Zacarías Mohamed: Golpe de sol...
Golpe de sol
Nacimos
de un golpe de sol,
el
golpe de una guadaña contra el viento,
el
golpe de un cuerno contra la piedra.
Arrojamos
la placenta a los perros
y el
alma dentro de una pileta de penumbras.
Como
las mujeres pobres, bordamos
nuestros
labios en la trama del silencio.
Impuros
fuimos a la oración de la tarde
en el
jardín de flores y las memorias de la infancia.
La
arena es nuestro alimento y el forraje del caballo.
Trepamos
la arena entre jadeos y destrozados, volvimos.
No
había pruebas de nuestros nombres
salvo
un alfabeto que no aparece en el diccionario,
no
hubo rastros de nuestros antepasados
excepto
el silencio de los perros en la puerta.
Nos
rebajamos hasta el cordón de los zapatos
y nos
atamos al pelo de nuestras pestañas
y a
las colas de los cometas.
Nos
arrastramos como perros ante la puerta
agachados
sin alegría ante la flor
y la
flor es el sacrificio sangriento del mediodía.
Esparcieron
nuestra harina por todas partes
y la
desesperación fue como hierro en los dedos.
Concédenos
respiro para que podamos reconocer nuestra sombra
y
nuestros cascos puedan crecer.
Una
campana gigante pende sobre nuestra cabeza,
una
campanada persistente nos hace perder la senda,
rezamos
en silencio en el gran repique sobre los labios de los muertos.
Tómanos
de la mano y por la cintura sosténnos por el pecho:
el
polvo y el fuego nos son familiares.
Nuestro
dedo, húmedo para conocer de dónde viene el viento
está
herido por preguntas sin fin.
Hicimos
juegos tontos con nuestros nombres
y
confundimos desnudez con los botones de la camisa.
Empujamos
las plegarias como cerdos por delante de nosotros.
Atamos
los burros a los tobillos de los chicos
y el
otoño al verano para calmar los escalofríos.
Nos
llaman de detrás de nuestras habitaciones
con
una voz escandalosa que nos avergüence estar desnudos;
nos
llaman con una voz que separa la madera del bambú
Lleven
nuestra oración así podremos rezar más allá de los límites del deber y nuestras
almas permanecerán firmes en nuestros cuerpos.
El
almuerzo es amargo
la
cena, seca como piedra,
y el
silencio fluye como la menstruación entre nuestras piernas.
Oramos
para aplastar los cálculos renales
y para
romper el pan de nuestra cena.
No
habrá inmunidad para el canto rodado
o la
rosa todos yacen bajo el rango del trueno.
Nacimos
en las dobleces del labio
y de la pestaña nacimos del
golpe del cuerno contra la piedra.
*Zacarías
Mohamed [Nablus,1951]. Estudió literatura árabe en la universidad de Bagdad y
vive en Ramala, donde editó, junto a Mahmud Darwix la revista Al-Karmel,
fue del consejo de directores del Centro
Cultural Sakakini, destruido por las fuerzas armadas israelitas.
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