Alejandro Castro: Poemas
1- 06:00 AM
El rumor de un océano perfecto, la ola,
decibeles moderados,
el buzo de la ciudad aguanta
el aire que a brazadas abre
el día, las piedras
decantadas en el fondo, el sueño incorpora el aire
acondicionado que se
incrusta en las ventanas de los pisos más altos,
la perfección es la
oscuridad, la sed del ser debidamente bebida, apenas
un ligero resplandor en las
rendijas se vuelca en el cuenco de las palmas
de los dedos se escurre y
derrama la brisa hincha como otros días
el cuerpo astral, la
superficie alborotada, el atontamiento lúcido
en la punta de la lengua, la
boca, la ensenada, la tierra al fin baldía
el velamen de la mente parte
ya y su estela se disipa mientras anda
y llama un resplandor catódico,
los ingenios de metal destemplado,
rezuman, decía, en los
intentos de ver, de llegar hasta el azul,
el azul plegado, el azul en
los reflejos de un jardín iridiscente de lunarias
la crujía plateada del pez,
su ojo -que no descansa ni en la muerte-
que ve las burbujas
ascender, locas huyendo del abismo, el azul,
pero antes de abrir la
puerta, el espejismo, el primer manotazo del ahogado.
2- 10:30 AM
De tu mano casi vienen a
comer las lechuzas, era poco
lo que faltaba, respondiendo
a su mirada interrogante
en el vano de la puerta la
arena, allá
unas nubes enrolladas
retrocedían lentamente -como
los ojos del caracol que, tocados,
se llevan con ellos el sueño
de los otros- el momento ese
en que sentándose a tus
pies, pues ellas sabias de lo que es imprescindible,
te devolvían el privilegio
solo a vos, así, a un estado único de fotografía
en ese plano podíamos menos
que la sorpresa, cuando sentándose
buenamente, una por vez,
picando migas, acercaban, sobrevivientes,
su mundo extraordinario; qué
hacer si no soltar la mano, o girar un aspa
de palabras o empujar la
música o dejarte llenar todos los rincones,
quedándote el gusto por el
mar, los días calmos, y así el hijo que vendrá
de tu hijo preguntará por qué
a su hijo le vienen las aves tan mansas
a su lado en la orilla del
agua o le revolotean cuando la tarde se aplaca;
la materia traspasará el
chistido bajo la espuma, constante en sus pliegues
el trabajo de la partícula más
estable oscilará, respondiendo a otro temblor.
3- 14:00 hs.
Claro que hay penas, quién
no siente en lo ajeno de las vacas levantarse
la sombra que estuvieron
preparando, tan oscura y fría y durante
tanto tiempo, que apenas su
presencia se disipa en el sueño, o bien
sostenidas por un silbo
indeleble, propagar su tamaño invulnerable.
Valen tanto como listas
enrolladas ocultas en papeles enrollados
en diarios, penas enrolladas
en caracteres góticos, altos pupitres
mayúsculos de penas
corrientes como la electricidad o artes explotadas
por el aire de marcar con énfasis
la pena de la locura que las condena
a venir por nosotros,
olerlas de cerca, acostarse con ellas, tenerlas
en el regazo, mojarlas en el
sentido, salir a la calle portándolas
como un documento o verlas
venir cantando, como alguien que se defiende
por la razón de ser
monstruos de ayer tan presentes cuando el espejo
se activa y deja en la línea
del tiempo la permanencia sobre un equilibrio
incierto. Hay días en que
rebalsan como el agua o supurando de las horas llagan
sin que se sepa su núcleo,
la pura energía que las condensa, pero entonces
viene una voz. Un flujo de
aire vibrante en la cuerda del amor que cura.
4- 01:30
Y contestamos. Decimos algo
que pueda ser nada para no tocar nada. Sí.
Un accidente doméstico,
antes de que amarre el día, nuestra duda, bordearlo,
pero en el desierto no. No
en el mar ni en el cielo. Alzarse con pedazos rotos
mientras las horas irán
deslizándose desde ese futuro inmediato hacia aquél
pasado irremediable, sin que
las hayas probado, conocido su sabor o visto su luz
en otros ojos, otros
cantares o risas propias o ajenas. La gran fuente que hecha
al mundo lo que le toque en
suerte y contesta contra la nada y es pródiga también
en sus palabras, apenas
llega algo más lejos que nuestros sentidos y nos horrorizamos
y echamos furia mirando al
cielo o la cabeza se nos cae pesada de las lágrimas,
aún cuando no nos es posible
fijar la residencia de nuestras ideas si ya somos otros
distintos y ya somos otros
también y otros y ponemos caras de comprender todo y
contestamos. Sí. No alcanzan
los años que duran el sonido de un plato roto
para dejar cada parte de
nosotros como un desecho abandonándose a la entropía
y perdiéndonos, seguir cada
paso, cada murmullo que resuena con un sobresalto,
apurándonos a hacer las preguntas
propias. La vida que no continúa, como el sonido
de un objeto que cae, choca
contra el piso rompiéndose en pedazos y se apaga
5- 01:45
Qué otra cosa será más que
una última demora, un fin develado, una cadena
de oración enlazada en el
vacío absoluto, estas zurcidas de brazadas en el mar
que dejan detrás de vos lo
mismo que delante, animado ya en la pared
de piedra pulida el perfil
de la bestia inaudita, los mismos trazos negros, rojos
soplados tan solo la noche
anterior, una vez de pie el otro animal al fin completo
¿cuán diferente puede ser la
fascinación
por el fuego? Las sombras ésas vendrán
a una oscuridad menor,
mientras un brillo en la espesura confía ser evocado
para sacarlo todo de la
vista y en el mismo momento, dejarlo en tus manos. Lleno
la boca de tinta y soplo
sobre esta
piedra grave, aún sin afilar: aquí te espero
en alguna clase de eternidad
mirándote a los ojos, en el juego de una representación
innumerable. Tal vez no haya
nada detrás de la oscuridad, la materia se transforma,
nosotros cesamos, el
desequilibrio continuará y en ese error otras cosas y seres
intentarán una nueva luz,
pero qué felicidad la cercanía efímera, ese momento
de dejarse en un breve
destello: habrán todos los estados de la vida, la incertidumbre
hará las oraciones más
largas, el gesto de tocar la palabra escrita que cicatriza ante las yemas rozándolas,
la fugacidad como certeza que nos devuelve a una presencia intangible
6- 23:00 hs.
La alarma cuela en las
rendijas a ras del piso la noche viene de lejos, volanta
de una noticia trivial que
mañana será olvidada; los calcetines de lana ahogan
los pasos doblando un tambor
litúrgico sobre la madera: venís ahora a la cama
para ceñir la luz que cae en
el fondo de las tazas vacías, sobre los libros cerrados,
nada abandona en su círculo
amoroso: más allá del alcance de nuestros brazos
no habrá otra cosa más que oscuridad. Ahora,
mientras persiste flotando alrededor
la charla ligera como en una
cabina espacial, tus pasos -los escucho bien - traen
los medicamentos y el agua
para el sueño interrumpido, la ropa ya fuera de nosotros,
un pabilo carbonizado sobre
la silla, doblado después de arder, referidas las acciones,
las lineas del pensamiento,
el toque de lidia, risa bajo el poliéster y las guardas incas,
figuras sagradas, volutas,
cenizas de palosanto y piretro, incienso consumado que te trae flotando de
veras como todo lo que hay entre lo posible y lo improbable, venís
a la cama con tu manto de
armiño, tu camisa real, en el sobresalto inmediato
del espacio exterior, la
marca vaga en tu espalda ya en el campo del sueño respira
sobre nosotros el bestiario
de la pintura caída, un paraíso posible de ser arrasado , venís, para borrar
todas las marcas, aquí, ahora, en el mismo azar que levantamos.
Alejandro Castro nació en
1956 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Poeta y músico Reportes de la noche, su primer libro
publicado, obtuvo el segundo premio en el género poesía del Concurso Régimen de
Fomento a la Producción Literaria y Estímulo a la Industria Editorial 2006 del
Fondo Nacional de las Artes. Con su novela El verano de
las Adivinas, ganó el primer premio
Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil 2011.
Su libro Un Portal de
Ovejas, integra la colección Miliuna de poesía, de Ediciones La Biblioteca,
auspiciada por la Biblioteca Nacional. Su libro La estación obtuvo
mención en el premio literario Casa de las Américas de Cuba 2015. Como músico
integró distintas agrupaciones, entre ellas Santa María del Buen Ayre y
Ollantay, con las que obtuvo, entre otros, un premio ACE (Asociación de Cronistas
del Espectaculo) en 1992. Actualmente integra el Ensamble Folclorico Miel de Caña.
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