lunes, julio 30, 2007

Susana Chevasco, in memoriam


Había nacido en 1941 en Buenos Aires. Y tuve el privilegio de conocerla y de ser su amiga, allá por los años setenta. Compartimos, junto con Roberto Cignoni, Silvia Sabo y Beatriz Ventura, el taller de poesía que dictaba por ese entonces el escritor Juan Carlos Martini Real. Además de llevarla siempre en mi corazón, conservo un ejemplar de su primer libro Versión de mambrú, que alcanzó a publicar en 1983. De este libro, reproduzco a continuación, y en forma de homenaje, además de uno de sus poemas, las palabras que Martini Real escribió en la contratapa.

"La poesía de Susana Chevasco insinúa una dolorosa lucha contra lo siniestro. Da cuenta del mismo: lo desplaza, lo impugna, actúa como catalizador. En Versión de mambrú se articula y desarticula una mecánica del fragmentismo, en donde sentir, pensar, obrar y expresarse procuran anudar una inquietante identidad de la producción poética. Un sitio en donde el lenguaje resalta su explosiva libertad de tajear la vida establecida, por un mundo mejor, siempre perfectible, aun a costa de llevar hasta la marginalidad la asfixia de sobreponer una determinada poesía (de creer en ella, de consumir y revolucionar sus despojos), primero como automatismo vivencial, luego como lucidez de una experiencia estrictamente escritural."

MALLARME

peligro de los signos
acrisolados monzones
la hoja en blanco
sonidos antagónicos del asesino
poeta recurrente al mar
recurrente
la zarza consume los ojos
y así crece la sombra
cristalizada del mundo

esos rencores
tan parecidos
a la duda
podrida en un cajón
¿y tus versos puros?
corazón visitado por pasiones
como corrupción furtiva
gladiador espectral de soles
y la nave única
que hace
brechas en otra galaxia dormida

VERSIÓN DE MAMBRÚ

en qué quedó calesita
mil vueltas
papá chupetín
infancia invisible
de inagotable muselina
sobreviven crujidos de diluvios
espantada nena fotografía sepia
espejo para trás
1941 nacimiento
gestos de guerra
siglos duran
sin saber
la nena comiendo piedad piojosa
de humanidad violentada
acaso sollozos de continentes lejanos
escenario de escombros
pero sí bicicleta y chocolate
oh ciudades carcomidas
donde un vaho
traga gestos de fango
memoria de helado y vainilla
siestas dispersas
nena canela
en documentos de certeza
rincón ignorante por
imperceptibles horrores
ante gorriones de barrio
ruedan
arcas de lamentos
maleficios de lluvias
por desenfrenado aliento
toro derrumbado
en nubes vencidas
matanza en el saqueo de los huesos
ambigua vida nena
hechizos la muerte
por antiguos esqueletos
no conocen jaulas
desnudas de luna
sino delantal almidón
comiendo
fervorosamente
ángeles implacables
a pesar
de llantos mortales
mamá caricia de pájaro sopa

Fuegos de Edipo, de Walter Lezcano

Igual que el ojo ciego de una cámara, la mirada de Walter Lezcano se proyecta sobre ciertos temas y motivos, lugares "comunes" en el imaginario construido por una literatura, sobre todo la popular, que ha hecho de la ciudad su paisaje habitual. Los poemas incluidos en Fuegos de Edipo evocan la escena del hombre que está solo y espera, hombre demorado, como un personaje de Roberto Artl, en un bar, en una pieza de hotel. Sobre esta escenografía familiar va desplegándose algo así como un telón de niebla, memoria/ insomne/de un sonámbulo que/ en vigilia calla, tejida con la sutil materia de las cavilaciones, sueños y deseos de un yo que hace sombras en la pared, que en sus propios pensamientos se extravía. Fumar, calentar té, pensar (te pienso/ y el resultado es esta luz) son algunos de los rituales que alcanzan a iluminar con sus pequeños fuegos las sucesivas vueltas de un yo que --dice-- siempre retorna. Este continuo y a veces exasperado perderse/ para encontrarse, irse/ para volver, cuyos giros y saltos, cambios de punto de vista, parecen responder al vertiginoso movimiento de un zapping, reproducen fielmente el afiebrado orbitar de la mirada del autor, la misma que nos conduce por esta desasosegante travesía.

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Libro recomendado

Cosas de allá, de más allá. Jacques Canut*, Alicia Gallegos Editora
Por María del Carmen Colombo


Mirada que transforma el bucólico paisaje, lo cubre con el velo de una temperatura íntima, sombra inquietante que el poeta extiende sobre la escenografía campesina, familiar. Ingresan así al espacio de la página una fuente perdida, ovejas que cierran los ojos para olvidar y un pastor aferrado en lo sombrío de su existencia a la luz tenaz del verano.
Así comienza este bello libro, con la voz de la sombra en la mirada, como dice Jacques Canut aludiendo a ese sentimiento de vulnerabilidad que el poeta se niega a dejar de lado, precisamente el mismo frente al cual el hombre contemporáneo retrocede temeroso. No hay concesiones, entonces, para quien ha decidido recorrer el camino que lo lleva a reconocerse como un ser limitado, un ser atravesado por la misteriosa lengua de la muerte, es decir, por el amor y por el tiempo.
"Necio y generoso/ el grillo lo alumbra todo/ noche, jaula;/ a sí mismo./ Esclavo anclado a la huida del tiempo/ que celebra la vuelta perpetua/ del alba": afirmación de la vida y afirmación de la muerte se revelan así en el claroscuro de la imagen como una continuidad, imposible pensar una sin la otra parece decirnos Jacques Canut, acaso porque nuestra existencia se apoya en esos dos reinos ilimitados y se alimenta inagotablemente de los dos.
No hay ofensa frente al extraño idioma de lo inconmensurable, entonces, ni tampoco la búsqueda de salvación en religiones cuya promesa de trascendencia nos recluiría, como al Cristo, en una cumbre de altanera soledad. La palabra del poeta, abierta en su inmanencia, sólo intenta atraer ese dolor, traducir esa tristeza que produce la conciencia de saberse una vida prometida a desaparecer: "lo difícil es dejarlo todo, la Tierra", nos dice Jacques Canut.
Sostenido en esa fragilidad, en esa persistencia de lo que parece más destinado a perecer, el poeta despoja la materia verbal de toda gravedad, otorgando a los versos esa levedad viajera para anticipar, quizá su vuelo final: a través de la luz dorada de su memoria emergen los recuerdos, esas cosas de allá: el rico y extraño castellano de los ancestros, perdidos amores, el vértigo de un pasado evanescente. Exactitud y precisión en la artesanía del poema permiten captar las sensaciones más sutiles, esas voces perdidas como el eco, voz del monte; un poder hechicero que Canut aplica a la definición minuciosa de los detalles, a la composición de las imágenes a la iluminación de la atmósfera. También, a veces, sugerencia e ironía disuelven lo concreto de la experiencia tangible.
"El pasado se borra/ Qué camino elegir después?// La llovizna esconde/ el recorrido/ Tropezar con el lucero/ de una casita:/ ¿alma gemela?" Sólo quien escucha tan intensamente la destemplanza del tiempo puede transformar la tristeza en sabiduría, traductor que no es traidor sino alguien que en un gesto de aproximación, de acercamiento, busca en sus lectores, quizá el lucero de un alma gemela.
Preguntas suspendidas, abiertas, y blancos, respirados profundamente, que escanden la travesía del largo y único poema en busca de su propio límite. Preguntas y blancos donde se refugia sólo lo incierto. Intimidad que respira, silenciosa como un puro consumirse, como si hablar fuese un pasaje hacia un más allá que es sólo ocaso.
Admirable infortunio que nos entrega este corazón en despedida, que puede, aun en su caída, celebrar: "poema/regalo de inagotable juventud... En mis ojos queda/ hija mía/ la luz de tu semblante/ que se negará a cambiar". Celebración en el ocaso, así termina este nuevo libro de Jacques Canut Cosas de allá, de más allá, con la voz de una luz en la mirada. Canto heredero de los místicos, entrañable certeza que durará en nosotros, en nuestra lejana cercanía, casi como un bello semblante.
Jacques Canut nació en Francia, en 1930. Profesor de Letras e Historia. Ha publicado unos noventa poemarios, once de ellos escritos en español. En Argentina publicó: Siembras, 1998; El espejo infiel, 2000 y Sur de cruz, 2003.


jueves, julio 26, 2007

Sobre La Muda encarnación, de María del Carmen Colombo


Por Horacio Zabaljáuregui*

En el principio, es la hipnótica lámpara de la hoja en blanco, esa pampa espectral donde un signo, una sola cosa enciende, llama. Allí una voz encarna en la luz, allí una sola cosa forma fondo, va cavando. En el principio un torrente, el desierto murmullo incesante que va a dar a luz, que va a dar rienda suelta al eterno caballo del fluir. Sí. En el principio, fundar y fundir, y sobre todo, una manera de montar, de poner en escena, de recortar en el gran gerundio universal, la forma. Solapado caballo de Moebius que al verre deviene vaca, origami del signo, pliegue o bisagra del yo; metamorfosis de la lengua por la que el caballo nos da a la vaca. Así, por su propio peso, el del envase o en su defecto el del origen, por esa tara caída del árbol va cavando esta vaca aparecida, va llenando desde el abierto cielo de su herida al desierto suelo de su dolor. Es el duelo del sentido, un vacío difícil de llenar y también, un combate entre dos que se han desafiado. Alta en el cielo, la mirada. El afuera de la mirada, el eterno cristal la transparencia, el sueño, el zoom. El cielo. La gran cuenca vacía del cielo, los ojos el ciego, la noche de los ojos del ciego, el ciego de Baudelaire que levantaba los ojos hacia el cielo, hasta la deslumbrante ausencia, hasta el eclipse del padre. Cosas por el estilo. Un gesto. Una espiral como la de Pessoa, una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en ninguna cosa, la estola de tul de la Virgen, una víbora de rezos que se enrosca a los pies. Yo la vi como en un libro de estampas, como un retablo de la memoria. Es canción la madre “vaite a lavar, porcona, vaite a lavar”, yo la vi calle de los dibujos, los cromos del barrio. Imágenes-escenas Bosch y Brueghel, fogatas, iluminaciones, figuritas, boca de buraco el cincel. En el principio la Ponedora purísima del casto huevo celestial. En el principio, ni el huevo, ni la gallina, tan solo el vacío, por donde se vuela el alma, hálito o logos neumático que va a dar a luz la podredumbre del cuerpo, pura pérdida, el claustro donde se exhala, donde se muere un día de nacer. En esa zanja oscura una muda encarna y va mutando otras voces, fuentes donde abrevar: vallejo, Gelman, fuentes donde meter las patas, trazo, hilván de las costureras del reino de los cielos, que a pura pérdida hacen el sudario, la lengua al vacío donde volver a ver al verbo. Aliento de mí en la frase, entrañas huecas, tripas del reloj. A golpes de estilo acuna arrulla incuba en el alba blanca, en la pura luz llena luna hasta el colmo. Creo con ella que un cuchillo nos une. Creo en la muda encarnación, esa línea desafinada para un oído absoluto. Creo en la eficacia del vacío, creo en el desgarramiento, en la dispersión del cuerpo, aluvión y metamorfosis. Creo en el bestiario doméstico que va cavando un estilo, una poética, sin contrabando de jergas, sin impostar teorías, sin trucos de ventrílocuo. Cuando así alumbra una voz, sólo nos resta celebrar y sobre todo arder cuando llama.

*Revista Último Reino, julio 1993, pp.25 a 29.

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domingo, julio 22, 2007

La tradición es un delirio, antiguo

Por María del Carmen Colombo

al Grupo El Ladrillo
La herencia se impone, la tradición se elige, se fabula entre mate y mate, ante la mirada absorta --ausente-- de tatitas juidos al misterio del desierto por cuestiones de la ley.
Pocas pero ineludibles las huellas que dejaron esos caballos fantasmles en la llanura lisa de papel, nos han servido, sin embargo, para que en la soledad huérfana pudiéramos ensayar nuestra elección, intentarla por lo menos.
Metiéndonos por los intersticios de esas ausencias, nuestros ojos neblinosos, casi ciegos por la orfandad, por la falta de alimento, escucharon el susurro, la mudez de sus huellas, de sus textos.
En el presente de la llanura, en la orfandad pelada de la pampa de papel, robamos para comer, digerimos estrategias de supervivencia, ahondamos las huellas dejadas como al boleo ---bebimos de ellas-- hasta borrarlas, hasta olvidar, hasta escribirlas. Y en esos menesteres nos dimos cuenta de que --sin querer-- repetíamos los gestos de aquellos padres, también abandonados por los suyos. Casi atontados por la bebida, brebaje de huellas, en el pasado de la huida creímos ver un baile de borrachos, de mareados pañuelos que al compás de un pericón nos saludaban: eran los padres nuestros rezados de rodillas, el porqué, el porqué me has abandonado. Herencia de orfandad, de abandono en la pampa, como un desamparar que se hizo tango de nuestra propia suerte. Como un destino la herencia que se imporne: la condena de hablar en una lengua falta, falta de todo padre. Hambre, hambre voraz había de inventarnos alguno.
Qué tarde era la hoja cuando lo descubrimos, una tarde casi crepuscular, esas que se asemejan al futuro cuando cae en picada, cuando el futuro cae como un descubrimiento fugaz. Otros más avispados tenían sus familias constituidas, como ecos repetían a los vientos: "a no llorar, la falta es lo que sobra", y tapaban los huecos de los platos, la boca de los mates las cerraban --horror vacui--, se enyenaban el buche y rellenaban colchones con los verdes vocablos de una herencia, y había que dormir para escucharlos recitar.
Cuando nos dimos cuenta --distraídos--, nos encontramos adentro de un espejismo de cristal, nuestro laboratorio refulgía, éramos alquimistas haciendo los conjuros contra la musa de la mala malaria. El movimiento del futuro anterior, como alguien dijo, "nos hacía comer de nuestra propia carne y vomitar otra distinta", trasmutar, trasmudábamos, mudábamos de forma: de la nada de fierro a la transformación en oro, oro aurora del nuevo día. Tradición de inventores de medias transparentes, argentinos, poetas: hacer nuevo lo viejo, como el sol, hacerlo cada día, pero siempre después, en el pasado de un presente futuro. Es decir: como perlas parir antepasados.
Notas halladas al pie de las estrofas de un pericón (antiguo)
A) Cuando los bailarines comienzan a girar, para atrás y adelante, debe leerse --léase-- en esta figura de la coreografía el régimen cronológico de nuestra tradición: el futuro anterior. En el sentido de que sólo instalados en el cuerpo de baile acontecido pueden recrearse las condiciones de producción de este acontecimiento, el baile, y entre ellas la así llamada tradición.
B) Cuando los bailarines se desplazan y ocupan el lugar de otro debe leerse, léase, a la tradición, a través de esta figura mínima. Acuérdese, lector, como dice la rima, la tradición es construcción política, en el sentido literario, claro. Porque todo texto ocupa su lugar por el desplazamiento de otros (textos), y por lo tanto la tradición permitirá la mejor producción de este desplazamiento.
C) Cuando los bailarines sacan los pañuelos debe leerse --léase--: la tradición es una apropiación, que se da bajo la forma o modalidad de cierta convocatoria a fantasmas emblemáticos, a ciertas voces que hablarán en los intersticios de la voz propia. En fin, ¿un inocente padrinazgo?

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Otoños de antología Suplemento Ñ (24-4-04)

Por Vicente Muleiro*

Se ha hecho esperar como una amante calculadora que sabe cuándo y cómo hay que asestar el golpe, pero al final llegó con repiques de lluvia e imprevistas amenazas de volver a partir para mantenernos cautivos en torno de su esquiva permanencia. Se ha hecho esperar pero al fin llegó el otoño, la estación de mayor prestigio literario.
El mes de abril se hubiera disuelto en el aire si el otoño no venía a evocar, entre tantos, los versos de Keats: "Golfos calmos/ tiene el alma en otoño, cuando se encierra/plegando sus alas, conforme con mirar/la niebla ocioso: con dejar que la belleza/pase sin ser notada como un arroyo naciente".
Era hora de sacar siquiera una campera liviana y cumplir con la orden poética dictada por J.L. Ortiz: "Es otoño, muchachos. Salid a caminar./ Otoño en su momento inicial, más hermoso (...). Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño. del otoño/ violento o suave casi como un suspiro".
Es hora por esta ciudad que tiene todo para dar cobijo a una estación que amarillea la realidad. Vivir o aún morir como quiso Vallejo: "Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro- tal vez sea un jueves como es hoy, de otoño".
El poeta platense Roberto Themis Speroni también clamó para sí el mismo privilegio de Vallejo para despedirse del mundo: "Debe ser en abril. De otra manera./ yo no podría ver a los labriegos,/ni a mis hijos en torno, ni a mi rostro,/ni a tanta cosa ue en abril fue mía".
Abril de intensidad o de deseos de atrapar la intensidad, como en el poema de María del Carmen Colombo: "Abril es hoy y toso en el viejo vestido amatorio de las estaciones/como una hembra en desuso. Y caigo a veces de este cuerpo/ porque me pesa en sangre el hervor de lo que deseo".
Abril. Una mujer con un piloto azul vence a la opacidad por Talcahuano. Se despeinan los árboles en la Plaza Lavalle. Hay que llegar a un sitio. En otoño hay que salir, muchachos, como pide Juanele, pero también hay que tener una ventana adónde llegar.

sábado, julio 21, 2007

Poesía Gallega: Xohana Torres

Voz central de la poesía gallega de la segunda mitad del siglo XX, Xohana Torres, nació en Santiago de Compostela en 1931. Es autora teatral (A otra banda do Iberr (1965), Un hotel de primeira sobre o rio (1969); novelista (Adiós, María, 1971); y poeta (Do sulco (1957), Estacións au mar (1980), Tempo de Ría (1992). En 2004 publicó su Poesía reunida (1957-2001).


Sibila en Ribadavia

Protégeme, crepúsculo,
lugar de mis ex votos,
humilde acudo al sol en rogativa.
A vueltas con el pasado
buscar en la infancia
el tesoro del mapa oculto bajo las piedras.
En mí siempre levita Lola ingrávida,
con un acompañamiento sonoro de gorriones,
su perfil en realce por los lindes.
Sibila en Ribadavia, blusa negra,
bendita sea la que pisaba los racimos
para hacer el vino como si fuera la luz,
¡cuánto amor aún mueve!
En esta hora, amparada o poniente
peregrino hasta el mundo amatista de las viñas:
es que nada se entenderá de todo
si antes no regreso al punto de partida.
No me permite la muerte
alcanzar el rincón por el que Lola asoma
como un dulce dibujo de Chagall.

Traducción: Luciano Rodríguez

Agradecemos a la poeta Chus Pato por habernos
cedido el ejemplar del libro de Torres Olas atlánticas
(Puerta del Mar, 2005), de donde extractamos el poema.

miércoles, julio 18, 2007

DODÓ: Vida de artistas


Ya está a la venta en los kioscos de la Ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, el segundo número de la revista Dodó, que, como bien señala su director, el escritor César Bandin Ron, se propone "registrar el testimonio de nuestros artistas -de las más variadas formas de expresión y tendencias". Ahora con más páginas, mejor encuadernación que el primer número, y con un diseño siempre exquisito, esta publicación logra cumplir con ese objetivo "sin intermediaciones y en absoluta libertad". Imperdible, en esta nueva entrega, es el dossier dedicado a la poesía visual en Cataluña, con la cual se intenta, a través del testimonio de algunos poetas catalanes actuales, "presentar al lector no iniciado una de las tendencias más experimentales del siglo XX".

martes, julio 17, 2007

Libro recomendado

Mas claro todo es el libro de poemas de Noelia Rivero, editado en el 2006 bajo el sello Zorra Poesía. A continuación, y para que lo disfruten, transcribimos el poema II, incluido en "Textos dejados en la piedra", tercera sección de este poemario.

II
No puedo tocarte

las palabras no son tan precisas

están fuera del mundo
que se puede tocar.

Iluminan, sí
oscurecen, sí

pero no se las ve
"riendo por la calle"

"apurándose por el frío".

Si fuera música
si al menos yo fuera música
¡bailaríamos!

lunes, julio 16, 2007

Un poema de Alfonsina de Diario de viaje

Orden

Conato de tormenta. El mar se alza contra el buque; caballo encabritado quiere voltear a su jinete.
Sopapeado por las olas, aquél brama rencorosamente con sus fibras, cuerdas vocales.
La proa brinca el mar.
La hélice, cola enloquecida de vacío, quiere desprenderse y saltar hacia el espacio.
Un orden superior, una armonía de subordinación mantiene tabla sobre tabla, hierro sobre hierro.
Ejército de "pioneers" cada clavo, cada cuña, cada remache, se mantiene en su puesto celando su pequeño radio.
Un grito solo de deserción, un comienzo de desbande, y los perros azules del mar se lanzarían a la caza humana.
Pero hay una palabra colectiva del humilde guardián: -¡Presente!
Así, el buque cabecea a su antojo, se deja gustar, coquetea gallardamente.
¡Ah, la libertad, el impulso absoluto, la explosión del yo!
Cabello tembloroso sobre una fauce ávida, penetro el sentido íntimo del orden.
(La Nación, 1930)
(Extractado de Alfonsina Storni, Losada, 1999)

Alfonsina Storni: Un viaje hacia la tierra del danzón

Por María del Carmen Colombo


"Cuando cambian los vientos/ el alma femenina se trastorna y varía"

A partir de su libro Ocre, publicado en 1925, Alfonsina cambia de aires; abandona las grandes masas ardientes del Zonda e ingresa, lentamente, en el territorio de la sudestada. El desprendimiento supone, entre otras cosas, la despedida de su amante-padre literario, Rubén Darío, ante quien reconoce: "otras formas me atraen, otros nuevos colores". La dona e´ móbile pero no una pluma, porque la sostiene el peso de sus condiciones materiales, monedas que cuenta como las primaveras, sus ideas: "otra ha de ser mi poesía de mañana", decía ya en 1920, en su libro Languidez. Nunca mejor traducido ese mañana que por la travesía poética que emprende, cinco años después.
Atenta siempre a los cambios de estación, a la intemperie del tiempo personal e histórico, su voz avanza hacia la tierra del danzón: zona del desencanto, hasta el oro de unas rimas se descubre, falso, ante el cansado soplo de la muerte. Esa caída en la cuenta del tiempo, esa conciencia de la finitud genera en quien habla en los textos de Ocre un estado de alerta que sorprende a sus lectoras del 2000, no sólo por la precocidad del suceso (“en mi año treinta y uno”, lo fecha Alfonsina).
Brisas humedecidas del sudeste desarman la escenografía tradicionalmente asignada a una mujer en edad madura. En la escena de representación, la humana cabeza se enfría, toma distancia y contempla el propio drama como desde afuera: la tristeza se aligera y muda en melancolía, la pesadez de lo cómico se transforma en humor, ironía, la antigua furia en inteligente desafío de payadora: tonos, matices de la voz otoñal que hablan de una apuesta de Alfonsina por el rodeo, la visión indirecta necesaria para vencer al monstruo del desengaño, rey devorante que impide al lobezno corazón alzar el vuelo.
Si en Ocre predominan los tonos y los matices de la voz, en Mundo de siete pozos (1924) el trabajo es con el ritmo y el espacio. Versos emparentados con la prosa o ritmos liberados de la rima dan entrada a la materia espacial, los poemas van dibujando sus delgadas siluetas, a veces en su arrastrado andar las palabras sacan lustre al piso de la página, cortes y encabalgamientos escanden una respiración jadeada. Otras veces es el decir caminado de la conversación, giros y acentos del habla popular, sutileza de la picardía propia de las voces colectivas, ecos y reverberaciones del Río de la Plata: "No era muy grande mi amor,/ no era muy alto/ nunca lo vi en traje de baño", dice en la "Balada arrítimica para un viajero". Los recursos de la vanguardia sirvieron a Alfonsina para alumbrar, entre otras cosas, una musicalidad compleja y de variada estructuración, más afín con la movilidad creativa, con el baile de su inteligencia. Sin embargo, su autora, una mujer acostumbrada a poner el cuerpo, caracterizó a este libro como "demasiado difuminado".
Si bailando habla el ser humano, y si el baile, como dicen, es la corporalidad del canto, puedo suponer que acaso la voz que habla en Mascarilla y trébol (1938) haya imitado la gravedad sin peso de los cuerpos que obedecen el orden y la aventura de un baile: Alfonsina lo llamó danzón, nosotras lo llamamos tango: Una tarde, borracha de tus uvas/ amarillas de muerte, Buenos Aires/que alzas en sol de otoño en las laderas/ enfriadas del oeste, en los tramontos// vi plegarse tu negro Puente Alsina/ como un gran bandoneón y a sus compases/ danzar tu tango entre haraposas luces/ a las barcazas rotas del Riachuelo:// sus venenosas aguas, viboreando/ hilos de sangre; y la hacinada cueva; y los bloques de fábricas mohosas,// echando alientos, por las chimeneas,/ de pechos devorados, machacaban/ contorsionados su obsedido llanto.
Nota: Entre las justicias que Borges nunca administró se encuentra su actitud de continuo silenciamiento y desprecio ante la voz poética de Alfonsina, que ya cargaba sobre sí, yugo al cuello, la indiferencia de Lugones, el admirador de "Mi noche Triste", de Pascual Contursi, considerada por él como el mejor tratado sobre la ausencia. Borges, el escritor genial, el lector sutilísimo, el hombre que abrió sus oídos a Carriego, el mismo que afirmó "el tango está en el tiempo, en los desaires del tiempo", renegó del decir poético de Alfonsina, emparentado de muchas formas con la música y el imaginario del territorio que él gobernó con bastón de patriarca y ojo de patrón. Inclasificable, incorregible en términos borgeanos, resultó la voz de esta mujer que desde el margen acercaba asociaciones complejas e inesperadas para un escritor anclado quizás en otro siglo. Alfonsina fue más allá, volaba hacia el futuro, y en el 2000, también, la esperaban sus lectoras.

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Aurelia Rivera Libros-Grupo Editorial Buenos Aires

LO QUE NO SE DICE

"La reedición de La muda encarnación de María del Carmen Colombo
recupera un libro clave de la poesía argentina contemporánea..."

El artículo completo: http://www.aurelialibros.com.ar/colombo_mdc.htm

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jueves, julio 12, 2007

La muda encarnación- Ed. Aurelia Rivera 2006


Versión completa de la reseña sobre el libro La muda encarnación
de María del Carmen Colombo, aparecida en la Revista Eñe, diario Clarín,
del sábado 7/7/07
Por Leonor Silvestri
Sin lugar a dudas, María del Carmen Colombo es una de las voces más originales y mejor constituidas de la poesía argentina, y al mismo tiempo, formadora de poetas emergentes a través de su influencia y conocimiento. Sin embargo, con un perfil, en muchos casos, tan bajo, su obra no ha sido, hasta ahora, apreciada como se lo merece. Felizmente, esta parece ser la víspera del esperado reconocimiento de Colombo quien, a través de la editorial de poesía Aurelia Rivera, lanza, nuevamente, La muda encarnación, libro clave en la poesía contemporánea argentina, agotado luego de su anterior publicación en 1993.
Este demoledor poemario expresa la mudez de la mujer que habla, valga la paradoja, con un silencio contundente. Y sale a la palestra con los tapones de punta, con la sutileza del cristal que siendo tan frágil no puede ser cortado sino con sí mismo. De este modo, esta voz se disputa con los grandes y renueva la diatriba Gelman vs. Pizarnik a través de la cita de Nietzsche (“La mujer sigue siendo gata y pájaro. O, en el mejor de los casos, vaca”) para debatirle, en la cara, su status quo y disputarle todas las tradiciones habidas y por haber, desde la pampa (“un caballo/en la pampa/ de papel”) hasta la ideología, sin que sus poemas se conviertan en burdos panfletos (“un modo de montar/cuando fundo la palabra/confundo caballo con/jinete: una sola cosa”).
Estos poemas están enojados con su condición (“tengo un vano /problema con todo” o por ejemplo, en “triste yovaca/ gimes tu condición/ de alverre:dar//vueltas y vueltas), pero no por añorar otra sino para discutir el estado de las cosas e interpelar el presente con sonidos rioplatenses, porque Colombo para enseñarnos que la tradición también es nuestra (“desde afuera de dónde”, de hecho dice) y venerar a todas las mujeres, incluso a las trabajadoras sexuales, no desde la piedad de la poesía confesional ni desde la sexualidad del tango, de cuya sensualidad sonora es heredera, sino de la más absoluta lírica (pero la virgen/se mira al espejo/vamos a casa papi/ la eternidad/ suelta su pelo/despreocupado/sobre el mundo”).
Asimismo los juegos de palabras absurdos, tristes y descarnados (“infinitas agujas/alzan/las costureras/para coser el ruedo/del reino /de los cielos”) que, como en Beckett, dejan al descubierto lo terrible, y a su vez hermoso de la vida humana, condición objetiva necesaria, como en Virgina Wolf, para que la poeta escriba: la soledad (“entre tantas Una/alcanzo a distinguir/su pregunta: cuál es/tu gracia/ desde el otro lado/ de la línea/le digo/por el tubo que no tengo/”arder/cuando llamas””). Y no ociosamente este libro está dedicado a su hija, de nombre homónimo, como un recordatorio para todos los que con sus actos cuestionan algo, incluso Alejandra Pizarnik y su poesía que no necesita de ninguna piedad.
Para más información, entrar en: http://www.aurelialibros.com.ar/

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jueves, julio 05, 2007

Concierto Barroco

Acerca del libro La familia china, de María del Carmen Colombo

Por Pablo Ananía
Extraños y fantásticos estos textos de Colombo, extraño estilo barroco-humorístico-oriental-porteño. Son poemas en prosa encantatorios y conmovedores, eróticos, deslumbrantes. Hay sobre todo uno ("El Mar de la China") que debe leerse varias veces. Es como un magnífico, mínimo concierto barroco.
Quien esto escribe tiene el explícito permiso de Alejo Carpentier, al cual lo ata una fluida y permanente conversación, ya que es precisamente ese libro suyo uno de los dos (el otro es Bartleby) de los cuales el comentador nunca podrá desapegarse ni aunque Alberto Girri resucite para abominar de sus lecturas. ¿Demasiada mescolanza? Es posible. Pero no es sencillo a cierta edad encontrar a alguien que ha logrado con arte y artesanía ponerle el cascabel a esa noción abstracta de Belleza con la que los poetas navegamos sin brújula y sin sentido (sin significados).
No hay otra alternativa después de la lectura de este libro de Colombo que entrar en estado de confusión, y si aparece Girri en la ensalada es (por dicha) porque he encontrado también en estos textos que es posible (ahora ya no me caben dudas) reflexionar con la música y con las substancias polícromas del arte de la pintura, sobre todo si se la intenta "con el fino pincel de las pestañas". Y de esa extraña armonía tan lograda procede el deleite especial que produce la lectura de La familia china. La Música, creo saberlo aunque me resulte muy duro demostrarlo con la escritura, es un signo absoluto: a tal sonido o conjunto de sonidos corresponde esencialmente tal estado de la naturaleza o tal ser, tal pensamiento o tal afecto amoroso... ¿Habrá encontrado Colombo un camino para acercarnos al misterio de la Música, del Poema? ¿Cómo hizo para cantar en esa lengua?

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lunes, julio 02, 2007

Libros Recomendados:

Sonámbulas, de Agustina Roca. Editorial Viena, 2007.

Se trata del tercer libro de poesía de la autora --que publicó, además,otros libros de ensayo--, poeta y periodista argentina radicada hace años en la ciudad de Madrid, España, y que ha recibido el XXXI Premio de Poesía Vila de Mantorell, 2006. Las siete partes en las que está dividido muestran el profundo trabajo que Roca ha realizado con el decir, el sentir y el pensar de mujeres tales como Jane Bowles, Clarice Lispector, Sylvia Plath, Virginia Wolf, Djuna Barnes, Catherine Mansfield y Janis Joplin. Como muy bien ha expresado Ma. Ángeles Maeso, la de Roca es una "poesía que vivifica el decir inacabado de esas autoras, las mismas que apostaron con mayor fuerza para que su lenguaje fuera audible". www.agustinaroca.com es la dirección de la página web donde, quien así lo desee, puede encontrar, entre otras cosas, los poemas de esta verdadera joya que es Sonámbulas.

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