sábado, agosto 07, 2010

Enrique Santos Discépolo: Cuánto dolor que hace reír


Leemos en el libro Discépolo, una biografía argentina (Emecé, 1997), de Sergio Pujol:
"(...) Desde sus primeros versos, esta letra irrumpió como novedad (en 1929): Soy un arlequín,/un arlequín que salta y baila/ para ocultar su corazón lleno de pena./Me clavó en la cruz/tu folletín de Magdalena,/ porque soñé/ que era Jesús y te salvaba...". (...) sin lunfardo ni ambiente expresamente porteño, alguien está herido. Es la consecuencia de una gran decepción: Me engañó tu voz,/ tu llorar de arrepentida sin perdón". (...) El arlequín, puesto en el mundo moderno, era algo diferente del antiguo personaje de los cómicos italianos. Mientras éste era un muñeco lleno de gracia y frescura, el arlequín de Discépolo entretiene a pesar suyo, corporiza la alienación y deshumanización de los tiempos modernos, si bien la caída ha sido provocada por una mujer (...). El final de "Soy un arlequín" es (...) una de las conclusiones a las que los Discépolo habían arribado en la creación del grotesco rioplatense. Podría haber sido el remate de algún parlamento escrito por Armando (Discépolo). "Si he vivido entre las risas/ por quererte redimir. ¡Cuánto dolor que hace reír".


Soy un arlequín,
un arlequín que canta y baila
para ocultar
su corazón lleno de pena.
Me clavó en la cruz
tu folletín de Magdalena
porque soñé
que era Jesús y te salvaba.
Me engañó tu voz,
tu llorar de arrepentida sin perdón.
Eras mujer... ¡Pensé en mi madre
y me clavé!
Viví en tu amor una esperanza
la inútil ansia de tu salvación.
¡Perdonáme si fui bueno!
Si no sé más que sufrir.
Si he vivido entre las risas
por quererte redimir.
¡Cuánto dolor que hace reír!

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