domingo, enero 10, 2021

Francisco Madriaga: Tembladerales de oro (1973)

 


El canto impopular

 

Yo, el rastreador, que ha dormido en los atrasos de

la luna en los atajos peninsulares, y ahora siento

el canto del desahogo, a través del orgulloso coraje,

oh mis pequeños seres del desamparo, canto

mi canto con un lenguaje impopular, pero cercano

a vuestros vestidos miserables.

El vestido las telas livianas de las mejillas despintadas

el olor de los motines talados de la miseria siempre

en las flor del fuego del pensamiento destruido

sin nacimiento en las coloridas y espléndidas

organizaciones en las albas lujosas de todos los días

de todos los montones de días ligeros y azucarados

por las cañas dulces solares irredentas

ininterrumpidas feroces vivientes de la irrectitud

siempre anárquica del espacio siempre moderno

y siempre solidario con los cantos de las invisibles

deidades y de los otros personajes reales asombrados

de las miserias de los sucios paisanos que encienden

el clavel del esperma nocturno sifilizado y demente

y excitado por los cerdos.

Oh, en mi escenario, de rodillas. Cocinas conteniendo

el aliento del dormido rencor en la palidez del alba.

Oh, gente sin viajes, que no puede fumar en el

fuego del universo su tabaco de miel arrollada por

el invierno, su comida de humo bañando el ligerísimo

mosquitero de rabia del color el color que no trajina

por las camas y que solo saluda a la sombra

sombrero del Ave María en el altar de los santos

ensordecidos por los fétidos besos.

Oh, mí, el rastreador, que ha dormido tirado entre

los yuyos, entre la ferocidad joyal de las palmeras

en el borde del agua, y de una cocina sucia llena

de lechos sucios y de tarros con jazmines

calentados del ex-alba.

 

Tembladerales de oro

                                    In memoriam Alfredo Martínez Howard

 

El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro

que arde contra el oro el oro de los ocultos

tembladerales que largan el aire de oro hacia

los rojos destinos pulmonares con el acuerdo de

los fantasmas de oro coronados por los juncos de oro

bebiendo los caballos de oro los troperos de oro

envueltos en los ponchos de oro -a veces negro

a veces rojo celeste verde- y el caballero que repasa

las lagunas de los oros naturalmente populares

el que se embarca en las balsas de oro con todos

los excesos de pasajeros de oro que manejan los

caballos de oro con los rebenques de oro bebiendo

en la limetilla de oro del barro de oro de los sueños

de los frescos del oro entre la majestad de las

palmeras de oro y de los ajusticiados y degollados

en las isletas de oro bajo de yacarés de oro

del oro del amor.

 

Cementerio amarillo al borde del agua

 

Mientras cantas con la trompeta ronca de las inemociones

cargadas de las lágrimas del paisaje desenvuelto

por los trenes de los reyes guiados por los ríos,

aquí el velo de sangre duerme sobre los arenales

seguros de encantar a un cuerpo joven y caliente

junto al rumoreo nocturno de los caballos y las

fiestas cercanas a la orilla de la luna caída entre

las humillaciones más populares cercando el

camposanto de los hombres del hambre donde se

recomponen las más raídas y coléricas apariciones

-sin espacio- a ras de luna de ras y de agua

detenida en el milagro del terror -sin amor- todo

todo roído como antes de andrajos desafíos ojos

hambrientos amarillos de asesinatos no-modernos

no-contemporáneos a ras, a ras de agua podrida

en su pureza.

Sin embargo, yo estoy dormido como un indio que

no ha perdido el desierto.

¿Estoy moderno?

¿Estoy por irme adónde?

¿Oh, por abandonar la comarca e internarme

en el mar?

¿O sólo al borde del mar?

 

Una reza

 

Reza por la reza de las apariciones ronca por la ronca

de las enterraciones y vuelve los ojos al paisaje

metido dentro de la carne y del fuego del movimiento

humano más real el de pasitos de hombres en el

espacio humillado por sus elegantes desnutriciones,

oh país límpido, intercambiado con tartamudos y

despanzurrados y afeitados por el llano y

asesinadores engendrados en las negras copulaciones

entre ramos y entre santos de ojeras casi naturales

yo exclamo que duermo sobre la arena caída en la

desventaja de mis maduraciones que sollozan todo el

poder del fuego.

Yo, que tengo el alimento más moderno, estoy rastreando

el invierno y las pudriciones de estos llanos.