sábado, junio 24, 2017
Alguien, anunciando la presentación del nuevo
libro de hilos editora, hierba sobre el mundo castigado, - Colectivo
poético involuntario-, dijo que se trataba de un “acontecimiento
editorial”.
Y es verdad.
Porque este nuevo título, concreción de un
proyecto en el que han venido trabajando las poetas Teresa Arijón y María
Mascheroni, desde hace tres años, conjuga gran creatividad y profunda
reflexión.
El resultado, además de las imperdibles páginas
preliminares, es un texto colectivo, compuesto por fragmentos de poemas, y en
ciertos casos poemas completos, de 56 poetas argentinos nacidos entre 1955 y
1965, poetas que salieron al mundo en la época de la dictadura militar de 1976
a 1983. El nombre de los autores se reserva para las últimas páginas del libro,
en un listado y por orden de aparición.
Podemos disfrutar así de un solo y largo poema
generacional, que oficia como preludio a la Colección 55.65, de antologías
breves de poetas argentinos nacidos en la época, y que aspira a dar a conocer y
a difundir a estos poetas por todo el país.
martes, junio 20, 2017
Luis Bacigalupo: Acerca de “El baile de la yegua”, de Eduardo Silveyra
Un deseo odiado:
bordes y desbordes de un relato político
La persuasión de
una escritura, su posibilidad, no son consecuencia de la fatigosa búsqueda de
un tono, de una dicción más o menos sugestiva, sino de la dicha de haberlos
encontrado, oportunamente, de modo casual, súbito y pregnante. No es por lo
tanto un tono resultado de una prosecución. La ausencia de un propósito
pertinaz o, sencillamente, una distracción sostenida en el tiempo son condición
de posibilidad. El tiempo cobra entidad en el relato, porque este mismo lo
funda. Lo demás queda fuera de toda consideración: es pérdida de tiempo. Lo
demás, es literatura o genealogía: Macedonio, Marechal, Arlt, Gombrowicz, O.
Lamborghini quien, como Eduardo Silveyra, “nació en una generación”. Una
generación que todavía hablaba de generaciones. Vi a los mejores espíritus de
mi generación destruidos por la locura, hambrientos histéricos desnudos… Tres
décadas antes de que Allen Ginsberg profiriera su Aullido, Gertrude Stein
musitó a Hemingway: you're all a lost generation. Y en la bolsa también
entraban, junto a otros, Faulkner, Fitzgerald, Dos Passos, Steinbeck, Caldwell,
Pound. Desde entonces se habló de la “Generación Perdida”. Sabemos hoy que una
década puede ser ganada por el sueño de una o más generaciones y perdida, por
soberbia o necedad, en medio (o a causa) de una pesadilla. Lo que demuestra que
el tren de la historia no se detiene en todas las estaciones. A veces pasa a la
velocidad de un expreso demorado solo en nuestra imaginación.
El Pisto,
conductor del movimiento anarco peronista musical orillero, dispone los
preparativos para recibir a Cristina o La Yegua. El escenario, que dista de ser
una caballeriza, resulta apropiado al ambiente nac and pop del relato de
Silveyra: un conventillo de la calle Olavarría al que, se dice –tentados
estamos en creerlo–, iba Gardel con sus guitarreros a milonguear, tomar merca
con champán y encamarse con algún changarín arrabalero después de cada
actuación. La infidencia glorifica el mito, aunque haya ofuscado a un tanguero
de Ituzaingó. Las ortodoxias en la Argentina siempre han mostrado una
disposición proverbial a la ofuscación. Sin embargo, ningún otro lugar podía
sensibilizar tanto a propios y ajenos, gozar entonces del mayor prestigio
–felizmente dudoso– para recibir a Cristina, la presidenta más psicodélica que
vi en la vida, dice Paty en un momento en que Violeta se apresta a podar –léase
sacrificar– un matorral de plantas ilegales. El relato empieza in media res,
pero la “cosa” también trata de carne, por sobre todo de eso trata, aunque en
un ámbito de un profuso lenguaje, perdón… quise decir follaje. Ambas mujeres,
amadoras de El Pisto, son ahora las encargadas de limpiar el patio y podar la
más heteróclita vegetación en convivencia pacífica que se pueda imaginar:
ceibos, higueras, paltas, bananos, yuyos, buenas yerbas y camalotes. Y una
frondosa Santa Rita infaltable en todo conventillo que se precie. En este patio
selvático donde las verduras parecieran crecer según la ley de una profusión
barroca (nada más parecido a un Movimiento Orillero), se nos invita a participar
del Baile de la Yegua. Entre yerba mate y algún porrito de buenas flores de un
cultivo propio la noticia, de entrada, concita la atención de la hipotética
concurrencia (hablamos del lector) que, ante la primera ocasión u oración:
¡Mañana viene Cristina!, acepta el convite y ha decidido de antemano ser el
último en retirarse de un acontecimiento –les aseguro– digno de alquilar
balcones.
Silveyra despliega
un relato báquico-dionisíaco del que se infiere la adecuada conjunción de
desliz y destreza que requiere el asunto. Y la duplicación nominativa de esta
versión greco-romana de un mismo dios que merece nuestras paganas adoraciones
ya nos fascina de entrada. El pleonasmo deviene hipérbole, y lo erótico, nos
dice el autor, se vuelve tánatos. Estamos en víspera de la presentación de las
memorias de El Pisto, del Manifiesto del Movimiento Orillero y la llegada de
Cristina, de estos tres acontecimientos es este último el que irá a tener
lugar, porque es, per se, el que suscita todas las pasiones y cris-pasiones, el
que invita a un retorno a ciertos ritos mistéricos, iniciáticos, el que promete
pathos. En tanto dionisíaco de corte nietzscheano, el peronismo cumple los
debidos requisitos aún, con las variaciones del caso, en su eterno retorno.
Estamos, dicho así, ante un principio estético desmedido, vital, extático. Cabe
decir que estamos también en la víspera de una tragedia “aerostática”,
irrisoria, carnavalesca, la de quien fuera en vida una leyenda de la
contracultura rockera. Silveyra reescribe esta pistocchiana leyenda y consigue,
a fuer de resignificar una devoción, que lo tanático se vuelva eros.
***
Vagar era ir a un
lugar determinado pero no de forma directa, podíamos volver sobre los pasos y
tomar otro camino y alargarlo para atravesar una cortada o fluir en las
intensidades de las correntadas ligeras sembradas de reflejos y vegetación
traída desde los cauces inundados arrastrados por el viento… En este fragmento,
de un período mayor, cuyo afluente de escasas comas y fulguraciones múltiples
pareciera querer agolparse en la garganta, el narrador refiere un paseo por un
camino azaroso rumbo a Catalinas, junto a Milagros, La Francesita. Un paseo de
celuloide, en blanco y negro, digno –evoca– de una película de Jarmusch. Es un
pasaje de una situación literaria y sexual, nos dice. Este vagar sinuoso y de
una sensual nocturnidad cursa los mismos antojos de un texto sobreabundante
incluso en su brevedad. Hasta el silencio aquí resuena barroco. Como el
repertorio de sus ex mujeres, que el narrador detalla a La Francesita,
ostentando un nostálgico aire donjuanesco. La remisión a “Madamina, il catalogo
é questo”, la célebre aria de Leporello en Don Giovanni de Mozart, resulta
inevitable.
La Francesita, que
no es ni torta ni peronista, se las trae. Burguesita progre, vive en París,
toma cóctel Margarita y está a punto de casarse con un alemán que filma Watusis
en la selva africana para la televisión belga. A ella se le encomienda tomar
registro fílmico de la fiesta –aunque acabe gozando de una fiesta otra, íntima,
propia–, porque es ella quien tiene a su cargo un documental sobre El Pisto:
emblema inaugural del rock argentino, periodista, editor y mecenas, fundador
del Colectivo Cósmico de Paternal, anarquista de vocación, y de ocasión
responsable de la recuperación de la textil Amat, quebrada –allá cerca y no
hace tanto– en los putos noventa. Enterada de “la movida” a instancias del
gordo Pancho, un puntero de Ezeiza, Cristina se anota para asistir de incógnito
a ese evento orillero “inclusivo” (en un sentido estrictamente generacional),
ya que, de pendeja, dice, leía el Expreso. Toda una leyenda El Pisto, como
Perón, como Gardel… No podía dar con mejor héroe, Silveyra.
El relato es
político tanto en sus bordes como en sus desbordes. Asimismo, lo es el sentido
de contención que prolifera, es su paradoja, bajo el espíritu de una anarquía
más provista de huesos que de carne. Los guiños a El fiord, oblicuos pero
sugestivos, poseen la inexorabilidad de lo amado. El Pisto no es Perón ni El
Loco Rodríguez. La falocracia ha “caído” (falofagocitado), las políticas de
género la han vuelto gagá; y la carne, que renueva siempre la promesa sexual de
empoderamiento, la de Cristina, es un deseo odiado (de La Francesita), que no
un odio de clase. Un deseo de mujer. La irrefrenable atracción sexual que
siente hacia la presidenta, es “la razón de su vida” y una realización que
augura segundas partes. Por último, nos cuenta un sueño: una señora oligarca y
su hija disfrazada de cría de gorila se cruzan con ella y Cristina, que van
caminando juntas por la calle. La peripecia se dirime entre el engaño (la
señora quiere una foto con la presidenta) y la delación (para clavarle
alfileres, confiesa la niña). Cristina, muy yeguamente, termina propinándole al
“mensajero” el chirlo en la cola que no pensó en darle a la señora oligarca.
Eso no se hace, eso no se hace, la regaña. Esta escena resignifica la paródica
pintura de Daniel Santoro, Eva Perón castiga al niño marxista leninista
(Silveyra nos lo recuerda). Tanto la “abanderada de los humildes” como Cristina
escarmientan a ambos extremos del arco político argentino aliados contra Perón
en la Unión Democrática…
Aquí nos
detenemos, a riesgo de plantar un spoiler. Pardon pour l’anglicisme.
¡Viva El Pisto!
¡Viva Perón! ¡Viva Cristina!
Luis Bacigalupo,
18 de mayo de 2017
*Eduardo Silveyra (Uruguay, 1955-reside en Argentina desde 1973). Publicó cuentos, poemas y ensayos en medios de Argentina, Brasil y Uruguay.
Publicó: Ave Fénix (Poesía) 1989, Poemas del Pez Amarillo (Poesía) 2004 Ediciones Libros de Tierra Firme. Esta puta memoria (Novela) Editorial Leviatán. 2009., El baile de la Yegua (Novela) Ediciones Nova Expres. 2017. Mención especial en el concurso de crónicas periodísticas del Espacio de la Memoria. 2014.
Etiquetas: Eduardo Silveyra
Hilos Editora presenta
Queridos amigos,
Los esperamos para celebrar la presentación de hierba sobre el mundo castigado, largo poema coral de una generación.
Los esperamos para celebrar la presentación de hierba sobre el mundo castigado, largo poema coral de una generación.
También damos la bienvenida a los cuatro primeros cuadernillos de una antología que irá desplegándose a lo largo del tiempo.
En esta ocasión, se presentan los números dedicados a la poesía de Anahí Lazzaroni, Gustavo Caso Rosendi, Alejandro Carrizo y Lila Zemborain.
En esta ocasión, se presentan los números dedicados a la poesía de Anahí Lazzaroni, Gustavo Caso Rosendi, Alejandro Carrizo y Lila Zemborain.
Etiquetas: Hilos Editora
domingo, junio 18, 2017
Andi Nachón: De su libro La III Guerra Mundial
a
Rolando, mi hermano mayor.
“Pues Ender la amaba, como sólo se puede amar a alguien que es un eco de uno mismo, en el momento de la pena más profunda.”
La voz de los muertos
Orson Scott Card.
Mapas,
rutas, accesos cortados: crecemos navegando así
nuestra fe en la catástrofe. Cada vacación
un simulacro: Caracoles, Camarones
Los Toldos. Esta cartografía final
desplegada en la mesa familiar
donde hombro contra hombro
rastreamos huidas posibles. Duran las siestas
el tiempo sin fin que lleva a la tierra
alcanzar un final: “Súbitamente
todo explotará” –así predica él y afuera
la explosión es otra historia. Tu hermano mayor y
vos
al sur la travesía, una búsqueda de otra vida
que empieza en un final. Hombro contra hombro
para vos la tercera guerra
se traslada por esa fuga
donde él y vos hallarán cobijo
entre un pueblo sin nombre y otro.
*
Soy
buena copiloto, aunque no lea mapas y pasen
los
carteles a la velocidad de la luz
nunca
me duermo ni dejo solo
al
conductor con su magia
en
avanzada constante. Soy
buena
copiloto y ya: desde los cuatro lo sé y cada
viaje
o este único
largo
viaje interminable
con
su movimiento marcan
su
propia realidad. Cuando fui chica la familia
nucleaba
en su chevy naranja
el
terror de la huida. Ahora
como
toda copiloto sé
no
hay viaje sin fuga y nada hay
que
no haya
empezado en algún dolor.
*
Esa es, será tu dicha: un hombre te mira
veinte años y pide luz
para hacer camino. Antes de Roca inundado
el ripio atrapa
al chevy anaranjado. Vos y él
cerrada de lluvia la noche
pala en mano no alcanzás
el metro sesenta pero igual
vas vos con él. Adelante y a salvo
en el coche espera la madre
el hermano del medio a cubierto: y sí,
esa es
será la dicha. A tientas
sobre su mirada vos
abrís camino en el barro.
*
En definitiva, lo suyo es la colección: alinea
y encuadra elementos disímiles. A veces
pinceles
colores y tonos que mezcla
en chapitas de gaseosa. Tu hermano mayor
alguna vez pintó y fuiste vos
una asistente precoz: tardes eternas a su lado
bosquejos y líneas de puntos
para armar figuras. Cuando él no está
solapada revolvés sus telas donde las caras
se retuercen y arman
gestos de dolor. Alguna vez
tu hermano mayor dejó atrás al debilucho
y arrastró a la madre de compras: su primer
trofeo
culata blanca el revólver, delicado y casi
para la cartera de una dama.
Del hermano mayor, la colección ahora
abarca toda la superficie de su cama: un
fusil de asalto, la colt cromada o el
winchester
que en perfección merece
su lugar de exhibición. Los días del padre
vos mentirás
en la escuela regalos
rutinas de paseo a sabiendas que
las verdades familiares no se enuncian
de ninguna manera. A los seis
sos una experta: un cucharón de joyero es útil
para volcar plomo y fabricar precisas
puntas de bala. Tu propia colección
mentiras en voz alta de pronto pronunciadas
eficientes al momento de eludir aquello
que no querés decir: belleza
del hermano mayor y su uniforme, la certeza
ineludible de su amor.
*
Cielo y más cielo
para los días sin fin: dieciocho
horas de luz en destello
corren tras la ventanilla del auto
en avance constante. Cielo
y más cielo es esto que
indiferentes navegamos.
*
El fin un fuego de artificio
en el fondo
tu hermano tiene mañas estéticas
lluvia de meteoritos, frentes de guerra para el
héroe
amurallado en su propia causa
la niña repetirá: fuerzas para la revuelta
en vos la revolución. Y no en plegaria
tratamos un problema
si la única belleza dice
belleza final. Contra piedras
saltarinas de rutas no asfaltadas
se acoraza el chevy, nuestro parabrisas
a prueba de balas.
*
Promedian los setenta y se retrasa
un año tu entrada a la primaria. Muchos esperan
el mundial mientras algunos
en urgencia alistan estrategias
encubrimientos y huidas. Como todo
horror cuando se instala parece
jamás comenzó y nunca
podrá terminar. Se retrasa
nuestra vuelta a la vida igual que alguien
pospone cierta operación o el festejo
de un cumpleaños más: nada
dice peligro y el peligro
está. Alucinada
la familia se entrega toda
en velocidad al viaje, cuerpo
hermanado a este desierto y capaz
de esfumarse hecho polvo aunque perdure
mineral e indestructible su estructura.
Mucho después buscarás rastros
a tu forma una memoria
su posible redención. Hubo horizontes abiertos
incontables las estrellas
signaron este viaje, su imperio
para tu familia incapaz
de arribar a un final.
*
Que en mis peores pesadillas seas vos
manchado de sangre a mis pies
solamente vos frente a quien
yo me rindo. Que en esas
las peores noches todavía
seas vos a quien busco
infinitamente ahí
rendido a mis pies.
*
No es soldado: media americana
borcegos, campera polar
pero no. En obsesión
arma y rearma su uniforme, sólo puntos
por hojas de ruta vueltas cartas
en futura navegación: un repertorio
imposible de gestos, objetos
donde no hay respuestas aunque sí
simulacros de control.
Su cuerpo un templo y el espíritu
de cuerpo la única
amalgama que una
nuestro átomo disfuncional. Como en toda cartografía
del deseo es la pulseada
entre él, aquello
que no tendrá. El hermano mayor, su guerra no santa
predice cada día sobre mismas urgencias
sus ansias: media americana
borcegos, campera polar. Atrás los demás
nuestra incompetencia vuelta una y cada vez
evidencia. Hay códigos,
ademanes. Simulamos control y al alba
dejamos atrás
todo punto de referencia.
*
Mucho después, cada llamada a deshoras
se vivirá en tanto comunicado
y notificación: “a las 23.45
su hermano mayor falleció”. Cuando vos no marques
el ritmo de mis días ni yo sepa
qué batallas se luchan o en qué
cuestiones creer, cada vez que el teléfono suene
temblaré. Aunque sea capaz de calma
y cuide quehaceres modestos –arbustos de jazmín,
alguna otra
tontera trascendente– igual
en mí irrumpirás en eco, revuelta
de todo aquello cancelado
tras seis llaves dos candados y una
patética oración. Cuando lleve todavía
esos jeans Lee gastadísimos –con vos recorrieron
miles de kilómetros y son casi
como llevarte a vos en mí
que me estás vedado– a deshoras cada llamada
anuncia todo eso que no
no lograré decir porque todavía
ni siquiera soy
capaz
de pensarlo.
*Andi Nachón. (1970). Ha publicado: Siam (Nusud, 1990), Warzsawa (Bajo La Luna Nueva, 1996), Taiga (Suscripción, 2000),Goa (Tsé tsé, 2003) y Plaza Real (La Bohemia, 2004). Dos compilaciones: Taiga no rio de janeiro (Ediçoes da passagem, Rio de Janeiro, 2001) y Villa Ballesta - Ñuñork (Surada, Sgo de Chile, 2003). Con ilustraciones de Sebastián Bruno, De vos a mí, digo(Suscripción, 2002). Integra las antologías El turno y la transición — compilador Julián Ortega— (Editorial Siglo XXI),Monstruos —compilador Arturo Carrera— (Editorial Fondo de Cultura- ICI), Poesía Erótica argentina 1600-2000 —compilador Daniel Muxica— (Editorial Manantial) y Agua de beber —compiladora Mónica D´Uva— (Editorial Nusud). Desde 1999 es parte del colectivo artístico interdisciplinario Suscripción. Actualmente es Docente del Una
Etiquetas: Andi Nachón
miércoles, junio 14, 2017
martes, junio 13, 2017
Lectura en Cátedra 1, Licenciatura en Artes de la Escritura de la UNA
Agradezco a la poeta y ensayista Alicia Genovese y a todo el equipo docente del taller de poesía 1, cátedra Alicia Genovese, de la Licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes-UNA, así como a todos aquellos que asistieron para escucharme leer. Fue una noche que nunca olvidaré.
domingo, junio 11, 2017
miércoles, junio 07, 2017
Libro recomendado: Carlos Correas: La operación Masotta
Texto contratapa
Cuando en 1991 apareció por primera vez La operación Masotta. Cuando la muerte también fracasa, pocos supieron qué hacer con el libro. Eran los años en que el mundo académico y el mercado literario comenzaban a publicar libros y libros sobre los 6o y los 70, pero el texto de Correas no encajaba en ese revival: no recurría a Bourdieu, no respetaba ningún canon previo, el testimonio personal no era el sustrato de ninguna verdad, el texto no analizaba esos años como anticipo de las tragedias que vendrían después. Y para colmo, el libro comenzaba antes, en los años 50.
Siguiendo de cerca el ascenso social y el éxito cultural de Osear Masotta, su amigo/enemigo, y al trío que formaban con Juan José Se-breli, el libro reconstruye una época, cierto estilo de formación filosófica y la defensa de un tipo de postura: el intelectual como alguien que entra en tensión tanto con el mercado como con la institucionali-dad académica.
Ensayo, biografía, novela de ideas e investigación periodística, a la vez que historia cultural y testamento, La operarían Masotta es sin duda uno de los textos nacionales más importantes. En el año 2011, un jurado formado por miembros del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y de la Biblioteca Nacional lo incluyó entre los 200 libros fundamentales de la cultura argentina.
lunes, junio 05, 2017
Marcelo Rizzi: de “Los saberes esenciales” (inédito)
Los
que anudados de por sí, en deshojado tumulto, oyen de sus propias bocas lo que
no han querido decir. Todo, en estampida, sale a dar una respuesta: la
eternidad no duraría más de un minuto si estos tiempos fuesen otros tiempos y
el diálogo no fuera un crimen en la observancia siempre austera del difunto.
Reconocer
en el viento que une la acequia con los prados un punto singular y de partida;
verificar en los ejercicios físicos la única justificación de los pecados.
Dejar a los artistas lo que la industria no puede al prolongar la duración del
artificio: que todo se ha vuelto su propio principio, la carne otra fabulación,
crueldad lo contemplado.
Que
en onzas entonces ajustadas las cenizas del ayer cremado, igualen el peso del
que ha emergido sin aires desde el fondo del mar. Que con veranos crispados
sobre fresnos sin tiempo, o sobre tiernos espinos de pardo naranjo, quien diga
liberar con diagnósticos de puño en alto sólo escriba en letra viva consignas
furtivas para un cuerpo siempre incierto.
Como
quien ve la noche por primera vez y considera a todos los hombres adversarios y
hermanos. O como el pájaro que revolotea buscando posarse en errónea precisión
del intento. Construyan ustedes el mortero donde triturar los granos, revivan
ahora la sorpresa en la rotura del dique –semejante origen no requiere más
pruebas.
Cualquier
lugar es siempre hacia donde se viaja, excepto en aquellas ocasiones en que uno
no puede bajarse de la hamaca –desde donde observa la mendacidad del mundo,
respira del polvo matinal su versión más profana. Lúcida experiencia de seguir
avanzando de sentado y retrocediendo en el tiempo. Beatitud extrema del pájaro
y del santo, disolución perfecta de la nube en la mañana.
Puesto
el ojo en la crujía, más bajo esta vez en su nivel de luz, la ascensión del
rayo promete menor vacío al recinto cenital. Yo me siento a la derecha del
padre para agregar más confusión a la escena. “Sabido es que el hombre ha
optado por poner empeño en diseñar cosas con bordes cuadrados mientras que la
naturaleza ha elegido la redondez de las ágiles esferas”.
*Marcelo Rizzi (Rosario, 1961). Es poeta, traductor,
diseñador gráfico y gestor cultural. Estudió Historia y Filosofía en la UNR.
Publicó: El comienzo oblicuo de todo
desorden (Barcelona, 2001), Sinopie
(Mar del Plata, 2003), Casa incompleta
(Rosario, 2°premio concurso Felipe Aldana de la Ed. Municipal de Rosario, 2007;
La isla de los perros (Córdoba,
2009), La destrucción (e-book,
poesíaargentina.com, 2015). Ha sido traducido al inglés y al italiano. Tiene
publicados poemas en Diario de Poesía, Hablar de Poesía y también en revistas de España, Chile y México.
Etiquetas: Marcelo Rizzi