lunes, febrero 24, 2020

Pier Paolo Pasolini


“La poesía no es una mercancía porque no es consumible. Es hora de decirlo: este parangonar la obra con un producto y a sus destinatarios como consumidores puede ser una metáfora divertida e ingeniosa. Pero nada más opuesto a la verdad. Antes bien, quien se atreve a decir en serio una cosa semejante no es sino un imbécil. La poesía no se produce “en serie”: no es, en consecuencia, un producto. Y el lector de poesía puede leer hasta un millón de veces un poema: jamás lo consumirá. Por el contrario, y por extraño que parezca, acaso a la millonésima vez es posible que le parezca más extraño, nuevo y escandaloso que la primera. La poesía no es un valor meta histórico porque ni se escribe ni se lee fuera de la historia. Es en todo caso, híper histórica porque su carga de ambigüedad no se agota en ningún momento histórico concreto.”


 De la nota, 23 de febrero de 2020

Las tribulaciones de Pier Paolo Pasolini 

La rabia del marginado

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miércoles, septiembre 05, 2018

Libro recomendado: Pier Paolo Pasolini


* Foto:  Catalina Boccardo 

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miércoles, julio 04, 2018

Pier Paolo Pasolini: El privilegio de pensar





¡Ah, reconcentrarse, y pensar!
Decirse, esto es, ahora pienso -sentado
sobre el banco junto a la ventanilla amiga.
¡Puedo pensar! Quema los ojos, el rostro,
desde el césped de Piazza Vittorio,
la mañana y mísero, adhesivo,
mortifica el olor del carbón
la avidez de los sentidos: un dolor terrible
pesa en el corazón, así de nuevo vivo.

Bestia vestida de hombre -niño
arrojado solo al mundo,
con su abrigo y sus cien liras,
heroico y ridículo me voy a trabajar,
yo también, para vivir... Poeta, es verdad,
pero mientras heme aquí en este tren,
cargado tristemente de tareas,
como por broma, blanco de cansancio,
heme aquí sudando mi salario,
dignidad de mi falsa juventud,
miseria de quienes con humildad interna
y aspereza ostentada me defiendo...

¡Pero pienso! Pienso, en el rincón amigo,
en la íntegra media hora del recorrido,
desde San Lorenzo hasta las Cappannelle,
desde las Cappannelle hasta el aeropuerto,
pensando, buscando infinitas lecciones
en un solo verso, en un trocito de verso.
¡Qué estupenda mañana! ¡A ninguna otra
igual! Ahora hilos de débil
neblina, desconocida detrás de los murallones
del acueducto, recubierto
de casitas pequeñas como perreras,
y calles arrojadas allá, abandonadas,
frecuentadas sólo por aquella pobre gente.
Ahora arrebatos de sol, sobre praderas de grutas
y cuevas, barroco natural, con verdes
extendidos por un Corot pordiosero; ahora soplos de oro
sobre las pistas donde con deliciosas grupas marrones
corren los caballos, montados por muchachos
que parecen aun más jóvenes, y no saben
cuánta luz en el mundo hay en torno a ellos.



 (Piero Paolo Pasolini (Italia, Bolonia, 1922- Roma, 1975). (Traducción: Delfina Muschietti)

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miércoles, mayo 16, 2018

Pier Paolo Pasolini: AL PRÍNCIPE



Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida...
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

*De "La religión de mi tiempo" 1961. Versión de Delfina Muschietti.



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viernes, mayo 01, 2015

Pasolini: "Todos estamos en peligro"*



Esta entrevista tuvo lugar el sábado 1 de noviembre, entre las 4 y las 6 de la tarde, pocas horas antes que Pasolini fuera asesinado. Quiero precisar que el título de la entrevista es suyo, no mío. De hecho, al término de la conversación que a menudo, como en otras ocasiones, nos ha sorprendido con convicciones y puntos de vista diferentes, le pregunté si quería dar un título a su entrevista. Se lo pensó un poco, dijo que no tenía importancia, cambió de tema, luego algo nos devolvió al argumento de fondo que aparece continuamente en las respuestas que siguen. «He aquí la semilla, el sentido de todo - dijo - Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora. Pon este título, si quieres: “Porque estamos todos en peligro”».

--Pasolini, en tus artículos y en tus escritos has dado muchas versiones de lo que detestas. Has abierto una lucha, solo, contra muchas cosas, instituciones, convicciones, personas, poderes. Para que sea menos complicado el discurso yo diré «la situación», y tu sabrás que quiero hablar de la escena en contra de la que, en general, te bates. Ahora te hago esta objeción. La «situación», con todos los males que tú dices, contiene todo lo que te permite ser Pasolini. Quiero decir: tuyo es el mérito y el talento. ¿Pero los instrumentos? Los instrumentos son de la «situación». Editorial, cine, organización, hasta los objetos. Pongamos que el tuyo sea un pensamiento mágico. Haces un gesto y todo desaparece. Todo eso que detestas. ¿Y tú? ¿Tú no te quedarías solo y sin medios? Quiero decir medios expresivos, quiero...
     --Sí, he entendido. Pero ese pensamiento mágico yo no sólo lo intento, sino que me lo creo. No en el sentido mediático. Sino porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. En pequeño, un buen ejemplo nos lo dan los radicales, cuatro gatos que consiguen remover la conciencia de un país (y tú sabes que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero precisamente ahora estoy a punto de salir para ir a su congreso). En grande, el ejemplo nos lo da la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, «absurdo», no de sentido común. Eichmann, amigo mío, tenía mucho sentido común. ¿Qué le faltó? Le faltó decir no, antes, al principio, cuando lo que hacía era sólo administración rutinaria, burocracia. A lo mejor incluso habrá dicho a los amigos: a mí ese Himmler no me gusta mucho. Habrá murmurado, como se murmura en los editoriales, en los periódicos, en el amiguismo y en la televisión. O también se habrá rebelado porque este o aquel tren se paraba una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados, cuando hubieran sido más funcionales o más económicas dos paradas. Pero nunca ha bloqueado la maquinaria. Entonces los problemas son tres. Cuál es, como dices tú, «la situación», y por qué se debería pararla o destruirla. Y cómo.
     --Eso es, describe “la situación”. Sabes perfectamente que tus intervenciones y tu lenguaje tienen un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco.
     --Gracias por la imagen del sol, pero pretendo mucho menos. Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, tomamos el horario de los trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que se han destrozado de esa manera? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos hace delirar. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en una taberna está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. Perderemos algunos camaradas y después nos organizaremos y quitaremos de en medio a los otros, ¿no te parece? Yo sé que cuando dan en televisión ¿Arde París?, todos están ante el televisor, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de que la historia se repita, bella, limpia (un efecto del tiempo es que “lava” las cosas, como las fachadas de las casas). Sencillo; yo aquí, tú allí. No hagamos bromas con la sangre, el dolor, la fatiga que la gente pagó entonces por “elegir”. Cuando estás con la cara aplastada contra aquel momento, aquel minuto de la historia, elegir es siempre una tragedia. Pero, admitámoslo, era más sencillo. El fascista de Salò, el nazi de las SS, el hombre normal, con la ayuda del valor y de la conciencia, consigue rechazarlo, incluso de su vida interior (que es donde empieza siempre la revolución). Pero ahora no. Uno se te viene encima vestido de amigo, es gentil, cortés, y “colabora” (pongamos que en la televisión), por ir tirando o porque no es un delito. El otro –o los otros, los grupos- te sale al encuentro o se te echa encima –con sus chantajes ideológicos, con sus sermones, sus prédicas, sus anatemas, y tú sientes que también son amenazas. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa del “poder”?
     --¿Qué es el poder, según tú, dónde está, dónde se encuentra, cómo lo sacas de su madriguera?
     El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo que nos forma  a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma manera. Si tengo en las manos un consejo de administración o una operación bursátil, los utilizo. Si no, una barra de hierro. Y cuando utilizo una barra de hierro hago uso de  mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Yo ejerzo mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno. 
     --Te han acusado de no distinguir política e ideológicamente, de haber perdido el sentido de la diferencia profunda que tiene que haber entre fascistas y no fascistas, por ejemplo entre los jóvenes.
     Por eso te hablaba del horario ferroviario del año pasado. ¿Nunca has visto esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo vuelto de una parte y la cabeza de la otra? Me parece que Totò hacía un truco parecido. Así veo yo la inmensa tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las intenciones más nobles, las cosas suceden aquí y la cabeza mira hacia allá. No digo que no exista el fascismo. Digo: dejad de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un paisaje distinto. Aquí existe el deseo de matar. Y este deseo nos ata como hermanos siniestros de un fracaso siniestro de todo un sistema social. También a mí me gustaría que todo se resolviese con aislar a la oveja negra. Yo también veo las ovejas negras. Veo muchas. Las veo todas. Este es el problema, ya se lo he dicho a Moravia: por la vida que llevo pago un precio... Es como uno que baja al infierno. Pero cuando vuelvo - si vuelvo - he visto otras cosas, más cosas. No digo que tengan que creerme. Digo que tienen que cambiar continuamente de discurso para no enfrentarse a la verdad.
     --¿Y cuál es la verdad?
     --Siento haber utilizado esta palabra. Quería decir «evidencia». Deja que ponga otra vez las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la competición por tenerlo todo a toda costa. A esta arena nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es «estar con los débiles». Pero yo digo que, en un cierto sentido, todos son los débiles, porque todos son víctimas. Y todos son los culpables, porque todos están listos para el juego de la masacre. Con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir.
     --Entonces deja que vuelva a la pregunta inicial. Tú, mágicamente anulas todo. Pero vives de los libros, y necesitas inteligencias que lean. Es decir, consumidores educados del producto intelectual. Tú haces cine y necesitas no sólo de grandes plateas disponibles (de hecho por lo general tienes mucho éxito popular, o sea eres «consumido» ávidamente por tu público) sino también de una gran maquinaria técnica, organizativa, industrial, que está en medio. ¿Si quitas todo eso, con una especie de mágico monaquismo de tipo paleo-católico y neo-chino, qué te queda?
     --A mí me queda todo, o sea yo mismo, ser vivo, estar al mundo, ver, trabajar, comprender. Hay cientos de maneras de contar las historias, de escuchar las lenguas, de reproducir los dialectos, de hacer el teatro de los títeres. A los otros les queda mucho más. Pueden hacerme frente, cultos como yo o ignorantes como yo. El mundo se hace grande, todo pasa a ser nuestro y no tenemos que utilizar ni la Bolsa, ni el consejo de administración, ni la barra de hierro para depredarnos. Ves, en el mundo que muchos de nosotros soñábamos (repito: leer el horario de trenes del año anterior, pero en este caso podemos decir de muchos años antes) había el patrón infame con el sombrero de copa y los dólares que se le colaban de los bolsillos y la viuda demacrada que pedía justicia con sus niños. El buen mundo de Brecht, en suma.
     --Es como decir que tienes nostalgia de aquel mundo.
     ¡No! Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón. Como estaban excluidos de todo, nadie los había colonizado. Yo tengo miedo de estos negros en revuelta, iguales al patrón, otros saqueadores que quieren todo a toda costa. Esta oscura obstinación en la violencia total no deja ver ya «de qué signo eres». A cualquiera que lleven al hospital al final de su vida sea llevado moribundo al hospital le interesa más -si tiene todavía un soplo de vida - qué le dirán los médicos sobre sus posibilidades de vivir que qué le dirán los policías sobre la mecánica del delito. Date cuenta de que yo no hago ni un proceso de intenciones ni me interesa ya la cadena causa efecto, primero ellos, o primero él, o quién es el jefe-culpable. Me parece que hemos definido lo que tú llamas la «situación». Es como cuando en una ciudad llueve y se han atorado las alcantarillas. El agua sube, es un agua inocente, agua de lluvia, no tiene ni la furia del mar ni la maldad de las corrientes de un río. Mas, por la razón que sea no baja, sino que sube. Es la misma agua de lluvia de muchos poemitas infantiles y de las musiquillas del «cantando bajo la lluvia». Pero sube y te ahoga. Si hemos llegado a este punto yo digo: no perdamos todo el tiempo en poner una etiqueta aquí y otra allá. Veamos cómo se desatasca esta maldita bañera, antes que nos ahoguemos todos.
     --Y tú, por eso, quisieras que todos fuesen pastorcillos sin enseñanza obligatoria, ignorantes y felices.
     Dicho así sería una estupidez. Pero la llamada  enseñanza obligatoria fabrica a la fuerza gladiadores desesperados. La masa se hace más grande, como la desesperación, como la rabia. Admitamos que yo haya tenido una salida de tono (aunque no lo creo). Decidme vosotros otra cosa. Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida que tiene el único objetivo de hacerse libre y dueña de si misma. Se entiende que me imagino que pueda todavía llegar un momento así en la historia italiana y en la del mundo. Lo mejor de lo que pienso podrá hasta inspirarme uno de mis próximos poemas. Pero no lo que sé y lo que veo. Quiero decir con toda franqueza: yo bajo al infierno y sé cosas que no molestan la paz de otros. Pero presten atención. El infierno está subiendo también entre ustedes. Es verdad que sueña con su uniforme y su justificación (a veces). Pero es también verdad que sus ganas, su necesidad de golpear con la barra de hierro, de agredir, de matar, es fuerte y es general. No será por mucho tiempo la experiencia privada y peligrosa de quien, cómo decirlo, ha tocado «la vida violenta». No se hagan ilusiones. Y ustedes, con la escuela, la televisión, lo pacato de sus periódicos, ustedes son los grandes conservadores de este orden horrendo basado en la idea de poseer y  en la idea de destruir. Dichosos ustedes que se quedan tan felices cuando pueden poner sobre un crimen su buena etiqueta. A mí esta me parece otra de las muchas operaciones de la cultura de masa. Como no podemos impedir que pasen ciertas cosas, nos tranquilizamos encasillándolas.
     --Pero abolir tiene que decir a la fuerza crear, si no tú también eres un destructor. Los libros por ejemplo, ¿qué será de ellos? No quiero hacer el papel de quien se angustia más por la cultura que por la gente. Pero esta gente salvada, en tu visión de un mundo diferente, ya no puede ser primitiva (esta es una acusación frecuente que te hacen) y si no queremos utilizar la represión «más avanzada»...
     Que me da escalofríos.
     ---Si no queremos utilizar frases hechas, una indicación tiene sin embargo que existir. Por ejemplo, en la ciencia-ficción, como en el nazismo, se queman siempre los libros como gesto inicial de exterminio. Cerradas las escuelas, clausurada la televisión, ¿cómo animas tu belén?
     Creo haberme ya explicado con Moravia. Cerrar, en mi lenguaje, quiere decir cambiar. Cambiar pero de modo tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación. Lo que impide un verdadero debate con Moravia, pero sobre todo con Firpo, por ejemplo, es que parecemos personas que no ven la misma escena, que no conocen la misma gente, que no escuchan las mismas voces. Para ustedes una cosa ocurre cuando es una crónica, hecha, maquetada, editada y titulada. ¿Pero qué hay debajo? Aquí falta el cirujano que tiene el coraje de examinar el tejido y de decir: señores, esto es cáncer, no una cosita benigna. ¿Qué es el cáncer? Es una cosa que cambia todas las células, que las hace crecer todas de forma enloquecida, fuera de cualquier lógica precedente. ¿Es un nostálgico el enfermo que sueña con la salud que tenía antes, aunque antes fuera un estúpido y un desgraciado? Antes del cáncer, digo. Es decir, antes de todo será necesario hacer no sólo un esfuerzo para tener la misma imagen. Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de qué país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todos tipo.
     --¿Por qué piensas que para ti ciertas cosas están tan más claras?
     --No quisiera hablar más de mí, quizás he hablado, dicho incluso demasiado. Todos saben que yo mis experiencias las pago personalmente. Pero están también mis libros y mis películas. Quizás soy yo quien se equivoca. Pero sigo diciendo que estamos todos en peligro.
     --Pasolini, si ves la vida así - no se si aceptarás esta pregunta-: ¿cómo piensas evitar el peligro y el riesgo?
     Se ha hecho tarde, Pasolini no ha encendido la luz y se hace difícil tomar apuntes. Miramos juntos los míos. Luego me pide que le deje las preguntas.
     --Hay puntos que me parecen demasiado absolutos. Deja que lo piense, que los relea. Y dame tiempo para encontrar una conclusión. Tengo una cosa en mente para responder a tu pregunta. Para mí es más fácil escribir que hablar. Te dejo las notas que añada mañana por la mañana». 
     Al día siguiente, domingo, el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini estaba en el tanatorio de la policía de Roma.
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*Texto de la entrevista de Furio Colombo a Pier Paolo Pasolini publicada en el suplemento  “Tuttolibri” del periódico La Stampa del 8 de noviembre de 1975.
**Traducción de Andrea Perciaccante.


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sábado, enero 31, 2009

Pasolini IV: Marxista

¿Cómo me hice marxista?
Y bien... iba entre las florecillas primaverales, blancas y celestes,
que nacen justo después de las prímulas,
-y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana, que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación-
y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas
que a lo lejos, en el país de mi madre, como uno de esos nombres
intraducibles se las llama "fonde",
con los hijos de los campesinos que se bañaban inocentemente
(porque permanecían impasibles ante su vida
mientras yo los imaginaba conscientes de lo que eran)
escribía los poemas de "El ruiseñor de la Iglesia Católica".
Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,
se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.
Y es así cómo supe que eran jornaleros,
y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.

(Fragmento del largo poema Poeta de las cenizas, hallado entre los papeles íntimos de Pasolini, tiempo después de su asesinato. Traducción: Arturo Carrera, Diario de Poesía).

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Pasolini III: La mejor juventud*

Yo
¡Oh, yo jovencito!
¡Oh, yo, jovencito. Nazco
en el olor que la lluvia
suspira desde los prados
de hierba viva... Nazco
en el espejo de los charcos.
En ese espejo Casarsa
-como los prados de rocío-
tiembla de tiempo antiguo.
Allá abajo vivo de piedad
lejano muchachito pecador,
con una risa desconsolada.
¡Oh, yo jovencito!, serena
la tarde tiñe de sombra
los viejos muros, en el cielo
la luz enceguece.

II
¡Oh, yo jovencito!
Yo quería ser mi madre
que me amaba, pero
no quería amarme a mí mismo.
Y entonces fingía ser
un joven pobre.
No podía convencerme
de que también en un burgués
hubiera algo para amar:
aquello que amaba mi madre
en mí, puro y despreciado.
Nada ha cambiado
me veo todavía pobre
y joven, y amo sólo a aquellos
como yo. Los burgueses
tienen un cuerpo maldito.

*Textos de La nuova giuventu (1975), poemas escritos en dialecto friulano. Extractado de Antología poética. La mejor juventud, Buenos Aires, La Marca, 1996. Traducción de la poeta Delfina Muschietti.

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Pasolini II: Tolerancia*

"La tolerancia, entérate bien, es sólo y siempre puramente nominal. No conozco un solo ejemplo o un solo caso de tolerancia real. Y esto porque una ‘tolerancia real’ sería una contradicción en sus propios términos. El hecho de ‘tolerar’ a alguien es lo mismo que ‘condenarle’. La tolerancia es incluso una forma más refinada de condena. En realidad, al ‘tolerado’ –digamos que al negro que habíamos tomado como ejemplo- se le dice que haga lo que quiera, que tiene todo el derecho del mundo a seguir su propia naturaleza, que su pertenencia a una minoría no significa para nada inferioridad, etc. Pero su ‘diversidad’ –o mejor, su ‘culpa de ser diferente’- sigue siendo la misma tanto ante quien ha decidido tolerarla como ante quien ha decidido condenarla. Ninguna mayoría podrá eliminar jamás de su conciencia el sentimiento de la ‘diversidad’ de las minorías. La tendrá siempre presente eterna y fatalmente. Por consiguiente –es cierto-, el negro podrá ser negro, es decir, podrá vivir libremente su propia diferencia, incluso fuera –es cierto- del ‘gueto’ físico, material, que en tiempos de represión le había sido asignado.
No obstante la figura mental del gueto sobrevive inevitablemente. El negro será libre, podrá vivir nominalmente sin trabas su diferencia, etc.; pero siempre estará dentro de un ‘gueto mental’, y ojo con salir de ahí. Sólo puede salir de ahí si adopta la perspectiva y la mentalidad de quien vive fuera del gueto, o sea de la mayoría. Ningún sentimiento suyo, ningún gesto, ninguna palabra suya puede estar ‘teñida’ de la experiencia particular que vive quien está encerrado idealmente dentro de los límites asignados a una minoría (el gueto mental). Debe renegar enteramente de sí, y fingir que la experiencia que lleva a sus espaldas es una experiencia normal, o sea la mayoritaria. Pues bien: en este sentido yo soy como un negro en una sociedad racista que ha querido adornarse con un espíritu tolerante. Soy un ‘tolerado’."

*(Fragmento del texto Parágrafo tercero: más sobre tu pedagogo, publicado en el semanario Il Mondo, 20 de marzo de 1975, y que forma parte de un tratado pedagógico dirigido a un joven napolitano, 15 años, nacido de su imaginación. Está incluido en Lettere luterane. Edición en castellano: Cartas luteranas, Madrid, Trotta, 1997. Traducción: Josep Torrell, Antonio Giménez Merino y Juan Ramón Capella).

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Pier Paolo Pasolini*



Súplica a mi madre

Mis palabras de hijo dirán difícilmente
algo a un corazón de mí tan diferente.

Sólo tú en el mundo sabes de mi corazón
lo que siempre fue, antes de cualquier amor.

Por eso tengo que decirte lo que es horrible reconocer:
germina mi angustia en el seno de tu gracia.

Eres insustituible. Por eso está condenada
a la soledad la vida que me diste.

Y no quiero estar solo. Tengo un hambre infinita
de amor, del amor de cuerpos sin alma.

Porque el alma está en ti, eres tú, pero tú
eres mi madre y tu amor es mi esclavitud:

esclava fue mi infancia de este sentimiento,
alto, irremediable, inmenso el compromiso.

Era la única manera de sentir la vida,
el único color, la única forma. Ahora se acabó.

Sobrevivimos. No es más que la confusión
De una vida recreada al margen de la razón.

Te lo suplico, ay, te lo suplico, no pretendas morir.
Estoy aquí, solo, contigo, en un futuro abril.

* Poema incluido en Poesía in forma di rosa (1961-1964), Milán, Garzanti, 1964. Traducción: Juan Antonio Méndez Borra.

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jueves, octubre 09, 2008

Pasolini contra legisladores de la comisión de cultura de la ciudad

Este poema de Pier Paolo Pasolini va dedicado a los legisladores de la ciudad, integrantes de la Comisión de Cultura, que el 20 de setiembre de 2008 no accedieron al pedido de la SEA de fijar una fecha para darle despacho definitivo al Proyecto de Pesión al Escritor, planteando en su lugar una mortal ronda de consultas (casi podría decirse que nos mandaron al muere).
Me refiero a los siguientes diputados: Inés Urdapilleta (Frente para la Victoria), Teresa de Anchorena (Coalición Cívica), Oscar Moscarielo (PRO), Lidia Saya (Pro), Marta Varela (Pro).

Al Príncipe

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar.
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos
del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí todavía la vida…
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres y a los poetas la paz.

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