miércoles, julio 24, 2013

Hilda Doolittle (HD): Trilogía, poemas

Akhenaton, Nefertiti y sus hijas, bajo el disco solar, dios Atón


8

Ve, lustra el crisol
y en el cuenco destila

una palabra bien amarga, marah,
otra más amarga aún, mar,

aguas saladas, divisorias, seductoras,
fuente de vida, fuente de lágrimas;

ve, lustra el crisol
y enciende la mecha

debajo, hasta que marah-mar
se mezclen y confundan

y cambien y se alteren:
mere, mere, mère, mater; Maia, María,

Estrella del Mar,
Madre.


 9

Joya amarga, joya amarga
en el corazón del cuenco,

¿ cuál es tu color?
¿qué nos ofreces

a quienes nos rebelamos?
¿qué sería de nosotros si a otros amaras?

¿quién es este padre-madre
que nuestra entraña desgarra?

¿cuál es esta dualidad insatisfecha
que no puedes deshacer?


13

La Presencia era un espectro azul,
un rayo azul extremo,

extraño como el radio, como la sanación;
mi antiguo yo, envuelto en torno a mí,

era un sudario (solo de mí hablo,
aunque mis compañeros me rodeasen

en este misterio);
¿os sorprende que seamos orgullosos

y distantes,
impasibles a vuestro bien y mal?

por sorpresa encontrado y por sorpresa afrontado,
el peligro nos señala;

a través de símbolos secretos
nos reconocemos,

a pesar de que, distantes y en silencio,
nos crucemos por la acera

o en el rellano de la  escalera;
a pesar de no cruzar una palabra,

nos mostramos sigiloso aprecio;
incluso en un saludo fugaz

o sin mediar sonido alguno entre nosotros,
conocemos nuestro Nombre,

nosotros, los iniciados sin nombre,
nacidos de una misma madre,

compañeros
en la llama


 20

Ahora entiendo claramente
que el Espíritu Santo,

enigma misterioso de la infancia,
es el Sueño;

esa vía de inspiración
está siempre abierta,

y abierta a todos;
hace de mediador, de intérprete,

del pasado los símbolos explica
con imágenes de hoy,

fusiona el futuro lejano
con la más remota antigüedad,

explica sin rodeos
en la sencilla ecuación del sueño

la más profunda filosofía,
revela el secreto del alquimista

y sigue al Mago
en el desierto.


28

Oh Corazón, pequeña urna
de pórfido, cornalina o ágata,

cuán imperceptiblemente la semilla
cayó entre un latido de placer

y un latido de dolor;
no sé cómo sucedió

ni cuánto tiempo llevaba ahí,
tampoco sabría decir

cómo evitó la tempestad
de ira y resentimiento,

ni por qué no fue arrastrada
por la marea del dolor

ni se marchitó en aridez cruda
del amargo pensamiento.

* Del libro Trilogía. Traduc. Natalia Carbajosa.

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