Carl Gustav Jung* : Sobre el Ulises de Joyce, fragmento**
Para vivir y soportar la
expresión de la destrucción de la personalidad en su creación artística, el
artista moderno encuentra justamente en lo destructivo la unidad de su persona
artística...
El "Ulises" de Joyce es, en rigurosa oposición con su antiguo homónimo, una conciencia inactiva, meramente perceptiva, o más bien un simple ojo, una oreja, una nariz, una boca, un nervio táctil, expuesto sin freno ni selección a la catarata turbulenta, caótica, disparatada, de los hechos físicos y psíquicos que registra casi fotográficamente...
Es cubista en el sentido más profundo, en cuanto que disuelve la imagen de la realidad en un cuadro complejo, indefinido, cuya nota tónica es la melancolía de la objetividad abstracta...
Mas el efecto perturbador del "Ulises" reside en que tras miles y miles de envolturas nada se esconde, en que no se dirige ni al espíritu ni al mundo, y que frío como la luna, deja rodar, contemplándola desde una cósmica lejanía, la comedia del devenir, del ser y del pasar. Confío seriamente en que el "Ulises" no sea simbólico, pues, de lo contrario, habría fallado su propósito...
El propósito que tras la muralla de nubes se trasluce es el desprendimiento o separación de la conciencia...
¿Podría esta liberación de la conciencia, esta despersonalización de la personalidad ser la Itaca de Joyce? Podría creerse que en el mundo de meras nadas sólo queda el yo, James Joyce. Pero, ¿se ha observado acaso, que debajo de todos esos siniestros yo-sombra se presente un único yo real? Cierto, cada figura del "Ulises" es de una insuperable realidad. Todas ellas no podrían ser de otro modo...
Sin embargo, carecen del yo, no tienen centro alguno -tan humano- de aguda conciencia, ni poseen ese islote del yo de cálida sangre cardíaca que -ay!- es tan pequeño y, no obstante tan vital...
El desprendimiento de la humana conciencia y su acercamiento a la conciencia divina degenera en contorsión diabólica en el ebrio infierno de locos del burdel, cuando su pensamiento penetra las envolturas de las formas léxicas tradicionales...
Ulises, el paciente y a menudo descarriado Ulises, ansía alcanzar su patria, se repliega en sí mismo, al luchar por salir del embrollo de 18 capítulos y se libera del mundo lunático de las ilusiones, contemplando de lejos y sin participar en él. Logra así, precisamente, aquello que un Jesús o un Buda han consumado, a saber, vencer, superar al mundo insano y liberarse de las contradicciones, que fue también la aspiración del Fausto (y así como Faustose resuelve en lo supremo femenino, también la señora Bloom -con razón calificada por Stuard Gilbert como tierra verdeante- tiene en el "Ulises" la última palabra y a ella corresponde la gracia de hacer resonar el armonioso acorde final, tras las estridentes y endiabladas disonancias anteriores...
Ulises es en Joyce el Dios creador, un verdadero demiurgo, que ha conseguido librarse de la implicación en su mundo, tanto espiritual como físico, y contemplarlo con una conciencia desprendida. Con el hombre Joyce, Ulises se comporta como Fausto con Goethe, o Zarathustra con Nietzsche. Ulises es el más elevado yo que, del ciego barullo universal, retorna al lar divino. Ulises no aparece en todo el libro, el propio libro es Ulises, un microcosmos en Joyce, el mundo del yo y el yo de un mundo hechos uno solo. Ulises sólo puede retornar cuando ha vuelto las espaldas al universo. Aquí reside el fundamento más profundo que hace al espíritu y al mundo, imagen universal del "Ulises". Poco material sentimental se encuentra en el "Ulises"; cosa que sin duda, agradará a todo esteta...
Bajo el cinismo del "Ulises" se oculta la gran compasión, el gran sufrimiento por un mundo que no es bueno ni hermoso, que, peor aun, carece de esperanza, porque va rodando por una cotidiana vulgaridad eternamente repetida que arrastra consigo a la humana conciencia a través de las horas, los meses, los años...
Es más que una manifestación subjetiva, personal; pues el genio creador nunca es Uno, sino Muchos, y por tal causa, habla en la quietud de las almas a los muchos cuyo sentido y destino es tanto como el del artista individual...”
El "Ulises" de Joyce es, en rigurosa oposición con su antiguo homónimo, una conciencia inactiva, meramente perceptiva, o más bien un simple ojo, una oreja, una nariz, una boca, un nervio táctil, expuesto sin freno ni selección a la catarata turbulenta, caótica, disparatada, de los hechos físicos y psíquicos que registra casi fotográficamente...
Es cubista en el sentido más profundo, en cuanto que disuelve la imagen de la realidad en un cuadro complejo, indefinido, cuya nota tónica es la melancolía de la objetividad abstracta...
Mas el efecto perturbador del "Ulises" reside en que tras miles y miles de envolturas nada se esconde, en que no se dirige ni al espíritu ni al mundo, y que frío como la luna, deja rodar, contemplándola desde una cósmica lejanía, la comedia del devenir, del ser y del pasar. Confío seriamente en que el "Ulises" no sea simbólico, pues, de lo contrario, habría fallado su propósito...
El propósito que tras la muralla de nubes se trasluce es el desprendimiento o separación de la conciencia...
¿Podría esta liberación de la conciencia, esta despersonalización de la personalidad ser la Itaca de Joyce? Podría creerse que en el mundo de meras nadas sólo queda el yo, James Joyce. Pero, ¿se ha observado acaso, que debajo de todos esos siniestros yo-sombra se presente un único yo real? Cierto, cada figura del "Ulises" es de una insuperable realidad. Todas ellas no podrían ser de otro modo...
Sin embargo, carecen del yo, no tienen centro alguno -tan humano- de aguda conciencia, ni poseen ese islote del yo de cálida sangre cardíaca que -ay!- es tan pequeño y, no obstante tan vital...
El desprendimiento de la humana conciencia y su acercamiento a la conciencia divina degenera en contorsión diabólica en el ebrio infierno de locos del burdel, cuando su pensamiento penetra las envolturas de las formas léxicas tradicionales...
Ulises, el paciente y a menudo descarriado Ulises, ansía alcanzar su patria, se repliega en sí mismo, al luchar por salir del embrollo de 18 capítulos y se libera del mundo lunático de las ilusiones, contemplando de lejos y sin participar en él. Logra así, precisamente, aquello que un Jesús o un Buda han consumado, a saber, vencer, superar al mundo insano y liberarse de las contradicciones, que fue también la aspiración del Fausto (y así como Faustose resuelve en lo supremo femenino, también la señora Bloom -con razón calificada por Stuard Gilbert como tierra verdeante- tiene en el "Ulises" la última palabra y a ella corresponde la gracia de hacer resonar el armonioso acorde final, tras las estridentes y endiabladas disonancias anteriores...
Ulises es en Joyce el Dios creador, un verdadero demiurgo, que ha conseguido librarse de la implicación en su mundo, tanto espiritual como físico, y contemplarlo con una conciencia desprendida. Con el hombre Joyce, Ulises se comporta como Fausto con Goethe, o Zarathustra con Nietzsche. Ulises es el más elevado yo que, del ciego barullo universal, retorna al lar divino. Ulises no aparece en todo el libro, el propio libro es Ulises, un microcosmos en Joyce, el mundo del yo y el yo de un mundo hechos uno solo. Ulises sólo puede retornar cuando ha vuelto las espaldas al universo. Aquí reside el fundamento más profundo que hace al espíritu y al mundo, imagen universal del "Ulises". Poco material sentimental se encuentra en el "Ulises"; cosa que sin duda, agradará a todo esteta...
Bajo el cinismo del "Ulises" se oculta la gran compasión, el gran sufrimiento por un mundo que no es bueno ni hermoso, que, peor aun, carece de esperanza, porque va rodando por una cotidiana vulgaridad eternamente repetida que arrastra consigo a la humana conciencia a través de las horas, los meses, los años...
Es más que una manifestación subjetiva, personal; pues el genio creador nunca es Uno, sino Muchos, y por tal causa, habla en la quietud de las almas a los muchos cuyo sentido y destino es tanto como el del artista individual...”
¿Quién es Ulises, fragmento.
*Carl Gustav Jung (1875-1961), psiquiatra y psicólogo
suizo, fundó la escuela de Psicología Analítica.
1 Comments:
Ulises es un libro complicado para poder facilitarse su trama, si es acaso la búsqueda de un 'yo' por conseguir su autoafirmación, la Ïtaca es llegar a ese lugar donde inicialmente has partido, pareciera que volver a reencontrase es imposible, lo pasado que se ha sido no puede volver a sentirse en un futuro, el pensamiento puede regresar en el tiempo, pero es incompleto, y además son muchas motivaciones las que distraen al "yo" si tiene alguna fundamental, hasta es probable que el "yo" quedé atrapado por sus pensamientos y viva como en un sonambulismo. ¡Qué historia tan atractiva seguir el movimiento browniano de la mente! Pero se requiere de mucha fuerza de voluntad para seguir la totalidad del escrito de Joyce, es una epopeya llegar a concluir su lectura.
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