Hemos recibido demasiados dogmas
y muy pocas garantías,
demasiados: más no se ha demostrado
lo suficiente que esto, esto, esto
es herejía: sé y siento
el significado que ocultan las palabras;
son
anagramas, criptogramas,
pequeños estuches, adecuados
para incubar
mariposas
[41]
Sirio:
¿qué misterio es este?
eres semilla,
grano junto a la arena,
plantado en el surco
negro como el plomo.
Sirio:
¿qué misterio
es este?
te has ahogado
en el río;
los riachuelos de la primavera
empujan las compuertas del agua.
Sirio:
¿qué misterio es este?
donde el calor quiebra y agrieta
el desierto de arena,
tú eres una
neblina
de nieve: blancas, diminutas flores.
[43]
Pero no caen las murallas,
no entiendo por qué;
hay un ssss-silbido,
una nueva dimensión,
desconocida, del relámpago;
estamos indefensos,
polvo y pólvora
anegan los pulmones,
nuestros cuerpos chocan
al cruzar las puertas
desgoznadas,
ceden los dinteles
formando un aspa;
caminamos sin
descanso
bajo un aire leve
que se espesa en niebla cegadora,
entonces nos apartamos
sin demora, porque ni del aire
podemos
fiarnos,
denso donde habría de ser fino
y tenue
donde las alas se
separan y abren,
y el éter
pesa más que el suelo,
y el suelo se
comba
como en un naufragio;
no conocemos reglas
por las que
guiarnos,
somos navegantes, exploradores
de lo desconocido,
lo no
registrado;
carecemos de mapa;
quizá arribemos a puerto,
a cielo.
De "No caen las murallas", primer
libro de Trilogía.
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24)
Cada hora, cada momento
tiene su
específico Espíritu acompañante;
la manecilla del reloj, minuto a
minuto,
golpetea en torno a su órbita prescrita;
pero esta curiosa
perfección mecánica
no debería separar sino antes bien relacionar
nuestra vida, este eclipse temporal,
con aquella otra...
(25)
...vida de la no
necesidad
de la luna de brillar en él,
pues golpeteaba minuto a
minuto
(el reloj en mi cabecera,
con su pálido, luminoso disco)
cuando la Dama tocó;
yo hablaba informalmente
con amigos en la
otra habitación,
cuando vimos la estancia de afuera
hacerse más
ligera –y en el umbral
no había tal puerta
(se trataba de un sueño,
desde luego),
y ella estaba ahí de pie,
en realidad, al doblar la
escalera.
(26)
Uno de
nosotros dijo, qué extraño,
ella está ahí de pie en realidad,
me
pregunto: ¿qué la habrá traído?
y otro de nosotros dijo:
¿tendremos
algún poder
nosotros tres juntos,
que actúa como una especie de imán
que atrae lo sobrenatural?
(pero todo era lo suficientemente
natural,
según acordamos);
no sé lo que dije
o si dije algo,
pues antes de que pudiera hablar,
me di cuenta de que había estado
soñando,
que yacía despierta ahora en mi cama,
que esa luz tan
luminosa
era la carátula fosforescente
de mi pequeño reloj
y
el leve golpeteo
provenía de las agujas.
(
27)
Y sin embargo de
sutil manera
ella estaba ahí más que nunca,
como si milagrosamente
se hubiera
relacionado con el tiempo ahí,
lo cual no es cosa fácil
incluso para el experimentado extraño,
de quien no debemos
olvidarnos
pues hay quien recibe a los ángeles de improviso.
(31)
Pero nada de esto, nada
de esto
la sugiere tal como yo la vi,
aunque posiblemente nos
aproximemos
a cierta parte de su fresca bondad
en la graciosa
gentileza
de las doncellas marinas de mármol en Venecia,
que
ascienden por la escalinata del altar
en Santa Maria dei Miracoli,
o
la aclamamos
con otro nombre en Viena,
Maria von dem Schnee
Nuestra Señora de la Nieve
(32)
Pues en verdad puedo decir
que sus velos eran
blancos como la nieve,
nada más pleno sobre la tierra
los puede
superar en blanco; puedo decir
que lucía bellísima, lucía hermosa,
iba engalanada con un manto
hasta los talones, pero no iba
sujeto con un lazo de oro,
no había oro, ningún color,
no había
resplandor en la tela
ni sombra de hilván y bastilla
cuando se
dejaba caer; ella no lucía
ninguno de sus atributos de costumbre;
el
Niño no la acompañaba.
(41)
Llevaba un libro,
ya sea para decirnos
que era uno de nosotros, con nosotros,
o para
sugerir que estaba satisfecha
con nuestra ofrenda, un atributo a los
Ángeles;
y aunque hablaron los campanili,
Gabriel, Azrael,
aunque los campanili respondieron,
Rafael, Uriel,
aunque una
distante nota sobre el agua
redobló Anael y Miguel,
fue implícita
desde un principio
otra, profunda, innombrada, resurgente campana
que respondió, soñando a través de todos:
recuerda, donde nunca hubo
necesidad para que la luna brillara...
no vi templo alguno.
(42)
Algunos nombran a esa campana tan profunda
Zadkiel, la bondad de Dios,
él es regente de Júpiter
o Zeus
padre o Teus padre,
Teus, Dios; Dios el padre, padre dios
o el Ángel
dios padre,
él mismo, el cielo aún en casa en una estrella
cuyo
color es amatista,
cuya vela se enciende en violeta profundo
con las
demás.
(43)
Y el punto del espectro
donde
todas las luces son una sola
es blanco y blanco no es una falta de
color,
tal como se nos enseña desde niños,
sino un todo color;
donde las flamas se mezclan
y las alas se encuentran, donde ganamos
el arca de la perfección,
estamos satisfechos, estamos felices,
comenzamos de nuevos;
Yo ví a Juan. Soy testigo
de las alas de arco
iris, del alcance del cielo
y los muros de color,
las columnas de
jaspe;
pero cuando la joya
se derrite en el crisol,
no encontramos
cenizas, cenizas de rosa,
una alta vasija y un báculo de lirio,
no un
vas spirituale,
no una rosa mystica siquiera
sino un racimo color de
rosa de jardín
o un rostro como rosa de Navidad.
He aquí el
florecimiento del cayado,
es el florecimiento de la leña quemada,
donde,
Zadkiel, nos detenemos a dar gracias
por levantarnos de nuevo de entre los
muertos y vivir.
* De Tribute to angels, segundo libro de
Trilogía
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(2)
Voy donde amo y soy amada
hacia la nieve;
Voy hacia
aquello que amo
sin ningún pensamiento de deber o piedad;
Voy hacia
donde pertenezco, inexorable,
como la lluvia que no ha cesado de caer
hacia los surcos; he dado
o podría haber dado
vida al grano;
pero si éste no crece o madura
con la lluvia de la hermosura,
la
lluvia retornará a la nube,
quien cosecha afila su acero sobre piedra;
pero éste no es nuestro campo,
no lo hemos sembrado;
impiadosos,
impiadosos, dejemos
el sitio de la calavera
para aquellos que lo
compusieron.
(5)Satisfechos, insatisfechos,
saciados o entumecidos de hambre,
he aquí la urgencia eterna,
la desesperación, el deseo de equilibrar
la variante eterna;
tú percibes este llamado insistente,
esta demanda de un cierto instante,
la vocación de gozar, de vivir,
no el mero afán de perdurar,
la vocación de vuelo, de consecución,
la vocación de reposo tras un largo vuelo;
pero ¿quién conoce la desesperada urgencia
de esos otros –verdaderos tal vez ahora
míticos pájaros—que buscan, infructuosos, reposo
hasta que se desploman desde el punto más alto de
la espiral
o caen del centro mismo de un círculo cada vez más estrecho?
pues ellos recuerdan, recuerdan, al mecerse y revolotear
lo que existió una vez –recuerdan, recuerdan—
ellos no se desviarán –han conocido la bienaventuranza
el fruto que satisface –han retornado—
¿y si las islas se perdiesen? ¿si las aguas
cubrieran las Hespérides? Mejor es que recuerden—
recuerden las manzanas doradas del árbol;
Oh, no los compadezcas, mientras los ves caer uno por uno,
pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos,
pero en un cierto éxtasis,
pues de ellos es el hambre
del Paraíso.
27
Y Gaspar (pues sin duda era
mercader)
al principio no la reconoció;
era frágil, delgada, no
llevaba pulseras
ni ningún otro adorno, y con el chal
envolviendo su
cabeza y sus hombros
no se hacía notar, no parecía
una sirvienta
llevando un recado, sino alguien
de confianza, de parte de una gran dama;
la discreción en persona
con su túnica oscura y su tocado;
Gaspar no la reconoció
hasta que el chal se le cayó al suelo,
y reconoció entonces no sólo a María
tal como decían las estrellas
(Venus en ascendente
o Venus en conjunción con Júpiter
o comoquiera
que él llamase a estos fuegos errantes),
sino que, cuando vio la luz de
su cabello
igual que luna llena sobre un río perdido,
Gaspar
recordó.
*De "La floración de la vara", tercer libro de
Trilogía.