sábado, noviembre 16, 2019

Pezzoni: César Vallejo






 Fragmentos de la lectura acerca de la obra del poeta  peruano  César Vallejo realizada por el profesor Enrique Pezzoni,  titular de la Cátedra  Teoría Literaria de la Carrera de Letras, de junio de 1987.IV



Contra el secreto profesional
Algunos textos en prosa

Este libro CV lo escribió en Europa. Se trata de cuasi relatos, trabajados en forma de escenas, pero con los mismos elementos simbólicos que aparecen en sus poemas. Es el caso de “lánguidamente su licor”, un seudo relato, de la escena original, la casa materna, la madre, el padre y los hermanos. La madre es aquella con la cual el sujeto que fue aparece fusionado y a la cual retorna imaginariamente. Ese sujeto no puede verse aún en el espejo como constituyéndose., separado de la madre y el padre –y la ley paterna--. El título resulta muy misterioso.
El afuera golpea y la vivencia es que quiere invadir la casa.


      "LÁNGUIDAMENTE SU LICOR

Tendríamos ya una edad misericordiosa, cuando mi padre ordenó nuestro ingreso a la escuela. Cura de amor, una tarde lluviosa de febrero, mamá servía en la cocina el yantar de oración. En el corredor de abajo, estaban sentados a la mesa mi padre y mis hermanos mayores. Y mi madre iba sentada al pie del mismo fuego del hogar. Tocaron a la puerta.

—Tocan a la puerta! —mi madre.

—Tocan a la puerta! —mi propia madre.

—Tocan a la puerta! —dijo toda mi madre, tocándose las entrañas a trastes infinitos, sobre toda la altura de quien viene.

—Anda, Nativa, la hija, a ver quien viene.

Y, sin esperar la venia maternal, fuera Miguel, el hijo, quien salió a ver quién venia así, oponiéndose a lo ancho de nosotros.

Un tiempo de rúa contuvo a mi familia. Mama salió, avanzando inversamente y como si hubiera dicho: las partes. Se hizo patio afuera. Nativa lloraba de una tal visita, de un tal patio y de la mano de mi madre. Entonces y cuando, dolor y paladar techaron nuestras frentes.

—Porque no le deje que saliese a la puerta, —Nativa, la hija—, me ha echado Miguel al pavo. A su pavo.

¡Qué diestra de subprefecto, la diestra del padre, revelando, el hombre, las falanjas filiales del niño! Podía así otorgarle las venturas que el hombre deseara más tarde. Sin embargo:

—Y mañana, a la escuela, —disertó magistralmente el padre, ante el público semanal de sus hijos.

—Y tal, la ley, la causa de la ley. Y tal también la vida.

Mamá debió llorar, gimiendo a penas la madre. Ya nadie quiso comer. En los labios del padre cupo, para salir rompiéndose, una fina cuchara que conozco. En las fraternas bocas, la absorta amargura del hijo, quedó atravesada.

Mas, luego, de improviso, salió de un albañal de aguas llovedizas y de aquel mismo patio de la visita mala, una gallina, no ajena ni ponedora, sino brutal y negra. Cloqueaba en mi garganta. Fue una gallina vieja, maternalmente viuda de unos pollos que no llegaron a incubarse. Origen olvidado de ese instante, la gallina era viuda de sus hijos. Fueron hallados vacíos todos los huevos. La clueca después tuvo el verbo.

Nadie la espantó. Y de espantarla, nadie dejó arrullarse por su gran calofrío maternal.

—¿Dónde están los hijos de la gallina vieja?

—¿Dónde están los pollos de la gallina vieja?

¡Pobrecitos! ¡Dónde estarían!"

El padre aparece como la ley que ordena ir hacia afuera. Las dos figuras padre/madre están absolutamente contrapuestas. El padre ordena y manda afuera. La madre es la la tarde lluviosa, el yantar de oración, lo que mantiene en el adentro.
“Tocaron a la puerta”: es la irrupción del afuera, y allí aparecen los tres calificativos de la madre: “mi madre, mi propia madre, toda mi madre”, hay que tener en cuenta la gradación, en cuanto al anhelo de retener.

“dijo toda mi madre, tocándose las entrañas”: el anhelo de fusión es prácticamente obvio.

“lo ancho de nosotros”:  el reciento familiar es lo ancho lo autosuficiente.

“Mamá salió”: La salida de la madre resulta inversa, es una salida que de alguna manera trata de convertirse en un regreso hacia el interior.

Tenemos entonces una situación dramática, el interior, la protección, la madre opuesta a la ley paterna que proyecta hacia afuera.

“fina cuchaea que conozco”   la descripción del acto de comer puesto en el acto de la “fina cuchara”, imperturbable ante esa situación de ruptura y desgarramiento.

Y de pronto irrumpe la parte regocicante, la dimensión humo9rística, porque en medio de los poemas tensos, de padecimientos, hay siempre una vena irrisoria a través del absurdo que mueve a risa. La risa que también constituye un elemento corrosivo. Sobre todo en el final con la aparición de esa gallina “maternalmente viuda de unos pollos que no llegaron a incubarse”. Se contrapone la imagen de la madre a la gallina frustrada en definitiva. La gallina viuda de sus hijos es la irrisón traspuesta, el hu´ñerfano se trapone en la imagen irrisoria, brutal y cómica de una gallina privada de sus hijos.
En este seudo relato se observa el recinto familiar hendido y la fisura, la rrupción del exterior implica la desaparición, el triunfo de esa ley inexorable que lo ha proyectado hacia afuera, fuera de la entraña.
Se podría agregar que en los textos de Vallejo se presenta la desjerarquización de las categorías temporoespaciales, trastor no la secuencia presente-pasado-futuro. También se trastocan las relaciones espaciales, como sucede en el relato “Negación de Negaciones”, en el cual aparece la imagen de la ciudad como el encierro y el anhelo de no encontrar rumbo fijado, ya que no significarían la salida sino una ficción de salida.

Ese texto comienza con “Quiero perderme por falta de caminos…”:

“Quiero perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perderme definitivamente, no ya en el mundo ni en la moral, sino en la vida y por obra de la vida. Odio las calles y los senderos que no permiten perderse. La ciudad y el campo son así. No es posible en ella la perdida que no la perdición, de un espíritu. En el campo y en la cuidad, se esta demasiado asistido de rutas, flechas y señales para poder perderse. Uno esta allí indefectiblemente situado. Al revés de lo que le ocurrió a Wilde, la mañana que iba a morir en París, a mi me ocurre en la cuidad amanecer siempre rodeado de todo, del peine, de la pastilla de jabón, de todo. Amanezco en el mundo y con el mundo, en mi mismo y conmigo mismo. Llamo e inevitablemente me contestan y se oye mi llamada. Salgo a la calle y hay calle. Me hecho a pensar y hay pensamiento. Esto es desesperante.”

Se lee la contradicción de ese sujeto, encerrado en el mundo, sin posibilidad de salida, y que persiste en la negación de falsas salidas. Su ideal es la pérdida o la perdición.
Una página después buscará otra imagen. Para ese estar situado en el mundo, condenado, fijado en un lugar con el anhelo de perderse de sí. Ese sujeto que no puede dar cuenta de sí, quiere perderse de sí.
La imagen con la que va a trabajar en este otro texto es la del sombrero.

“Todas las cosas llevan  su sombrero. Todos los animales  llevan su sombrero. Los vegetales llevan también el suyo. No hay en este mundo nada  ni nadie que no lleve la cabeza cubierta. Aunque los hombres se quiten el  sombrero,  siempre queda la cabeza cubierta de  algo que podríamos llamar el sombrero innato,  natural y  tácito de cada  persona. Desde  el punto de vista del  hombre, los sombreros  se clasifican en sombreros  naturales y sombreros artificiales. Se llama  sombrero natural  aquel que nace  con cada  persona y que le es inseparable aún después de la muerte. En el  esqueleto, la presencia del  sombrero natural y tácito es palpable. Se llama  sombrero  artificial  aquel que se adquiere en las  sombrererías y del cual  podemos separarnos momentánea  o  eternamente. En el esqueleto, la falta de este  sombrero  artficial es, asimismo, evidente.”

Se podría relacionar este símbolo del sombrero con el del Nombre. El nombre es como el sombrero, es lo que fija, lo que sitúa, lo que encierra al sujeto. Esto lo vamos a poder encontrar en el poema II de Trilce, cuando se trata de categorías temporales.

II (Trilce)
Tiempo Tiempo.
Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.
Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.

Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombrE.

Todo lo que nos hiere, que no encierra es todo lo que padece Nombre. Los nombres que son intercambiables, que fijan límites. En el caso del texto del sombrero, el nombre es aquello que nos limita, que nos hiere, que hasta hace las veces de nosotros y por lo tanto puede robarse. Alguien puede robarnos nuestro nombre.

Teoría de la reputación

“He estado en la famosa taberna "Sztaron" de la calle de Seipel, en Budapest,  taberna,  según  se murmura, de una  secreta  firma bolchevique y cuyo gerente,  Ossag Muchay, es tan cortés  con la clientela. Muchay ha estado conmigo un gran rato,  conversando y bebiendo  absintio de Viena, esa destilación religiosa y armada, color de convólvulo, que extraen de una  extraña  gramínea salvaje, llamada "dístilo dormido". La taberna, esta tarde, se ha visto visitada  por muy contados  parroquianos, que entraban, estirando los miembros, bebían malvadamente ante el  mostrador y se  iban  con  gran perfección. Dos muchachas jugaban en  un rincón de la planta baja, un juego de dulce de hierro,  con pequeñas tortugas de capa y cintas de colores. A la entrada de la  misma  sala, platicábamos  el buen Muchay y yo. Hablábamos de las supersticiones del Asia Menor, de las  salobres ciencias de aprehensión de las hechicerías. Me despedí de Muchay y abandoné la taberna. Avancé hacia  la  esquina y tomé la calle de Praga, que apareció invadida de gente. La multitud observaba por  sobre los tejados las maniobras de la policía. Entereme, por crecidas puntuales y menguantes de viñeta, que se  perseguía a  un delincuente de un alto delito, que nadie sabía precisar. Un grupo de gendarmes salió de una de las torres de la iglesia de Ravulk, conduciendo preso a  un hombre.
Al descender el  prisionero las gradas del atrio, pude verle entre la muchedumbre, trajeado de una pelliza en losanges, los  ojos enormes,  perrazo de gran  estimación, que acabase de morder   a una reina. Hasta el comisariado fui detrás  de  esta  gente. E1 comisario  interrogó al preso, en tono de legal indignación: -¿Quién es usted? ¿Cuál es su nombre?
-Yo no tengo nombre,  señor, -dijo el preso. Se ha averiguado en Beben, aldea donde vivía el aherrojado,  por su nombre,  sin  conseguirlo. Nadie da  razón de nada que se  relacione  con  sus antecedentes de familia. En sus  bolsillos tampoco se ha sorprendido  papel  alguno. Lo único que está probado es que residía en Beben, porque todo el mundo  le  ha visto allí a  diario, caminar por las calles, sentarse en los garitos,  leer periódicos, conversar con los transeúntes. Pero  nadie conoce su nombre.
¿Desde cuándo vivía en  Loeben? Se ignora, por otro lado, si es húngaro o  extranjero. He vuelto  a la taberna de Ossag Muchay y  le he  referido el caso en todos sus detalles y aun dándole  la  filiación  minuciosa  del preso. Muchay me ha dicho:
-Ese individuo carece, en verdad, de nombre. Soy yo quien guarda  su  nombre. ¿Quiere usted  co- nocerlo? Me tomó par el  brazo,  subimos al segundo  piso y me condujo a  un escritorio. Allí extrajo de un diminuto estuche de acero un retazo de papel, donde aparecía, en trazos gruesos y resueltos,  pero tan enredados que era  imposible descifrarlos, una firma  delineada  con tinta verde rana, de la que usan los campesinos de Hungría.  Argumenté  a Mu- chay :
-1% puede acaso tomar el nombre de una persona y esconderlo en un estuche,  como una simple sortija  o un billete?. . .
-Ni más ni menos -me respondió el tabernero.
-¿Y qué explicación tiene  todo esto? ¿Cuál es, en resumen, ese nombre?
-Usted ni nadie puede saberlo, pues este nombre es ahbra de mi exclusiva posesión. Puede usted conocerlo, mas no saberlo. . .
-¿Se burla  usted  de mí, señor  Muchay?
-De ninguna manera.  Aquel hombre perdió su nombre y él mismo, aunque quisiera  darlo, no puede ya saberlo. Le es absolutamente imposible, en tanto no tenga en su poder  la  firma que usted está  viendo  aquí.
-Pero si él la trazó. Le será fácil trazar  otra y otras.
-No. El nombre  no es sino uno solo.  Las  firmas son muchas,  sin duda, mas el  nombre está en una sola de las firmas, entre todas.
Sus inesperadas  sutilezas de billar  empezaron a hacerme palos. Muchay, en cambio,  hablaba sin vacilaciones. Encendió su pipa con dos centellas de pedernal  croata. Cerró su estuche de acero y me invitó a bajar.
-La vida de un hombre, -me dijo, descendiendo la escalera- está revelada toda entera en uno solo de sus  actos. El nombre de un hombre está también revelado en una sola de sus  firmas. Saber ese acto representativo, es saber su  vida verdadera. Saber esa firma  representativa, es saber su nombre verdadero.
-¿Y en qué se funda usted  para  creer que la firma que usted posee  es  la firma  representativa de ese hombre? Además, ¿qué importancia tiene el saber el nombre verdadero de una persona? ¿No se  sabe,  acaso, el nombre verdadero de todas las personas?
-Escuche   usted, -me argumentó Muchay, dando inflexión prudente a  sus palabras-, el nombre verdadero de muchas personas se  ignora. Esta es la causa por la cual, en lugar de apresar al obre- ro de Loeben, no se ha  apresado al  patrón de la fábrica donde  éste trabajaba.
-¿Pero usted  sabe el delito de que se le acusa?
-De un  atentado contra  el  Regente  Horthy.
Bajé los ojos, dando viento  a  mis  órganos  medianos y me  quedé Vallejo ante Muchay.”

El hombre sale a la calle y están persiguiendo a un delincuente que no tiene nombre. Cuando le preguntan el nombre responde “Yo no tengo nombre”. El personaje Vallejo vuelve a la taberna  y el dueño le confirma que ese individuo carece en realidad de nombre y que es él, Muchay, quien lo guarda. Muchay extrae de un cofre de cuero un retazo de papel donde está escrito ese nombre. Le han robado el nombre.
Es cuiosa la doble perspectiva que plantea Vallejo acerca del nombre. Por un lado el nombre identifica de alguna manera. Pero está la otra versión: que me lo pueden robar. “ Y me quedé Vallejo ante Muchay”: se quedan los nombres enfrentados.





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