T.S. Eliot: El cultivo de los árboles de Navidad
De las muchas actitudes ante la Navidad,
hay algunas que debemos rechazar:
la social, la torpe, la comercial,
la desordenada (la de los bares abiertos hasta
medianoche)
y la infantil que no es la del niño
para el que la vela es una estrella
y el ángel dorado que despliega sus alas
en la cima del árbol, no decoración, sino ángel.
El niño ante el árbol se asombra.
Dejémosle que siga en su espíritu
con la Fiesta que es tal y no pretexto.
De ahí que el rapto brillante, la maravilla
del primer árbol de Navidad que se recuerda,
de ahí que las sorpresas, las delicias
de las nuevas posesiones (cada una
con su peculiar olor y emocionante),
la espera del ganso o del pavo
y el alborozo de su llegada.
De ahí que la alegría y la reverencia
no deban olvidarse en la experiencia posterior,
en la cotidianeidad o el tedio o la fatiga,
en la certeza de la muerte o la conciencia del fracaso
o en la piedad del converso
que puede corromperse por la vanidad
que no gusta a Dios y desagrada a los niños
(y aquí recuerdo con gratitud a Santa Lucía,
su villancico y su corona de fuego):
De ahí que antes del fin, la navidad número ochenta
(y “ochenta” significa la que sea la última)
los recuerdos acumulados de la emoción anual
deben concentrarse en inmenso gozo
que será también inmenso temor
como en la ocasión en que descienda
el terror a cada alma:
porque el principio debe recordarnos el fin
y la primera venida, la segunda.
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The Cultivation
of Christmas Trees
There are
several attitudes towards Christmas,
Some of which we
may disregard:
The social, the
torpid, the patently commercial,
The rowdy (the
pubs being open till midnight),
And the childish
– which is not that of the child
For whom the
candle is a star, and the gilded angel
Spreading its
wings at the summit of the tree
Is not only a
decoration, but an angel.
The child
wonders at the Christmas Tree:
Let him continue
in the spirit of wonder
At the Feast as
an event not accepted as a pretext;
So that the
glittering rapture, the amazement
Of the
first-remembered Christmas Tree,
So that the
surprises, delight in new possessions
(Each one with
its peculiar and exciting smell),
The expectation
of the goose or turkey
And the expected
awe on its appearance,
So that the
reverence and the gaiety
May not be
forgotten in later experience,
In the bored
habituation, the fatigue, the tedium,
The awareness of
death, the consciousness of failure,
Or in the piety
of the convert
Which may be
tainted with a self-conceit
Displeasing to
God and disrespectful to children
(And here I
remember also with gratitude
St.Lucy, her
carol, and her crown of fire):
So that before
the end, the eightieth Christmas
(By “eightieth”
meaning whichever is last)
The accumulated
memories of annual emotion
May be
concentrated into a great joy
Which shall be
also a great fear, as on the occasion
When fear came
upon every soul:
Because the
beginning shall remind us of the end
And the first
coming of the second coming.
*Traducción: José Luis Justes Amador
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