Rodolfo Hasler: La Habana y otros poemas
LA
HABANA
(en la casa de
Lezama Lima)
A Reina María
Rodríguez
Qué impresionante silencio en la
angosta saleta,
en el exacto lugar donde la voz
atronadora
reclamaba cada tarde su café, en
fina taza china,
colado y servido con amor de
madre. Remedio certero
para aplacar el ritmo
entrecortado, entre risotada y risotada,
y recomendar a Góngora, leer
cada día a los franceses,
los de la rosa. Adorando a
Casal, maldiciendo a Virgilio,
logró ensalzar las sombras ante
la oscura ventana,
oh los mayas, Ariosto, la
impertérrita herencia española.
La ventana ahora clausurada es
un tokonoma del vacío.
BERNA
A mi padre
Desde arriba contemplo a la
bestia dentuda
y recuerdo que en la infancia
jugaba con una réplica
en peluche, mucho menos
imponente,
presente en la formación de todo
niño alpino.
El foso es la salida del
laberinto medieval,
un camino sinuoso de piedra
arenisca ocre
en la que han sido labradas las
agujas más sorprendentes
y las ventanas de las viviendas.
En una de ellas, mi padre, que
ahora es mi hijo,
tocaba la viola con método
insistente
mientras yo aprendía el dialecto
gótico de mis antepasados.
Los almacenes subterráneos de
patatas y manzanas,
los barriles de mosto campesino,
las sedes de los gremios
y sus emblemas, la cigüeña azul,
el devorador de niños,
la carpa dorada o el ojo de la
aguja
acaban en la rueda de la muerte
que acucia a los berneses
junto al símbolo del oso, el
animal.
Desde la altura de la nieve
desciendo a la casa de las bestias,
y apoyado en el borde, me asomo
a ver sus fauces.
Página
doce: jueves. Talita cumi
Marosa
di Giorgio
La gran urraca madre, grazna
ahora para ser escuchada,
y pide, me exige que moje su
suave hueso en el chocolate.
Qué osada mamá Marosa al hablar
así, y yo tratando de hallar
un nombre para sus cosas, cómo
decir líquido infecto,
cómo detener a esos gatos
perseguidores y lúbricos,
qué decir del costurero, la casa
de los abuelos, la madre,
Marosa, ese grito inasible, las
lucecillas, el decaimiento,
los caminos son blancos y los
perros ladran a los cuatro vientos.
Mi amor, cada golpe de mi amor,
un graznido, un ave
devora la libertad muerta en la
mano, clavada en la carne
de la niña Ágata, oh
desgraciada, oh volver a la oscuridad,
por eso devoras a los perros.
*Hasler Rodolfo (1958, Santiago de Cuba). Poeta y traductor. Desde los diez años reside
en Barcelona. Estudió Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Publicó: Poemas de arena (1982),Tratado de licantropía (1988), Elleife (1993), De la belleza del puro pensamiento (1997), Poemas de la rue de Zurich (2000), Paisaje, tiempo azul (2001), Cabeza
de ébano (2007), Antología poética 2005)
y Antología de Tenerife (2007). Ha
publicado la plaquette Mariposa y caballo (2002).
Ha traducido la poesía
completa de Novalis (DVD Ediciones, Barcelona, 2001), los minirelatos de Kafka
(Editorial Thule, Barcelona, 2006) y Los
instantes silenciosos de la poeta francesa Cécile Oumhani. Perteneció al
equipo de redacción de las revistas Hora de Poesía y Poesía 080, ambas de
Barcelona.
Es miembro de la junta
directiva de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña.
Etiquetas: Rodolfo Hasler
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