Fernando Pessoa: Poesía y prosa...
[texto
dactilografiado, tal vez 1930]
El arte, que se
hace con la idea, y por tanto con la palabra, tiene dos formas: la poesía y la
prosa. Visto que ambas se forman de palabras, no hay entre ellas diferencia
sustancial. La diferencia que hay es accidental y, siendo accidental, tiene que
derivarse de aquello que es accidental, o exterior, en la palabra. Lo que hay
de exterior en la palabra es el sonido; lo que hay, pues, de exterior en una
serie de palabras es el ritmo.
Poesía y prosa
no se distinguen, pues, más que por el ritmo. El ritmo corresponde, es cierto,
a un movimiento íntimo del alma; pero, como ese movimiento íntimo se manifiesta
en el ritmo, prescindimos de atender a él, o a cuál sea él, en el estudio del
ritmo y en el de la diferencia entre poesía y prosa.
El ritmo
consiste en una graduación de sonidos y de faltas de sonido, tal como el mundo
en la graduación del ser y del no-ser. Esto significa que el ritmo consiste en
una distribución de palabras, que son sonidos, y de pausas, que son faltas de
sonido. A las palabras, como existen, compete un ritmo de variación,
dependiente de la extensión de las palabras, de su acentuación, de su cualidad
y cantidad silábica, y también de su sentido, ya sea propio, ya sea dependiente
de las otras palabras, que son su contexto. A las pausas, como no existen,
compete tan solamente un ritmo de extensión; esto es, la pausa como no es más
que la falta de una cosa (o sonido) no tiene más variante que la de su
duración. La pausa es más larga o más breve; sólo esto.
En la prosa,
que es lenguaje hablado escrito, estas pausas están dadas por una cosa a la que
se llama puntuación, y la puntuación está determinada exclusivamente por el
sentido. De la pausa grande del párrafo a la pausa menor del período, a la
menor todavía en el subperíodo (dada por el punto y coma, los dos puntos o el
guión) o a la mínima, de la coma, toda pausa de la prosa se deriva de la
significación de lo que se dice. Lo máximo que nos está permitido variar, por
arbitrio nuestro, en la puntuación, es en un establecimiento un poco cargado de
comas, en una abertura de párrafos donde podría haberla sólo de períodos, o en
otras cosas así. Pero, en todos los casos, esas puntuaciones no deberán tender
a acentuar el sentido; nunca podrán quebrarlo o interrumpirlo, porque la prosa,
siendo lenguaje hablado escrito, es, por eso mismo, el reflejo de la idea, para
cuya emisión la palabra hablada existe.
Pero si
quisiéramos acentuar el ritmo más allá del orden lógico, en virtud de
predominar en nosotros la emoción, que produce la entonación (y el canto),
sobre la idea propiamente dicha, abriremos pausas artificiales en el discurso;
y esas pausas son artificiales porque la emoción es externa respecto a la idea
(visto que no es la idea), y por tanto artificial.
Como estas
pausas artificiales no pueden ser designadas por puntuación, pues la puntuación
designa las pausas naturales, tenemos que designarlas por alguna cosa que,
marcándolas acentuadamente, las marque, de todas maneras, como artificiales.
Hacemos esto al disponer el discurso en líneas separadas, siendo la pausa
indicada por el pasaje de línea. A este género de discurso se lo llama poesía.
La pausa de fin de verso es independiente del sentido, y es tan clara como si
allí hubiese puntuación. Yerran pues contra toda la sustancia de la poesía los
que leen o dicen versos, apresurando uno tras otro cuando no hay puntuación en
el final de una línea. El discurso poético está expuesto en líneas precisamente
para que se haga una pausa, aunque artificial, donde la línea termina. La
poesía es así la prosa hecha música, o la prosa cantada; el artificio de la
música es conjugado con la naturalidad de la palabra.
En los
principios de la poesía, es el propio ritmo musical el que establece estas
pausas; la pausa de la voz que canta acentúa la pausa del fin de verso. Más
tarde, por un proceso todavía vagamente musical, que es el cuantitativo, se da
a cada verso un igual valor musical, y la voz conoce por anticipación dónde
acaba la línea, siéndole dada así una guía para la lectura. Más tarde, se
dispensa esa base musical, pero, para que la guía no falte, se establece un
sistema de referencias por el cual se sabe donde termina el verso, y ese
sistema es la rima. Más tarde todavía, fijo ya el verso en determinadas
medidas, cuantitativas por las sílabas y no por la cantidad, la rima se
dispensa, es el llamado verso blanco: el regular. Finalmente, se llega al justo
criterio del verso: de que basta marcar por la vuelta de línea que el discurso
está escrito en verso para que se deba leer como tal, para efectivamente ser tal.
Así se llega al
criterio moderno del verso, en que no hay exigencia de cantidad, de sílabas
determinadas, ni de rima. La línea aislada es una unidad rítmica. La calidad
rítmica depende, al igual que siempre dependió, del poeta.
Así, la
diferencia entre la prosa y el verso, sin desaparecer, hasta lejos de
desaparecer, se acentúa tal cual es, sin más nada. El verso es la prosa
artificial, el discurso dispuesto musicalmente. No es otra la diferencia entre
las dos formas de la palabra escrita.
*Texto extractado del siguiente sitio: http://ensayopessoa.blogspot.com.ar/2007/09/poesa-y-prosa-ii.html
Etiquetas: Fernando Pessoa
2 Comments:
Gracias por esta inetersante aportación. Un abrazo
Gracias a vos, Ricardo, por leer y comentar. Abrazo!
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