Marcelo Cohen: Fragmento de su novela El oído absoluto
“Esa
sinfonía [la 2ª de Sibelius], así como empieza con partículas de sonido, acaba
en la indefinición; desde el tema fastuoso del Finale se contrae, se oscurece
como… un tarareo de madrugada después de una fiesta. Y a pesar de todo esa
también es una forma de acabar. Uno no necesita el chimpún, la definición…, ¿me
entienden? Y entonces yo me dije… Hace un rato, me dije, pensando en esa
música… Me dije: A lo mejor no solamente lo rotundo está completo. A lo mejor
yo mismo, acá, sin encontrar un final para lo que estuve contando… ¿Por qué
no?, me dije. ¿Por qué no?
-¿Por
qué no qué? –dijo Clarisa, y se agarró de la mesa-. ¿De qué cuerno estás
hablando?
-Del
descubrimiento –dijo él-. De no ser una obra sino un sonido acaso… O una fuente
de sonidos. Un arpa eolia. Eso. Un arpa eolia… Una boca de la naturaleza, un
instrumento solitario colgado de la rama de un árbol en un claro del bosque,
con las cuerdas movidas por el viento… Eso tendría que haber querido ser yo. Un
arpa eolia… Pero, en cambio, ¿para dónde agarré? En cambio… quise ser oído
absoluto, qué codicia. El oído absoluto es una dádiva del azar… Es la facultad
de cantar ahí nomás cualquier nota que a uno le pidan o reconocer sin titubeos
el sonido que alguien toca. Hay gente capaz de oír un piano y descubrir ipso
facto que está afinado un semitono más bajo… Es casi magia… Mozart tenía ese
don a los siete años… No sé qué músico famoso decía que el padre se sonaba la
nariz en sol… Extraordinario, ¿no? No todos los genios están así dotados.
Wagner, por ejemplo, o Schumann… Y yo tampoco quería… No… Porque
en realidad yo era más obtuso… Más
desaforado… Yo no quería tener… Quería ser el oído absoluto… El germen de la
afinación universal quería ser yo; el compadre del fuelle de los sonidos… Y
miren lo que pasó… Adónde fui a parar. Miren… Acá estamos…”
*El oído absoluto, Marcelo Cohen.
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