Francisco Madriaga: Tembladerales de oro (1973)
El
canto impopular
Yo, el
rastreador, que ha dormido en los atrasos de
la
luna en los atajos peninsulares, y ahora siento
el
canto del desahogo, a través del orgulloso coraje,
oh mis
pequeños seres del desamparo, canto
mi
canto con un lenguaje impopular, pero cercano
a
vuestros vestidos miserables.
El
vestido las telas livianas de las mejillas despintadas
el
olor de los motines talados de la miseria siempre
en las
flor del fuego del pensamiento destruido
sin
nacimiento en las coloridas y espléndidas
organizaciones
en las albas lujosas de todos los días
de
todos los montones de días ligeros y azucarados
por
las cañas dulces solares irredentas
ininterrumpidas
feroces vivientes de la irrectitud
siempre
anárquica del espacio siempre moderno
y
siempre solidario con los cantos de las invisibles
deidades
y de los otros personajes reales asombrados
de las
miserias de los sucios paisanos que encienden
el
clavel del esperma nocturno sifilizado y demente
y
excitado por los cerdos.
Oh, en
mi escenario, de rodillas. Cocinas conteniendo
el
aliento del dormido rencor en la palidez del alba.
Oh,
gente sin viajes, que no puede fumar en el
fuego
del universo su tabaco de miel arrollada por
el
invierno, su comida de humo bañando el ligerísimo
mosquitero
de rabia del color el color que no trajina
por
las camas y que solo saluda a la sombra
sombrero
del Ave María en el altar de los santos
ensordecidos
por los fétidos besos.
Oh,
mí, el rastreador, que ha dormido tirado entre
los
yuyos, entre la ferocidad joyal de las palmeras
en el
borde del agua, y de una cocina sucia llena
de
lechos sucios y de tarros con jazmines
calentados
del ex-alba.
Tembladerales
de oro
In
memoriam Alfredo Martínez Howard
El
dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro
que
arde contra el oro el oro de los ocultos
tembladerales
que largan el aire de oro hacia
los
rojos destinos pulmonares con el acuerdo de
los
fantasmas de oro coronados por los juncos de oro
bebiendo
los caballos de oro los troperos de oro
envueltos
en los ponchos de oro -a veces negro
a
veces rojo celeste verde- y el caballero que repasa
las
lagunas de los oros naturalmente populares
el que
se embarca en las balsas de oro con todos
los
excesos de pasajeros de oro que manejan los
caballos
de oro con los rebenques de oro bebiendo
en la
limetilla de oro del barro de oro de los sueños
de los
frescos del oro entre la majestad de las
palmeras
de oro y de los ajusticiados y degollados
en las
isletas de oro bajo de yacarés de oro
del
oro del amor.
Cementerio
amarillo al borde del agua
Mientras
cantas con la trompeta ronca de las inemociones
cargadas
de las lágrimas del paisaje desenvuelto
por
los trenes de los reyes guiados por los ríos,
aquí
el velo de sangre duerme sobre los arenales
seguros
de encantar a un cuerpo joven y caliente
junto
al rumoreo nocturno de los caballos y las
fiestas
cercanas a la orilla de la luna caída entre
las
humillaciones más populares cercando el
camposanto
de los hombres del hambre donde se
recomponen
las más raídas y coléricas apariciones
-sin
espacio- a ras de luna de ras y de agua
detenida
en el milagro del terror -sin amor- todo
todo
roído como antes de andrajos desafíos ojos
hambrientos
amarillos de asesinatos no-modernos
no-contemporáneos
a ras, a ras de agua podrida
en su pureza.
Sin
embargo, yo estoy dormido como un indio que
no ha perdido
el desierto.
¿Estoy
moderno?
¿Estoy
por irme adónde?
¿Oh,
por abandonar la comarca e internarme
en el
mar?
¿O
sólo al borde del mar?
Una
reza
Reza
por la reza de las apariciones ronca por la ronca
de las
enterraciones y vuelve los ojos al paisaje
metido
dentro de la carne y del fuego del movimiento
humano
más real el de pasitos de hombres en el
espacio
humillado por sus elegantes desnutriciones,
oh
país límpido, intercambiado con tartamudos y
despanzurrados
y afeitados por el llano y
asesinadores
engendrados en las negras copulaciones
entre
ramos y entre santos de ojeras casi naturales
yo
exclamo que duermo sobre la arena caída en la
desventaja
de mis maduraciones que sollozan todo el
poder
del fuego.
Yo,
que tengo el alimento más moderno, estoy rastreando
el
invierno y las pudriciones de estos llanos.
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