sábado, abril 03, 2010

Nos informa el poeta Jorge Rivelli, director de la revista Omero, que, hace unas semanas, ha fallecido el poeta Matías Vernengo, cuyos textos publicamos recientemente en este blog. Lo recordamos así:


MATIAS VERNENGO
( BUENOS AIRES 1963 - SAN LUIS, 2010 )

Con los ojos en el retrovisor

Para los lectores del abismo, empujar a la inversa es necesario casi tanto como echar tierra en el hueco del silencio; en las bocas de los subtes en que hay súplica y silencio. El que no duerme escribe que la vida de nadie es un ir siempre hacia el lugar del que se escapa y que no alcanza, en la claridad del dolor, de tenerse a recordar la tarde mientras sucede. Para los lectores del abismo el que no duerme escribe que es imposible el acceso a la cerradura (ese punto negro de una mueca donde todas las miradas caen) porque la copia mal hecha de la llave original impide el suicidio. Multipremiado, cumplido los cuarenta, desde la ciudad de Buenos Aires Matías Vernengo se impone inquietarnos con la precisa violencia de sus micro relatos. Hugo Abalde ( Nº11 OMERO poesía - año 2003- )

La ventana

Calle solitaria
Una luz amarilla la sostiene
con el brazo de hierro.
Árboles y ramas entre los cables
sin viento. Y la vida de nadie
a quién le importa?

Lo real es una lámina adherida
minuciosamente
al vidrio.

*

Todo era Dios o el tajo
de su ausencia en la mirada.

El peso del aire curva
las espaldas y el eco
de la piedra no arrojada
permanece.
Caímos en los treinta como un relámpago.

*

algo en mí
- con el imperio de una lluvia serena-
desplegará sus alas.

Eso busco:
detenerme a recordar la tarde
mientras sucede.

de El gesto del que danza, Córdoba, 1994.
La llave del suicida

Ya estaba el arma
(un recuerdo de su abuelo)
en un cajón del placard

y también el agujero en la cabeza
esperando la bala.
Cada cosa en su sitio,

y en el bolsillo indicado
la copia mal hecha
de la llave original.

Oficio

Ella desgarra con sus dientes
la noche envuelta en celofán

y adora el oficio de un pez amargo
entre sus pliegues de agua dulce.

Ella sabe entre sus piernas

y se mece en un cuerpo
mientras muerde la cruz del rosario
que cuelga de su cuello
amarrando la fe.

La cerradura

Como un antiguo crimen:
el acento olvidado
en su trabajo de corrector,
la bala
en la cabeza de su padre
(algunas caries demás)

y la sensación de andar por el mundo
como si en cada cerradura
hubiese un ojo.

En fin,
lo inútil
que se convalida

en el texto de quién?

De: El ojo y la cerradura, Bs. As., Ed. Del Dock, 1999.