Miguel Ángel de Boer: La negación
Es un modo de no percibir lo que se
percibe, sea consciente o inconscientemente, de un modo automático y reactivo o
a partir de racionalizaciones - que no es lo mismo que razonar– cuyo objetivo
es la justificación y no el establecimiento o la construcción de una verdad
determinada.
Es no querer enterarse de lo que ya
se sabe. Uno – el yo, la conciencia- o la mente de uno. Las frases más comunes
que se expresan cuando ya no se puede sostener tal posición son: “no puede ser”, “no lo puedo creer”, “yo sabía”, “no”,
“nada”.
Mantener el control, de la ansiedad
por sobre todo, implica un trabajo psíquico, corporal y conductual permanente,
dados los numerosos factores subjetivos
o de la realidad material que inciden para promover un “desajuste”. El
inexorable paso del tiempo es uno de ellos. Ni hablemos de los conflictos
personales, familiares, sociales, políticos, pérdidas, situaciones traumáticas,
etc.
La negación es eficaz para poder
vivir (no se podría afrontar todo permanentemente), pero es en su uso
estereotipado, rígido, no realista, cuando se torna perjudicial. No es lo mismo
minimizar un dolor de muela que aquel que puede ser producto de un tumor
maligno. Precisamente porque al implicar otros mecanismos como la proyección
(“le pasa a otro, a mí no”) o la disociación (que es lo contrario de la
asociación e integración), ante la persistencia del o los conflictos o
problemas, se va produciendo un agotamiento, un desgaste, o bien el surgimiento de distintos síntomas
que dan cuenta de los mismos, a modo de
señales de que “hay algo en todo esto que no anda”.
Como suele ocurrir en el ajedrez, o
cualquier deporte, es notable como los que miran de afuera ven con suma
claridad el juego, cosa que no ocurre con los que están jugando. Los negadores
son siempre los “últimos en enterarse”. Al decir negadores no me refiero a una
atribución moral o ética, sino a un modo, o mejor dicho un aspecto, del
funcionamiento mental.
Producto de la omnipotencia, el
miedo, la carencia de recursos (o la creencia de que no se tienen), de la
sobrestimación del problema a resolver, entre otros factores, la negación opera
evitando, eludiendo o postergando el reconocimiento y la aceptación de lo que
aconteció o acontece. Hasta que todo lo barrido bajo la alfombra o el olor de
la pérdida de gas se torna ya
insoportable o bien cuando es demasiado tarde y el daño es ya irreversible.
Así, ese mantener a “raya” las
percepciones intolerables, solo conducen a una paulatina distorsión de la(s)
realidad(es), pues parte de la mente se encuentra distraída en tal labor, la
mas de las veces infructuosa. A mayor negación más “software” ocupado, por así
decirlo, por lo que el sistema se enlentece y va quedando menos “espacio” (en
realidad: redes sinápticas), para ser utilizadas creativamente. Esto se
manifiesta en las dificultades cognitivas (atención, memoria, anticipación,
etc.), como emocionales (se produce una desregulación), dada la vulnerabilidad
que se percibe y la frustración que conlleva. El mal humor, la depresión
(“bajón”), la reactividad cada vez mayor, cuando no síntomas somáticos,
accidentes , y otras manifestaciones, son expresión de ideas, sentimientos,
fantasías, cada vez más insoportables por su discordancia con la situación que
las desencadena.
En la medida que los deseos, las
expectativas, los objetivos, se
concretan cada vez menos, no queda sino o bien seguir subiendo la apuesta de la
negación - corriendo el riesgo de un colapso-, o bien evaluar adecuadamente las
posibilidades subjetivas y objetivas de su factibilidad.
Aunque, cabe agregar, la negación
es también muchas veces la consecuencia de la impotencia y la pérdida de
esperanza. De un lento y gradual aprendizaje de indefensión. De un irse
convenciendo de que se piense lo que se
piense, se haga lo que se haga, no hay ninguna posibilidad de modificar ni
transformar en uno mismo o en el entorno algo que permita resolver los
problemas, superar los conflictos, afrontar los escollos, para lograr una
realización que posibilite el crecimiento y la felicidad o la paz. La negación
es entonces, un modo de configuración que permite una adaptación, aunque sea
forzada, a una sociedad y un mundo donde los sueños están condenados a extinguirse,
por sentir que son siempre imposibles.
Tomar conciencia de ello – darse
cuenta – daría lugar sino a su realización, si a la posibilidad de intentarlo
haciéndonos cargo, responsabilizándonos de nuestra existencia, y de que si
muchas veces “solo queda niebla”, también “es tiempo de andar y seguir y no
frenar, es tiempo de amar, de creer en algo más…”.
*Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Febrero 2015
Médico Psiquiatra – Psicoterapeuta
miguelangeldeboer@yahoo.com
Etiquetas: Miguel Ángel De Boer
1 Comments:
Muy interesante explicación de este mecanismo de defensa.
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