martes, febrero 13, 2018

Diego Roel: Shibólet*


Estos poemas fueron extractados de http://www.opcitpoesia.com


Anábasis
                         A Jotaele Andrade
      
Soledad, otra vez
estás arriba y abajo, delante de mi cuerpo,
en el centro exacto de mi sangre.

Escucha la música que viene del pasado:
la bala se abrió como una flor en mi cabeza,
la bala hizo tres nidos en mi frente.

Me quebraron los ojos y los huesos.

Ya la órbita del sueño vierte el veneno
en toda palabra, en toda forma.
Ya la reja del lenguaje hunde su cuña,
clausura las vías del aliento.

Soledad, otra vez
estás arriba y abajo.

Escucha la música que viene del pasado.

Recuerda:
la corriente que enlazó a dos almas
vence a la muerte y permanece.

 Grieta del tiempo

Pero, ¿cómo vivíamos aquí,
en esta casa carcomida por el salitre de las olas,
en este suelo donde lo perdido
repite su nombre y se repliega?

¿Cómo podíamos vivir aquí?

Ahora sobre mi cara desova el tiempo:
mi vida se desgarra, pierde peso y consistencia.

El país es un animal que ya no encuentra su alimento.

¿Cómo podíamos vivir aquí?


Jardín

Los muertos mendigan un haz de luz.

Ya nadie advierte
la lenta combustión de lo real.

¿Alguien ve las piedras blancas,
la rueda del sol sobre los tallos?
¿Alguien observa las estrías del sueño?
¿Alguien aparta los velos del aire y reconoce
lo que construye el rojo con el verde?

Es necesario que el cielo invierta su raíz.



El anillo del sol

No te adelantes.
Derriba el eje que te mantiene en equilibrio.

Párate aquí dentro, delante del círculo.

No te adelantes.
No abras, todavía, la boca:
busca el sonido que entre la palabra y el deseo
resplandece.

Hay que saber combinar materiales diversos.
Hay que hundir la lengua en esa zona
donde la Nada incuba el primer signo.

Un grano de arena sostiene al mundo.



Eternidad

Me quedo para siempre en lo que fuga.

El viento levanta
el último tallo de la sombra.

En la cintura llevo un cuchillo, balas de plomo:
mi voz es una herida en la mejilla de la tarde.

Me quedo en lo que fuga,
abro los brazos hasta alcanzar
esa palabra que entibió la muerte.



Palabras de sangre animal

Entonces
estaba yo
juntando mis partes todavía.

¿Escuchas la charla de la nieve?

Caían los últimos cordones de la lluvia:
mi rodilla izquierda rozaba el horizonte,
mi rodilla derecha era otro pliegue del abismo.

¿Escuchas el remo del sol,
la pezuña de Dios sobre los cuerpos?

Ya baja la mano del verdugo,
ya el oxígeno cierra su círculo y eleva
tiendas y navíos.

Yo estaba juntando mis partes todavía.



* Selección de Valeria Cervero del libro Shibólet. Griselda García Editora, 2018.

**Nota del autor.

En marzo de este año releí Reja de lenguaje, de Paul Celan. En ese libro, el poeta rumano enfrenta al lector con un límite que parece infranqueable. ¿Es posible corregir, subvertir, anular el lenguaje de los asesinos? Rimbaud hablaba de reinventar el amor. Celan va más allá, redobla la apuesta. Nos pide que reinventemos todo: el amor, la vida, el lenguaje. Después de leer el poema “Tenebrae”, recordé a Yannis Ritsos y su homenaje a Cavafis. Se me ocurrió hacer algo parecido, escribir doce poemas para Paul Celan. Los escribí de un tirón, en un par de semanas. En mayo agregué siete poemas a la serie, y en septiembre, otros cinco. La palabra hebrea shibólet, que significa “espiga”, es hoy sinónimo de contraseña. Releer a Celan fue como pronunciar un santo y seña: una puerta se abrió en mi memoria.

*** Diego Roel (Prov. Buenos Aires, 1980). Tiene varios libros de poesía editados.

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