Nelson Guerra*: ¡Hasta la vista!
Hoy me separo del mundo.
Hoy lo desconozco.
No coincide más ni el amor ni la memoria. Por
eso es que estoy escribiendo como los otros.
Aunque lo deteste. (No a los otros, en mí es
que lo detesto).
No se trata de masificarme.
Dije que me separo. Me divorcio. Me excomulgo.
¿O no?
Yo pude ver la noche del verano. Hace mucho
tiempo.
Era la baya azul de un guaviyú, que tenía
prendida, una chispa irisada de rocío.
La noche cósmica, íntegra, en una esferita de
un centímetro.
Me lo ofrecía una muchacha sonriente, de ojos
con fondo de río Uruguay atardecido.
Ya no quedan amores como aquellos.
La luz cambió, como sus nubes.
Como el clima cambió.
Nieva en Miami, es lo que dicen.
Y las muchachitas de jean rotoso,
clavos en la nariz y en las orejas
y en los labios
y aún en la vagina, en los pezones,
no se parecen en nada a las flores que
recuerdo.
Porque había flores en el mundo. ¿Saben?
Muchas caminaban,
algunas bailaron conmigo
y hasta eran sabrosamente olfateables.
Satenamente acariciables.
Coloridas.
Y yo que siempre me negué a pedir facilidades
al poema,
pretendiendo que lo que quería expresar valía
algo,
podía ser importante para algún hipotético
afásico,
y que por eso merecía que el poema me hiciera
descuentos especiales
como en Tienda Inglesa
en la Semana de Shangrilá o de Carcosa,
renuncio.
Me tomaré algunos milenios de licencia.
Ya compré lo necesario para tallar madera.
O para plantar tomates.
También eso es importante, y da lo mismo.
*Nelson Guerra, poeta uruguayo.
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