María Laura Decésare: Zambeze, de Graciela González Paz
A continuación transcribimos el texto de la presentación del libro de poemas Zambeze, de
Graciela González Paz (Hilos Editora,2015), a cargo de la poeta María Laura Decésare.
“Como
una iguana/ África/ sopló en mi corazón durante años…”: con este poema inicial
comienza Zambeze, libro que está divido en dos partes. En esta obra, Graciela
González Paz ha decidido abrir una puerta y, al abrirla, nos trae a sus
antepasados y manifiesta un largo deseo adormecido de ofrecer un homenaje a su
abuelo, “negro y esclavo”, a su abuela “blanca y de ojos verdes” y a su madre
“la hija mestiza”. Antes de finalizar el poema nos revela: “Ahora/ maravillosa
y casi anciana/ descubro el Caftán que usó mi abuelo”, en versos donde se
despeja la memoria para dejar por escrito cada recuerdo y hacer justicia.
Zambeze es el nombre que da título a
este libro y hace referencia a un largo río de África austral, que nace en
Zambia. Graciela González Paz nos sumerge en “un río más rico que el cacao”,
nos manda a recorrer estas tierras lejanas para poder ver, a través de sus
versos, el cielo africano, aunque “La cosa es otra cosa, dijo el viejo:/ Ir al
cielo por tierra/ sin perder el alma”.
La primera parte de Zambeze comienza
con una cita de Karl Shapiro que dice así: "Nosotros matamos sin piedad y
matamos el pensamiento. Hospedamos al loro y dejamos ir al centauro". La
elección que hace la autora para dar comienzo a esta primera parte no es
casual, es una señal para que nos adentremos en cada uno de los poemas, que son
veintitrés, y dónde de entrada nos presenta al abuelo, al “Viejo”, negro y
esclavo, un sabio que nos susurra en cada verso una palabra como enseñanza,
hasta afirmar que: “quien teme a una gacela, teme a todo,/ temerle a todo es
cosa de ricos”. También nos presenta a la abuela, mujer de ojos verdes que le
dio hijos “y una dulzura ardiente como la sal”, escribe en los versos del poema
19, y luego con un remate propio de la autora se cierra así: “quizá por causa de
estas cosas el viejo dijo: -si ella piensa, yo veo”.
Esta primera parte del libro está
dominada por expresiones que nos llegan en la voz del abuelo y nos provocan una
sacudida, cito un verso: “la risa que se ríe/ es cólera guardada,/ solo el
baile exorciza”.
La segunda parte del libro se abre con
un acápite del escritor negro norteamericano, Leroy Jones, y dice: "Mirando el
futuro del alma/ había ángeles negros retorciéndose en su cabeza/ transportando
la sangre de nuestros antepasados". Tampoco esta vez la elección que hace
González Paz es casual, ya que suma otra lengua en la que subyace el pasado
africano, por eso decide incluir esta voz y no otra, la de un activista de los
derechos de los afroamericanos en Estados Unidos. En los diecisiete poemas de
esta segunda parte, la voz del abuelo desaparece y con un lenguaje íntimo y
melancólico, la autora rememora el escenario anterior y se libera. En los
próximos versos hay una alianza nueva. Cito un poema del libro:
“Contemplando
visiones ocultas
vi tu corazón sobre
la hierba
no obstante
mi única tentación
fue la conciencia”.
La escritura de este libro despierta en
Graciela González Paz un claro deseo de decir lo que estaba dormido. Describe
de una manera sencilla y directa, “ese decir anterior que nadie escucha” que
estremece y duele en lo profundo del ser. Un silencio que se vuelve palabra
justa y necesaria.
Cada uno de los poemas que se suceden
en el final del libro también nos revelan pequeños detalles: “el misterio de
las aguas”, “voces habladas a lo lejos”, “ser libres o libremente violadas”.
Con fijeza se suceden los versos donde el río Zambeze maldice su memoria y dice
aquello que nadie escucha, “salvo el negro”, “el humano silencio de la selva”. Pero habiendo sido escrito este libro, la voz
que nos habla y nosotros sus lectores comprendemos algo más. Comprendemos estas
palabras nacidas en libertad.
20 de mayo de 2015
Casa de la lectura.
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