Paco Urondo : Del otro lado
Gracias Analía Mehlberg
Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.
No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente,
detenerse.
Ocurre lo de siempre.
Estábamos perdidos y la historia era confusa.
Nada
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de
mantenidas.
Tu mano es necesaria para sobrellevarla.
También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu
mano.
Nos apretamos las manos en la sala
impenetrable, temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado,
que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el
doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.
Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados.
Hace mucho que nos pasó esto; la mano
fría del cadáver impenitente
rozaba los sueños,
acariciaba nuestros tiernos rostros
despavoridos.
Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las
historias,
con los muertos que no aceptan su desdichada
condición, no
sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.
Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién
no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no
tiene
su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie
supo
qué hacer, cuando alguien contó la historia.
Seguramente al escucharla buscarás una mano;
será
como antes, pero enseguida
intentará olvidar que estuvimos tristes o
asustados.
Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde;
lo de siempre:
tendrás ganas de llorar, y nada más.
Nadie esperaba una historia como ésta, tan
lamentable ¿Por qué
no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la
espesura de la sala?
Se derramará sobre tu memoria,
como el alcohol que se vuelca entre los nervios
y la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas
corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo
Etiquetas: Paco Urondo
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