miércoles, diciembre 30, 2020

Francisco Madariaga: El pequeño patíbulo

 


A continuación, algunos poemas del libro primero El pequeño patíbulo de 1954, dedicado a su padre.

Se trata de las últimas versiones que Francisco Madariaga dio de los libros anteriores a la publicación de su obra reunida en 1988, extractada del libro El tren casi fluvial, Contradegüellos I

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La selva liviana

 

El sonido de un tren que se ahoga en la catarata

     de las hojas.

Al fondo de la selva liviana y los cocoteros se

     hunde el nivel del llanto,

     el peso entero de los sueños.

Peso entero del saco de perfume de la gracia.

Estoy entre la espada del paisaje y el ladrillo

     caliente del olvido,

     viajando con un ardor de joya y sangre.

Escuchando el aullido de mi candor: mi nueva

     fiesta.

2

A paladas, silbatos.

El tren se encierra en sí al borde de los esteros

      nocturnos.

Su polvo ciudadano tiene miedo a la gran

      humedad de la tierra,

      al aire cálidamente eléctrico,

        a los cisnes del negro vapor nocturno de la

herida del mundo.

 

3

La imaginación arde envuelta en las ruedas

      de un ten desorientado.

Bananas y bananas caen al aire.

Una mujer desnuda a una escopeta en un templo,

Roe lentamente en el anillo de su corazón.

Frutera de la desgracia, frutera del destino.

 

 

Rehén de la colina

 

Oh candoroso embriagado entre loros,

entre isletas subiendo hasta el nivel de la

         colina,

canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,

y cuando la sangre sube hasta tus ojos es

       porque están quebradas todas las fulguraciones

      del sollozo en tu pecho.

Canta, viejo rehén de la colina.

Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas

          salvajes tienen hijos que retornan al viento,

al gemido del clima en el olor áspero y cruel de

        las arañas del estero,

en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.

2

Asombra al mundo en un paisaje de enero,

        oh demente,

oh luz de la humedad.

Ah colgado sediento de unos ojos,

duerme, duerme bajo la luz del padre al otro

         extremo del poder y la delicadeza.

En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde

         helada.

Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido

         caliente del retorno.

Sé piadoso con el otro límite de tu fragilidad,

         padre aletargado por el sol,

presión de la locura de una tierra suspendida en

          la tela del agua y del fuego.

 

Lágrimas de un mono

 

Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono

     adiós.

Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono

    adiós.

En los embarcaderos el color encendido en tus

     ojos tiene tanta fe.

Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.

Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.

Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza

      mi alma con el mundo.

 

Cenit con reportaje

 

Carruaje celeste de la cuadrilla del sol

se derrumba en las laderas calientes.

Con un don infernal de encanto y de sonido

lloras entre los hombres tu desacuerdo

con el lenguaje,

con el manantial de la luz diaria herida

     que el hombre pobre reparte entre

     sus hijos.

 

Pasajera mulata

 

Mulata, lo radioso está totalmente entregado

al movimiento.

Amor es tu piel de pus de vidrio repartiendo

        los dones calientes de la vida,

dando a cada hombre su parte,

a cada mundo su parte.

 

 El tren marítimo

 

El horizonte con el astro volteado como un

         viejo padrillo entre las rosas.

Mi piel de fantasma atormentado por tanta

         madurez.

Mi sed de carozo astral donde desangran los

tesoros del mar y de la tierra.

 

 Turistas

 

Ella es como el cautiverio de una gran

       perla con gran pánico.

Y ese campesino formidable e imbécil que

         la acompaña, con cierto hedor lejano

         de radiante lepra.

Mala suerte redonda y letal de esa enorme

        mujer donde se aspira la criatura y el

       diamante.

 

 

Plaza de viajeros


1

Y dominemos.

Las aventuras tiemblan junto a los

      carruajes.

Enderecemos nuestras esclavas hacia el

     candor.

Están apostadas como leves mujeres hienas

     contra las ruedas de septiembre

y parecen estar corrompiendo el pudor de

        un pasajero de alto rango,

un caballero blanco en sus anillos y en

        sus ojos.

 2

Después de muchos días de ausencia quiere

         volver a corromper el mundo.

Iniciemos otra vez mi antiguo hombre,

           otra vez a mi amor.

Otra vez el que cambiaba segundo a segundo.

Una manera de amar me sacude la belleza.

 

 Fuera de horario


1

Las máquinas del transporte automotor se desnivelan

       en mi alma

y tú tienes que corromperlas con tu gracia.

Guitarrera dormida en los planteles junto a mi

          ventana, acostúmbrate a que quiero viajar

         siempre con el origen del amor en mi pecho,

junto a la tolerable delicadeza terrestre de los

trenes.

2

El ejercicio lejano de los resplandores de los

    trenes,

otra equivocación del puro deseo entre la niebla.

Tarda en caer cantando el último tranvía de

      la noche.

Ah ciudad de locura gastada, la pequeña ramera

      aún necesita de la aurora perfecta.

Y yo espero con mi manantial de ácidos de sol.

 

 

El comercio solar

 

Limpiamente destituido en el fuego,

       alúmbrame, alúmbrame obrera

      del día.

Entre los animales y los hombres,

     debajo de estos paraguas para

      el sol, me estremece el ladrillo.

¡Y éstos que me limitan y hace pequeño

     el canto!

 

 Los juegos de la playa

 

Una juventud huía alegre hacia los campos

       de gracia.

Inútil hubiera sido corresponder a esa

         hermosura sin intentar esa lascivia

         con un agua encendida en las paredes

         del alma,

con una veloz carrera de soldado hacia las

        margenes del mar.

Y un envilecimiento radiante del deseo.

 

 

 Turista débil

 

Última pasajera atravesando el puente moderno

          de la tierra a la sombra,

con sombrilla de té de atardecer.

 

 Los peldaños infinitos

 

Allí, junto a la escalera sin edades,

rompiente para cualquier cultura ardiente

       de los pechos,

tú, incrustada en el ataúd de los

       relámpagos.

 Triste suerte de mi alma frente a esta

       Larga aparecida.

 

El verdadero país


¿Es otra la alegría?

Por las veredas ardientes de pronto me estremezco

        de mi armonía en este instante.

¿Qué atentado lúgubre arroja el equilibrio de su

        claro destino?

¿Qué mecánica de orden inclemente y perfecto

        sonido, qué irrupción metálica de golpe

       nos devuelve a la sombra de las canallas

       herencias de sol negro?

Tiembla el asilo de la vida.

Virtuoso bebedor del agua del diamante, tiéndete

         a bramar contra el enorme globo rojo de la

         idea.

Ese tambor de sangre es tu país.

 

A un poeta y amante oficial

 

Le digo a una mujer que se estremezca ante dios

        como ante una culebra en el amanecer.

Que sienta que la Ley es como un vestido viejo

         ceñido por cobardes alrededor de su cintura.

Tejido dedicado de la miseria.

Mosquitero de la sangre obediente contra las

            deidades dulces de un trópico de carne,

           vidrio y ocio.

Cristal de la comedia contra los alaridos de los

           puros.

Traidor de la delicadeza del instinto.

Pretendiente bólido del diamante principado del

         arte.

 

 

Amigos peligrosos

 

¿Y cómo no adoráis a esos hombrecitos que

            enloquecen de andrajos al final de sus años?

Demonios de los cristales, con la baba celeste

           de la demencia en el cerebro.

Kleist, Hölderin, sentaos mis amigos al borde

           del color de verano sonriente de mi cama, en

           mi habitación de luz color de ojos de can

 colérico al borde del pantano.

Mi habitación con el perfume de la luz.

 

 

Arte poética

 

No podríamos sostenernos con esta piel y este

          polvo gemebundo, guitarrera de grandes

          desgracias.

Solo no hay trampa para la orden de hacer fuego

          hasta que todo arda.

Los puentes están artillados y solo los cruzan

         caballeros blancos vestidos con el aire de

         un muerto que posee la victoria final.

Totalmente entorpecidos por la belleza de su

        sangre.

 

El pequeño patíbulo

 

Ten el valor perfecto de tu gracia, criatura

       para errar con tu alegría al fondo del

       orgullo,

con un valor de júbilo sordo para cantar a lo

       perdido

cuando ya se ha cruzado en la memoria el pequeño

        patíbulo vibrando para la suerte de onza

de odio del encaminado.