miércoles, noviembre 27, 2019
sábado, noviembre 23, 2019
Enrique Foffani: Vallejo y el dinero
De la abundante bibliografía sobre César Vallejo, el flamante libro del crítico y docente Enrique Foffani, Vallejo y el dinero (publicado por la editorial Cátedra Vallejo), pone el foco en un aspecto poco transitado en el estudio de su obra: las relaciones entre poesía y dinero, en el marco de una modernidad que aúna a Vallejo con Baudelaire, al escritor bajado de la sierra con aquel que se afincó en París, capital del mundo. Aquí se publican algunos fragmentos de este trabajo singular que viene a recolocar la figura siempre atractiva de César Vallejo, el peruano universal, en la literatura latinoamericana. Página/12
Etiquetas: Enri, Enrique Foffani
viernes, noviembre 22, 2019
Última #Velada del año dedicada al indio César Vallejo, porque "hembra es el alma mía" y porque algún día tendrá que reinar en este mundo, no el litio ni el estaño, no el petróleo ni los dólares, sí el oro de la palabra-poesía.
Participan: Maria Del Carmen Colombo Diego Bentivegna Enrique Foffani y todxs aquellxs que se sumen al micrófono abierto.
Viernes 22 de noviembre a las 19 hs en Caburé L... Ver más — con Diego Bentivegna y Maria Del Carmen Colombo.
lunes, noviembre 18, 2019
Pezzoni: César Vallejo, partes Vi y VII
Fragmentos de la lectura acerca de la obra del poeta peruano César Vallejo realizada por el profesor Enrique Pezzoni, titular de la Cátedra Teoría Literaria de la Carrera de Letras, de junio de 1987. Partes VI y VII
Parte
VI
Resulta
notable comprobar que el Vallejo de Los heraldos
negros está cerca y a la vez desprendiéndose del modernismo. Dialoga en
polémica con el modernismo. Vallejo revisa sus textos: Espejo Asturriaga, uno
de sus biógrafos, recogió primeras versiones que están muy cerca del
modernismo. Inclusive en Trilce. En la primera versión del poema “Los heraldos
negros”, por ejemplo, hay dos versos, casi un clisé modernista. Primera versión
11 y 12, donde dice:
“Son esos rudos golpes las explosiones
súbitas
de alguna almohada de oro que funde el
sol maligno”
Vemos
la ornamentación y el lujo modernista, “almohada de oro” y las formas de
calificación y personificación típicas.
Otro
metatexto con el que dialoga CV es el del elemento indígena. La presencia de
las tradiciones pre colombinas, del mundo post hispánico, el mundo cristiano,
la presencia de dios. Dios con el cual se enfrenta CV, dice que es el culpable
de la culpa que siente el sujeto, que se niega y que tiene verdadero encono de
sí como sujeto.
“Yo nací un día
que dios estuvo enfermo”
Es que la culpa que tiene el sujeto es
transmitida al gran culpable que es dios, cosa que ya está presenye en otros
versos del poema “Los heraldos negros”: los golpes que son: “las caídas hondas
de los Cristos del alma”. Es decir el dios cristiano no es ninguna garantía, él
se vuelve también objeto de la acusación, es el creador de “los golpes”.
Siguiendo con el modernismo que, como
diría Bajtin, está, en el caso de CV , dilógica,mente, en bivocalidad
convergente y divergente. Inmediatamente después de Los heraldos…, , comienza
una sección absolutamente modernista: “Plafones ágiles”. Con el galicismo “plafones”,
palabra francesa; y el típico procedimiento modernista de atribuir a una
entidad no humana comportamientos y actitudes que bordean lo humano.
Como primer poema de ese subgrupo,
aparece “Deshojación sagrada”, poema sobre la Luna, constante en la poesía
modernista. A su vez, “deshojación sagrada” remite al a un título de Julio Herrera y Resising (“Desolación absurda”).
Uno de los poemas de la mencionada
sección es:
Nochebuena
Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.
Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos
trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.
Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio
entonces,
canturreando en todos sus místicos
bronces
que ha nacido el Niño-Jesús de tu
amor.
Estos
versos son casi un pastiche modernista, que convergen con el modernismo de
Darío.
Parte VII
LOS ANILLOS FATIGADOS
Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y hay ganas de morir, combatido por
dos
aguas encontradas que jamás han de
istmarse.
Hay ganas: de un gran beso que
amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía
ardiente,
suicida!
Hay ganas de... no tener ganas. Señor;
a ti yo te señalo. con el dedo
deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.
La primavera vuelve, vuelve y se irá.
Y Dios,
curvado en tiempo, se repite, y
pasa: pasa:
a cuestas con la espina dorsal del
Universo.
Cuando, las sienes tocan su lúgubre
tambor...
cuando me duele el sueño grabado en un
puñal,
¡hay ganas de quedarse plantado en
este verso!
En este poema es de sí del que habla,
como si fuera un objeto: no dice “tengo ganas” sino “Hay ganas”. En este poema
aparecen las formas violentamente personales, en que el sujeto de la
enunciación habla de sí como sujeto del enunciado.
El espacio de la contradicción aparece
completamente delineado y enfatizado. No
se trata solo de la oposición personal /no personal: el sujeto se define en
un haber ganas de quedarse plantado en este verso. Este sujeto se mostraría
como un “ello”, como un objeto que desea ser yo, ser un sujeto. Un yo que desea
actuar y comportarse como un sujeto; un yo que a la vez no lo desea; un yo que
dice: hay ganas de no tener ganas, el deseo se vuelve sobre sí y se devora a sí
mismo. El deseo es la exacerbación de la contradicción. Podemos asociar este
poema con algunos del libro Trilce. Por ejemplo uno de los menos modernistas.
Ya está dialogando con los textos futuros.
Trilce. LVI
Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el
desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las
mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto,
lamentará
hasta dónde esto es lo menos.
El niño crecería ahíto de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no
poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a
este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.
Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra
emoción,
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el
habla.
Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.
En este poema de Trilce, que es de los
menos herméticos, vuelve a aparecer ese sujeto de LHN, el amanecer a ciegas,,
a esta circularidad de afirmarse y negarse continuamente.
En el siguiente poema, CV, el sujeto
de la enunciación yo, habla de sí mismo como sujeto del enunciado, oscilación
entre la voluntad de ser y de no ser.
Al comienzo del poema, en la primera
estrofa, dentro de un registro ya más hermético, aparecen los momentos precisos
donde el sujeto se cuestiona a sí mismo, momentos que son hitos o señales,
violentamente fijados, que “obtetrizan y fechan los amotinados nichos de la
atmósfera”.
El sujeto se desliza hacia una
dimensión confesional. Sigue un fragmento en prosa: (“Verde está el corazón de tanto esperar”).
LXIV
Hitos vagarosos enamoran, desde el
minuto montuoso que obstetriza
y fécha los amotinados nichos de la
atmósfera.
Verde está el corazón de tánto
esperar, y en el canal de Panamá
¡hablo con vosotras, mitades, bases,
cúspides! retoñan los peldaños,
pasos que suben,
pasos que baja-
n.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.
Oh valle sin altura madre, donde todo
duerme horrible mediatinta,
sin ríos frescos, sin entradas de
amor. Oh voces y ciudades, que pasan
cabalgando en un dedo tendido que
señala a calva Unidad. Mientras
pasan, de mucho en mucho, gañanes de
gran costado sabio, detrás de las
tres tardas dimensiones.
Hoy
Mañana
Ayer
(No, hombre!)
El sujeto habla de sí consigo mismo.
Habla de sus dos mitades. Esas dos mitades encontradas en el espacio simbólico
que es el Canal de Panamá, irreconciliables. La imagen geográfica ya aparecía
en el poema “Hay ganas”.
La misma imagen aparece ahora en este
poema, en este sujeto que se presenta como dos mitades, que jamás han de encontrarse,
que no pueden componer el número par. La asimetría que es siempre el sujeto de
Trilce, con todas las connotaciones de tríada.
En este mismo poema, después de
afirmarse como pura contradicción, aparece el movimiento opuesto, la necesidad
de plantarse de afincarse y de afirmarse.
“Y yo que pervivo
y yo que sé plantarme”
Nuevamente contradicciones que son
constitutivas del sujeto Vallejo, porque van a extenderse desde LHN hasta España aparta de mí ese cáliz. Y en los Poemas humanos.
Los heraldos negros se cierra con un
poema Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben… Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda…
Y no saben que el Misterio sintetiza…
que él es la joroba
musical y triste que a distancia
denuncia
el paso meridiano de las lindes a las
Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
Del libro Los heraldos negros (1919)
El título Espergesia alude a una forma
retórica, a un recurso retórico, el de decir de varias maneras lo mismo. La variabilidad para decir lo mismo. La
variabilidad en la insistencia del sujeto lanzado empresa de la afirmación y la
negación, la contradicción. No en vano elige un título que viene de la
retórica.
Es este un poema en que el sujeto se
asume no solo como el lugar de la contradicción, sino de la aberración, con una
valoración ética terriblemente negativa de sí mismo.
Este sujeto es la perversión, la
versión que da de sí mismo es una versión perversa: es la versión del desvío
constante de sí mismo, en el sentido literal de la palabra: per/ versión,
aquello que se desvía y se difumina en esos sentidos contradictorios.
Con esa tendencia a la argumentación
que aparece en los poemas de CV, uno de los tramos dice:
Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Aparece también ese afán de establecer
una relación dialógica con el otro-hermano. Contradictoriamente el afán de
dejar rastros de sí en el mundo.
Y que no me vaya
Sin llevar diciembres
Sin dejar eneros
Es decir que no me vaya sin afirmar
solo el final –diciembre- sino también el comienzo –enero- e, inmediatamente
enlaza con los versos “pues yo nací un día/ que dios estuvo enfermo”. El pues
introduce la argumentación contraria.
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Etiquetas: Pezzoni
Enrique Pezzoni: César Vallejo. Parte V
Fragmentos de la lectura acerca de la obra del poeta peruano César Vallejo realizada por el profesor Enrique Pezzoni, titular de la Cátedra Teoría Literaria de la Carrera de Letras, de junio de 1987. Parte V
Abren zanjas oscuras
Hay
golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes
como del odio de Dios; como si ante ellos,
la
resaca de todo lo sufrido
se
empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más
fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros
Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la
Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del
alma
de alguna fe adorable que el Destino
blasfema.
Esos golpes sangrientos son las
crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se
nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los
ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una
palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no
sé!
Primero poema que abre el libro Los heraldos negros. Se trata de un
texto circular. Porque el último verso repite el primer verso. Los dos
alejandrinos son idénticos, pero los sentidos son diferentes. Porque en el
transcurso ha ocurrido el poema. La reiteración significa la asignación de un
nuevo sentido.
El poema se inicia con dos
marcas muy fuertes, de lo impersonal y
de personal: “Hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé”. El poema oscila
entre lo que sobreviene sin injerencia del sujeto de la enunciación y una
afirmación del mismo de la negación. El “hay golpes tan fuertes en la vida” es
una afirmación impersonal violenta. “Yo no sé” es una afirmación personal,
mediante la aparición del sujeto de la enunciación y del pronombre yo que
declara una negación: la negación del saber: afirmación de una existencia, los
golpes en la vida, y una afirmación de una inexistencia, el no saber la
explicación del objeto que acaba de aparecer como por sí solo, mediante el
rasgo de la creación impersonal.
Podríamos
decir que la proposición de existencia es una proposición que afirma la
existencia de lo dado, los golpes, los objetos son lo dado en el mundo. La
segunda proposición “Yo no sé” es otra afirmativa a pesar de la forma negativa.
Las marcas lingüísticas están dramatizando una forma dela existencia: lo dado,
ante el sujeto que declara su incapacidad de explicarlo. Pero tanto la
afirmativa como la negativa afirman algo.
Retomando a Kate Hambrueger:
ella dice que “los enunciados poéticos son declaraciones reales, en el
sentido de que es real el sujeto que enuncia, y es real, no el objeto acerca
del cual se refiere el sujeto, sino la experiencia del objeto vivida por el
sujeto”.
Kate Hamburger dice además:
“el sujeto del enunciado lírico tiene el poder de eliminar los objetos, de
eliminarlos y transmitir nada más que su experiencia de los objetos. Pero tiene
un no poder: nunca puede eliminarse a sí mismo como sujeto”.
El sujeto del poema se afirma
como sujeto negativamente. La afirmación coincide con la negación de una
existencia, la inexistencia de su saber. Y de allí la relación con Hamburger,
ese sujeto no se puede eliminar.
Un detalle a tener en cuenta.
La cesura de ese primer verso “hay golpes en la vida// tan fuertes, yo no
sé”: divide al verso en dos
hemistiquios. Donde el “tan fuertes” quedaría en el segundo hemistiquio. “Tan
fuertes” es un juicio valorativo, que obviamente proviene del sujeto.
La situación no dialógica del
primero y último verso, el 17, de este poema, se irisa hacia el metatexto
modernista. Se trata de la presencia en Los heraldos negros de formas ya
tematizadas en ese metatexto modernista más otras que son ajenas al modernismo.
En
este sujeto lírico residen algunas características casi como una constelación;
-NO
QUERER SER
-NO
TENER MÁS REMEDIO QUE SER
-PROCURAR
SER
-SENTIR
LA CULPA DE SER
Continuando
con el poema, el sujeto define el objeto
con una serie de proposicionesm que comienzan con el “como”:
“Golpes
como del odio de Dios; como si ante ellos
la
resaca de todo lo sufrido
se
empozara en el alma (Y ahí un resto de
la primera oración…) Yo no sé!
Las
proposiciones que definen ya no tanto el objeto, sino los efectos producidos
por los golpes en el sujeto que los está calificando están abiertas por varios
verbos: abren, serán son en los versos 5, 9 y 10, 11 y 12.
Son
pocos pero son…
Es
decir oración que hace eco a la primera proposición de existencia: “Hay golpes
en la vida, son pocos pero son”.
Y
luego con verbos de existencia y de acción:
Abren zanjas oscuras
en
el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán
tal vez los potros de
bárbaros Atilas;
o
los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del
alma,
de
alguna fe adorable que el destino blasfema.
Esos
golpes sangrientos son las crepitaciones
de
algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Cuando
el sujeto califica el objeto, ese objeto
del cual no puede dar cuenta, inicia una apertura dialógica con el texto modernista. Así encontramos
proposiciones introducidas con el como… Y por fin, en el centro del
poema, aparece una nueva proposición de existencia, que es
exactamente paralela de la primera: “Hay golpes en la vida”, una proposición
que reitera mediante la forma impersonal la existencia de un nuevo objeto:
“Y/ (hay) el hombre…
Pobre… pobre!”
El
paralelismo también está dado en esta proposición nuevamente impersonal,
aparece una forma de valoración (Pobre!... pobre!)
Primera:
“Hay golpes en la vida, tan fuertes..”
Segunda:
“Y el hombre… Pobre!...pobre!
Introduce,
entonces: el hombre, visto como objeto. ¿ En qué sentido?: No hay
proyección entre el sujeto de enunciación “yo no sé” y “ese hombre”? Parece
poco probable que la haya: este nuevo objeto que es el hombre está
absolutamente asociado con una forma de materialidad que se da constante en
Vallejo: qué es el hombre? Es un cuerpo que padece los golpes y no puede dar
cuenta de ellos. Simbólicamente el sujeto puede proyectarse o asociarse con esa
forma de materialidad que es el cuerpo, el hombre que es cuerpo en el cual se
reproduce la experiencia del padecer sin poder explicar:
El
hombre… Pobre!.. ¡Pobre Vuelve los ojos, como
cuando
por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve
los ojos locos, y todo lo vivido
se
empoza, como un charco de culpa en la mirada.
La
vinculación entre el yo y el nos es que el yo se proyecta en ese cuerpo para
verse también un objeto en el mundo. El hombre es cuerpo, es el ojo loco, que
ve y no puede explicar lo que ve.
Hay
además una asociación notable entre hombre y hombro, hombro es cuerpo.
“El hombre vuelve sus ojos locos,
cuando por sobre el hombro
nos llama una palmada”
Toda
esta parte central del poema, en que se da esta situación paradójica, abandona
no solamente ese lenguaje coloquial que abre y cierra el poema, sino que
entabla un diálogo con la forma modernista y parece obedecer a una estética de
la simetría.
Es
decir, contraposición simétrica de lo que se afirmo como lo dado y lo que se
afirma personalmente como ignorancia ante lo dado. Todo este centro del poema
está jugando con formas simétricas, construcciones paralelas y comparables
sintácticamente.
Hay
que tener en cuenta que existe definiciones de un mismo objeto mediante los sustantivos
golpes y mediante metonimias constantes de un mismo concepto que es sufrir.
Esto se da en el nivel superficial del texto mediante estructuras lingüísticas comparables
y paralelas.
Etiquetas: Pezzoni
sábado, noviembre 16, 2019
Pezzoni: César Vallejo
Fragmentos
de la lectura acerca de la obra del poeta peruano César Vallejo
realizada por el profesor Enrique Pezzoni, titular de la
Cátedra Teoría Literaria de la Carrera de Letras, de junio de 1987.IV
Contra
el secreto profesional
Algunos
textos en prosa
Este
libro CV lo escribió en Europa. Se trata de cuasi relatos, trabajados en forma
de escenas, pero con los mismos elementos simbólicos que aparecen en sus
poemas. Es el caso de “lánguidamente su licor”, un seudo relato, de la escena
original, la casa materna, la madre, el padre y los hermanos. La madre es
aquella con la cual el sujeto que fue aparece fusionado y a la cual retorna
imaginariamente. Ese sujeto no puede verse aún en el espejo como
constituyéndose., separado de la madre y el padre –y la ley paterna--. El
título resulta muy misterioso.
El
afuera golpea y la vivencia es que quiere invadir la casa.
"LÁNGUIDAMENTE SU LICOR
Tendríamos
ya una edad misericordiosa, cuando mi padre ordenó nuestro ingreso a la
escuela. Cura de amor, una tarde lluviosa de febrero, mamá servía en la cocina
el yantar de oración. En el corredor de abajo, estaban sentados a la mesa mi
padre y mis hermanos mayores. Y mi madre iba sentada al pie del mismo fuego del
hogar. Tocaron a la puerta.
—Tocan
a la puerta! —mi madre.
—Tocan
a la puerta! —mi propia madre.
—Tocan
a la puerta! —dijo toda mi madre, tocándose las entrañas a trastes infinitos,
sobre toda la altura de quien viene.
—Anda,
Nativa, la hija, a ver quien viene.
Y,
sin esperar la venia maternal, fuera Miguel, el hijo, quien salió a ver quién
venia así, oponiéndose a lo ancho de nosotros.
Un
tiempo de rúa contuvo a mi familia. Mama salió, avanzando inversamente y como
si hubiera dicho: las partes. Se hizo patio afuera. Nativa lloraba de una tal
visita, de un tal patio y de la mano de mi madre. Entonces y cuando, dolor y
paladar techaron nuestras frentes.
—Porque
no le deje que saliese a la puerta, —Nativa, la hija—, me ha echado Miguel al
pavo. A su pavo.
¡Qué
diestra de subprefecto, la diestra del padre, revelando, el hombre, las
falanjas filiales del niño! Podía así otorgarle las venturas que el hombre
deseara más tarde. Sin embargo:
—Y
mañana, a la escuela, —disertó magistralmente el padre, ante el público semanal
de sus hijos.
—Y
tal, la ley, la causa de la ley. Y tal también la vida.
Mamá
debió llorar, gimiendo a penas la madre. Ya nadie quiso comer. En los labios
del padre cupo, para salir rompiéndose, una fina cuchara que conozco. En las
fraternas bocas, la absorta amargura del hijo, quedó atravesada.
Mas,
luego, de improviso, salió de un albañal de aguas llovedizas y de aquel mismo
patio de la visita mala, una gallina, no ajena ni ponedora, sino brutal y
negra. Cloqueaba en mi garganta. Fue una gallina vieja, maternalmente viuda de
unos pollos que no llegaron a incubarse. Origen olvidado de ese instante, la
gallina era viuda de sus hijos. Fueron hallados vacíos todos los huevos. La
clueca después tuvo el verbo.
Nadie
la espantó. Y de espantarla, nadie dejó arrullarse por su gran calofrío
maternal.
—¿Dónde
están los hijos de la gallina vieja?
—¿Dónde
están los pollos de la gallina vieja?
¡Pobrecitos!
¡Dónde estarían!"
El
padre aparece como la ley que ordena ir hacia afuera. Las dos figuras padre/madre
están absolutamente contrapuestas. El padre ordena y manda afuera. La madre es
la la tarde lluviosa, el yantar de oración, lo que mantiene en el adentro.
“Tocaron
a la puerta”: es la irrupción del afuera, y allí aparecen los tres
calificativos de la madre: “mi madre, mi propia madre, toda mi madre”, hay que
tener en cuenta la gradación, en cuanto al anhelo de retener.
“dijo
toda mi madre, tocándose las entrañas”: el anhelo de fusión es prácticamente
obvio.
“lo
ancho de nosotros”: el reciento familiar
es lo ancho lo autosuficiente.
“Mamá
salió”: La salida de la madre resulta inversa, es una salida que de alguna
manera trata de convertirse en un regreso hacia el interior.
Tenemos
entonces una situación dramática, el interior, la protección, la madre opuesta
a la ley paterna que proyecta hacia afuera.
“fina
cuchaea que conozco” la descripción del
acto de comer puesto en el acto de la “fina cuchara”, imperturbable ante esa
situación de ruptura y desgarramiento.
Y
de pronto irrumpe la parte regocicante, la dimensión humo9rística, porque en
medio de los poemas tensos, de padecimientos, hay siempre una vena irrisoria a
través del absurdo que mueve a risa. La risa que también constituye un elemento
corrosivo. Sobre todo en el final con la aparición de esa gallina “maternalmente
viuda de unos pollos que no llegaron a incubarse”. Se contrapone la imagen de
la madre a la gallina frustrada en definitiva. La gallina viuda de sus hijos es
la irrisón traspuesta, el hu´ñerfano se trapone en la imagen irrisoria, brutal
y cómica de una gallina privada de sus hijos.
En
este seudo relato se observa el recinto familiar hendido y la fisura, la
rrupción del exterior implica la desaparición, el triunfo de esa ley inexorable
que lo ha proyectado hacia afuera, fuera de la entraña.
Se
podría agregar que en los textos de Vallejo se presenta la desjerarquización de
las categorías temporoespaciales, trastor no la secuencia
presente-pasado-futuro. También se trastocan las relaciones espaciales, como
sucede en el relato “Negación de Negaciones”, en el cual aparece la imagen de
la ciudad como el encierro y el anhelo de no encontrar rumbo fijado, ya que no
significarían la salida sino una ficción de salida.
Ese
texto comienza con “Quiero perderme por falta de caminos…”:
“Quiero
perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perderme definitivamente, no
ya en el mundo ni en la moral, sino en la vida y por obra de la vida. Odio las
calles y los senderos que no permiten perderse. La ciudad y el campo son así.
No es posible en ella la perdida que no la perdición, de un espíritu. En el
campo y en la cuidad, se esta demasiado asistido de rutas, flechas y señales para
poder perderse. Uno esta allí indefectiblemente situado. Al revés de lo que le
ocurrió a Wilde, la mañana que iba a morir en París, a mi me ocurre en la
cuidad amanecer siempre rodeado de todo, del peine, de la pastilla de jabón, de
todo. Amanezco en el mundo y con el mundo, en mi mismo y conmigo mismo. Llamo e
inevitablemente me contestan y se oye mi llamada. Salgo a la calle y hay calle.
Me hecho a pensar y hay pensamiento. Esto es desesperante.”
Se
lee la contradicción de ese sujeto, encerrado en el mundo, sin posibilidad de
salida, y que persiste en la negación de falsas salidas. Su ideal es la pérdida
o la perdición.
Una
página después buscará otra imagen. Para ese estar situado en el mundo,
condenado, fijado en un lugar con el anhelo de perderse de sí. Ese sujeto que
no puede dar cuenta de sí, quiere perderse de sí.
La
imagen con la que va a trabajar en este otro texto es la del sombrero.
“Todas
las cosas llevan su sombrero. Todos los
animales llevan su sombrero. Los
vegetales llevan también el suyo. No hay en este mundo nada ni nadie que no lleve la cabeza cubierta.
Aunque los hombres se quiten el
sombrero, siempre queda la cabeza
cubierta de algo que podríamos llamar el
sombrero innato, natural y tácito de cada persona. Desde el punto de vista del hombre, los sombreros se clasifican en sombreros naturales y sombreros artificiales. Se
llama sombrero natural aquel que nace con cada
persona y que le es inseparable aún después de la muerte. En el esqueleto, la presencia del sombrero natural y tácito es palpable. Se
llama sombrero artificial
aquel que se adquiere en las
sombrererías y del cual podemos
separarnos momentánea o eternamente. En el esqueleto, la falta de
este sombrero artficial es, asimismo, evidente.”
Se
podría relacionar este símbolo del sombrero con el del Nombre. El nombre es
como el sombrero, es lo que fija, lo que sitúa, lo que encierra al sujeto. Esto
lo vamos a poder encontrar en el poema II de Trilce, cuando se trata de
categorías temporales.
II
(Trilce)
Tiempo
Tiempo.
Mediodía
estancado entre relentes.
Bomba
aburrida del cuartel achica
tiempo
tiempo tiempo tiempo.
Era
Era.
Gallos
cancionan escarbando en vano.
Boca
del claro día que conjuga
era
era era era.
Mañana
Mañana.
El
reposo caliente aún de ser.
Piensa
el presente guárdame para
mañana
mañana mañana mañana
Nombre
Nombre.
¿Qué
se llama cuanto heriza nos?
Se
llama Lomismo que padece
nombre
nombre nombre nombrE.
Todo
lo que nos hiere, que no encierra es todo lo que padece Nombre. Los nombres que
son intercambiables, que fijan límites. En el caso del texto del sombrero, el
nombre es aquello que nos limita, que nos hiere, que hasta hace las veces de
nosotros y por lo tanto puede robarse. Alguien puede robarnos nuestro nombre.
Teoría
de la reputación
“He
estado en la famosa taberna "Sztaron" de la calle de Seipel, en Budapest, taberna,
según se murmura, de una secreta
firma bolchevique y cuyo gerente,
Ossag Muchay, es tan cortés con
la clientela. Muchay ha estado conmigo un gran rato, conversando y bebiendo absintio de Viena, esa destilación religiosa
y armada, color de convólvulo, que extraen de una extraña
gramínea salvaje, llamada "dístilo dormido". La taberna, esta
tarde, se ha visto visitada por muy
contados parroquianos, que entraban,
estirando los miembros, bebían malvadamente ante el mostrador y se iban
con gran perfección. Dos
muchachas jugaban en un rincón de la
planta baja, un juego de dulce de hierro,
con pequeñas tortugas de capa y cintas de colores. A la entrada de la misma
sala, platicábamos el buen Muchay
y yo. Hablábamos de las supersticiones del Asia Menor, de las salobres ciencias de aprehensión de las
hechicerías. Me despedí de Muchay y abandoné la taberna. Avancé hacia la
esquina y tomé la calle de Praga, que apareció invadida de gente. La
multitud observaba por sobre los tejados
las maniobras de la policía. Entereme, por crecidas puntuales y menguantes de
viñeta, que se perseguía a un delincuente de un alto delito, que nadie
sabía precisar. Un grupo de gendarmes salió de una de las torres de la iglesia
de Ravulk, conduciendo preso a un hombre.
Al
descender el prisionero las gradas del
atrio, pude verle entre la muchedumbre, trajeado de una pelliza en losanges,
los ojos enormes, perrazo de gran estimación, que acabase de morder a una reina. Hasta el comisariado fui
detrás de esta
gente. E1 comisario interrogó al
preso, en tono de legal indignación: -¿Quién es usted? ¿Cuál es su nombre?
-Yo
no tengo nombre, señor, -dijo el preso.
Se ha averiguado en Beben, aldea donde vivía el aherrojado, por su nombre, sin
conseguirlo. Nadie da razón de
nada que se relacione con
sus antecedentes de familia. En sus
bolsillos tampoco se ha sorprendido
papel alguno. Lo único que está
probado es que residía en Beben, porque todo el mundo le ha
visto allí a diario, caminar por las
calles, sentarse en los garitos, leer
periódicos, conversar con los transeúntes. Pero
nadie conoce su nombre.
¿Desde
cuándo vivía en Loeben? Se ignora, por
otro lado, si es húngaro o extranjero.
He vuelto a la taberna de Ossag Muchay
y le he
referido el caso en todos sus detalles y aun dándole la
filiación minuciosa del preso. Muchay me ha dicho:
-Ese
individuo carece, en verdad, de nombre. Soy yo quien guarda su
nombre. ¿Quiere usted co-
nocerlo? Me tomó par el brazo, subimos al segundo piso y me condujo a un escritorio. Allí extrajo de un diminuto
estuche de acero un retazo de papel, donde aparecía, en trazos gruesos y
resueltos, pero tan enredados que era imposible descifrarlos, una firma delineada
con tinta verde rana, de la que usan los campesinos de Hungría. Argumenté
a Mu- chay :
-1%
puede acaso tomar el nombre de una persona y esconderlo en un estuche, como una simple sortija o un billete?. . .
-Ni
más ni menos -me respondió el tabernero.
-¿Y
qué explicación tiene todo esto? ¿Cuál
es, en resumen, ese nombre?
-Usted
ni nadie puede saberlo, pues este nombre es ahbra de mi exclusiva posesión.
Puede usted conocerlo, mas no saberlo. . .
-¿Se
burla usted de mí, señor
Muchay?
-De
ninguna manera. Aquel hombre perdió su
nombre y él mismo, aunque quisiera
darlo, no puede ya saberlo. Le es absolutamente imposible, en tanto no
tenga en su poder la firma que usted está viendo
aquí.
-Pero
si él la trazó. Le será fácil trazar
otra y otras.
-No.
El nombre no es sino uno solo. Las
firmas son muchas, sin duda, mas
el nombre está en una sola de las
firmas, entre todas.
Sus
inesperadas sutilezas de billar empezaron a hacerme palos. Muchay, en
cambio, hablaba sin vacilaciones.
Encendió su pipa con dos centellas de pedernal
croata. Cerró su estuche de acero y me invitó a bajar.
-La
vida de un hombre, -me dijo, descendiendo la escalera- está revelada toda
entera en uno solo de sus actos. El
nombre de un hombre está también revelado en una sola de sus firmas. Saber ese acto representativo, es
saber su vida verdadera. Saber esa
firma representativa, es saber su nombre
verdadero.
-¿Y
en qué se funda usted para creer que la firma que usted posee es la
firma representativa de ese hombre?
Además, ¿qué importancia tiene el saber el nombre verdadero de una persona? ¿No
se sabe,
acaso, el nombre verdadero de todas las personas?
-Escuche usted, -me argumentó Muchay, dando inflexión
prudente a sus palabras-, el nombre
verdadero de muchas personas se ignora.
Esta es la causa por la cual, en lugar de apresar al obre- ro de Loeben, no se
ha apresado al patrón de la fábrica donde éste trabajaba.
-¿Pero
usted sabe el delito de que se le acusa?
-De
un atentado contra el
Regente Horthy.
Bajé
los ojos, dando viento a mis
órganos medianos y me quedé Vallejo ante Muchay.”
El
hombre sale a la calle y están persiguiendo a un delincuente que no tiene
nombre. Cuando le preguntan el nombre responde “Yo no tengo nombre”. El
personaje Vallejo vuelve a la taberna y
el dueño le confirma que ese individuo carece en realidad de nombre y que es
él, Muchay, quien lo guarda. Muchay extrae de un cofre de cuero un retazo de
papel donde está escrito ese nombre. Le han robado el nombre.
Es
cuiosa la doble perspectiva que plantea Vallejo acerca del nombre. Por un lado
el nombre identifica de alguna manera. Pero está la otra versión: que me lo
pueden robar. “ Y me quedé Vallejo ante Muchay”: se quedan los nombres
enfrentados.
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