Sara de Ibáñez, La muerte...
Sol
amargo, agua amarga, amargo viento
y
amarga sangre para siempre amarga.
Vencido
y solo en carne y pensamiento,
y
el sueño antiguo por tesoro y carga.
Quiso
callado y solo y sin lamento
sorbo
a sorbo agotar su fuente larga.
Miserable
señor de su destino,
de
espaldas a la aurora abrió el camino.
De
espaldas a su Oriente y a su gloria,
y
hueso adentro una centella vaga,
mordió
el seco laurel de su victoria
y
nunca fue curado de su llaga.
Terco
aguijón de luto su memoria,
en
toda miel ejercitó su plaga.
Y
entre las brumas del silencio agrario
fue
una lenta sonrisa su calvario.
Pero
entre sus espigas y sus flores,
cuando
la muerte le entreabrió las puertas
el
guerrero de blancos y resplandores
dianas
oyó por las borradas huertas.
¡Mi
caballo!, gritó: y en los alcores
resonaron
angélicos alertas.
¡Mi
caballo! Montó el corcel sombrío,
y
tendió su galope sobre el frío.
.
Sara de Ibáñez, Uruguay 1910-1972.
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