María Zambrano: La perplejidad
(…) Andar perplejo es estar entre varias alternativas
sin decidirse por ninguna. ¿Por qué? Sin duda por falta de suficiente
conocimiento. Es lo primero que se ocurre decir. Mas, si siempre se supiese con
exactitud la secuencia de nuestras elecciones, la vida estaría tan encajada en
el mundo como la del animal. Dentro de lo humano la tradición funcionando
perfectamente es lo más parecido; la adecuación de una forma dada de antemano y
cuya elección se funda en un conocimiento tan cierto que no ofrece margen de
riesgo apenas. El conocimiento completo anularía la libertad como las férreas
divisiones de castas orientales. Como también llega a eliminar el método
occidental cuando se presenta con una gran incertidumbre.
La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir tenemos que arriesgarnos.
Más hay quienes arriesgan sin perplejidad o con perplejidad rápidamente vencida. El perplejo es una criatura que tienen un ancho campo para elegir y hasta cierto punto una situación privilegiada. El acuciado por la necesidad no anda perplejo. Es una situación que supone cierto lujo. Lujo de alternativas, lo cual supone una sociedad madura, y un individuo que tiene libertad para transitar por ella.
(…) El perplejo tiene ideas, sabría definir perfectamente las alternativas ante las que enmudece. Conoce. Pero le falta ese último móvil que mueve a la vida, que la arrastra y saca de sí. No tiene presente su personaje, no le muestra su cara.
El secreto no es falta de conocimiento sino una desgana o un temor que lo inmoviliza. No puede afrontar el riesgo de la vida, el peligro de decir sí o no.
No se trata de aclararle nada, no es claridad lo que necesita (…)
(…) La perplejidad es una debilidad del ánimo que no proviene del conocimiento sino de la relación entre el conocimiento y el resto de la vida que queda impermeable a él.
Perplejo indica más bien sobrado de conocimiento. En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no penetra.
Conocimientos deslumbrantes y múltiples. El perplejo mira a un lado y otro, no se fija en parte alguna. Y es que los conocimientos que se le presentan son parciales, y así como nada tienen que ver entre sí, nada tienen que ver con él. Siente el perplejo que el centro de su ánimo, eso que los místicos llaman el centro del alma o el fondo del alma queda intacto; y es más, él no lo siente. No está fuera de sí para querer entrar dentro de sí (…). Tampoco entra en sí sin necesidad de salir. Ni dentro ni fuera.
(…)Visión y no sistema, porque se trata de visión de la propia vida que no puede ofrecerse en sistema. La vida tiene siempre una figura, que se ofrece en una visión, en una intuición, no en un sistema de razones.
(…) Más en lo que todos coinciden es en ofrecer una imagen de la vida que se rectifica a sí misma. La imagen que nos ofrece, la visión de lo que debemos ser, no aparece enfrentándose con lo que somos, sino desarrollándose en un movimiento que irresistiblemente tiende a ser seguido.
La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir tenemos que arriesgarnos.
Más hay quienes arriesgan sin perplejidad o con perplejidad rápidamente vencida. El perplejo es una criatura que tienen un ancho campo para elegir y hasta cierto punto una situación privilegiada. El acuciado por la necesidad no anda perplejo. Es una situación que supone cierto lujo. Lujo de alternativas, lo cual supone una sociedad madura, y un individuo que tiene libertad para transitar por ella.
(…) El perplejo tiene ideas, sabría definir perfectamente las alternativas ante las que enmudece. Conoce. Pero le falta ese último móvil que mueve a la vida, que la arrastra y saca de sí. No tiene presente su personaje, no le muestra su cara.
El secreto no es falta de conocimiento sino una desgana o un temor que lo inmoviliza. No puede afrontar el riesgo de la vida, el peligro de decir sí o no.
No se trata de aclararle nada, no es claridad lo que necesita (…)
(…) La perplejidad es una debilidad del ánimo que no proviene del conocimiento sino de la relación entre el conocimiento y el resto de la vida que queda impermeable a él.
Perplejo indica más bien sobrado de conocimiento. En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no penetra.
Conocimientos deslumbrantes y múltiples. El perplejo mira a un lado y otro, no se fija en parte alguna. Y es que los conocimientos que se le presentan son parciales, y así como nada tienen que ver entre sí, nada tienen que ver con él. Siente el perplejo que el centro de su ánimo, eso que los místicos llaman el centro del alma o el fondo del alma queda intacto; y es más, él no lo siente. No está fuera de sí para querer entrar dentro de sí (…). Tampoco entra en sí sin necesidad de salir. Ni dentro ni fuera.
(…)Visión y no sistema, porque se trata de visión de la propia vida que no puede ofrecerse en sistema. La vida tiene siempre una figura, que se ofrece en una visión, en una intuición, no en un sistema de razones.
(…) Más en lo que todos coinciden es en ofrecer una imagen de la vida que se rectifica a sí misma. La imagen que nos ofrece, la visión de lo que debemos ser, no aparece enfrentándose con lo que somos, sino desarrollándose en un movimiento que irresistiblemente tiende a ser seguido.
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Del libro Hacia
un saber del alma, capítulo del ensayo que trata sobre - "La guía, forma del pensamiento"-.
María Zambrano (1904-1991). Filósofa y ensayista española. Discípula del filósofo José Ortega y Gasset.
María Zambrano (1904-1991). Filósofa y ensayista española. Discípula del filósofo José Ortega y Gasset.
Etiquetas: María Zambrano
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