Verónica Viola Fisher*: Hacer sapito
La imagen que a una hija mujer devuelve el espejo del padre, ese discurso esa mirada, es brutal: “Vos sola/ te mutilaste/ solita nomás/ decidiste nacer una/ semana antes con el cuerpo/formado a medias/ no quisiste/ esperar el crecimiento/ de los atributos que debe/ un primerizo a su madre no/ podías no desilusionarme/ desde el comienzo/ nada entre tus piernas/ inválida”.
Quizá se trate de asumir semejante distorsión, hacerse cargo de ese discurso imperial que vertebra la subjetividad de toda “hija de César” y de sus consecuencias en cuerpo y alma (“cuando aprendí la palabra/ papa, dije pupa”). Verónica Viola Fisher lo hace sin contemplaciones cuando elige trabajar ese discurso “desde adentro”, es decir, cuando elige no hablar sino poner en escena, mostrar: su verso dramático canaliza el habla violenta de la distorsión paterna: cortes abruptos y continuos encabalgamientos se combinan con un decir que toca las capas más bajas de la lengua: “con mierda hay que limpiarles/la boca/antes de hablar”… La música que se desprende de esta partitura es música de orquesta de cámara/ de gas, acorde con una hija disonante que ha decidido ser instrumentista de corte profundo y no instrumento de sordo director.
Al padre no sólo se le saca la lengua: “Hija sos la luz de mis ojos/ sos mi mejor pupila”. La hija-pupila lee en negativo las escenas como si agujereara con extraña luz ciertas fotografías familiares que soportan penosamente muchos cuerpos: “Cuando era pequeña mi abuela/ la negra me dijo:/ a las visitas les escondo/ tus fotos porque/ me da vergüenza/ la nieta gorda y/fea que tengo/ Yo me sentí como un elefante/ frente a una rata/ y le entregué la canastita con comida/ que hubiese envenenado/
A veces, este jugar al límite los recursos exacerba la puesta de arcaicas escenas hasta tornarlas impresentables: “Se la puse/ entre las manos/ ya agitada/ balbuceó no/ quiero tocarla/ no puedo dijo/ gritando/ se la metí/ vas a tocar// o no mierda/ que tengo ya/ dura/ tu cabecita/ enfrentñándose/ a mi ombligo/ tocala/de una vez para/ tu padre/ para Elisa no/ la oí por suerte/ queriéndose meter/ por mi ombligo/ sus deditos y/ acabé/ satisfecho con su vida”.
Otras veces el desafío deja paso al llamado amoroso, sin abandonar nunca el jadeo. Las palabras no abrevan en la queja, sino en el habla muda de una falta, de una ausencia: “Papá que tengo/frío estás/ dónde/ busco y no te/ veo duro el golpe en tu sanre/ pequeña oscura/ que tengo miedo…”. Ese decir casi mudo, esa llaga vacía, se aleja también de la gravedad de cualquier Padenuestro –de su música de marcha fúnebre, el mismo que “ desde la infancia baja… y obliga a morir con él”.
Quien nace así, muerta de padre, alumbra con los inquietantes destellos de su voz conmovedora el país de nuestra lengua.
Vos sola
te mutilaste
solita nomás
decidiste nacer una
semana antes con el cuerpo
formado a medias
no quisiste
esperar el crecimiento
de los atributos que debe
un primerizo a su padre no
podías no desilusionarme
desde el comienzo
nada entre tus piernas
inválida
Es igual a la madre que
no es madre es llenadora
de cabezas huecas
con mierda hay que limpiarles
la boca
antes de hablar
de mí porque soy yo
el único
que supo conseguir, los laureles
y las hará jurar
con gloria
conglomerado de conchas
vos, tu madre, tu abuela
mi futura nieta seguir
calladas
Cuando era pequeña mi abuela
la Negra me dijo:
a las visitas les escondo
tus fotos porque
me da vergüenza
la nieta gorda y
fea que tengo
Yo me sentí como un elefante
frente a una rata
y le entregué la canastita con comida
que hubiese envenenado
Cuando miro fotos de mi infancia
comprendo
todas las mías tienen luz
pero Negrita
sin flash salieron
tus fotos de lobo
Papá que tengo
frío estás
dónde
busco y no te
veo duro el golpe
en tu sangre
pequeña oscura
que tengo miedo estás
callando me enfrío
y atino
a mí si puedo
podar tu jardín de
pensamientos
violetas papá
que tengo
Mi venganza es:
nunca habrá otro
que pueda
reemplazarme dentro
de ella persistiré
como único
padre sobre todos
y sobre todo
cuando se mire
en mi espejo
Mi hija se burla
de mí
miren cómo me saca
la lengua y yo
su propio y único
padre burlado?
mocosa insolente dejá
ya de escribir y qué
cosa la mocosa
con la rima me saca
la lengua y me saca
de quicio
mírenla se arrepiente
tarde yo también
le saqué la lengua y aquí
termino el poema
Hija sos la luz
de mis ojos
sos mi mejor
pupila
así que ojito
con intentar escape
y ver
porque en cualquier momento
yo puedo
cerrarte los ojos
dormirme
y pupila y oscura
en la pieza honda
hija de mi cerebro
te quedás
Bebían en el imperio
hasta reventar comían
de todo vomitaban y todos
desde el primero
hasta el último
bocado se disparaba
sobre algún dios
erguido el romano
tenía derecho sobre
su mina y podía
comerse las crías Ave
de rapiña sus narices
de perfil se parecen a mi viejo
retrato con laureles
sobre mi cabecita
pelada darme el gusto
el aroma del laurel y el cordón
umbilical como collar
de oro doradito
a fuego lento una pequeña
exquisitez romana
es la copa roja
de mi árbol genealógico
llena qué digo
llena rellena
de crías como yo
alumnas de Ave
César
se cogió a mi vieja
una vez una tarde
en el imperio
Tengo los ojos cerrados
acordes con un
director de orquesta
que ataja
los penales
sentado en una silla
de ruedas
hijita mía
cuánto sufrí
en ese penal
que te definió
campeón y diste
la vuelta
de la vida hija
director
de orquesta de cámara
de gas
fui pero tus ojos
abiertos acordes
con la muerte me regalan
más hijas más
instrumentos
de orquesta para ser
arquero cuando ya
no funcione
la cámara de gas
con menores
sin código
penal sin más
que su propio
sexo débil
cuánto sufrí tu vuelta
a la vida
tengo los ojos
cerrados
muerta de padre
mis hermanos te acarician
en un hueco tan negro como los del espacio
sideral te quiero hasta más allá de las últimas
estrellas
cómo hacer para que tu gravedad
tan grave no los trague?
Aléjense de la ventana y no
pregunten y no
a mí
por qué papá
cuando llora muerde?
es mi padre el padre nuestro
que desde la infancia baja
hasta el final de sus hijos
y toca
la marcha fúnebre y obliga a morir
con él
muerta de padre
me protegen los gusanos de la tierra
hermanitos no puedo
salvarlos y no
a mí
Pero yo los amo con toda la luz del sol
yo los amo
*Nació en Buenos Aires en 1974. Ha publicado Hacer sapito (Buenos Aires, Editorial Nusud, 1995), A boca de jarro (Buenos Aires, Edición A Secas, 2003) y Arveja negra (Vox, 2005).
Etiquetas: Maria del Carmen Colombo
2 Comments:
¡Muy bueno! Está copado que se hable de estas grandes poetas.
Este libro en particular me gustó mucho.
Un abrazo.
Gran libro.
Contundente.
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