Diego Roel: Shibólet*
Estos
poemas fueron extractados de http://www.opcitpoesia.com
Anábasis
A Jotaele Andrade
Soledad, otra vez
estás arriba y abajo, delante de mi cuerpo,
en el centro exacto de mi sangre.
Escucha la música que viene del pasado:
la bala se abrió como una flor en mi cabeza,
la bala hizo tres nidos en mi frente.
Me quebraron los ojos y los huesos.
Ya la órbita del sueño vierte el veneno
en toda palabra, en toda forma.
Ya la reja del lenguaje hunde su cuña,
clausura las vías del aliento.
Soledad, otra vez
estás arriba y abajo.
Escucha la música que viene del pasado.
Recuerda:
la corriente que enlazó a dos almas
vence a la muerte y permanece.
Grieta del tiempo
Pero, ¿cómo vivíamos aquí,
en esta casa carcomida por el salitre de las
olas,
en este suelo donde lo perdido
repite su nombre y se repliega?
¿Cómo podíamos vivir aquí?
Ahora sobre mi cara desova el tiempo:
mi vida se desgarra, pierde peso y
consistencia.
El país es un animal que ya no encuentra su
alimento.
¿Cómo podíamos vivir aquí?
Jardín
Los muertos mendigan un haz de luz.
Ya nadie advierte
la lenta combustión de lo real.
¿Alguien ve las piedras blancas,
la rueda del sol sobre los tallos?
¿Alguien observa las estrías del sueño?
¿Alguien aparta los velos del aire y reconoce
lo que construye el rojo con el verde?
Es necesario que el cielo invierta su raíz.
El
anillo del sol
No te adelantes.
Derriba el eje que te mantiene en equilibrio.
Párate aquí dentro, delante del círculo.
No te adelantes.
No abras, todavía, la boca:
busca el sonido que entre la palabra y el deseo
resplandece.
Hay que saber combinar materiales diversos.
Hay que hundir la lengua en esa zona
donde la Nada incuba el primer signo.
Un grano de arena sostiene al mundo.
Eternidad
Me quedo para siempre en lo que fuga.
El viento levanta
el último tallo de la sombra.
En la cintura llevo un cuchillo, balas de
plomo:
mi voz es una herida en la mejilla de la tarde.
Me quedo en lo que fuga,
abro los brazos hasta alcanzar
esa palabra que entibió la muerte.
Palabras
de sangre animal
Entonces
estaba yo
juntando mis partes todavía.
¿Escuchas la charla de la nieve?
Caían los últimos cordones de la lluvia:
mi rodilla izquierda rozaba el horizonte,
mi rodilla derecha era otro pliegue del abismo.
¿Escuchas el remo del sol,
la pezuña de Dios sobre los cuerpos?
Ya baja la mano del verdugo,
ya el oxígeno cierra su círculo y eleva
tiendas y navíos.
Yo estaba juntando mis partes todavía.
*
Selección de Valeria Cervero del libro Shibólet. Griselda García Editora, 2018.
**Nota
del autor.
En
marzo de este año releí Reja de lenguaje, de Paul Celan. En ese libro, el poeta
rumano enfrenta al lector con un límite que parece infranqueable. ¿Es posible
corregir, subvertir, anular el lenguaje de los asesinos? Rimbaud hablaba de
reinventar el amor. Celan va más allá, redobla la apuesta. Nos pide que
reinventemos todo: el amor, la vida, el lenguaje. Después de leer el poema
“Tenebrae”, recordé a Yannis Ritsos y su homenaje a Cavafis. Se me ocurrió
hacer algo parecido, escribir doce poemas para Paul Celan. Los escribí de un
tirón, en un par de semanas. En mayo agregué siete poemas a la serie, y en
septiembre, otros cinco. La palabra hebrea shibólet,
que significa “espiga”, es hoy sinónimo de contraseña. Releer a Celan fue como
pronunciar un santo y seña: una puerta se abrió en mi memoria.
*** Diego Roel (Prov. Buenos Aires, 1980). Tiene varios libros de poesía editados.
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