jueves, agosto 30, 2007

Otras voces, nuevas voces

Marco Gabriel Limas nació en Buenos Aires, en 1976. Los poemas que se transcriben a continuación pertenecen a su libro inédito Una maleta llena de dedos.

zapato

en lo más hondo del zapato
la palabra
y a la vez los hongos
a la vez el día y la noche
a la vez la conquista
a la vez los temores

el zapato al pie de la cama
como un oráculo
insomne
cavilando su nuevo día
sin que uno se entere


golpeo

alma desencantada
extendida en un charco
olvidada por este cuerpo

yo que soy carne
y otras veces un fierro
por todos lados golpeo

directo al ombligo

el agua del balde de mi cerebro desbordó
y generó un río
dónde?
en la pista de patinaje del
ombligo
donde me miro

laberinto circular
agujero en espiral
comodín
hembra conector
a la serpiente de la vida

el drama de la cosa

la cosa es un cajón cuadrado
tomalo como quieras
ni vacío
ni lleno

los sentidos se agotan y celebran
en su interior limitado
aire plástico

a continuación un espejismo fractario
una porción de mar
otra de tierra
otra de cielo
visiones?

disfraces

sin

capuchón mío
si no te encuentro
si saltaste capuchón
hasta el infierno

buscaré en mis bolsillos
entre lápices y cuadernos
arrancaré mi barba pelo por pelo
hasta encontrarte

capuchón mío
capuchón negro
que si no te encuentro

me falta todo
Alelí Jait nació en Buenos Aires, en 1979. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Fue miembro del consejo editor de El perseguidor. Revista de Letras. Tiene dos libros inéditos: Desaparición: discurso poético y testimonio (ensayo) y La contorsionista (poesía).
Derechamente estoy encintada
en el costado pendular de mi ojo recto
ese llegar sonoro acunado con miseria
ese llevar los días hasta no pesar

un abismo tangible que se dilata
un efímero punto que se ensancha
como el rencor de la mujer sin memoria
del amor por nueva sangre, y,

nace la espera
la vibración muda que danza
con caderas dilatadas
ostras abriéndose:

Reptil de mis entrañas
nudo que acaricio
con manos de hilo
con delicadeza de anzuelo

y al suelo de cabeza.

Ya no quedan festejos
que valgan la pena salvar.

Estoy bailando
las voces dormecen sin culpa
entre mis dientes

piernas parcelas casi sonriendo
casi deseando volver.

Los látigos cambian de ritmo
y de manos

no hay escondite sin acecho

ni el pozo en los ojos por la muerte
ni las visiones más hermosas del tiempo.

Tiembla de dolor
ya las manos escapan del cuerpo.

Silueta de la misma vez que fue cuerpo
en el noctámbulo pasadizo de unas horas
que desfilaban ametralladas en el paredón
negro hacia el negro infinito.

Una botella que rompía el luto
de extranjera en mis países
y en mis causas.

Y la dimensión narcótica del ahora
en espirales atajos hacia la muerte.

Decir que los golpes se hicieron recuerdo
sería no acordar que sus manos de humo
prenden el cigarro de mi aliento.