Marcelo Rizzi: de “Los saberes esenciales” (inédito)
Los
que anudados de por sí, en deshojado tumulto, oyen de sus propias bocas lo que
no han querido decir. Todo, en estampida, sale a dar una respuesta: la
eternidad no duraría más de un minuto si estos tiempos fuesen otros tiempos y
el diálogo no fuera un crimen en la observancia siempre austera del difunto.
Reconocer
en el viento que une la acequia con los prados un punto singular y de partida;
verificar en los ejercicios físicos la única justificación de los pecados.
Dejar a los artistas lo que la industria no puede al prolongar la duración del
artificio: que todo se ha vuelto su propio principio, la carne otra fabulación,
crueldad lo contemplado.
Que
en onzas entonces ajustadas las cenizas del ayer cremado, igualen el peso del
que ha emergido sin aires desde el fondo del mar. Que con veranos crispados
sobre fresnos sin tiempo, o sobre tiernos espinos de pardo naranjo, quien diga
liberar con diagnósticos de puño en alto sólo escriba en letra viva consignas
furtivas para un cuerpo siempre incierto.
Como
quien ve la noche por primera vez y considera a todos los hombres adversarios y
hermanos. O como el pájaro que revolotea buscando posarse en errónea precisión
del intento. Construyan ustedes el mortero donde triturar los granos, revivan
ahora la sorpresa en la rotura del dique –semejante origen no requiere más
pruebas.
Cualquier
lugar es siempre hacia donde se viaja, excepto en aquellas ocasiones en que uno
no puede bajarse de la hamaca –desde donde observa la mendacidad del mundo,
respira del polvo matinal su versión más profana. Lúcida experiencia de seguir
avanzando de sentado y retrocediendo en el tiempo. Beatitud extrema del pájaro
y del santo, disolución perfecta de la nube en la mañana.
Puesto
el ojo en la crujía, más bajo esta vez en su nivel de luz, la ascensión del
rayo promete menor vacío al recinto cenital. Yo me siento a la derecha del
padre para agregar más confusión a la escena. “Sabido es que el hombre ha
optado por poner empeño en diseñar cosas con bordes cuadrados mientras que la
naturaleza ha elegido la redondez de las ágiles esferas”.
*Marcelo Rizzi (Rosario, 1961). Es poeta, traductor,
diseñador gráfico y gestor cultural. Estudió Historia y Filosofía en la UNR.
Publicó: El comienzo oblicuo de todo
desorden (Barcelona, 2001), Sinopie
(Mar del Plata, 2003), Casa incompleta
(Rosario, 2°premio concurso Felipe Aldana de la Ed. Municipal de Rosario, 2007;
La isla de los perros (Córdoba,
2009), La destrucción (e-book,
poesíaargentina.com, 2015). Ha sido traducido al inglés y al italiano. Tiene
publicados poemas en Diario de Poesía, Hablar de Poesía y también en revistas de España, Chile y México.
Etiquetas: Marcelo Rizzi
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