Horacio Castillo: Tren de ganado*
TREN
DE GANADO
Somos
inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era
de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Asomados
por el tragaluz mirábamos la inmensa llanura.
De
pronto un mugido nos traía el recuerdo de Ifigenia
y
volviéndonos hacia nuestros hijos los apretábamos contra el pecho.
¿Qué
es aquello? El sol. ¿Qué es aquello? Una nube.
Habíamos
olvidado el color del mar, el olor de la lluvia.
Los
que sabían de estrellas habían olvidado sus nombres
y
les dábamos los nombres de nuestros hijos para orientarnos al regreso.
¿Qué
es aquello? Un árbol. ¿Qué es aquello? Un río.
Y
un canto gregoriano se elevaba a nuestro alrededor,
hablaba
por todos los destinados al sacrificio.
Somos
inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era
de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
La
leche se había agriado en los pechos de las madres,
peinábamos
nuestro cabello y se convertía en ceniza.
¿Qué
es aquello? Un pájaro. ¿Qué es aquello? Una piedra.
Y
bajando la cabeza ocultábamos nuestro rubor,
cortábamos
en silencio las uñas de los muertos.
Somos
inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era
de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Bebíamos
al atardecer el vino de los ciegos,
soñábamos
todavía con un bosque de orquídeas.
¿Qué
es aquello? Arena. ¿Qué es aquello? Niebla.
Y
la vida escapaba como un murciélago entre las sombras
y
nos dormíamos con una inusitada mansedumbre en la mirada.
Después
nuestros ojos se volvieron como los ojos de las estatuas,
miramos
nuestras manos y había desaparecido la línea de la vida,
y
desde la estiba se elevó el ronco yambo
gimiendo
por ti, por mí, por todos nuestros compañeros.
Sólo
quedaron detrás nuestro líneas etruscas,
cantos
de cera navegando hacia el sol,
y
a nuestro lado siempre tú, piadoso coro,
tú,
alma mía, vaca coronada de nardos y violetas.
* Poema tomado de la antología del autor La casa del ahorcado (obra poética 1974-1999) (Musarico Poesía Colihue, 1999).
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