jueves, agosto 30, 2007

30 de agosto: día internacional del desaparecido

Marta Zelmira Mastrogiácomo
Hugo Alberto Goldsman:
queridos compañeros, amigos,
por siempre en mi memoria.




Recomendaciones


Antología del aire, programa de radio de poesía y música.
Se transmite por la frecuencia clásica de Radio Nacional, FM, 96.7, todos los martes a las 22. Conducción: Susana Villalba (escritora, periodista, dramaturga) e Ingrid Pellicori (actriz).
Coordinación y musicalización: Walter Lezcano (poeta).

Otras voces, nuevas voces

Marco Gabriel Limas nació en Buenos Aires, en 1976. Los poemas que se transcriben a continuación pertenecen a su libro inédito Una maleta llena de dedos.

zapato

en lo más hondo del zapato
la palabra
y a la vez los hongos
a la vez el día y la noche
a la vez la conquista
a la vez los temores

el zapato al pie de la cama
como un oráculo
insomne
cavilando su nuevo día
sin que uno se entere


golpeo

alma desencantada
extendida en un charco
olvidada por este cuerpo

yo que soy carne
y otras veces un fierro
por todos lados golpeo

directo al ombligo

el agua del balde de mi cerebro desbordó
y generó un río
dónde?
en la pista de patinaje del
ombligo
donde me miro

laberinto circular
agujero en espiral
comodín
hembra conector
a la serpiente de la vida

el drama de la cosa

la cosa es un cajón cuadrado
tomalo como quieras
ni vacío
ni lleno

los sentidos se agotan y celebran
en su interior limitado
aire plástico

a continuación un espejismo fractario
una porción de mar
otra de tierra
otra de cielo
visiones?

disfraces

sin

capuchón mío
si no te encuentro
si saltaste capuchón
hasta el infierno

buscaré en mis bolsillos
entre lápices y cuadernos
arrancaré mi barba pelo por pelo
hasta encontrarte

capuchón mío
capuchón negro
que si no te encuentro

me falta todo
Alelí Jait nació en Buenos Aires, en 1979. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Fue miembro del consejo editor de El perseguidor. Revista de Letras. Tiene dos libros inéditos: Desaparición: discurso poético y testimonio (ensayo) y La contorsionista (poesía).
Derechamente estoy encintada
en el costado pendular de mi ojo recto
ese llegar sonoro acunado con miseria
ese llevar los días hasta no pesar

un abismo tangible que se dilata
un efímero punto que se ensancha
como el rencor de la mujer sin memoria
del amor por nueva sangre, y,

nace la espera
la vibración muda que danza
con caderas dilatadas
ostras abriéndose:

Reptil de mis entrañas
nudo que acaricio
con manos de hilo
con delicadeza de anzuelo

y al suelo de cabeza.

Ya no quedan festejos
que valgan la pena salvar.

Estoy bailando
las voces dormecen sin culpa
entre mis dientes

piernas parcelas casi sonriendo
casi deseando volver.

Los látigos cambian de ritmo
y de manos

no hay escondite sin acecho

ni el pozo en los ojos por la muerte
ni las visiones más hermosas del tiempo.

Tiembla de dolor
ya las manos escapan del cuerpo.

Silueta de la misma vez que fue cuerpo
en el noctámbulo pasadizo de unas horas
que desfilaban ametralladas en el paredón
negro hacia el negro infinito.

Una botella que rompía el luto
de extranjera en mis países
y en mis causas.

Y la dimensión narcótica del ahora
en espirales atajos hacia la muerte.

Decir que los golpes se hicieron recuerdo
sería no acordar que sus manos de humo
prenden el cigarro de mi aliento.

miércoles, agosto 29, 2007

Poemas de Hilda Doolittle (H.D.)


La vara en flor
De Trilogía, 1944-1946


Voy donde amo y soy amada
hacia la nieve;

Voy hacia aquello que amo
sin ningún pensamiento de deber o piedad;

Voy hacia donde pertenezco, inexorable,
como la lluvia que no ha cesado de caer

hacia los surcos; he dado
o podría haber dado

vida al grano;
pero si éste no crece o madura

con la lluvia de la hermosura,
la lluvia retornará a la nube,

quien cosecha afila su acero sobre piedra;
pero éste no es nuestro campo,

no lo hemos sembrado;
impiadosos, impiadosos, dejemos

el sitio de la calavera
para aquellos que lo compusieron.
...

Satisfechos, insatisfechos,
saciados o entumecidos de hambre,

he aquí la urgencia eterna,
la desesperación, el deseo de equilibrar

la variante eterna;
tú percibes este llamado insistente,

esta demanda de un cierto instante,
la vocación de gozar, de vivir,

no el mero afán de perdurar,
la vocación de vuelo, de consecución,

la vocación de reposo tras un largo vuelo;
pero ¿quién conoce la desesperada urgencia

de esos otros –verdaderos tal vez ahora
míticos pájaros—que buscan, infructuosos, reposo

hasta que se desploman desde el punto más alto de
la espiral
o caen del centro mismo de un círculo cada vez más estrecho?

pues ellos recuerdan, recuerdan, al mecerse y revolotear
lo que existió una vez –recuerdan, recuerdan—

ellos no se desviarán –han conocido la bienaventuranza
el fruto que satisface –han retornado—

¿y si las islas se perdiesen? ¿si las aguas
cubrieran las Hespérides? Mejor es que recuerden—

recuerden las manzanas doradas del árbol;
Oh, no los compadezcas, mientras los ves caer uno por uno,

pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos,
pero en un cierto éxtasis,

pues de ellos es el hambre
del Paraíso.


*Poemas incluidos en el libro Poemas de Helena en Egipto, Ediciones Angria-Caracas, Venezuela, 1992. Traducción: María Negroni y Sophie Black.
** Hilda Doolittle (1886-1961). Nació en Pennsylvania (Estados Unidos). Autora de diversos libros de poemas (Sea Garden (1916), Hymen (1921), Heliodora (1924), Red roses for Bronze (1931), Trilogía (1944-46), Helen in Egipto (1961), entre otros. También escribió prosa.

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martes, agosto 28, 2007

Poema: exorcismo por ardid*



Por Henri Michaux**




Harto extraordinario sería que de los miles de sucesos que acaecen cada año resultase una armonía perfecta. Siempre hay algunos que se atragantan, y que uno guarda dentro de sí, hirientes.
Una de las cosas que pueden hacerse: el exorcismo.
Toda situación es dependencia y cientos de dependencias. Sería inaudito que resultase de esto una satisfacción sin tacha o que un hombre pudiera, por muy activo que fuese, combatirlas a todas eficazmente en la realidad.
Una de las cosas que pueden hacerse: el exorcismo.
El exorcismo, reacción de poder, a modo de ataque con ariete, es el auténtico poema del prisionero. En el lugar mismo del sufirmiento y la manía se introduce tal exaltación, tan magnífica violencia, unidas al martillear de las palabras, que el daño se disuelve progresivamente y lo reemplaza una aérea ira demoníaca --¡maravilloso estado!
Muchos poemas contemporáneos, poemas de liberación, obran también uno de los efectos del exorcismo; mas un exorcismo por ardid. Por ardid de la naturaleza subconsciente que se defiende mediante una elaboración imaginativa apropiada: los sueños. Por ardid premeditado o tanteante, que busca su punto de aplicación óptimo: los sueños diurnos.
No sólo los sueños sino una infinidad de pensamientos son "para salir del apuro", e incluso sistemas filosóficos que se creían algo muy distinto fueron sobre todo exorcisantes.
Efecto liberador semejante, pero naturaleza por completo diferente.
Nada en ella de ese impulso de saeta, fogoso y como suprahumano del exorcismo. Nada de esa especie de torreta de bombardeo que se forma en los momentos en que el objeto que hay que rechazar se ha tornado casi eléctricamente presente y es mágicamente combatido.
Esta ascensión vertical y explosiva constituye uno de los momentos culminantes de la existencia. Por muchas veces que aconseje uno tal ejercicio a quienes viven a pesar suyo en dependencia desgraciada, siempre serán pocas. Pero resulta difícil encender el motor; solamente logra hacerlo la cuasi desesperación.
Como sabe el buen entendedor, los poemas del comienzo de este libro no están en absoluto escritos por odio a esto o aquello, sino para liberarse de infleuncias.
La mayoría de los textos que siguen son, en cierto modo, exorcismos por ardid. Su razón de ser: mantener en jaque a los poderes circundantes del mundo hostil.

*Prefacio del libro Adversidades, exorcismos. Traducción, Jorge Riechman. Editorial Poesía Cátedra, Madrid, 1988.
**Poeta y pintor francés de origen belga. Entre sus libros se cuentan: Quien fui (1924), Ecuador (1929), Un bárbaro en Asia (1932), Paz en los quebrantes (1959), El infinito turbulento (1957), Conocimiento en el abismo (1961), Las grandes pruebas del espíritu (1966). Falleció el 19 de octubre de 1984.

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Lenguas perdidas, de Carlos A. Basch*




Acorde con sus hábitos de siempre

mi padre se murió un día cualquiera
de esos que raramente pasan a la historia:
el desayuno frugal con las noticias
más o menos comunes en el diario
después de trabajar, dormir la siesta
y quedarse leyendo hasta la cena.
Acto seguido morirse de una vez
sin casi levantar la voz del suelo

Lástima

El rostro encendido en la sonrisa
y ese eterno asombro infantil ante las cosas
pueden inducir a error
pero el hombre que viene de lejos
no es mi padre
me lo dice una certeza inescrutable
una vaga impresión
sin duda equivocada
que se diluye apenas
él se ha ido

Desde la cabecera

de la mesa familiar
me llega el sordo carraspeo
paterno
en falsete ahogado
hacia los postres
en un mar de gemidos
y mocos abnegados
de madre robe de chambre.
Más te vale
aferrarte a la silla
hasta que pase la tormenta
masticar con denuedo
esa carne convulsa
calzar a toda prisa
tu gastada armadura
de hojalata
a tiempo para el brindis

Ejercicio

Me salgo del camino y espero
al gran caballo blanco
que me espera en silencio
y salimos volando los dos
de contramano
y con agenda abierta
a morder lo que queda
de noche
a mis espaldas
el primer rayo de sol
sobre la tierra tibia
ya me alcanza al galope
dichoso el corazón
encaminado
* Carlos A. Basch nació en Buenos Aires, en 1948. Es poeta y pscioanalista. Integra el comité de redacción de la revista Redes de la letra. Escritura del psicoanálisis. En 2006 publicó Lenguas perdidas en la editorial Zama.

El quaderno de Malta, de Pere Bessó


La editorial Libros de Alejandría, de Buenos Aires, ha editado recientemente El quaderno de Malta (edición bilingüe castellano-catalán), nuevo libro del poeta y traductor Pere Bessó (Valencia, 1951), quien ha publicado además diversos libros --entre otros, Imágenes (1976), Herbolari de silencis (1978), Mediterrània (1979), L´Alter Ego (1980), Prims Homenatges (1984), Les llimes de la Vosgiana (1987), La terra promesa (1989), Planetari (1992), Minimals (1999), Narcís de la memòria (2000)--. Actualmente, y desde 2005, Bessó está preparando una muestra bilingüe de la poesía argentina de la mitad del siglo XX desde la perpectiva de género.

lunes, agosto 27, 2007

Eduardo Acevedo 852, de Consuelo Fraga*


"(...) Eduardo Acevedo es un nombre que se habita a sí mismo, una casa donde el lenguaje se encarna. Sombras, ausencias, dejan ver la historia: la mirada del poeta se posa donde no está. Extrañamiento. (...) Consuelo Fraga escribe desde el desamparo. A la manera de un sudario, lo que queda es la energía de lo que hubo. La imagen es ahora la materia; la huella es la escritura."

(Fragmento del texto de contratatapa, escrito por el poeta Eduardo Mileo. )

I
En cada casa
tuve un sillón
uno distinto cada vez
se iba poniendo
viejo, como yo,
cada mudanza
más pobre menos
pretencioso.

Acá en Montevideo
viniendo desde el puerto
por la rambla, las canteras,
el Parque Hotel,
Playa Ramírez.

Es una puerta verde
en una esquina.
Sólo a ésta digo mía
mi
casa.
Eduardo Acevedo.

X
Se va cerrando
cada puerta.
Lentamente
tac, a veces, clac
después silencio
y yo mirando,
meditando
si tratar de impedir…

Llegar a tiempo
¿es que se puede antes?
¿hay una mano que no deja
cerrar la puerta todavía?

De la elegancia
con que la hoja se mueve
pasamos al portazo.

Qué cosas
no se rompen, pienso,
cuando en lugar de ellas
perdemos una taza
o se quebró ese vidrio
de la ventana en la que miro
cómo se fue cerrando
cada puerta.

*Consuelo Fraga nació en Buenos Aires en 1969. Publicó la plaqueta Motos (2005), y participó de la antología Felicidades también 18 poetas (2005). Eduardo Acevedo 852 es su primer libro, editado por la editorial Limón (2007).

Pier Paolo Pasolini y Roberto Artl


"Fue en la primavera de 1971. Una primavera que se desnudaba tempranamente en azaleas, en limpio olor de pinos. Pocos días antes nos había presentado una amiga común (Rosalía Pontini), y él (Pasolini) se había ofrecido a mostrarme 'algo de la Roma que suelen no ver los periodistas ni los turistas' (...).
Volvimos a vernos. Y hablamos largamente de libros y autores argentinos. Porque no se cansaba de averiguar, de querer saber, de conocer. En medio de mis dificultades para responderle me sorprendió cuando dijo que había leído a Roberto Artl (¡y con qué lucidez y penetración!): 'Me hubiera gustado conocerlo. Sospecho que habríamos terminado amigos. Hay un asombro parecido entre el mundo de sus criaturas y las mías'."
(Fragmento de la nota "Roma es mi libro", de Herman Mario Cueva, publicada por la revista Crisis (pág. 71), en 1975.

sábado, agosto 25, 2007

Vacas tristes entre la duda y la verdad*




Por María del Carmen Colombo



Entrar a la gran literatura, como Anastasio el Pollo al teatro Colón.
L. L.

Este es el sueño que soñé despierta, el invento que en realidad me apareció releyendo los escritos de un sabio guitarrero que afirmaba --que afirma--, llamarse Juan, Juan Gelman (1).
Iba yo como voy, boleada casi siempre, por la pampa de papel cuando de pronto encontré una leyenda que me llegó, digamos, que me rayó, como si en realidad la uña del mencionado rasgador de cuerdas me hiciera sonar el corazón. Cuando quise acordarme me di cuenta: versos eran y parte de una dedicación casi rimada, hechos a una difunta, reina mentada, musa inspiradora ELLA, Alejandra (2). Ave cantora, después supe, que como un pajarito había volado, huido a los misterios del desierto. Si el mareo me deja, quisiera recordar esas estrofas, decían más o menos así:

Oh eternidades débiles perdidas para siempre
y vacas tristes entre la duda y la verdad
y sedas y delicias de la sombra
mejor hagamos un mundo para que alejandra
se quede...(3)

Abatatada por el sonido de las cuerdas de lana del pampero, fijé mi atenta distracción en esos animales que Juan el guitarrero así nombraba: “vacas tristes entre la duda y la verdad”. Como reconocer, reconocía haber visto muchas pero muchas vacas…, pero de éstas ninguna, claro… (era mala consejera la ignorancia mía, el corazón rasgado ya me lo decía). Entonces decidí preguntarle a un tal Don Federico, alias el matadiós porque había matado a su tatita, según se decía, con el filo de su afilosofado facón, él mesmo. Y buscando lo encontré en un rincón de su almacén de brebajes antiguos. Yo le mostré la letra y él me dijo: “ha dado usted con el hombre indicado” y, como un adivino encantado por los versos, agregó: “yo veo una mujer en esa vaca, porque recuerde –prosiguió-- que como yo mismo he dicho hace un montón ‘la mujer sigue siendo gato o pájaro o, en el mejor caso, vaca’ (4). No se lo tome a mal --se disculpó el viejo Federico-- pero este pensamiento mama del manantial que mi cuchillo hizo brotar en otras épocas. Saque --me dijo-- su pata de la letra y vuelque en su imaginación otra ginebra”.
Yo ya me desbordaba y empecé casi a delirar, seguí escuchando: “... esas vacas que pastan en la pampa de papel son las Consoladoras de la Soledad y viven tristes porque siempre una pérdida las pone así. De tal forma que penan infinitamente: aléjese son vacas perdedoras. Por eso están tumbadas, depremidas, tiradas en la seda del pasto, y quien se atreva a ordeñarlas no beberá la caña o la ginebra con que los varones como yo acostumbran a enyenarse el garguero, sino la dulce leche femenina de sus ubres”.
Y después como si esto fuera poco me espetó con desprecio: “es el lenguaje de la falta fatal, de la falla, mi'hijita, que cava y cava hasta vaciarlo todo”. Y después de lo dicho el viejo Federico se esfumó, como un fantasma.
O fui yo que me rajé del almacén del matadiós, más rayada que nunca. Una tormenta que me atormentaba llovía adentro de mi mente: como una catarata de recuerdos lo que había olvidado retornaba: eran definiciones de la infancia, las leídas en un viejo diccionario pampeano: vaca, hembra del toro; y vacante, vacío; y bacante con la b de labios suavizados: prienda movida por la pasión o la mamúa de transportes desordenados; vacante: abandonado, hueco, vacío.
Un sudor femenino empapaba mi cuerpo: era de furia, de furor ancestral, acaso el que me recordaba a mí misma, vagando por los laberintos del rancho de la mente, rumiando, masticando como vaca y, por qué no decirlo, llorando mi aflicción. Para calmarme, como se calma una, me tumbé como buena vacuna en la delicia de la sombra que un árbol me daba. Un vacío me vaciaba el alma, un vacío vacuno que yo había mamado, me di cuenta, en las ubres de la madre mía.
Las palabras de Juan el guitarrero me tocaban como tocan, como señalan los punteros con su dedo largo, largo de padre occidental, un error, una falta, un no tener, y obligan a vivir, entonces, en la culpa de lo que no se tiene.
No era nada inocente el sabio verseador cuando, sin darse cuenta, tildó de femenino a ese pensamiento.
Ya totalmente enloquecida, y entrampada en las garras de esta ficción, yo me golpeaba el pecho repitiendo: yo la vaca, yo la vaca, como un signo yovaca de identidad. Y de tanto repetir, una jerga rabiosa me babeaba la boca, una jerga al revés. Era la jeringonza de los desesperados que, perdidos en su infinita pena de perder, dan vuelta las palabras, prendidos a la alelada jerga del lunfardo.
Pero por fin desperté: una entripada realidad carnicera cortaba en picadillo la mañana, y en el rancho de al lado alguien cantaba unos versos vacunos que anoté y que decían:
Mi patria es este revés /porque me siento fallada /destino de condenada /tratar siempre de zurcir /falla detrás de otra falla. //Yo me trato de cubrir/rebozo de mis palabras/tapando lo que me falta /lo que falta me hace a mí. //No sea que al descubierto /quede tanta imperfección /y venga con su ficción/algún varón de la patria /a rasgarme el corazón /como cuerda de guitarra / y me haga sonar… "
Y no hay vuelta que darle, ni despierta se sale fácil de esta ficción. Y sobretodo si “Oh eternidades, débiles, vacunas y vacías…, yo las amo” (5).
* Esta nota fue publicada en la Revista Feminaria, del mes de agosto de 1991, pp. 7 y 8.

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(1) Gelman Juan, poeta argentino(Buenos Aires, 1930). Reside actualmente en México.
(2) Pizarnik, Alejandra, poeta argentina (Buenos Aires, 1936-1972).
(3) Fragmento del poema "Proposiciones" de Juan Gelman, incluido en su libro Relaciones (1973).
(4) F. Nietzche: Así hablaba Zaratustra.
(5) F. Nietzche: Así hablaba Zaratustra.

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viernes, agosto 24, 2007

El odio a la música


. "Interrogo los lazos que mantiene la música con el sufrir sonoro."

. "Sólo la música es desgarradora."

. "El oído es el único sentido donde el ojo no ve."

. "Quien escribe es este misterio: un locutor que escucha."


Del libro: El odio a la música, de Pascal Quignard (Ed. Andrés Bello, 1996).

Jugar en noche oscura


Sólo una modulación lírica como la que despliega la voz poética de Mora Torres, plena de matices, de asombrosa plasticidad, dúctil en cuanto al manejo de la ironía y siempre sustentada en la impecable composición del poema, puede dar cauce, como la hace en su libro Jugar en noche oscura, no sólo a una novedosa relectura de San Juan de la Cruz sino, además, a una profunda reflexión sobre el lenguaje. Sin perder nunca de vista el gozo de la palabra, Mora Torres recupera para la poesía argentina esa sonoridad luminosa que detrás del papel nos devuelve la vida: “el mundo que se abre en selva es alegría”. (María del Carmen Colombo, texto de la contratapa del libro, 2005).


VIII

Detrás del raso de la lámpara que esculpe en celeste
su sombra en la pared, transportados por especies de pájaros-alma
mis dedos espiritualizados dan vuelta,
en rara danza, con un ritmo de abanico, las hojas.
Y detrás lo desconocido arde en estrellas de conocimiento,
prados de más allá de la razón traen sus brasas y su ternura;
detrás de las colinas de la razón, en lo alto de la más pura idea
que es como un dibujo de los contornos del pensamiento;
detrás del papel el mundo que se abre en selva es alegría.

IX

He tratado de llevar ese espacio de perfecta frialdad, finura y calma
para habitarlo mientras leo a San Juan de la Cruz;
transporté las paredes, las puertas y vitrales de un palacio de sustancia intocable
para sentarme a la espera de estos dones y frutos;
una mujer de pálida serenidad, que ha comenzado a acunar su vejez con cierto orgullo,
en cuyo abrazo el Niño yace dentro del hueco de unas alas,
suspendido entre el día de Navidad y el viernes del Gólgota.


*Mora Torres nació en la ciudad de Santa Fe, en 1949. Ha publicado: Como quien entra en una fiesta (1988) y Jugar en noche oscura (2005). Recibió el primer premio de poesía José Pedroni -(Premios Trienales de Literatura de la Pcia de Santa Fe), en 1970; el primer premio del Fondo Nacional de las Artes, poesía, en 1987, y el tercer premio del Fondo Nacional de la Artes, poesía, en 2003.

El concepto de vanguardia (Cuarta Parte)

Se trata de la cuarta y última parte de las reflexiones del poeta y periodista argentino Paco Urondo, publicadas por la revista Crisis Nº 17, en setiembre de 1974.

Cuando existe una apelación al prejuicio es porque no hay buenas razones, y los revolucionarios deben tener buenas razones. Especialmente en problemas tan delicados como éstos, donde una misma actitud puede suponer --por ejemplo-- liberalismo o, contrariamente, combatividad: depende del momento y del medio. Una crítica puede ser tomada como hipercrítica si se observa con espíritu burocrático o formalista. Se puede ver indisciplina donde hay imaginación, especialmente cuando la dureza de la lucha o la magnitud del proyecto imponen --indebidamente-- su peso y no dejan actuar con la sutileza que demandan esos matices. Y las teorías revolucionarias más perfectas para nada sirven si se aplican de manera mecanicista. Es lo mismo que no aplicarlas: carecen de una política, de la mediación necesaria que las haga efectivas, en armonía con el grado de desarrollo que ha alcanzado en su conciencia el conjunto del pueblo. Que le permita estructurar a ese pueblo, a través de su vanguardia, los medios organizativos que han ido tomando formas aptas para esa política. Esas formas organizativas que, según Luckas, vinculan la teoría con la práctica.
En la tarea cultural, en la producción cultural, ocurre lo mismo que en la política. Sin un referente a la realidad, no habrá verificación práctica. Y este referente debe ser visto con una ética política, determinante de las posibles modificaciones de la realidad. Porque condicionarse a una situación dada, tanto en lo estrictamente cultural como en lo político, es aceptar un estado de cosas. Y las cosas están como están y la gente --incluso ideológicamente-- está como está, para favorecer la explotación, el sometimiento social y político. El populismo siempre aceptó las cosas como estaban. Lo contrario, desentenderse del estado de cosas, arrastra a posiciones ultra izquierdistas. En cultura, esto suele conocerse con el nombre de vanguardismo. Y ahora se trata de conformar una vanguardia, no de hacer vanguardismo.
Todo esto parecería desembocar en una hipótesis de negación de izquierdas y derechas en el terreno cultural. Existen, y también existen en el campo del pueblo. Pero la cosa no pasa por ubicar un punto medio: el centro impoluto, como les gusta tanto a los liberales. Se trata de ser fieles a un mecanismo dialéctico que sirva al análisis y a la síntesis entre la teoría y la práctica, entre la tarea cultural del pueblo y la producción de intelectuales y artistas.
* Paco Urondo nació en Santa Fe en 1930 y murió en Mendoza en 1976.

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Presentación

Editorial Lingua Franca invita a la presentación del libro del poeta Héctor Berenguer, Entre la nada y el sombro, que se realizará el viernes 14 de setiembre, a las 19, en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543, Buenos Aires.


El concepto de vanguardia (Tercera Parte)

Se trata de la tercera parte de las reflexiones del poeta y periodista argentino Paco Urondo*, publicadas por la revista Crisis Nº 17, en setiembre de 1974.

Los problemas ideológicos impuestos a todo el mundo por la clase dominante se patentizan con más ahínco en los intelectuales y artistas. Tal vez por esto, ellos presentan una característica singular: generalmente --con razón o sin razones--, aunque haya entre ellos buenos y malos, son tratados como si fueran siempre malos. Suscitan una desconfianza a priori, un prejuicio. Y esto es malo, porque los prejuicios empujan, quitan espacio, alientan debilidades, sectarizan y terminan convirtiendo al destinatario de esa subjetividad, en algo bastante parecido a lo que el prejuicio anunciaba. Y no se trata de que el prejuicio venga a ser algo así como una presunción. Más que profezitar, el prejuicio prefigura.
Kim Il Sun, refiriéndose a los intelectuales de su país y recordando que aunque habían sido formados y servido en instituciones económicas y culturales pertenecientes al imperialismo, luego se pusieron al servicio de la patria, dijo: "Ellos se han transformado notablemente en los últimos seis años y han demostrado devoción e iniciativa en los últimos seis años de la construcción democrática. Una abrumadora mayoría de ellos luchó valientemente por la patria durante la guerra, muchos llegaron hasta la línea del río Raktongang para combatir al enemigo y durante la retirada temporal retrocedieron siguiendo a nuestro partido y venciendo todas las dificultades. Qué más podemos pedirles a esos intelectuales y por qué hemos de desconfiar de ellos".
No llenemos de piedras el camino. Es necesaria la presencia de los intelectuales en las organizaciones populares. Son importantes para el cuerpo global de la sociedad y para la clase que debe homogeneizar el proceso revolucionario. Habrá que combatir las deformaciones ideológicas, pero no con prejuicios, si no con realidades.

* Poeta y periodista argentino (1930-1976).

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jueves, agosto 23, 2007

Miradas


Según su propio testimonio, uno de los hechos que marcó al pintor Wassily Kandinsky, ante la encrucijada de seguir con su carrera científica o bien elegir la vida insegura del artista, fue la exposición de los impresionistas franceses, celebrada en Moscú, donde se presentó el cuadro de Monet Montón de heno, que le causaría sorpresa y confusión: Y de repente vi un cuadro por primera vez. Aunque en el catálogo se decía que era un montón de heno, no pude reconocerlo, lo que me resultó embarazoso. Además pensaba que el artista no tenía ningún derecho a pintar de forma tan poco clara. No me parecía bien que faltara el objeto. Pero, asombrado y confuso, me di cuenta de que el cuadro no sólo cautivaba, sino que se grababa en la memoria pasando siempre ante mis ojos inesperadamente, lo tenía uno presente con todos sus detalles. Todo me resultaba incomprensible y no fui capaz de adivinar las consecuencias de aquella experiencia. Lo que me resultaba claro era la fuerza insospechada de la paleta, desconocida hasta entonces para mí, que sobrepasaba todos mis sueños. La pintura irradiaba fuerza y esplendor de cuento de hadas. Inconscientemente se desacreditaba al objeto como elemento pictórico inevitable.

El concepto de vanguardia (Segunda Parte)



Reproducimos a continuación la segunda parte de las reflexiones del poeta Paco Urondo*, publicadas en la revista Crisis Nº 17, en el año 1974.

Los hechos históricos que estamos viviendo, y que están siendo bien registrados por su natural protagonista –el pueblo– todavía no han sido captados por nuestros artistas e intelectuales. No se ha producido todavía la inmersión de estos grupos en la realidad cabal que se vive en el campo del pueblo. Hay trabas, debilidades objetivas para esta identificación y sólo la práctica, la imaginación y la capacidad creativa de estos artistas e intelectuales irán encontrando los caminos, superando las dificultades hasta que sean suyas las alegrías y las preocupaciones del pueblo.Pero la superación de estas dificultades objetivas sólo puede darse en la medida en que encaren simultáneamente los problemas ideológicos. El individualismo, el descompromiso, toda la sintomatología del liberalismo, estarán sumándose a las dificultades objetivas que intelectuales y artistas tienen para aportar su tarea a la causa del pueblo.Por ejemplo, si alguien convierte su dignidad en susceptibilidad no sólo se aísla, trabado por la reticencia, sino que por ese camino indigno, por esa necesidad, deja de respetarse. Y quien deja de amarse no quiere a nadie. Y quien no quiere a nadie, no puede querer a su pueblo, no puede estar metido seriamente en una revolución que el pueblo hace para liberarse. El Che decía que la revolución es un acto de amor. Y es cierto, porque los actos de amor requieren entrega y lucidez."Osar morir de vida", me recordaba Lezama Lima que alguna vez dijo José Martí. Cuando se considera a la vida una propiedad privada, sólo el heroísmo, con su carga de posteridad o en el mejor de los casos, de búsqueda de inmortalidad, permite la osadía de ponerla en riesgo. Pero el sentido de la osadía que propone Martí no es individualista, sino que responde a una concepción ideológicamente más generosa. Porque la vida no es una propiedad privada, sino el producto del esfuerzo de muchos. Así, la muerte es algo que uno no solamente no define, que no sólo no define el enemigo ni el azar, que tampoco puede ponerse en juego por una determinación privada, ya que no se tiene derecho sobre ella: es el pueblo, una vez más, quien determina la suerte de la vida y de la muerte de sus hijos. Y la osadía de morir, de dar y, consecuentemente, ganar esa vida, es un derecho que debe obtenerse inexcusablemente.
* Poeta y periodista argentino (1930-1976).

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Las palabras de Felisberto Hernández

(...) Yo tengo como un proceso de amistad con las palabras: primero me hago amigo directo de ellas; y después me quedo muy contento cuando se me aparecen juntas, dos que nunca habían estado juntas, que habían simpatizado o se habían atraído en algún lugar de mi alma no vigilado por mí. Y me da una sorpresa encantada al verlas aparecer juntas y saber que se habían hecho amigas.
Pero hay palabras que nunca podrán ser amigas mías: las que no me parecen naturales o las que no entran en el misterio de la simpatía. Tal vez tenga incapacidad para querer a muchas o quiera ser fiel a antiguas amigas o me cueste una nueva amistad o cualquier otra cosa que no sé. ¿A ti no te pasa lo mismo?
* Fragmento de una carta a Paulina Medeiros.
** Felisberto Hernández, escritor uruguayo (1902-1964).

El concepto de vanguardia (Primera Parte)*



Por Paco Urondo**



El concepto de vanguardia, incorporado a la teoría revolucionaria universalmente, es una verdad científica ampliamente verificada en distintas épocas de este siglo y en diversas latitudes de este mundo. La íntima relación que existe entre los problemas culturales y los problemas político-sociales e históricos, la imposibilidad de separar a unos de otros. Incluso para el análisis, permitiría aventurar la idea de incorporación del concepto de vanguardia para la resolución del campo específicamente cultural.
Por ese camino podrían ser evitadas las desviaciones populistas. También las desviaciones de izquierda, con su carga natural de ideologismo. Como en los problemas estrictamente políticos, tanto una desviación como la otra puede ser conjurada a través de una vanguardia que impida ignorar la experiencia concreta del pueblo que la rodea, como suele ocurrirle a la izquierda, pero que tampoco idealice a ese pueblo, como suelen hacerlo los populistas.
Los hombres que den los primeros pasos, que encaminen la construcción de esa vanguardia, tendrán que identificarse con el campo popular –sin idealizarlo--, aunque no pertenezcan naturalmente a la clase productiva.
Deberán hacerse cargo de la problemática de esta clase. No es suficiente estar cerca de los trabajadores para conocerlos. No es suficiente estar cerca o conocer las realidades de un pueblo, sino que hay que identificarse con esa realidad, correr la suerte del agredido.
Un segundo requisito fundamental para la construcción de esa vanguardia será actuar dentro del marco histórico adecuado y en observancia de las fuerzas que operan en ese marco, remitirse al momento histórico y a las fuerzas que lo componen. Tener en cuenta –como cualquier vanguardia política— al enemigo principal y la contradicción principal. En esta etapa, se define que esa contradicción es imperialismo-nación; reconocer entonces claramente a quienes en lo que hace a la cultura, pertenecen al campo del imperialismo y a quienes están en el campo de la Nación; rechazar a los primeros y establecer acuerdos con los segundos.
Los intelectuales y artistas que se aboquen a la construcción de una vanguardia cultural, no solamente deberán atender a la composición social de esa vanguardia y a los grados de identificación en relación con los intereses del pueblo; no sólo deberán tener en cuenta el marco histórico y, dentro de él, diferenciar aliados, amigos y enemigos, sino que tendrán que luchar contra un enemigo difícilmente identificable e interceptable. Un enemigo difícil de aislar y de aniquilar. Este enemigo son ellos mismos. O, dicho de otra manera, a estos trabajadores de las ideologías, lo que más les obstaculiza la tarea es la propia ideología.
A partir de esta realidad, reconociéndola, se podrá seguir. Seguramente analizando el propio trabajo. Sabiendo para quiénes y cómo han producido, podrán salir adelante. Porque allí está el pecado original de intelectuales y artistas: en su práctica y no en su origen de clase. Allí subyacen una cantidad de cosas que hacen explicables sus problemas; por lo tanto pueden ser trascendidos y no convertirse en un mero estigma que los cristaliza y termina marginándolos.
El problema, entonces, está en las prácticas y en cómo están destinadas esas prácticas. Para quién se trabaja. No en la clase originaria. Los artistas, intelectuales, científicos, técnicos, generalmente hemos tenido que trabajar dentro de los cánones de la ideología burguesa, aunque pudiéramos suponer en algún momento que la estábamos enfrentando. Como ha trabajado aisladamente, el del intelectual es un trabajo solitario, aunque algunos técnicos, científicos hayan creído trabajar en equipo, sin advertir que se trataba de equipos aislados del todo.
* Fragmento del artículo publicado en la revista Crisis Nº 17, setiembre de 1974.
** Poeta y periodista argentino (1930-1976).

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miércoles, agosto 22, 2007

Poesía oscura, poesía clara


Por Lezama Lima*



"En cierta ocasión, me decían que Góngora era un poeta que tornaba oscuras las cosas claras y que yo, por el contrario, era un poeta que tornaba las cosas oscuras claras, evidentes, cenitales. He señalado que entre los antiguos juglares aparecieron los trovar clus, que eran juglares que hacían poesía oscura. Así vemos que aun la juglaría, por definición simple, no tiene que ver nada con la claridad, puesto que ya había entre los juglares quienes hacían poesía oscura o hermética (...).
Hay la poesía oscura y la poesía clara. Éste es un hecho que tenemos que aceptar con sencillez, como aceptamos la existencia del día y de la noche; de las cosas que se hacen por el día y las cosas que se hacen por la noche. (...), en definitiva, ni las cosas oscuras lo son tanto como para darnos horror, ni las claras tan evidentes para hacernos dormir tranquilos. Pero esto de oscuridad y claridad ya me va pareciendo trasnochado. Lo que cuenta es lo que Pascal llamó los penseés d'arriere. Es decir, el eterno reverso enigmático, tanto de lo oscuro o lejano como de lo claro o cercano. La tendencia a la oscuridad, a resolver enigmas, a cumplimentar juegos entrecruzados es tan propia del género humano como la imagen reflejada en la clara lámina marina, que puede conducirnos con egoísta voluptuosidad a un golpe final, a la muerte. No hay que buscar oscuridades donde no existen."


Llamado del deseoso


Deseoso es aquel que huye de su madre.
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga
y es a la noche que esa ausencia se va ahondando como un cuchillo.
En esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un fuego hueco.
Y así se ensancha y la ausencia de la madre es un mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le pregunta,
es de la madre, de los postigos asegurados, de quien se huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro abandono.
Es por un claro donde la madre sigue marchando, pero ya no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la madre yo no le sigue, ay.
No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un árbol,
y ella apetece mirar el árbol como una piedra,
como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un fruto ácido.
El deseoso es el huidizo
y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro de mesa
y ¿de dónde huimos, si no es de nuestras madres de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe, la misma noche
/de igual ijada descomunal.

* José Lezama Lima, escritor cubano (1910-1916). Fundó la revista Verbum y dirigió la revista Orígenes. Publicó entre otros, los siguientes libros: Muerte de Narciso (1937), Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), Dador (1960), Fragmentos a su imán (1977), Paradiso (novela, 1966), La cantidad hechizada (ensayo, 1970), Oppiano Licario (novela inconclusa, aparecida póstumamente en 1977).

Un poema de Alfredo Rosenbaum*


Sartén


una sartén
con aceite del país


esa viscocidad
en la que se ahoga nuestro grito


sagrado


aceite y fuego. Alguien
encendió la mecha


los gritos que lanzamos ahora
sin más oportunidad
que la fritura final
achicharrándonos
tratando de alcanzar el mango
de la sartén
que siempre se esfuma


Burbujas. Salpicaduras que invaden
el espacio de la voz
y la hacen hervir
ya no una voz ni siquiera una voz
un grito que sangra
en la escena de la fritura


partitura destrozada
de lo que una vez fueron voces
hímnicas resueltas


ahora un revuelto
tratando de alcanzar el mango
y jurando en vano la gloria


vanagloria que muere
friéndose en su propio juramento
cantando a voz en pecho


aguantando
aguantando
el agua y el aceite
untando el aceite hirviendo de impotencia


*Alfredo Rosenbaum nació en Rosario, prov. de Santa Fe, en 1964. Es director, dramaturgo y poeta. Publicó Saga del pez (poesía). Como autor de teatro, se han estrenado entre otras sus obras Pietá o la revolución de noche, Mar en calma, Las paseantes, Victimoscopio urbano, Desde entonces, Imaginaria y Blanco sobre blanco y Edilicia. Desde 1998 coordina y dirige el grupo "Amoratados x Lola", con los que llevó a escena varias obras, además de performances y acciones poéticas. Desde 1988 ejerce la docencia en diversos ámbitos formales y no formales, dictando talleres de escritura literaria y de escritura teatral, seminarios de análisis de texto dramático y espectacular, talleres de actuación, etc. Es investigador en el área del teatro del siglo XX, y ha publicado una serie de artículos de investigación, así como diversas presentaciones en congresos nacionales e internacionales.

Cosecha reservada, de Patricia Pacino


"Con vulgaridad/ he de aparecer, parecer/no me importa". Cito estos versos del poema "Me levanté temprano", porque creo que aluden a una toma de decisión que Patricia Pacino lleva hasta sus últimas consecuencias. Toma de decisión sostenida en una fidelidad, la del corazón. Algo así como un compromiso ético-personal de atarse a los dictados más genuinos, que otorga a Cosecha reservada, su primer libro, una intensidad poco común.
Se trata de hacer visible lo invisible, no tachar la extrañeza innominada del cuerpo que puja por nacer a la palabra: "las palabras despiertan y yo/ tengo que oír, una historia/ continuamente nombra/ lo que no preservo ni puedo contener; tampoco de ocultar sus condiciones de existencia: los hijos la mañana/ el hogar como esposo/el esposo como hijo/el hijo como yo esperando de mí". Las dos secciones en que se divide este libro “Bell de Tour” y “Jordes Perfecta” van conformando así un nuevo lugar de enunciación para un sujeto poético que se reconoce en su particular diferencia de mujer, hija, madre, esposa y, más y sobre todo, escritora. Claro que este anhelo de sinceramiento exige, entre otras cosas, llevar al límite los recursos para acercar ese cuerpo incierto a la escritura, reconocerlo, escuchar sus propios deseos: "Yo prefiero gozar del efluvio singular/de ser marica o lo mismo da ser mujer".
Es tal la complejidad que encierra el universo de cada ser individual que ningún modelo parece agotarla sin residuos ni distorsiones: "Eva,Viv, Vesta, Alicia o Kordes -dice, quizás por eso Pasino- siempre otro delirio de mujer perfecta": en su errancia la voz se vuelve nómade Aprueba o desaprueba cada disfraz el cuerpo errante en un tiempo continuo de mudanzas tal, que despertaría la envidia de un Ovidio, anclado en sus metamorfosis. De esta forma, Pacino abre bifurcaciones y desvíos permanentes en la lengua, disolviendo la gravedad con ironía, o aliviando el peso de la reflexión con el juego de un giro coloquial: "Eva, que lo has poblado todo, dime/ ¿ha sido insoportable la pregunta/descalza a la buena de dios/pariendo hijos?". A veces el uso de la rima y el ritmo es extremo: casi al borde de una afectación los versos rememoran gestos de otras autoras, como en el poema "Kordes perfecta".
Recursos de este tipo quitan peso al discurso, lo despojan de dramatismo. Hay un oído sumamente sutil y unas manos ágiles que administran armonía al concierto: se evitan las altisonancias, o en todo caso se las compensa cuando es necesario, con la medianía grave de una frase casi monocorde. Se puede leer en sordina, el cuestionamiento a poéticas del género popular y de la alta literatura que han abusado del lamento y la queja. La puntuación y el corte de los versos tiende a multiplicar sentidos, sin exageraciones. A veces, la sola mención de un nombre evoca otro para cuestionarlo, en un duelo de microscópicos espadachines, como sucede, por ejemplo, con la palabra “desatino” en el poema "Ópera prima" o con los dos últimos versos de Punto Crochet: "El sí de las niñas a veces/es un secreto/de voces muertas".
Acaso porque ser mudable es exigencia de una vida, en Cosecha reservada una mujer escribe modos variados de entrecasa, creando un mundo móvil e inestable. Fiel a estos modos o mood, estados de ánimo, Patria Pacino añeja la lengua poética hasta otorgarle color y sabor de riesgo y desafío.
*Texto de la presentación del libro Cosecha reservada.

**Patricia Pacino nació en Buenos Aires. Estudió Filosofía y Letras en la UBA. En 1999 editó Cosecha Reservada, en Editorial Nusud.

Dos nuevos libros de poesía


Ediciones en Danza ha lanzado dos nuevos libros de poesía:
Los que van a morir, de Gabriela Franco, y Poemas del sin trabajo, de Eduardo Mileo. Ambos pueden encontrarse en todas las librerías de Buenos Aires.

martes, agosto 21, 2007

Un cuento de Felisberto Hernández

La pelota

Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita – pronto para correr – yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina de donde cocía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Cuando me di cuenta que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Mientras ella la forraba y le daba puntadas, me decía que no podía comprar la otra y que no había más remedio que conformarse con ésta. Lo malo era que ella me decía que la de trapo sería más linda; era eso lo que me hacía rabiar. Cuando la estaba terminando, vi cómo ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar. Al tirarla contra el patio el trapo blanco del forro se ensució de tierra; yo la sacudía y la pelota perdía la forma: me daba angustia de verla tan fea; aquello no era una pelota; yo tenía la ilusión de la otra y empecé a rabiar de nuevo. Después de haberle dado las más furiosas patadas me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Quise que eso se repitiera pero no lo conseguí. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Entonces la abandoné en la mitad del patio. Después volví a pensar en la del almacén y a pedirle a mi abuela que me la comprara. Ella volvió a negármela pero me mandó a comprar dulce de membrillo (cuando era día de fiesta o estábamos tristes, comíamos dulce de membrillo). En el momento de cruzar el patio para ir al almacén, vi la pelota tan tranquila que me tentó y quise pegarle una patada bien en el medio y bien fuerte; para conseguirlo tuve que ensayarlo varias veces. Como yo iba al almacén, mi abuela me la quitó y me dijo que me la daría cuando volviera. En el almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mi con sus colores fuertes. Después que nos comimos el dulce yo empecé de nuevo a desear la pelota que mi abuela me había quitado; pero cuando me la dio y jugué de nuevo me aburrí muy pronto. Entonces decidí ponerla en el portón y cuando pasara uno por la calle tirarle un pelotazo. Esperé sentado encima de ella. No pasó nadie. Al rato me paré para seguir jugando y al mirarla la encontré más ridícula que nunca: había quedado chata como una torta. Al principio me hizo gracia y me la ponía en la cabeza, la tiraba al suelo para sentir el ruido sordo que hacía al caer contra el piso de tierra y por último la hacía correr de costado como si fuera una rueda.
Cuando me volvió el cansancio y la angustia le fui a decir a mi abuela que aquello no era una pelota, que era una torta y que si ella no me compraba la del almacén yo me moriría de tristeza. Ella se empezó a reír y a hacer saltar su gran barriga. Entonces yo puse mi cabeza en su abdomen y sin sacarla de allí me senté en una silla que mi abuela me arrimó. La barriga era como una gran pelota caliente que subía y bajaba con la respiración. Y después yo me fui quedando dormido.

*Hernandez, Felisberto (1902 - 1963). Escritor y músico. Nació y murió en Montevideo. Entre 1946 y 1948 vivó en París. Publicó, entre otros, los siguientes libros: Fulano de tal, Libro sin tapas, La cara de Ana, y La envenenada, Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria, Nadie encendía las lámparas.

Literatura y canción

Las letras de las canciones son una forma particular de manifestación de la poesía. Y por eso, creo, deben considerarse incluidas dentro de la literatura. Me sumo, entonces, a todos aquellos que consideran necesario, de parte de los escritores y sobre todo de los poetas, un gesto de apropiación y recuperación de la canción; gesto de recuperación, primero de un origen--porque no olvidemos que en sus comienzos la poesía estuvo ligada hasta cierto punto al espectáculo, pues suponía la interpretación pública del poema, con su adecuado apoyo instrumental--, y luego también entonces, de un territorio como el de la canción --con su hacer específico y sus propias reglas-- dentro del género poesía y por lo tanto de la literatura.

Avellaneda Blues

Vía muerta, calle con asfalto
siempre destrozado.
Tren de carga, el humo y el hollín
están por todos lados.

Hoy llovió, y todavía está nublado.

Sur y aceite, barriles en el barro,
galpón abandonado.
Charco sucio, el agua va pudriendo
un zapato olvidado.
Camión interrumpe
el triste descampado.

Luz que muere, la fábrica parece
un duende de hormigón.
Y la grúa, su lágrima de carga
inclina sobre el dock.

Un amigo duerme
cerca de un barco español.

Amanece, la avenida desierta
pronto se agitará.
Y los obreros, fumando impacientes,
a su trabajo van.

Sur, un trozo de este siglo,
barrio industrial.

Autor: Javier Martínez


La Balsa

Estoy muy solo y triste acá
en este mundo abandonado.
Tengo una idea: es la de irme
al lugar que yo más quiera.
Me falta algo para ir,
pues caminando yo no puedo:
construiré una balsa
y me iré a naufragar.
Tengo que conseguir mucha madera,
tengo que conseguir de donde pueda.
Y cuando mi balsa esté lista
partiré hacia la locura.
Con mi balsa yo me iré a naufragar.

Autor: Tanguito

Alejandra Pizarnik: Una voz

lunes, agosto 20, 2007

Macedonio, Alfonsina y Eva Perón

Fue la poeta Patricia Somoza quien hace tiempo me habló de la mención que hace Macedonio Fernández* acerca de Alfonsina Storni en su Museo de la novela de la eterna. Efectivamente, en una sección de ese libro llamada "La conquista de Buenos Aires" (pp. 204 de la edición de Corregidor) pude leer lo siguiente:

"Y el Misterio quedó brindado al revelar el Presidente, concluida la Conquista, el hecho más singular de ciudad alguna, de que fue único testigo sabiente. Pues he aquí que en un día del año 1938 y dentro de un período de mero vivir, de frivolidad, al ocurrir que el cuerpo de Alfonsina Storni tocó las aguas de la muerte, la ciudad se desplazó sobre su eje girando su perímetro unos centímetros. El Presidente, perplejo aún al ignorar si ese esguince urbano fue un clamante "no mueras" o una, aunque dolida, aprobación a una temida y triste declinación de vivir, sabe que gracias a ese hecho, a la sensibilidad de la sede de una ciudad al instante de la muerte de un alma soñadora, Buenos Aires entró al Misterio."

Hermoso homenaje a Alfonsina de Macedonio, el mismo que, según cuentan algunos, supo decir de Eva Perón: "Es nuestra Juana de Arco".

*Macedonio Fernández, escritor argentino (1874-1952 ).

Contramuros

Por María del Carmen Colombo

"Es terrible soñar a destiempo –nos dice César Bisso— pero más terrible es esperanzarse por mundos que no podré habitar”: la concisión y contundencia de estos versos acaso nos recuerden que el tiempo del poema es tiempo del acontecimiento (“donde nada es estable y todo se sueña”).
Desde esta dimensión de desamparo y temblor, tan distante del advenimiento del “gran día” y de la lógica de la espera, se proyecta el soñar perdurable de Contramuros: lo lejano se acerca, y los ojos tatuados en la noche descubren que hay más paraíso en ellos que en el cielo.
Quien encuentre y se conmueva con el vertiginoso viaje que nos propone César Bisso en este libro, seguramente "habrá partido el pan en dos mitades".*
*Texto de contratapa del libro Contramuros de César Bisso, (1995).

*César Bisso nació en Santa Fe, en 1952, pero vive en Buenos Aires. Además de poeta, es sociólogo, periodista y docente universitario. Publicó, entre otros, Poemas y cuentos del taller (coautor,1975), La agonía del silencio (1976), El límite de los días (1986), El otro río (1990), A pesar de nosotros (1991), Contramuros (1995), Isla adentro (1999).

sábado, agosto 18, 2007

jueves, agosto 16, 2007

Niní Bernardello: una travesía de pequeños detalles

Por María del Carmen Colombo

Niní Bernardello es una poeta extraña, difícil de definir o encasillar. Desentendida de las modas, su poesía dialoga en tensión amorosa con elementos de muy diferente procedencia. Segmentos de discurso lindantes con la alquimia, las ciencias contemporáneas, la pintura, que su poética reordena de manera no convencional, siempre sostenida en una impecable composición del poema. Nuestra poeta sabe del arte de "con-mover", tan ligado a la metáfora del corazón, y guiada por esa "emoción conjunta", traduce puntualmente los temblores de una existencia, atravesada por la intemperie de la Gran Historia. Así, la travesía que nos propone la obra de Bernardello reconoce los desplazamientos de un yo poético, en diálogo abierto con los pequeños detalles de la historia personal y social. Como pocas, la poesía de Niní Bernardello logra mostrar dramáticamente lo que nos pasa y, a través del baile que propone para este fin de siglo, alcanza a esbozar con el poder delicado de su palabra un camino para esquivar la fatalidad de nuestro destino latinoamericano, logrando materializar en sus poemas la sentencia de la escritora chilena Eugenia Brito: "doblar el signo de la dependencia es el proyecto de destino que ya para muchas se ha convertido en un signo necesario y gozoso". En este sentido la poesía de Bernardello reactualiza, y sí que gozosamente, ese "acto-destino" conmovedor que descentra, cuestiona, pone en tela de juicio el orden dominante, para inaugurar uno nuevo que reconozca, en su comienzo, el gesto de asumir la distorsión que nos reenvía el espejo del imperio, para devolverla amorosamente multiplicada.*
Bailando con Tina

bailando en la oscuridad, unidas a estrellas y espadas,
girando lentamente entre el humo asfixiante
que lanza el águila de alas abiertas,
bailando en la oscuridad, en el savoy,
en las nubes, en la pista de la bandera
a bandas, subiendo y bajando por el mástil
helado, cubriéndote la cabeza con un margen
de dolor pegajoso y fatal,
bailemos tina, bailemos enredándonos
en el decorado fulguroso y maloliente
de seda y de neón quebradizo,
bésame, tina, bésame,
dame el aliento del imperio, su olor,
su trampa, su infortunio,
arrincona mi corazón,
arrincona mi corazón
y hazlo estallar como un país sudamericano.**


* Comentario publicado en Revista Ñ, el 24 de agosto de 2002.
** Poema incluido en el libro de Niní Bernardello Copia y transformaciones (Libros de Tierra Firme, 1990).

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Otras voces, nuevas voces



María del Carmen Pardo nació en Buenos Aires el 26 de septiembre de 1949. Colaboró con la revista El enjambre azul y con diversas publicaciones de la Casa de la Poesía. Publicó dos plaquetas de poemas: Balbuceos (2002) y Reencuentros (2003).
...
Cuando nace
el día se afirma

en una sola estrella

tenaz
labriega
fecundada por el viento

el canto del hornero
corroe
la tierra
abre la mañana

cruz solitaria
en el camino
polvo piedra cardón

una luz que atraviesa.


albores de la noche
sangra una herida
suntuosa
en los ciruelos
carga la luz

un chal de nubes se derrumba

silueta noble
del sol en sus entrañas

sangre de plata.


Silencio en la frontera

un caballo camina lento
vacía su silueta

el horizonte rojo verde el campo

la luz de las ciruelas
se entremezcla en sus ojos
el árbol de las moras
el limonero

ladra entre sus patas el perro
las moscas los mosquitos

cansado cabecea

el sol ya se ha escondido
la noche sobre el pelo


Salpicón de mariposa

Picar
los ojos de la mariposa
dejarlos reposar

rellenar
el tímpano derecho
con ostias

dejarlo una semana arrollado

prensar la boca
hasta las lágrimas
mezclar su sangre
con alcohol cocido
y
pintar las alas
cuidando no dañarlas

cuando todo esté listo
colocarlas
en el medio del plato

sazonar la cocción
mendrugos de plata
y alcanfor dorado
sabiendo

que el alcohol y las lágrimas
deberán consumirse

decorar
con perlas en el centro
un cintillo de gloria

servir

pasadas las doce

cuando el sueño te ronde.

Ciclo Poesía


LECTURAS EN BARTOLOMEO

Coordinado como siempre por Daniel Gradar, este lunes 20 de agosto de 2007, a las 20,
tendrá lugar en Bartolomé Mitre 1525, Buenos Aires, un nuevo encuentro dedicado a lectura de poemas. Leerán sus textos los escritores:

* María Meleck Vivanco
* Ramiro Vicente
* Renato Sandoval
* Vicente Muleiro

Micrófono abierto.
Entrada libre y gratuita.

miércoles, agosto 15, 2007

Compañeros


Hoy, revisando mis libros, encontré el ejemplar del Breviario de estética teatral, de Bertolt Brecht, que mis compañeros Marta y Hugo me prestaron. Nunca se los pude devolver, tampoco agradecerles todo lo que me enseñaron, porque fueron asesinados por la dictadura. Pero ellos siempre están conmigo.

martes, agosto 14, 2007

Presentación


Bajo la Luna editorial y Librería Fedro invitan a la presentación de Una letra familiar, de Irene Gruss, a cargo de Sylvia Iparraguirre.
Martes 21 de agosto, a las 19, en Fedro San Telmo, Carlos Calvo 578, Buenos Aires.

Querella

Así se llama este nuevo libro de poemas de Horacio Zabaljáuregui, editado por el sello Bajo la Luna (Buenos Aires, 2006). El autor, que nació en América, provincia de Buenos Aires, en 1955, publicó además, Fragmentos órficos (1989), Fondo Blanco (1989) y La última estación del mundo (2001). Zabaljáuregui es, también, compilador y prologuista de Relámpagos de lo invisible, el volumen que recoge la obra de Olga Orozco (Fondo de Cultura Económica, 1998). A continuación, va un poema incluido en "Primer otoño", una de las secciones en que está dividido este libro.



Soy el pastor
en la boca del lobo, en la noche cerrada
soy el pastor, el chamán.
Tus mutaciones
atraen los relámpagos y las desgracias y el fuego baldío.
Soy el chamán
desenmascaro la mantis piadosa y su invisibilidad
hermética,
sus arrebatos de ópera:
pensar la velocidad y el silencio,
destejer las raíces y vadear el mundo
como los perros de la nieve,
como el fuego de la vigilia
en la madriguera del sueño.
Soy el pastor
en la boca del lobo,
en la noche cerrada
aliento la canción:
lo perdido
va de contrabando.

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Diario de estos días, de Gabriela De Cicco



Por María del Carmen Colombo

Sólo a través del diálogo -parece recordarnos Gabriela de Cicco- es posible constituir una voz. Diálogo amoroso en la medida en que recrea con su dinámica abierta la aceptación de las diferencias y, podría decirse, que hasta las alienta.
Cómo conformar si no ese nuevo lugar de enunciación para un sujeto poético que se reconoce femenino. La autonomía de un decir parece precisar, entonces, de una genealogía, un sistema de representación, creado, como en este caso, casi de la nada. Una narrativa preexistente, la llamaría Mary Jacobus, para poder verse a sí misma y ser vista. Genealogía: cuando la memoria se filtra como un palimpsesto en la escritura de De Cicco se hace claro el movimiento de fusión, de identificación : otras, ellas, nosotras, yo, es la secuencia que dramatiza el poema "Por las ramas", forma coral del canto de la especie, canto de fundación en la palabra maternal que, "dice al héroe ya es tarde. Tarde para un color más oscuro que la muerte".
En Diario de estos días, el nuevo libro de De Cicco, citas, dedicatorias, o veladas referencias a otras autoras y a otros saberes, deben leerse en ese sentido: diálogo entre identidad y alteridad, evidenciando el principio de individuación por el que un sí mismo se torna histórico, haciéndose cargo de sí.

II
“Paradoja: esta poesía despierta al discurrir de la duración, al paso del tiempo, aferrada al destello del instante, discurso continuo y sorpresa de lo inesperado”: Así, bella y acertadamente, definió Diana Bellessi (1), el corazón del libro anterior de Gabriela De Cico La Duración, y que éste su nuevo libro, Diario de estos días, retoma. Mirando hacia atrás -como el que reconoce su derecho a ser parte incuestionable del pasado y por lo tanto recoge las huellas dejadas en otros poemarios- avanza el discurrir de este libro diario, bitácora de vida y escritura, donde la memoria íntima, en minucioso trabajo, macera , a la manera de un antiguo crisol, su filigrana. Frágil filigrana, dice De Cicco, quizás aludiendo al carácter fragmentario de cada instante de vida, que en su viaje de tiempo busca "un punto de reunión,/ un hogar tibio para la leyenda". O tal vez diga frágil desde el desamparo que la conciencia del paso del tiempo genera: ese vacío que se abre en el vacío, de donde emergen los espectros que quedan después de la caída y que la escritura conjura: "un cuerpo peticionado a destiempo no sirve/para vestir galas, a no ser por el desvío/ de las mangas o por el crudo/ recorte del escote". Porque entrar en la rueda del tiempo también significa caer del arbol de la eternidad, al llano territorio donde el claroscuro vida-muerte nos fija límites precisos, ante los cuales se necesita revisar las creencias.
Sólo un exhaustivo trabajo de reflexión y composición puede ahondar como lo hace Diario de estos días en las propias creencias de vida y escritura: movimiento de recuperación de un yo que instala la distancia, detiene en instante el vértigo del discurrir, para que resuene su palabra en diferencia: Imagen y concepto se articulan también en paradoja: "asentarse nómade en tus ojos", pide De Dicco a la amistad y al amor, anticipando una forma de encuentro, un arte combinatoria de elementos disímiles.
La impecable artesanía parece respetar este principio constructivo, elaborado desde un género, el diario íntimo, que si bien forma parte del cánon literario, ha sido considerado muchas veces en los márgenes: leyenda, elegía, fábula, plegaria y drama resultan así, más que templos clásicos de prisión de la palabra, rincones íntimos donde, dice De Cico, "reina la posibilidad/de otra vida en ésta".
Desde un lugar apenas perceptible, ese lugar de trabajo junto al río, una mujer hace ingresar en el presente continuo de su escritura, pasado y futuro. Pasado que sólo puede recuperarse en distorsión porque "el recuerdo todo lo agiganta", aunque la pulsión de una nostalgia recatada obligue a "fijar la imagen tímida que la memoria devuelve". Futuro que se hace presente como proyecto cuando lo acuna en lo secreto el corazón paciente de la palabra, la espera de lo que vendrá.

(1) Véase: Lo propio y lo ajeno. Ensayo de Diana Bellessi. Feminaria, Buenos Aires, 1996.
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* Este texto fue leído en ocasión de la presentación del libro Diario de estos días, realizada en la Librería Liberarte en 1998.
*Gabriela De Cicco nació en Santa Fe, en 1965. Es poeta, ensayista y periodista. Dirige junto con la poeta Irene Ocampo La Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA), un portal y red de información e intercambio entre mujeres feministas. Publicó los siguientes libros de poemas: Bebo de mis manos el delirio (1987), Jazz me blues (1989), La duración (1994), Diario de estos días (1998).
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lunes, agosto 13, 2007

Nuevo libro


Publicado por editorial Bajo la Luna,
ya está en todas las librerías
el nuevo libro de la poeta Irene Gruss,
Una letra familiar (Nouvelle).

De nadie, de Marta Cwielong

Por María del Carmen Colombo

Acaso como el aroma del romero , así el anhelo de nacer a la palabra persiste en las páginas de este segundo libro de Marta Cwielong*. Inasible pero presente como espíritu, secreto hilo, el que permite a una mujer transitar el exilio, ese estado invernal, letargo donde nada reverdece, destierro donde nada deviene.

Desde esa intemperie irrumpen como una revelación los versos, a veces breves y contundentes estallan en las manos, la intensidad de su precisión se impone al lector y la densidad de su indefinición lo despiertan: "Acecha tiempo/ atardeceres destemplados/ no he nacido/ son los otros que han muerto".

Otras veces la forma evoca el movimiento discursivo de la historia, intento quizás de ingresar en el tiempo, de transcurrir, que abruptamente se quiebra imantado por el desencanto hacia el futuro o lento se apaga, porque cesa la confianza en las palabras: "nadie sabe si mañana/ el río/ el miedo de los gestos/ la mirada/no decirse/ ni apoyarse a descansar// todos esperan que llegue/ pero el río sólo traerá peces// ahora están separados/ sin mirarse/imaginando que la costa es firme/ que el agua es movimiento/ y la mañana que no llega".

Las cuatro partes en que se divide este libro –“Razones para huir”, “Señales del nombre”, “Las líneas secretas” y “Poemas italianos”- recortan un territorio de escenas fragmentadas que emergen, entonces, como restos de un naufragio. Obstinada sobreviviente, la voz de Cwielong se constituye en esa lejanía, en ese permanente desvío de sí, huida que se traduce, por ejemplo, en la recurrencia de afirmaciones negativas –“no sabía”, “no he nacido”, “no alcanza la voz”, “no existe”--. Quien se afirma negando borra huellas, suelta amarras, conduce su palabra hasta el límite: "dame el silencio de mirarte", dice Cwielong, y al hacerlo otorga a los poemas ese aire de silencio y abandono, esa amplitud que generan los blancos espaciosos.

Estas estrategias de despojamiento conducen también a un jubiloso estado de orfandad: "mirarme el pie/verlo/ inquieto//las manos lo acarician/como si fuera/huérfano// y si tanta esplendorosa desnudez/ saliera a caminar?". Esplendorosa desnudez, ausencia, que parece liberar a quien la padece de una dolorosa sujeción, la del nombre que identifica, el nombre propio: acaso por eso este nuevo libro de Marta Cwielong se llame De nadie .

*Marta Cwielong nació en la provincia de Buenos Aires, en 1952. Ha publicado Razones para huir (1991), De nadie (1997) y Jadeo animal (2003).

Poesía en vivo

Si tenés ganas de escuchar buena poesía, podés acercarte este jueves 16 de agosto, a las 20,
a la Facultad de Filosofía y Letras (Puán 480) para escuchar a: Leonor Silvestri, Guadalupe Muro, Mariana Suozzo, Pablo Katchadjián, Marcelo Galindo y Florencia Minici. La entrada es libre.

sábado, agosto 11, 2007

Acerca de El borde es un río, de Alicia Genovese

Por María del Camen Colombo

Para quien transita por la irregular topografía del borde, mirar implica un acto comprometido con el mundo donde el mínimo detalle nos socava. Las cosas -perfumes, objetos, cuerpos- irrumpen azarosas, incitadoramente o se nos imponen como una rutina; la mirada, a su vez reordena, reacomoda el entorno, lo modifica. La subjetividad se constituye en ese diálogo. Desde ese lugar Alicia Genovese desoculta la trama contradictoria, muchas veces violenta de la realidad y también lo imaginario, ese río que mana elemental y nos conduce al límite sin domesticar, a la desmesura del agua desoída.
En El borde es un río una mujer ensaya sus movimientos de lejanía y proximidad como forma de templar lazos, establecer vínculos para no devorar ni ser devorada. Las cuatro secciones en que se divide este libro -"La ausencia", "La opulencia", "La rompiente", y "La vuelta"- van demarcando así un lugar de enunciación, una morada, cuyos contornos están delimitados por esos movimientos de fusión y recuperación, de entrada y salida de la escena. Distancia sobre el sitio diario y cercanía de un ojo táctil sobre el suelo extranjero, definen para Genovese la forma de habitar una lengua, de hablar en una casa. Bordeando, entonces, el dato biográfico, su estado de alerta, su anhelo de sinceramiento, encuentra el fluir de dos tiempos -tiempo de expansión y tiempo de reticencia-, una voz que arma su recorrido en el amor al origen y la hostilidad.
Pocos libros de poesía despliegan tan intensamente como éste un trabajo de composición que incorpora no sólo las huellas dejadas por la autora en otros poemarios: se trata de una combinatoria cuyo caudal se alimenta, además, con las aguas de diversos estratos discursivos lindantes con la alquimia, la ciencia contemporánea, el arte pictórico y la revisión de ciertos tópicos recurrentes en la poesía argentina escrita por mujeres.
Poeta, alquimista, científica, Genovese aplica su arte combinatoria a la lírica material verbal, que como un organismo vivo comienza a imantarse y a fluir conducida por una delicada artesanía constructiva. "No hay distancia correlativa o contraste/ sino injerto", nos dice en su bello poema "Composición": la diversa configuración de los poemas registra el modo particular y permanente por medio del cual entran en contacto íntimo materiales tan diferentes, forma de unión cuyo resultado nada tiene que ver con las variedades establecidas.
"Reflexivo, conceptual el trayecto/ inexplicablemente lírico": La exacta formulación del enunciado traduce un deseo sostenido por Genovese en sus libros anteriores -sobre todo en Anónima-. Pero aquí dos vertientes, lirismo y reflexión, confluyen actualizadas en una doble voz poética. Lirismo y reflexión constituyen en la escritura de Genovese, un acople no previsible para la poesía argentina actual.
"Hacia atrás/según la lógica del cangrejo/ que avanza", este libro deslee su propia historia y al hacerlo nos permite ingresar a la desmesura del agua desoída.: agua y palabra como en un rito bautismal revelan el secreto de un nombre, la que desoculta la verdad, la que practica la aletheia como querían los griegos porque ese, precisamente es el significado de Alicia.
*Comentario publicado en El Desierto, revista editada por el Grupo Nusud, en 1999.

*Alicia Genovese (Lomas de Zamora, Argentina, 1953). Publicó: El cielo posible (1977), El mundo encima (1982), Anónima (1992), El borde es un río (1997), Puentes (2000), Química diurna, (2004); La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas (ensayo, 1998).

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