domingo, junio 28, 2015

María Laura Decésare: Zambeze, de Graciela González Paz

A continuación transcribimos el texto de la presentación del libro de poemas Zambeze, de Graciela González Paz (Hilos Editora,2015), a cargo de la poeta María Laura Decésare.


               
  “Como una iguana/ África/ sopló en mi corazón durante años…”: con este poema inicial comienza Zambeze, libro que está divido en dos partes. En esta obra, Graciela González Paz ha decidido abrir una puerta y, al abrirla, nos trae a sus antepasados y manifiesta un largo deseo adormecido de ofrecer un homenaje a su abuelo, “negro y esclavo”, a su abuela “blanca y de ojos verdes” y a su madre “la hija mestiza”. Antes de finalizar el poema nos revela: “Ahora/ maravillosa y casi anciana/ descubro el Caftán que usó mi abuelo”, en versos donde se despeja la memoria para dejar por escrito cada recuerdo y hacer justicia.
         Zambeze es el nombre que da título a este libro y hace referencia a un largo río de África austral, que nace en Zambia. Graciela González Paz nos sumerge en “un río más rico que el cacao”, nos manda a recorrer estas tierras lejanas para poder ver, a través de sus versos, el cielo africano, aunque “La cosa es otra cosa, dijo el viejo:/ Ir al cielo por tierra/ sin perder el alma”.
         La primera parte de Zambeze comienza con una cita de Karl Shapiro que dice así: "Nosotros matamos sin piedad y matamos el pensamiento. Hospedamos al loro y dejamos ir al centauro". La elección que hace la autora para dar comienzo a esta primera parte no es casual, es una señal para que nos adentremos en cada uno de los poemas, que son veintitrés, y dónde de entrada nos presenta al abuelo, al “Viejo”, negro y esclavo, un sabio que nos susurra en cada verso una palabra como enseñanza, hasta afirmar que: “quien teme a una gacela, teme a todo,/ temerle a todo es cosa de ricos”. También nos presenta a la abuela, mujer de ojos verdes que le dio hijos “y una dulzura ardiente como la sal”, escribe en los versos del poema 19, y luego con un remate propio de la autora se cierra así: “quizá por causa de estas cosas el viejo dijo: -si ella piensa, yo veo”.
         Esta primera parte del libro está dominada por expresiones que nos llegan en la voz del abuelo y nos provocan una sacudida, cito un verso: “la risa que se ríe/ es cólera guardada,/ solo el baile exorciza”.
         La segunda parte del libro se abre con un acápite del escritor negro norteamericano, Leroy Jones, y dice: "Mirando el futuro del alma/ había ángeles negros retorciéndose en su cabeza/ transportando la sangre de nuestros antepasados". Tampoco esta vez la elección que hace González Paz es casual, ya que suma otra lengua en la que subyace el pasado africano, por eso decide incluir esta voz y no otra, la de un activista de los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos. En los diecisiete poemas de esta segunda parte, la voz del abuelo desaparece y con un lenguaje íntimo y melancólico, la autora rememora el escenario anterior y se libera. En los próximos versos hay una alianza nueva. Cito un poema del libro:
“Contemplando visiones ocultas
vi tu corazón sobre la hierba
no obstante
mi única tentación
fue la conciencia”.
         La escritura de este libro despierta en Graciela González Paz un claro deseo de decir lo que estaba dormido. Describe de una manera sencilla y directa, “ese decir anterior que nadie escucha” que estremece y duele en lo profundo del ser. Un silencio que se vuelve palabra justa y necesaria.
         Cada uno de los poemas que se suceden en el final del libro también nos revelan pequeños detalles: “el misterio de las aguas”, “voces habladas a lo lejos”, “ser libres o libremente violadas”. Con fijeza se suceden los versos donde el río Zambeze maldice su memoria y dice aquello que nadie escucha, “salvo el negro”, “el humano silencio de la selva”.  Pero habiendo sido escrito este libro, la voz que nos habla y nosotros sus lectores comprendemos algo más. Comprendemos estas palabras nacidas en libertad.

20 de mayo de 2015

Casa de la lectura.