miércoles, septiembre 16, 2009

Luminosa nocturnidad en la poesía de Adriana Borga

Agradecemos a la lic. María Paula Alzugaray* por hacernos llegar su comentario -que a continuación transcribimos- del libro Animalidad humana, de la poeta rosarina Adriana Borga (véase el post de este mismo día).

"La poesía está en todas partes y en muy pocas, va, viene, y a la hora de definirla se licúa escapándose, pero en Animalidad humana —desde el dibujo de la portada—, hay un señalamiento hacia lo terrestre que la profundiza. Hombreanimales perdidos y bestia humana son piedras de toque que suceden con dos fuerzas en un caos infinitamente lleno: lo creativo y lo receptivo dócil, seres simples que ‘la inocencia alimenta’, y ‘a veces duele’, ofrecidos desde un registro muy visual en lo cotidiano vivo e inmediato.
La poeta consulta en los versos iniciales ‘el tiempo de la naturaleza’, y sostiene hacia final: ‘El campo, / las sierras. El mar. / A eso vengo’, ‘con la palabra a preguntar’. Borga escribe a una totalidad que ‘sujete su entendimiento’, y si la totalidad de la vida es fragmentaria, si nuestra experiencia interior sólo se nos entrega como relámpagos, dejando jirones, pedazos de estrella, se hace fértil leerla en ámbitos de siglos o ciclos como: Luna Llena, Cuarto Menguante, Eclipse, Luna Nueva y Cuarto Creciente, que son los conjuntos de su obra en la nocturnidad.
La videncia poética, la contemplación por encima del mundo, el hallazgo y la capacidad de captar innumerables cuerpos luminosos en forma artística sumergen este manojo de poemas en una dilatación nocturna. No en las luces del día, sino en el vértigo de la opacidad ‘que se ensancha’; en la intimidad y su noche se coloca la poeta para cantar los objetos sensibles, a oscuras. No como horario de tinieblas y misterio, sino teniendo idea de la posición de su astro y su magnífico espectáculo. Inclinada a penetrar, nos lleva a su manida y nos abre al panorama de la esencia que la deslumbra, que ‘deja su marca’, en ‘la ardiente clorofila’, en la ‘armonía de un orden visceral’.
Animalidad humana es una expresión que por cercanía con lo natural muestra animales, minerales y vegetales transformándose indefinidamente y su cuerpo de relaciones complejas, con poesías de énfasis en el verbo. Es un idioma universal (no sólo un libro), que anuncia de manera nítida el enlace del alma con lo vital, las estaciones y el sueño bautizador, en donde horizontes, muertes, desencuentros, ausencias y vacíos se pluralizan. “Mi desesperación, ¿desesperará a alguien? / además de a mí”.
Hay letras que no piden olvido, sino ‘dejar de recordar con terror’, Borga presenta fotos copias en imágenes capaces de perforar un mutismo, encender una naturaleza muerta o un acontecimiento pasado expuesto a reflejos de luna y filtrados por el vidrio oscuro de la memoria, como en el poema “24 de Marzo”, en el que puede componer extinción con vidas, ensamblar abismos y alturas, y a través de un lenguaje liberador reconocer: “... escarbé la tierra profundamente y saqué / nombres envueltos en polvo y le puse / a cada tumba su nombre”.
Su palabra insiste porque en los ayeres faltó y reverbera el anhelo de ‘quitarle a la pena el hombre’, de calmar el extravío, la enfermedad y los anzuelos, de que la ciudad no hiera en ‘ríos de excremento en las calles / ...manos y bocas en negros bultos urbanos / ojos rodeados de órbitas violetas / y mucho hueso sobresaliendo de la carne’.
Adriana Borga es una artesana (también) de las palabras, elogio este libro grande, ‘todo este animal / que va a tus brazos’. Sobre campos de heno y cañaveral, celebro: ‘Continuar. / Sostener la belleza. / Sostener el amor. / No hacer miedos inútiles’. Celebro con los soniditos de quena que arroja."
*Poeta rosarina.

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