"Indudablemente,
en esos años pasados no sólo era la visión total del grupo la que
carecía de perfecta nitidez, como noté yo el día antes, sino el grupo
mismo. Entonces esas niñas eran aún muy jovencitas y se hallaban en ese
grado elemental de formación en que la personalidad no puso aún a cada
rostro su sello. Estaban todas apretadas unas contra otras, como esos
organismos primitivos en los que el individuo no existe por sí mismo y
está constituido antes por el polípero que por cada uno de los pólipos
que entran en su composición. A veces una de las niñas empujaba a la que
tenía al lado y la hacía caerse al suelo, y entonces una risa alocada,
que parecía la sola manifestación de su vida personal, las agitaba a
todas simultáneamente, borrando y confundiendo aquellos rostros
indecisos y parleros en la masa de un racimo único, tembloroso y
chispeante. En un retrato viejo que luego, andando el tiempo, me dieron
ellas, y que he conservado, su tropa infantil constaba ya del mismo
número de figurantas que la .procesión femenina que habían de constituir
más adelante; y se da uno cuenta de que ya entonces debían de formar
las chiquillas en la playa un manchón particular que atraería la
atención; pero, en dicho retrato sólo se las puede distinguir
individualmente por medio del razonamiento, dejando campo libre a todas
las transformaciones posibles durante la juventud, hasta ese límite en
que las formas reconstituidas invaden ya otra personalidad que es
menester diferenciar asimismo, personalidad cuyo lindo rostro tiene
probabilidades, gracias a la concomitancia de una buena estatura y un
pelo rizado, de haber sido antaño esa bolita gesticulante y avellanada
que nos presenta el retrato viejo; y como la distancia recorrida en poco
tiempo por los caracteres físicos de cada muchacha privaba de un
criterio seguro para distinguirlos, y además como ya entonces estaba muy
marcado en ellas aquello que de común y colectivo tenían, solía ocurrir
a sus mejores amigas que en ese retrato las confundían unas con otras,
hasta el punto que para decidir las dudas había que recurrir a un
detalle de indumento que según alguna de ellas era exclusivamente suyo.
Desde aquel tiempo, tan diferente del día en que me las encontré yo en
el paseo, tan diferente, pero no muy distante, acostumbraban entregarse a
la risa, como pude ver la anterior mañana; pero esa risa no era ya
aquella intermitente y casi espasmódica de la infancia, aquella risa en
la que antes se hundían a cada momento sus cabecitas para volver a
surgir después, al modo de los bloques de pececillos del Vivonne, que se
dispersaban y desaparecían por un instante y se juntaban en seguida;
ahora sus fisonomías eran ya dueñas de sí; los ojos se clavaban en el
blanco que perseguían, y el día antes fue lo indeciso y tembloroso de mi
percepción primera lo que confundió indistintamente –como hacía la
hilaridad de antaño y la fotografía descolorida– las esporas, ahora
individualizadas y desunidas, de la pálida madrépora. "
*Fragmento extractado de: "A la sombra de las muchachas en flor", En busca del tiempo perdido. Galerna. Traducc.: Pedro Salinas.
Etiquetas: Proust
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