como un continuum, una línea que no puede segmentarse. Sin embargo, al recordar, la memoria se aísla en figuras en relieve o ahuecadas, en las que sobresalen la felicidad de un instante o las astillas del dolor. Hay en ese camino huellas, recuadros, donde Perosio se detiene y sustrae imágenes con el halo de la emotividad y el pulso, porque ¿qué construimos con lo que reconstruimos?

Podemos encontrar que la poeta extrae recuerdos de la infancia, como la llegada del lechero y su rutina matinal (p. 30); o aquél donde se ve como la niña pensadora, distraída para los mandatos cotidianos pero viajera en sueños y reflexiones (p. 32). Hay escenas del quehacer cotidiano y de  recorridos por la ciudad. A menudo, esos recuerdos cruzan lo visual y lo sonoro, música, palabras, imágenes, que van del pasado más cercano a un plano más hondo, lejano, como en el poema que comienza ”las estructuras del cochecito…” (p. 50), en el que tiempo y espacio rodean la mirada del yo poético, en un trayecto de múltiples vías.

La conciencia del tiempo y sus señales, ha tenido enorme peso en la literatura italiana –sea en su poesía, la ficción y la filosofía. Aunque no soy especialista en ese campo, vienen a mi mente algunos autores que estuvieron entre mis lecturas: Pavese, Calvino, Ungaretti, Montale. Y llegan así diversas asociaciones, como el mismo inicio de la Divina Comedia: “Nel mezzo del cammin di nostra vita”.

La voz de la lengua italiana (dejando de lado algunas inclusiones del portugués) está inserta con firmeza en el libro –está en expresiones, versos, fragmentos de canciones. Y también, creo, en el ritmo de los poemas, su fraseo, que percibo en otros libros de la poeta y pueden marcar, usando un término hoy riesgoso, ciertas líneas de su estilo. Perosio usa un ritmo expansivo, abierto, que enuncia como si quedara espejada el habla coloquial. El lector puede confiar en ese decir como accesible explicación o aserto, pero creo que, en realidad, se trata de un falso espejo: es sugerencia de duda, interrogantes, e induce a poner en juego el sentido de significados propios.

Los poemas de Graciela Perosio parten de una experiencia, o de un recuerdo de la experiencia, o de una reflexión sobre ella. En este aspecto me parece importante considerar el lugar de la experiencia en las manifestaciones de la poesía, y para ello tomo como referencia el enfoque de Giorgio Agamben en su ensayo Infancia e Historia, donde expone que una de las carencias de nuestra época es eludir o no considerar la experiencia, y de cómo aceptar o negar esa actitud modificó a la poesía a través del tiempo. El hombre moderno, dice, no sabe sumergirse en los hechos que vive, su alienación lo lleva a sobrevolar la vorágine cotidiana o interponerla con algún tipo de pantalla. La poesía, justamente, se sitúa en ese punto de inflexión en el que el sujeto, enmascarado o trasvasado en el sujeto poético, reconstruye esa experiencia, le da entidad, aunque el resultado obviamente no pertenece al campo del conocimiento científico. El poema emerge de otro plano, se hace cuerpo pero niega autoridad o axioma; se proyecta en una realidad que está más cerca de la imagen onírica, de su saber intangible, que del objeto de la ciencia.

En el poema de cierre, Finalmente… Perosio expone sobre un zona ambigua y arborescente como es dar fin a un poema: reto ilusorio, aceptación de que ha surgido a contrapelo de la teoría, de la conciencia de sus pautas, necesidad de dar el salto, y situarse en la disponibilidad, la apertura a otro posible comienzo. Perosio roza huellas del pensamiento budista, y más precisamente de la escuela zen, al verse ante su propio texto:
estás fresca ante el espacio blanco
con la simple gratitud
del principiante

Allí remite a un título del maestro Shunryu Suzuki, Mente zen, mente de principiante, que a su vez se refiere a un antiguo principio budista empleado incluso en las enseñanzas del teatro noh en Japón [en japonés, shoshin]: después de adquirir las destrezas requeridas, el discípulo debe mantener la avidez, el entusiasmo, pero también la libertad del principiante.
Y la cita final de ese mismo poema:
(“si encuentras al Buda, mata al Buda”)
es un conocido koan atribuido al monje chino Lin Tchi[1] y mencionado por numerosos maestros zen. Su sentido desafía y se abre a los riesgos de una múltiple interpretación.

Por último, y haciendo uso de un recorrido inverso, haré referencia al título de esta obra de Perosio, El privilegio de los años. El término “privilegio” alude a un bien preciado poseído, en contraste con quien no lo tiene o carece de él. Pero cuando se agrega que ese privilegio es el de los años, el contraste tiene resonancias tanto felices como paradójicas –se llega a la madurez, se vive más, con el riesgo del deterioro del cuerpo, con una historia que se lleva como faro, a veces detrás de los párpados. El presente siempre tendrá suprema fuerza, y tratar de instalarse en él es diario desafío. La risa, presente en muchos textos filosóficos de Occidente, y resolución de numerosos relatos del budismo, emerge al final del libro como gesto irreverente, de desparpajo, pero también de secreta celebración.





Liliana Ponce
Octubre de 2016




[1] Se lo considera el fundador de la escuela zen Rinzai (s. IX).

Liliana Ponce: Sobre El privilegio de los años, de Graciela Perosio,

Sobre El privilegio de los años,
de Graciela Perosio,
Ed. Leviatán, Bs. As., 2016


El privilegio de los años, de Graciela Perosio, comienza y termina con dos textos en prosa que dan enmarcan y orientan una posible lectura del libro. El primero –presente también en Escampa, el corazón, la antología personal de la poeta publicada hace unos meses–, expone en tercera persona metáforas e imágenes acerca del tiempo y su impacto en las vivencias –y alude a esa construcción como trama, bordado, tela desplegada. El otro, de cierre, escrito en primera persona, remite también metafóricamente, a la obra como casa construida, y al río de lágrimas que desde ella se vislumbra y que, por último se trastoca en risa.

Pero sumergiéndonos ya en la serie de poemas que conforman el cuerpo del libro, observamos algunos ejes que lo recorren y lo articulan el libro.

El primero sostiene la conciencia del paso del tiempo –ese transcurrir que lo humano, se sabe, conoce tanto por saberse en un cuerpo desgastado, como por contemplarse en un espejo de vías atravesadas. Con los años, se ha perdido la intensidad de las vivencias, y la ansiedad o el temblor ya no tienen ese ardor que nos representaba en debilidad –aunque ese punto es, justamente, lo que nos permite abordar otros estadios. Dice Perosio en uno de sus primeros poemas:

(pensar que venimos
del irreverente deseo
de los cuerpos
y ahora, ya cansados
se aquietan
entonces, descubrimos
el inextinguible anhelo
de las almas)

En los poemas prevalece el yo, la primera persona. A veces se va hacia un nosotros inclusivo, estableciendo un diálogo con el lector, esperando su anuencia. Y eso está reforzado en el comienzo del libro, que parte como si fuera evaluación o balance, y desde allí despliega su recorrido.
Ligado al lugar del sujeto poético, está el de la identidad –reconocerse en el propio cuerpo, en el recuerdo y en la mirada del otro. La entidad del yo, que tanto sostiene en nuestra cultura, no es la misma para el pensamiento del budismo, que afirma que el yo carece de sustancia, es permanente devenir de estados de conciencia que se diluyen y se transforman. Y esa pareciera ser la mirada de la poeta, aceptando dudas, aceptando preguntas. Así podemos leer en este fragmento de uno de los poemas de mayor intensidad emotiva:

“[…]¿será cierto que los hechos ocurrieron así?”
la memoria se divierte con la fragilidad
de nuestros sentimientos
y dibuja historias fáciles de confundir
la palabra “yo” nombraba algo
hace tres meses
que hoy no nombra (p. 20)

En otro texto (las otras personas…, p. 22), se superponen con humor rostro y máscara-personaje, en interrogante de dónde está lo que somos y lo que los otros ven de nosotros. 

Se insertan en varios poemas figuras de movimiento: el salto de acrobacia, el girar de una calesita, el empujar un cochecito, que representan el cambio y lo inapresable. Pero también hay figuras que multiplican su sentido, como el símbolo de la carta guardada en un sobre entre los libros del poema como si tal cosa… (p. 16), que aparece como un secreto mensaje a ser leído e interpela, demanda, comparece. Pero a su vez, la palabra “carta” en nuestro dialecto también puede señalar al naipe, referencia que abre otras lecturas: puede ser la carta de una adivina, o la baraja que se arroja y vaticina e interpreta los hechos.

El tiempo, para los hombres, se percibe como un continuum, una línea que no puede segmentarse. Sin embargo, al recordar, la memoria se aísla en figuras en relieve o ahuecadas, en las que sobresalen la felicidad de un instante o las astillas del dolor. Hay en ese camino huellas, recuadros, donde Perosio se detiene y sustrae imágenes con el halo de la emotividad y el pulso, porque ¿qué construimos con lo que reconstruimos?

Podemos encontrar que la poeta extrae recuerdos de la infancia, como la llegada del lechero y su rutina matinal (p. 30); o aquél donde se ve como la niña pensadora, distraída para los mandatos cotidianos pero viajera en sueños y reflexiones (p. 32). Hay escenas del quehacer cotidiano y de  recorridos por la ciudad. A menudo, esos recuerdos cruzan lo visual y lo sonoro, música, palabras, imágenes, que van del pasado más cercano a un plano más hondo, lejano, como en el poema que comienza ”las estructuras del cochecito…” (p. 50), en el que tiempo y espacio rodean la mirada del yo poético, en un trayecto de múltiples vías.

La conciencia del tiempo y sus señales, ha tenido enorme peso en la literatura italiana –sea en su poesía, la ficción y la filosofía. Aunque no soy especialista en ese campo, vienen a mi mente algunos autores que estuvieron entre mis lecturas: Pavese, Calvino, Ungaretti, Montale. Y llegan así diversas asociaciones, como el mismo inicio de la Divina Comedia: “Nel mezzo del cammin di nostra vita”.

La voz de la lengua italiana (dejando de lado algunas inclusiones del portugués) está inserta con firmeza en el libro –está en expresiones, versos, fragmentos de canciones. Y también, creo, en el ritmo de los poemas, su fraseo, que percibo en otros libros de la poeta y pueden marcar, usando un término hoy riesgoso, ciertas líneas de su estilo. Perosio usa un ritmo expansivo, abierto, que enuncia como si quedara espejada el habla coloquial. El lector puede confiar en ese decir como accesible explicación o aserto, pero creo que, en realidad, se trata de un falso espejo: es sugerencia de duda, interrogantes, e induce a poner en juego el sentido de significados propios.

Los poemas de Graciela Perosio parten de una experiencia, o de un recuerdo de la experiencia, o de una reflexión sobre ella. En este aspecto me parece importante considerar el lugar de la experiencia en las manifestaciones de la poesía, y para ello tomo como referencia el enfoque de Giorgio Agamben en su ensayo Infancia e Historia, donde expone que una de las carencias de nuestra época es eludir o no considerar la experiencia, y de cómo aceptar o negar esa actitud modificó a la poesía a través del tiempo. El hombre moderno, dice, no sabe sumergirse en los hechos que vive, su alienación lo lleva a sobrevolar la vorágine cotidiana o interponerla con algún tipo de pantalla. La poesía, justamente, se sitúa en ese punto de inflexión en el que el sujeto, enmascarado o trasvasado en el sujeto poético, reconstruye esa experiencia, le da entidad, aunque el resultado obviamente no pertenece al campo del conocimiento científico. El poema emerge de otro plano, se hace cuerpo pero niega autoridad o axioma; se proyecta en una realidad que está más cerca de la imagen onírica, de su saber intangible, que del objeto de la ciencia.

En el poema de cierre, Finalmente… Perosio expone sobre un zona ambigua y arborescente como es dar fin a un poema: reto ilusorio, aceptación de que ha surgido a contrapelo de la teoría, de la conciencia de sus pautas, necesidad de dar el salto, y situarse en la disponibilidad, la apertura a otro posible comienzo. Perosio roza huellas del pensamiento budista, y más precisamente de la escuela zen, al verse ante su propio texto:
estás fresca ante el espacio blanco
con la simple gratitud
del principiante

Allí remite a un título del maestro Shunryu Suzuki, Mente zen, mente de principiante, que a su vez se refiere a un antiguo principio budista empleado incluso en las enseñanzas del teatro noh en Japón [en japonés, shoshin]: después de adquirir las destrezas requeridas, el discípulo debe mantener la avidez, el entusiasmo, pero también la libertad del principiante.
Y la cita final de ese mismo poema:
(“si encuentras al Buda, mata al Buda”)
es un conocido koan atribuido al monje chino Lin Tchi[1] y mencionado por numerosos maestros zen. Su sentido desafía y se abre a los riesgos de una múltiple interpretación.

Por último, y haciendo uso de un recorrido inverso, haré referencia al título de esta obra de Perosio, El privilegio de los años. El término “privilegio” alude a un bien preciado poseído, en contraste con quien no lo tiene o carece de él. Pero cuando se agrega que ese privilegio es el de los años, el contraste tiene resonancias tanto felices como paradójicas –se llega a la madurez, se vive más, con el riesgo del deterioro del cuerpo, con una historia que se lleva como faro, a veces detrás de los párpados. El presente siempre tendrá suprema fuerza, y tratar de instalarse en él es diario desafío. La risa, presente en muchos textos filosóficos de Occidente, y resolución de numerosos relatos del budismo, emerge al final del libro como gesto irreverente, de desparpajo, pero también de secreta celebración.





Liliana Ponce
Octubre de 2016




[1] Se lo considera el fundador de la escuela zen Rinzai (s. IX).