miércoles, julio 31, 2013

Robert Schumann: Reverie...

 
Gracias a Internet pude recuperar las partituras de Escenas para niños, Kinderszenen, de Robert Schumann, que el músico compuso en 1838. "Reverie" es una de las trece piezas breves del Maestro, inspiradas en sus recuerdos infantiles. Una de las que más me gusta y que toqué en mi infancia y juventud.
Schumann fue el primero en componer sobre este tema. En una carta escrita a su mujer Clara, antes de casarse, el compositor define estas miniaturas como su respuesta musical  a las quejas de su prometida de que él se comportaba a veces como un niño.  En la misma carta , le dice al respecto: " Ya verás cómo te gustará tocar estas escenas infantiles, pero tendrás que olvidarte que eres una virtuosa.  Para tocarlas debes dejarte llevar por una gracia sencilla, natural y sin afectación alguna".
¡Que la disfruten!

Nota:Una ensoñación es siempre un tiempo robado al tiempo. Acerca de Reverie, de Robert Schumann:
Encontré un comentario muy lindo acerca de Reverie, firmado por Clara Cantador Hornero, del que extraigo algunos párrafos:

“La música romántica tiene una clara necesidad expresiva y el piano, instrumento neutral, impersonal y mecánico, pero de gran plasticidad, se presta a ello como lo haría el mejor actor. En esta obra nos recuerda a uno de sus antepasados, el clavicordio. El clavicordio, que comparte con el piano el mecanismo de cuerda percutida, había gozado de gran estima en Alemania durante el siglo XVIII, principalmente como instrumento de estudio y de uso doméstico pues su sonoridad tenue (casi sólo lo oye quien lo toca) y su reducida gama dinámica no le permitían competir en escena con el brillante y virtuoso clave. (…) el piano, especie de híbrido de sus antepasados, acabó dominando, un siglo después, ambos ámbitos: el privado y el público.
Tenemos pues una habitación pequeña y conocida, un piano, un intérprete y esta pieza. (…) podríamos imaginar a alguien escribiendo un diario en su habitación: el piano sería el diario y la música los pensamientos.
(…) El pensamiento es sobre todo la melodía. Aquí tenemos una sola melodía que a la vez es muchas. Como un pensamiento que se desarrolla, la melodía, en sus sucesivas apariciones, va variando detalles de su contorno y su armonía pero sin cambiar el esquema rítmico y el perfil melódico.
Dicho perfil es acordal, construido a base de arpegios adornados con grados conjuntos que dan como resultado una curva melódica que imita a la del habla (ascenso gradual hasta el clímax seguido por un descenso gradual), se corresponde con un antecedente y un consecuente (antecedente desde el inicio hasta el clímax y consecuente el resto) y tiene carácter de ensoñación. Lo onírico y lo musical son considerados por la estética romántica como puertas para acercarse a lo que no se puede decir con palabras (inefable), a lo que es en cierto modo anterior al lenguaje.
El esquema rítmico está definido por tres notas largas (la mayor parte de las veces blancas) que coinciden con el inicio, clímax y final de la melodía. De ellas parten y a ellas van el resto de las notas de valores más cortos (sobre todo corcheas) y generalmente iguales.
Pero el momento más importante, tanto rítmica como melódicamente, es el motivo inicial, la cuarta justa ascendente en anacrusa (negra a blanca) que se repite invariablemente como germen de todas las apariciones de la melodía.
Como ocurre con el habla, aquí la melodía y el ritmo se corresponden en todo momento: a un carácter de ensoñación un tempo lento en compás cuaternario (4/4), el perfil melódico y el ritmo se corresponden, ambos se transforman variando sus detalles y manteniendo sus aspectos esenciales. El esquema rítmico evita marcar las partes fuertes del compás para dar una mayor fluidez a la melodía. Los comienzos anacrúsicos con intervalos ascendentes imitan la inflexión inicial de la voz, los ritardandi en los finales de frase refuerzan el carácter de ensoñación. Por seguir más fielmente la melodía, el intérprete puede incluso variar el tempo momentáneamente, pues la pieza se presta a la realización de rubati. Bonito recordar el origen del término (de la expresión tempo rubato: tiempo robado): una ensoñación es siempre un tiempo robado al tiempo.
La melodía va acompañada, esencialmente con acordes que se arpegian, pero también con pequeñas melodías secundarias que imitan y responden a la melodía principal creando momentos de contrapunto, sobre todo al final de cada frase.
La obra está en fa mayor, en su parte central (coincidiendo con una textura más densa) va hacia sol menor y después hacia re menor, regresando en la reexposición a la tónica. (…)
Esta obra pertenece a las Kinderszenen (Escenas de niños), op. 15, que Robert Schumann compuso en 1838. En esta década compondría la mayor parte de sus composiciones para piano. Lleva el título de “Rêverie” (“Ensueño”) y es quizás la más conocida de las trece piezas que integran la obra. Según Schumann los títulos de las piezas fueron añadidos después de su composición como tímidas sugestiones relativas a la interpretación de las mismas; (…) Sobre el tema de la obra, la infancia, afirmaba en una carta a su futura esposa Clara Wieck: “Es quizás una respuesta inconsciente a lo que tú me escribiste hace algún tiempo (A veces me pareces un niño.) Si es así, verás que a este niño le han salido alas, ya que ha escrito más de 30 pequeñas piezas y ha escogido una docena de ellas para reunirlas bajo el título de Escenas de niños. Sin duda te gustará tocarlas, pero tendrás que olvidarte de que eres una virtuosa…”.
Si, como decíamos al principio, esta hoja de álbum nos parecía una especie de diario íntimo de su autor, ahora comprobamos que es más bien una carta que pretende evocar con medios sencillos una escena de la infancia, el ensueño; sin duda la melodía tiene ese carácter y su transcurrir yendo de aquí para allá sin irse nunca del todo ilustra perfectamente el divagar de un sueño. Todo ello se consigue por medio de un instrumento, el piano, cercano a ambos (Clara era pianista y su padre había sido profesor de piano de Schumann) (…).