jueves, julio 12, 2007

La muda encarnación- Ed. Aurelia Rivera 2006


Versión completa de la reseña sobre el libro La muda encarnación
de María del Carmen Colombo, aparecida en la Revista Eñe, diario Clarín,
del sábado 7/7/07
Por Leonor Silvestri
Sin lugar a dudas, María del Carmen Colombo es una de las voces más originales y mejor constituidas de la poesía argentina, y al mismo tiempo, formadora de poetas emergentes a través de su influencia y conocimiento. Sin embargo, con un perfil, en muchos casos, tan bajo, su obra no ha sido, hasta ahora, apreciada como se lo merece. Felizmente, esta parece ser la víspera del esperado reconocimiento de Colombo quien, a través de la editorial de poesía Aurelia Rivera, lanza, nuevamente, La muda encarnación, libro clave en la poesía contemporánea argentina, agotado luego de su anterior publicación en 1993.
Este demoledor poemario expresa la mudez de la mujer que habla, valga la paradoja, con un silencio contundente. Y sale a la palestra con los tapones de punta, con la sutileza del cristal que siendo tan frágil no puede ser cortado sino con sí mismo. De este modo, esta voz se disputa con los grandes y renueva la diatriba Gelman vs. Pizarnik a través de la cita de Nietzsche (“La mujer sigue siendo gata y pájaro. O, en el mejor de los casos, vaca”) para debatirle, en la cara, su status quo y disputarle todas las tradiciones habidas y por haber, desde la pampa (“un caballo/en la pampa/ de papel”) hasta la ideología, sin que sus poemas se conviertan en burdos panfletos (“un modo de montar/cuando fundo la palabra/confundo caballo con/jinete: una sola cosa”).
Estos poemas están enojados con su condición (“tengo un vano /problema con todo” o por ejemplo, en “triste yovaca/ gimes tu condición/ de alverre:dar//vueltas y vueltas), pero no por añorar otra sino para discutir el estado de las cosas e interpelar el presente con sonidos rioplatenses, porque Colombo para enseñarnos que la tradición también es nuestra (“desde afuera de dónde”, de hecho dice) y venerar a todas las mujeres, incluso a las trabajadoras sexuales, no desde la piedad de la poesía confesional ni desde la sexualidad del tango, de cuya sensualidad sonora es heredera, sino de la más absoluta lírica (pero la virgen/se mira al espejo/vamos a casa papi/ la eternidad/ suelta su pelo/despreocupado/sobre el mundo”).
Asimismo los juegos de palabras absurdos, tristes y descarnados (“infinitas agujas/alzan/las costureras/para coser el ruedo/del reino /de los cielos”) que, como en Beckett, dejan al descubierto lo terrible, y a su vez hermoso de la vida humana, condición objetiva necesaria, como en Virgina Wolf, para que la poeta escriba: la soledad (“entre tantas Una/alcanzo a distinguir/su pregunta: cuál es/tu gracia/ desde el otro lado/ de la línea/le digo/por el tubo que no tengo/”arder/cuando llamas””). Y no ociosamente este libro está dedicado a su hija, de nombre homónimo, como un recordatorio para todos los que con sus actos cuestionan algo, incluso Alejandra Pizarnik y su poesía que no necesita de ninguna piedad.
Para más información, entrar en: http://www.aurelialibros.com.ar/

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