Sara Gallardo: Las treinta y tres mujeres del emperador Piedra Azul
I
Detrás del gran rey cuelga un cuero pintado. Puede agitarse, es el viento. O no agitarse: la reina está escuchando. Los muertos por su orden cuento en mí. Tontas las que lloran su juventud pasada: ignoran los secretos de la fermentación. Vean las borracheras bajo las estrellas: si el agua es para el día, para el dominio es el alcohol.
Alcohol es la vejez. Perdí los dientes, mi alimento es influir. Trenzo mis canas, ¿qué se trenza sin mí?
Tengo un anhelo sin embargo. Haría matar a esa muchacha. Y a su niño en sus brazos.
IV
Las torturé. Sigo con sed. Las vi morir, nombrando a desconocidos en otras lenguas. No me sacié. Si cada pasto fuera sujeto de humillación y cada estrella un ojo que cegar seguirían mis ansias.
VIII
Pasar, sin pisadas. Hormiga. Aire. Nada.
XXIII
Esperé diez años. Y me vio.
Llegaba de la guerra. Sangre negra le chorreaba el pecho. Vi sus hijos, sus nietos. Las plumas de sus lanzas también negras, locas de victoria. Mujeres, viejos, perros, chicos eran un solo aullido. Y las cautivas color muerte.
Yo le sostuve la mirada. Su caballo rayó junto a mis pies. Mi abuela me pegó.
Celebraron durante muchos días. Los guerreros dormían, vomitaban. Esperé. El rey caminó entre las tiendas. Vi abrir el cuero de mi casa.
Nunca lo nombré. Nunca me nombró. Yo fui rey, él muchacha. Aprendí a gobernar, él a reír. Suelen hablar. Poco saben de amor.
XXXI
Llovía. Y llovía mi llanto. Es triste ser mujer del viejo rey. Era de noche, debajo de la manta. En otoño las cosas son así.
Entró en la oscuridad el hijo de mi esposo. Había bebido. Tal vez se equivocó.
Aquello fue salir al resplandor en un caballo de batalla. Fue correr. Fue vencer.
XXXII
Su padre le dijo el día del primer combate:
-Que ninguna mujer te importe más que la guerra.
Su padre le dijo el día del primer banquete:
-Ninguna mujer lleva más lejos que el alcohol.
Su padre le dijo el día del primer sacrificio:
-Atarse a una mujer es apartarse del misterio.
Conoció el combate, el alcohol, el misterio. Me dice:
son tres sombras junto a falda roja.
Detrás del gran rey cuelga un cuero pintado. Puede agitarse, es el viento. O no agitarse: la reina está escuchando. Los muertos por su orden cuento en mí. Tontas las que lloran su juventud pasada: ignoran los secretos de la fermentación. Vean las borracheras bajo las estrellas: si el agua es para el día, para el dominio es el alcohol.
Alcohol es la vejez. Perdí los dientes, mi alimento es influir. Trenzo mis canas, ¿qué se trenza sin mí?
Tengo un anhelo sin embargo. Haría matar a esa muchacha. Y a su niño en sus brazos.
IV
Las torturé. Sigo con sed. Las vi morir, nombrando a desconocidos en otras lenguas. No me sacié. Si cada pasto fuera sujeto de humillación y cada estrella un ojo que cegar seguirían mis ansias.
VIII
Pasar, sin pisadas. Hormiga. Aire. Nada.
XXIII
Llegaba de la guerra. Sangre negra le chorreaba el pecho. Vi sus hijos, sus nietos. Las plumas de sus lanzas también negras, locas de victoria. Mujeres, viejos, perros, chicos eran un solo aullido. Y las cautivas color muerte.
Yo le sostuve la mirada. Su caballo rayó junto a mis pies. Mi abuela me pegó.
Celebraron durante muchos días. Los guerreros dormían, vomitaban. Esperé. El rey caminó entre las tiendas. Vi abrir el cuero de mi casa.
Nunca lo nombré. Nunca me nombró. Yo fui rey, él muchacha. Aprendí a gobernar, él a reír. Suelen hablar. Poco saben de amor.
XXXI
Llovía. Y llovía mi llanto. Es triste ser mujer del viejo rey. Era de noche, debajo de la manta. En otoño las cosas son así.
Entró en la oscuridad el hijo de mi esposo. Había bebido. Tal vez se equivocó.
Aquello fue salir al resplandor en un caballo de batalla. Fue correr. Fue vencer.
XXXII
Su padre le dijo el día del primer combate:
-Que ninguna mujer te importe más que la guerra.
Su padre le dijo el día del primer banquete:
-Ninguna mujer lleva más lejos que el alcohol.
Su padre le dijo el día del primer sacrificio:
-Atarse a una mujer es apartarse del misterio.
Conoció el combate, el alcohol, el misterio. Me dice:
son tres sombras junto a falda roja.
*De "Las treinta y tres mujeres del Emperador Piedra Azul". El país del humo. Alción, 2003.---------------------------------------------------------------------------------------
“La América de aquí es el territorio de casi todas mis historias: esa pampa salvaje, un poco expresionista, imposible de catequizar. Un país en que el humo cubre todo y lo vuelve fantástico o fantasmagórico. Un mundo de monstruos. Y a la vez tan fascinante.
Aprecio la hipersensibilidad. La literatura escrita por mujeres necesita de un vigor viril. Ese rigor debe estar al servicio de la hipersensibilidad, como lo está por ejemplo en Virginia Woolf, una autora exenta de afectación. Me gusta crear personajes masculinos. Por otra parte, ya de chica tenía un estilo de juego que no se avenía al tradicional de las mujercitas. Por supuesto, tenía muñecas, pero me atraía mucho más jugar a los pieles rojas, a los árabes, imaginar que las bicicletas eran las carpas en el desierto. Además, me encanta todo lo salvaje. Los caballos me apasionan. No me pierdo los desfiles y me emociono cuando pasan los granaderos. Me gusta lo épico en la vida y la literatura. Demás está decir que una de mis lecturas preferidas es La Ilíada."
“La América de aquí es el territorio de casi todas mis historias: esa pampa salvaje, un poco expresionista, imposible de catequizar. Un país en que el humo cubre todo y lo vuelve fantástico o fantasmagórico. Un mundo de monstruos. Y a la vez tan fascinante.
Aprecio la hipersensibilidad. La literatura escrita por mujeres necesita de un vigor viril. Ese rigor debe estar al servicio de la hipersensibilidad, como lo está por ejemplo en Virginia Woolf, una autora exenta de afectación. Me gusta crear personajes masculinos. Por otra parte, ya de chica tenía un estilo de juego que no se avenía al tradicional de las mujercitas. Por supuesto, tenía muñecas, pero me atraía mucho más jugar a los pieles rojas, a los árabes, imaginar que las bicicletas eran las carpas en el desierto. Además, me encanta todo lo salvaje. Los caballos me apasionan. No me pierdo los desfiles y me emociono cuando pasan los granaderos. Me gusta lo épico en la vida y la literatura. Demás está decir que una de mis lecturas preferidas es La Ilíada."
*Sara Gallardo frente a Sara Gallardo. Revista La Nación, 11 de septiembre de 1977.
****Sara Gallardo (Buenos Aires,1931- 1988). Narradora y periodista. Hija del historiador Guillermo Gallardo, nieta del naturalista Ángel Gallardo y tataranieta de Bartolomé Mitre, Publicó Enero (1958/1962), Pantalones Azules (1963), Los galgos, los galgos (1968/Tusquets, 1997) Primer Premio Municipal y Premio Ciudad de Necochea Eisejuaz (1971), El país del humo (1977/ 2003), l Páginas de Sara Gallardo por Sara Gallardo (1987) Páginas de Sara Gallardo (1990) y Narrativa breve completa (2004), La rosa en el viento (1979). Trabajó en las revistas Confirmado y Primera Plana y luego para La Nación, de la que fue corresponsal en Europa. Publicó en Editorial Estrada sus relatos infantiles: Los dos amigos y Teo y la TV, (1974), Las siete puertas (1975) y ¡Adelante, la isla! (1982). Cuando murió estaba comenzando una biografía de Edith Stein, intelectual judía que ingresó en el Carmelo y murió en Auschwitz.
Información extractada de: http://narradorasargentinas.blogspot.com/2009/10/la-rosa-en-el-viento-sara-gallardo.html
****Sara Gallardo (Buenos Aires,1931- 1988). Narradora y periodista. Hija del historiador Guillermo Gallardo, nieta del naturalista Ángel Gallardo y tataranieta de Bartolomé Mitre, Publicó Enero (1958/1962), Pantalones Azules (1963), Los galgos, los galgos (1968/Tusquets, 1997) Primer Premio Municipal y Premio Ciudad de Necochea Eisejuaz (1971), El país del humo (1977/ 2003), l Páginas de Sara Gallardo por Sara Gallardo (1987) Páginas de Sara Gallardo (1990) y Narrativa breve completa (2004), La rosa en el viento (1979). Trabajó en las revistas Confirmado y Primera Plana y luego para La Nación, de la que fue corresponsal en Europa. Publicó en Editorial Estrada sus relatos infantiles: Los dos amigos y Teo y la TV, (1974), Las siete puertas (1975) y ¡Adelante, la isla! (1982). Cuando murió estaba comenzando una biografía de Edith Stein, intelectual judía que ingresó en el Carmelo y murió en Auschwitz.
Información extractada de: http://narradorasargentinas.blogspot.com/2009/10/la-rosa-en-el-viento-sara-gallardo.html
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