Pascal Quignard: La lección de música...
“Una voz resuena en el tiempo; luego se desprende de
las condiciones prácticas, dialogadas o cantadas y sociales de la palabra
humana. Juega con su propio fantasma o juega con su propia imagen, o juega con
su recuerdo. A todas estas posibilidades se les ha dado, recientemente, el
nombre de "literatura". La palabra es muy sonora. Se hablaba de amor
a las letras y los libros. El amor a las letras y los libros, o la literatura,
tienen que ver con la voz desaparecida, son mudados de mudados. Quienes
escriben libros y tienen en alguna estima la belleza, atraen hacia sí un
fantasma de voz sin que puedan pronunciarla; es su única guía. Se engañan sobre
su propio silencio; intentan llamar a veces hasta en el silencio de su libro a
una voz que precede a una voz, lo más a menudo muerta y siempre demasiado
significante. Igual que los músicos que llaman a gritos a una voz siempre más
viva, es decir, más insignificante, más infantil, más orgánica; una voz que es
anterior a la muda y que los ha hecho decidirse por la música instrumental o la
composición musical. Antes incluso de la escritura, la voz silenciosa precedió
a la voz enmudecida que la escritura permitió. Las obras artísticas orales
tenían que ver con la voz silenciosa, de la misma forma que tenían que ver con
el canto, con la lira, con la flauta, con la danza."
Renoir: La lección de piano. |
“El rostro que
tengo ante mis ojos es amarillo, vasto, lejano, grasiento y diríase fundido en
el espacio que lo envuelve. Marin Marais, con altivez, sostiene en la
mano izquierda el mástil de la viola que muestra delante de él. Voy a tratar de
la muda de la voz humana, del momento en el que el timbre de la voz que
articulan los hombres muy jóvenes experimenta un cambio, a la vez que su sexo
se acrecienta y cae y les aparece el vello. Este ensombrecimiento de su voz es
lo que los define y lo que les hace pasar del estadio de muchacho al de hombre.
Los hombres son los ensombrecidos, esos seres de voz oscura que, hasta la
muerte, vagan errantes en busca de una vocecita aguda de niño que abandonó su
garganta. Tengo presente el recuerdo de un episodio de la vida de un músico de
finales del siglo XVII, justo en la edad en la que se separaba de su infancia.”
“La palabra griega para expresar la muda es
extraña: es el sonido equivalente al francés "puer", heder. La
palabra francesa no es más clara, pues expresa tanto la renovación tegumentosa
como el desecho tegumentoso. Émile-Maximilien Littré asegura que en la medida
en que mudar no es una acción voluntaria hay que preferir, con el fin de
expresar el estado, el uso de la forma pasiva. No mudamos entre los doce y los
catorce años, sino que entonces se nos muda.
Littré añade que la descamación continua de la
epidermis en el hombre es una "auténtica muda insensible". La idea es
tan vieja como Homero, que compara la muerte de los hombres a la caída de las
hojas que sufren las ramas de los árboles en otoño. De igual manera ocurre con
la desfloración que los hijos de los hombres conocen en su voz en la edad de la
pubertad. El niño que es objeto de la muda, no es capaz de oír tan sorprendente
transformación debido a la incesante compañía de su voz, ni de conservar un recuerdo
agudo de ésta. Esta involuntaria sordera es el único hecho de que dispone para
seguir oyéndose a sí mismo y entenderse consigo mismo. Este sacrificio es de
los que se censura como recuerdo de un vientre glabro.”
*Fragmentos del libro La lección de música.
Etiquetas: Ensayos, Pascal Quignard
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