martes, julio 31, 2018
sábado, julio 28, 2018
Marina Tsvietáieva: Viva voz de vida: Maximilián Voloshin
Marina Tsvietáieva
Viva voz de vida
Traducción: Selma Ancira
Editorial Minúscula, 2008.
La
pasión que Maximilián Voloshin sentía por la creación de mitos se extendió
hasta mí.
“¡Marina! ¡A ti te perjudica tu abundancia!
Tienes material para más de diez poetas – y todos, ¡extraordinarios! ¿No te
gustaría (voz zalamera), por ejemplo,
publicar con seudónimo tus poemas sobre Rusia, aunque el seudónimo fuera,
digamos... Petujov? Verías como (encendiéndose)
al cabo de diez días toda Moscú y todo Petersburgo los conocerían de memoria.
Briúsov escribiría un artículo. Yablonovski escribiría un artículo. Y yo
escribiría el Prólogo. Pero tú nunca (el
dedo levantado, los ojos encendidos), nunca dirás que eres tú, Marina, (suplicante), ¡si supieras cuán
formidable será! Briúsov, por ejemplo, no parará de chincharte con los versos
de Petujov: «Si usted, señora Tsvietáieva, en vez de cantarle a sus propios
ojos verdes, se volviera a los verdes campos de su país como hace el señor
Petujov que también tiene diecisiete años...» Petujov se convertiría en tu bête noire, Marina, te atormentarán con
él, Marina, pero tú ya nunca –¿entiendes? ¡Nunca!– podrás volver a escribir
nada sobre Rusia con tu nombre, de Rusia sólo escribirá Petujov… Marina,
¡acabarás por odiar a Petujov! Y después (ya
de plano atragantándose), ¡no! ¿por qué después? Ahora mismo, junto con
Petujov, crearemos otro poeta –¿poetisa o poeta?– una poetisa y un poeta, serán
gemelos, los Kriúkovy, digamos, un hermano y una hermana. Crearemos algo que no
ha existido todavía, unos gemelos geniales. Serán ellos los autores de tus
poesías románticas.
¡Max! – ¿y a mí qué me quedará?
¿A
ti? Todo, Marina. ¡Todo lo que todavía serás!”
¡Cómo me rogaba! ¡Cómo me seducía! ¡De qué
manera tan cautivadora pintaba el anonimato de esa gloria, la gloria de ese
anonimato!
“Tú
serás como aquel monarca, Marina, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. En
la poesía rusa no quedará nadie que no seas tú. Con tu Petujov y tus gemelos
les sobrevivirás a todos, Marina, a Ajmátova, a Gumiliov, a Kuzmín...
¡Y
a ti, Max!
Y
a mí, por supuesto. De nosotros no quedará nada.
Tú
serás – todos, tú serás – todo. Y (los
ojos en blanco, en la voz – la sordina) tampoco quedarás tú. Tú serás –
esos.”
Pero
la pasión mitocreadora de Max se estrelló de forma funesta contra la roca de mi
germana honestidad protestante, con ese nefasto orgullo que me hace firmar
cuanto escribo. Y..., ¡qué buen poeta habría sido Petujov! Y..., ¡hasta el día
de hoy lloro aquellos gemelos poéticos!
[...]
Coexistencia
de dos poetas – igualdad de un ilustre con un desconocido. Yo misma soy un
ejemplo vivo, ya que nadie nunca tuvo una actitud de tanta atención y culto
hacia mis poesías llamadas maduras, como Maximilán Voloshin a sus treinta y
seis años, por mí a mis dieciséis. La gente sólo se comporta así con lo
patentado, que para ellos es –por la mayoría de voces por la fama–
incuestionable. Nunca y en nada M.V. me hizo sentir las prerrogativas de su
experiencia, por no hablar de su nombre. Me amaba también por mis fracasos.
Como a quien había sido alguien. Nada de un maître
(¡y eran tiempos de maestrear!), y todo de un igual. Puedo decir que amaba la
poesía como yo – como si él nunca la hubiera escrito, con toda la fuerza de un
amor desesperado por una fuerza inaccesible. Y, al mismo tiempo, escuchaba
cualquier buen poema como si fuera suyo. Cualquier buen verso era para él un
regalo personal, como para quien ama la naturaleza –un rayo de sol. («Todo eso
fue, fue, fue» –y a qué punto ese fue es más grande que el es, ¡más
significativo! ¡A qué punto es – es para siempre! ¡A qué punto punto fue – ¡ha
dejado de ser!) Me acuerdo sólo de una, de una sola corrección, intento de
corrección –en todo el voluminoso Álbum
vespertino al mero principio de nuestra amistad:
“Y
con un suspiro, entre negras patas,
quemaremos,
tristes, nuestras naves...
—¿No
le parece, Marina (una pausa, los ojos
expectantes).., Ivánovna, que es un poco difícil – y retorcido – eso de
quemar las naves – entre negras patas? ¿Que para eso – entre las patas– hay
poco espacio? Aunque, no cabe duda de que son de oso, es decir, fuertes,
apretadoras. Digamos que las naves se acostumbra a quemarlas en el mar, y aquí
– unas patas de oso – es obvio – el bosque, espeso. Es difícil suponer que un
oso se hubiera instalado con usted a la orilla del mar donde – justo en ese
momento – estuvieran ardiendo sus naves.”
Así
se me quedó grabado: la orilla desierta de Koktebel, en ella un oso, es decir,
Max está conmigo, y justo en ese momento, en la playa –para que sea más cómodo–,
una flotilla en llamas.
Etiquetas: Marina Tvestaiéva
viernes, julio 27, 2018
Bustriazo Ortíz: Poemas
Canción
En
un paisaje de adobes
y
de piedras solitarias,
debajo
del cielo puelche
una
calandria cantaba.
(En
el corazón tenía
una
guitarra hechizada.)
Cuántas
cosas le salían
de
su sangre enamorada:
todo
el canto de la tierra
le
cabía en la garganta.
(Qué dios remoto y silvestre
le regaló tanta magia?)
Era el triste de los yuyos,
la huella de las aguadas,
era el estilo del viento,
la milonga de las bardas.
(Porque mil pájaros sabios
era la sola calandria.)
Una vez regresó el río
con pifulcas desbordadas,
y sus viejas sinfonías
me repitió la calandría.
(Era una niña de cobre
con un cacharro de lágrimas.)
Dónde andará con su canto?
De quién serán sus tonadas?
Con esta música vuelve,
pero mi voz no la alcanza.
(Se me ha vuelto la calandria
una guitarra con alas!)
allí
estabas...
allí
estabas mi amor allí estabas en los penachos de la
enredadera
del monte pelusa de pollito blanco enamorada
del
molle espeso abrazándolo fina en la fruta verde
del
camambú en la ruta anaranjada del camambú con su
corazón
de pequeña sandía en la flor de la pasión del señor
del
camambú allí estabas mi amor allí estabas en las varas
bermejas
de la quina apenas alzándose de latierra
pesada
de semillas en las hojuelas rubionas que confundía
el
viento veranoso que levantaba el viento con ruido de
cachilote
que las robaba él allí estabas mi amor allí
estabas
en la sangre de enero de las muchachas de trece
años
en el gateado mordiendo a su rosilla en el olor
precioso
de la siesta soltada en los cuú de ella en los más
gruesos
vinos debajo del gran caldén en la mariposa púrpura
sobre
la mariposa blanca allí estabas mi amor allí
estabas
en la garganta del agua en lo bondadoso del poleo
en
el sol en el sol mapuche en las briznas de lo que respiraba
en
lo que caminaba y en lo que saltaba y era florido
y
hacía bien allí estabas mi amor allí estabas
De "Hornos de los mareque", Caja amarilla (1973-1974).
*Juan Carlos Bustriazo (
Santa Rosa, La Pampa, 1929). Se trata de
una de las mayores voces poéticas de La Pampa. Los poemas puelches (1954-1959) incluye más de sesenta títulos que
se conservan inéditos. Gracias a Cristian Aliaga, Sergio De Matteo y Andrés
Cursaro Bustriazo Ortiz y su obra
salieron a la luz. Estos tres poetas durante años han relevado archivos,
documentos y testimonios acerca del “Flamenco Bustriz”, como lo llamaban sus amigos. Hoy, por fin, aparecen volcados en
este volumen, coordinado por Javier Cofreces, los poemas del genial poeta
pampeano: Herejía bermeja (2008,
Ediciones en Danza).
Etiquetas: Bustriazo Ortíz
martes, julio 17, 2018
lunes, julio 16, 2018
Hilos Editora Presenta
Hilos Editora presentará el miércoles 1 de agosto, a las 19. en la Casa de la Lectura, Lavalleja 924, el nuevo libro de la poeta argentina Mónica Tracey: Hay que dejar de ser hermosas..
La presentación estará a cargo de la poeta Liliana Ponce,
Etiquetas: Mónica Tracey
miércoles, julio 11, 2018
lunes, julio 09, 2018
Adelia Prado: Cenizas
Cenizas
En
el día de mi boda me quedé muy afligida./
Tomamos
cerveza tibia con empanadas de masa hojaldre./
Tuve
hijos con dolores./
Ayer,
imprecisamente, a las nueve y media de la noche,/
yo
sacaba de la bolsa un kilo de arroz./
Ya
no lucho más de aquel modo histérico,/
entendí
que todo es polvo que sobre todo se posa y recubre/
y,
a su modo, pacifica./
Las
naranjas freudianamente me remiten a una rodaja de sueño./
Mi
apetito se agudiza, hago estallar las costuras de buena/
impaciencia./
¿quiénes
somos entre el laxante y el somnífero? /
Habrá
siempre una marca de polvo sobre las camas, /
un
vaso mal lavado. ¿Pero qué importa? /
¿qué
importan las cenizas /
si
convertidos en su materia ingrata, /
hay
también ojos que sobre mí se estremecieron de amor? /
Este
valle es de lágrimas. /
Si
dijera otra cosa mentiría. /
Hoy
parece mayo, un día espléndido, /
los
que vamos a morir iremos a los mercados, /
¿qué
hay en este exilio que nos mueve? /
Digan
no a las legumbres llevadas en los brazos /
y
a esta elegía. /
Lo
que escribí, lo escribí /
porque
estaba alegre.
*Adelia
Prado (Brasil, Divinópolis, (1935)
(Traducción
de Fernando Noy y Claudia Schvartz)
Etiquetas: Adelia Prado
miércoles, julio 04, 2018
Pier Paolo Pasolini: El privilegio de pensar
¡Ah,
reconcentrarse, y pensar!
Decirse,
esto es, ahora pienso -sentado
sobre
el banco junto a la ventanilla amiga.
¡Puedo
pensar! Quema los ojos, el rostro,
desde
el césped de Piazza Vittorio,
la
mañana y mísero, adhesivo,
mortifica
el olor del carbón
la
avidez de los sentidos: un dolor terrible
pesa
en el corazón, así de nuevo vivo.
Bestia
vestida de hombre -niño
arrojado
solo al mundo,
con
su abrigo y sus cien liras,
heroico
y ridículo me voy a trabajar,
yo
también, para vivir... Poeta, es verdad,
pero
mientras heme aquí en este tren,
cargado
tristemente de tareas,
como
por broma, blanco de cansancio,
heme
aquí sudando mi salario,
dignidad
de mi falsa juventud,
miseria
de quienes con humildad interna
y
aspereza ostentada me defiendo...
¡Pero
pienso! Pienso, en el rincón amigo,
en
la íntegra media hora del recorrido,
desde
San Lorenzo hasta las Cappannelle,
desde
las Cappannelle hasta el aeropuerto,
pensando,
buscando infinitas lecciones
en
un solo verso, en un trocito de verso.
¡Qué
estupenda mañana! ¡A ninguna otra
igual!
Ahora hilos de débil
neblina,
desconocida detrás de los murallones
del
acueducto, recubierto
de
casitas pequeñas como perreras,
y
calles arrojadas allá, abandonadas,
frecuentadas
sólo por aquella pobre gente.
Ahora
arrebatos de sol, sobre praderas de grutas
y
cuevas, barroco natural, con verdes
extendidos
por un Corot pordiosero; ahora soplos de oro
sobre
las pistas donde con deliciosas grupas marrones
corren
los caballos, montados por muchachos
que
parecen aun más jóvenes, y no saben
cuánta
luz en el mundo hay en torno a ellos.
(Piero Paolo Pasolini (Italia, Bolonia, 1922- Roma, 1975). (Traducción: Delfina
Muschietti)
Etiquetas: Pasolini
domingo, julio 01, 2018
María del Carmen Colombo: Un poema a la muerte de Perón
Este poema lo escribí el mismo día de la muerte de Perón, bajo la lluvia, sentada en un umbral. Leónidas Lamborghini, a quien no conocía en ese tiempo (tampoco recuerdo cómo llegó a sus manos el poema), lo publicó en un diario de la época (El Cronista Comercial), con comentario y anunciando la salida de in libro, que nunca edité, en donde se encontraba incluido este texto.
Para creer que te fuiste
me bajé de mí hasta nosotros
compañera la lluvia
compañero el silencio
y fui atando miles de pañuelos
al cordón umbilical de tu recuerdo
con el sentido de las caras mojadas
y la revelación
abrazando toda la calle pueblo entrecortada
por mil avenidas pueblo
horas de verte el rostro Buenos Aires
entre los puños tiesos de un obrero
y una lágrima casi suicidándose
en el perfil solemne de un rulero
batón de ama de casa húmedo
húmedas zapatillas
bajando del ombligo de las villas
esas pecas que gritaron tu nombre un 17
al ritmo de esta espera feroz
julio primero después soltó las lágrimas
y juntando retazos de lecciones pasadas
en una patria dolorida
políticamente vos
tu nombre duele
económico adiós y para siempre
Y a dios bajaste
Para nosotros, nada mejor que
cada uno de nosotros
construyéndote aún entre los cánticos
con un bombo de nada un vacío tan hueco
y esa preciosa música la última
la única inevitable.
(1974)
Etiquetas: María del Carmen Colombo