Ariel Williams: de su libro La risa huérfana
VENGO DE UNA GALGA MAYOR
1
Como
no tuve mis antepasados (los negué), entonces
crié
unas piernas y corrí corrí. Me fui de ellos
y
ni los iba queriendo más, y así era adelantarse
a
lo que no era.
Correr.
¿Quién me había lanzado?
Nadie,
nadie me había empujado, pero me fui
de
los que me habían sido y la tierra se fue vaciando;
a
las cosas se les salía como un agujero negro,
como
un silencio quieto mientras yo iba pasando;
a
las compañeras de mi ser se les abrió una palabra
que
era como un cielo y su pronto.
2
Me
fui criando como una especie de cuerpo nuevo
con
la persona distinta. Fue a partir de las piernas,
desde
ahí fui subiendo nacido, diferente.
Las
patas eran ojos que iban tanteando, ¿qué seré, qué seré?,
decían
y decían. Y yo subía por las venas,
por
los músculos fuertes de tanto correr. Subía ojeado nuevo,
secreto.
En
el medio del movimiento del ir, se me iban apareciendo
unas
manos del sentir, un decirme yo. Como
si
fuera una sangre tibia queriendo hacia su arriba
y
creciendo.
3
Entonces
fui como un poblamiento, fui como un entrar
en
cuerpo.
Cuando
llegué a mis ojos y vi las cosas del mundo,
me
quedé bastante quieto por dos días,
veía
el sol la tierra larguísima los árboles moviéndose verdes
¡los
animales! ¡las otras personas! Cuando llegué a mis orejas
y
escuché al mundo, me quedé silencioso por tres días,
y
escuché el agua que goteaba el susurro de la brisa
el
grito de unos pájaros y la voz humana,
la
voz humana.
Ah,
entonces llegué a mi piel y sentí la tibieza de la luz
la
caricia de otras manos la aspereza de la ropa el frío,
metí
mis manos en el agua y era como una piel fresca
envolviendo.
4
Probé
las cosas de comer y de tomar, muchas.
Las
aceitunas verdes y negras; la carne de las aceitunas negras
era
como una noche blanda,
la
carne del queso era como un silencio.
Desde
el estómago me subían manos a pedirme cosas,
eran
unos bichos de hambre, querían saber, querían saber
y
probaban.
Había
un gusto de cosas limpias. Salía el sol y alguien
volvía
del mar con pescados y su belleza plateada quieta
se
abría para que les viéramos los músculos blancos,
y
les tiraban pimienta y orégano y especias.
Los
ojos de los peces muertos apuntaban uno para el cielo,
y
el otro miraba la oscuridad del suelo.
5
Y
todo eso había sido sin un sentimiento, era parecido
a
una máquina que se descubría viva;
pero
ahí llegaba yo a un corazón, ahí estaban las cosas
que
hacían latir y llorar, había ojos que golpeaban
al
pasar por uno, voces de gente que traían los seres
de
la emoción, susurros escondidos en la carne,
y
había labios y los decires se venían como agujas. Y
las
distintas partes del cuerpo que saben sentir. Entonces
descubrí
que yo flotaba en una especie de agua de mí,
más
amplia que los brazos el torso la cabeza las piernas,
más
amplia que ese estar corporándome,
y
en esa agua
yo
era como un ser yendo y viniendo, transmitido y
atravesado
por queridas.
----------------
Los Libros de Hilos Editora pueden conseguirse, entre otras librerías, en: Librería Rodríguez (Camargo y Scalabrini Ortíz, Librería Norte, en Las Heras 2225 y en Librería Hernández, Corrientes y Uruguay.
Etiquetas: Ariel Williams
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home