"Hierba sobre le mundo castigado- Colectivo poético involuntario"
Texto de presentación del libro
Por María del Carmen Colombo
La publicación de
Hilos Editora de Hierba sobre el mundo
castigado - Colectivo poético involuntario- constituye un “acontecimiento
editorial”.
Porque este libro,
concreción de un proyecto en el que han venido trabajando las poetas Teresa Arijón y María Mascheroni, desde hace tres años, conjuga gran creatividad y
profunda reflexión. Y cuando a una profunda tarea de reflexión se suma gran creatividad, puede llegar a alcanzarse:
la invención, que, “participa de la alegría de lo nuevo1”.
¿Qué es inventar sino
encontrar la manera de hacer una cosa nueva, desconocida antes, o una nueva
manera de hacer algo. ¿Acaso la capacidad de invención, relacionada con el
campo científico, no puede también aplicarse al campo artístico? Y es ese
carácter de novedoso, de inédito, el que transforma un hecho en
acontecimiento.
El resultado es un
texto colectivo, compuesto por fragmentos de poemas, y en ciertos casos poemas
completos, de 56 poetas argentinos nacidos entre 1955 y 1965, poetas que
salieron al mundo en la época de la dictadura militar de 1976 a 1983. El nombre
de los autores se reserva para las últimas páginas del libro, en un listado y
por orden de aparición.
Podemos disfrutar
así de un solo y largo poema, que, teniendo en cuenta las palabras de Karl
Mannhein, al que se apela al comienzo de las páginas preliminares, podemos
llamar “generacional”: La idea de
generación –dice Mannhein- no se ciñe
a lo biológico sino a una gran experiencia compartida.
Esa gran
experiencia compartida tiene que ver con una etapa de nuestra historia, que se centra en dos
fechas que, ya se ha señalado, resultan una marca fundante: el 24 de marzo de
1976, con el comunicado N 1 de la Junta Militar, y el 10 de diciembre de 1983,
con la llegada de la democracia. Y es la consigna “aparición con vida” la que
mejor identifica esa gran experiencia, tanto como la figura del desaparecido.
Composición
El borramiento
provisional de la autoría, que hace de
este un texto colectivo; la inclusión de
fragmentos de poemas- hasta de un solo verso- y a veces poemas completos; la
división en doce unidades marcadas por grandes asteriscos –profundas
respiraciones, actos de silencio, que podrían interpretarse incluso como
temáticos,. además de los espacios activos que van marcando breves
respiraciones, entre uno y otro fragmento, hacen a la impecable composición de
esta inquietante partitura.
Y digo partitura,
porque creo que las autoras han obrado como los músicos: “elegimos textos,
grandes minucias, versos potentes, basándonos en una vibración” –y agregan-:
“son unidades de sentido, movimientos rítmicos”. Vibración, resonancia,
imantación que envuelve a cada fragmento, hablen estos de circunstancias
propias de la época; o bien como algunos, que ni siquiera hacen referencia al
tema.
Véanse como
ejemplo, dos fragmentos incluidos en la unidad 7,,p. 39, que se conforma casi como un bestiario: Uno: “Son cientos de ñus buscando pasturas/Y tres o cuatro leones./ Cómo no
pensar que/ podrían destrozarlos con sus cuernos/ por pequeños que sean./ Pero
los ñus por naturaleza/ ceden a los leones algún hijo. En eso se parecen a los
pueblos./ Detrás de los leones/ vienen las hienas”.
El fragmento que
continúa dice: “Los
flamencos van despegando/ del suelo con lentitud, uno por uno/ y como un trazo
de tinta en el cielo/ van formando un arco rosado./ El circuito entre las nubes
continúa eternamente/ pero no sé si los flamencos continúan ahí”.
Claro que hay
otras secuencias de parentesco temático: véase
la unidad 9, pp. 44-45, ambos de diferentes tonos Uno de ellos dice:
“Ser punk era tener un plan B. Ahora que lo
pienso, no había/ otro secreto./ Ser punk era tener un plan B incluso como/
alternativa al punk./ Ser punk significaba, contra todas las/ expectativas,
elegir el plan B, vivir en la B, hacer de eso una/ causa. Habitar el punto
ciego de la foto familiar, y que ese estar/ fuera de foco fuera la tierra más
lejana./ A esa conclusión llegamos una tarde de 1983 mientras Mick/ Jones
cantaba Stay free.”
El segundo
fragmento: “La revolución ha kaputido/
como tema de plática y aceitunas. Nunca más será excusa/ para tocarse y hacer
tae-kwon-do./ Nunca más/ para embebidas traiciones/ será motivo. // ¡Oh
Revoluta!/ ¡Tu ausencia es como una falta de ortografía!
Superada la
conmoción que sacude al lector y despierta su percepción anestesiada por la
costumbre, por la repetición de lo mismo-, en este continuo indiferenciado, en
esta partitura coral, sin embargo, puede advertirse, a veces, la diferencia,
ese matiz que identifica una voz entre la
diversidad de voces (ya sea por el léxico, por el tono grave o leve, por la
disposición de los versos, el uso de la ironía y hasta del humor, etc.).
Insisto, no me refiero a señales relacionadas con la autoría, sino al
parentesco que se establece entre algunos fragmentos. Un canto coral donde cada
voz aporta su rasgo de solista. Diversidad, entonces, que no anula la
diferencia. Como dicen las autoras: “generamos un conjunto anónimo, no
impersonal”2.
El comienzo -la
primera unidad del libro, pp. 21-22, ya nos sitúa en el lugar donde conviven las voces la Ciudad, las ciudades de nuestro país.
Centros y periferias, alrededores superpoblados, hacinamiento.
Seis son los
fragmentos incluidos. Los que logran crear un clima grave, propio de una
catástrofe., y de sus consecuencias. Me gustaría citarlos completos para que la
transmisión de algunos de los conceptos, afirmaciones un poco abstractas, sobre
todo en lo que hace a la lógica de la composición:
Cito:
“k
Los
edificios se han caído. Las autopistas se han venido abajo.
Recorro
las construcciones sin fachada, como escenografías
abiertas.
Deambulo por los cuartos y veo gente muerta que
parece
dormida, una hija abrazada a su madre en una silla.
Camino
por esos departamentos derruidos aunque todo está en
su
lugar como en el momento anterior a la catástrofe. Sentimos
una
vibración en el piso. Es un terremoto pensamos, pero todo
sigue
en pie.
Alguien
debería dibujar de un modo impecable
el
mapa de una ciudad loca
a
la que abofetea el viento.
Bordeada
por un mar gris y murallas de
piedra,
con
gentes de poco hablar
navegando
sus propios océanos.
Nombro
una ciudad que no está muerta ni viva.
Vi
epopeya donde debí ver miseria y degradación donde había
renunciamiento.
Niños vi: pero eran viejos. Y vi dioses que eran
perros.
¿Sol? No: pintura fresca. Y oro en lugar de arena.”
Conclusiones
Volviendo a la
noción de acontecimiento, me pregunté, en qué se sustentaron, cuál fue el
umbral donde Teresa Arijón y María
Mascheroni se apoyaron para atreverse a saltar sin red, sin antecedentes: y
se me ocurrió que la respuesta podría tener que ver con una decisión, una
apuesta potente, y a su vez riesgosa, sobre todo en este, nuestro presente: la
de ser leales a su propio recorrido artístico, político, teórico, vital. Porque,
aclaran: “hay otro pasado a conocer”, el de quienes guardaron, ciertos valores
o antivalores: “La visibilidad no era un valor. La hiperproduccción no era un
valor. La producción tampoco”-agregan.
Y para finalizar,
retomo la pregunta que se hacen las autoras acerca de cuándo se vuelve político
un texto, un acto, un pensamiento. Creo que Hierba
sobre el mundo castigado, al aunar
texto, acto y pensamiento, y al
ser publicada convirtiéndose en un acontecimiento artístico, obrará,
seguramente, la historia del arte lo
demuestra, como punta de lanza para afectar y dislocar posturas o, en todo
caso, para anunciar cambios en el estado de cosas de la época. “No para
siempre, y aun así de modo permanente”3.
Me gustaría cerrar
mi intervención con las palabras del crítico, teórico, profesor Andrés
Avellaneda, quien nos enviara la primera
devolución de Hierba sobre el mundo
castigado: “Al borrar provisoriamente la autoría , un “texto
colectivo” recoge la hipótesis del fragmento como generador de historia
perdida, como hilo de Ariadna para encontrarla. Es la experiencia de la
filología clásica, la convicción del ´ex ungue leonem’, de la reconstrucción
del león a partir de sólo una uña encontrada. Es también la apuesta a la voz
colectiva como evidencia irrefutable: es el coro de la tragedia griega y es la
plaza llena”.
Etiquetas: Maria del Carmen Colombo
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