Susana Cabuchi: Siria*
I
Ha
despertado
seguramente
temblorosa.
Ha
escuchado los ayes
ascender
las piedras de Sednaya,
ondular
sobre las cambiantes dunas
hacia
el desierto,
reptar
entre los arcos de Palmira,
crecer
en los olivos.
Por
favor querida, dice
desde
ciudades inolvidables
a
la hora del sueño.
Por
favor querida,
insiste,
escriba
sobre Siria.
II
Juntas
hemos visto
los
juegos del Mediterráneo
frente
a las costas de Latakia
y
las manchas lejanas de la tierra turca
a
través del mar.
Sabe
que escuché, conmovida,
cinco
veces al día
el
hondo llamado a la oración
que
surge, poderoso y verdadero, desde
las
mezquitas, desde sus altos minaretes.
Sabe
que me gustaba caminar
hacia
el zoco Al-Hamidiyah
para
oler los tejidos
y
las especias.
En
mitad de la noche
ha
querido llamarme. A pesar
de
los años y la distancia.
Debió
recordar que en la Feria
de
Libro de Damasco
me
vio adquirir obras
escritas
en un idioma que no leo
y
que algo en mí reconoció los signos,
esas
suaves y delgadas canoas
sobre
el papel, esas líneas
de
arenas y de vientos.
III
Jeannette,
la
prima de mi padre,
no
usa velo.
Simplemente
lo prefiere así.
Ella
es cristiana, Fayez
su
esposo, musulmán.
Hemos
viajado al mar,
hemos
nadado juntas
vestidas
con trajes de baño occidentales
como
las cristianas y las judías
mientras
las musulmanas jugaban
en
el agua
con
sus largos vestidos mojados
adheridos
al cuerpo, más sugestivas
que
las turistas europeas
que
extendían sus claras
y
desnudas figuras
en
las playas doradas.
IV
Qué
sé, qué desconozco para que ella repita
varios
meses después, Susana, no lo olvide
—suena
firme su voz en el teléfono—
escriba
sobre Siria.
Qué
espera, qué me pide?
Hablaré
de Quneitra,
del
pasto crecido sobre los escombros,
de
los testimonios del Golán?
Ibrahim
me muestra unos montículos de nada
y
dice: esta era mi casa.
Por
esta calle iba a la escuela cada mañana.
Y
señala la escuela, lo que debo
creer
que fue una escuela,
cemento
y hierros
arrasados
por las topadoras.
De
quiénes eran las tumbas?
Cuántos
lloraban entre los olivos?
Alguien
preguntó
sobre
la poesía después de Auschwitz,
también
yo lo pregunto
desde
las ruinas de Quneitra,
sus
hospitales muertos, sus calles incendiadas,
las
infinitas filas de cruces blancas sobre
la
vergüenza del mundo.
De
quiénes son las tumbas?
Cuántos
lloran entre los olivos?
*Los poemas que se transcriben pertenecen al libro inédito de Susana Cabuchi: Siria.
Etiquetas: Susana Cabuchi
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